Los jóvenes sirios exigen a sus pastores la unificación de las iglesias católica y ..

2 Febrero 2001
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Extraído de La Razón - http://www.larazon.es/hoy/noticias/noti_rel01.htm


Los jóvenes sirios exigen a sus pastores la unificación de las iglesias católica y ortodoxa

En un acto ecuménico sin precedentes, miles de muchachos pidieron ante el Papa y los patriarcas acabar con la división «Cristo lo quiere», fue su argumento El Pontífice llegó a Malta para culminar su histórico peregrinaje

Los jóvenes cristianos de Siria han dado una lección de pasión por la reconciliación y la unidad de las Iglesias durante la visita de Juan Pablo II a Siria. El encuentro que el Papa mantuvo el lunes por la noche con varios miles de chicos y chicas ortodoxos y católicos, en Damasco, no tiene precedentes en los casi 23 años de este pontificado. En televisión y en directo exigieron a sus patriarcas, presentes con ellos, la unidad de la Iglesia porque «Cristo lo quiere». La cita tenía lugar en la catedral greco-melquita (católica) de Damasco. El patio del atrio estaba plagado de jóvenes que, en un ambiente festivo, gritaban: «Bienvenido, Papa de la paz»; y coreaban un futuro para Siria, «Tierra de la Buena Nueva y de la paz».


A su llegada a Malta, Juan Pablo II fue recibido en el aeropuerto por el presidente de la isla, Guido Di Marco

Zenit
La cultura cristiana en Siria es de una riqueza única. En esta tierra, en Antioquía, por la primera vez los discípulos de Jesús de Nazaret fueron llamados «cristianos». A través de los siglos han permanecido fieles a su fe, a pesar de que viven en un país que hoy día es en un 90% islámico.

El patriarca greco-melquita, Grégoire III Laham, caldeó el ambiente con una espontaneidad y un humor poco comunes en un patriarca oriental. Se dirigió al patriarca ortodoxo de Antioquía, Ignace IV Hazim, para proponerle avanzar juntos hacia la unidad completa con Roma y celebrar juntos la Pascua en la misma fecha.

Después, rompiendo el programa, Grégoire III pasó el micrófono al patriarca ortodoxo, quien en un primer momento se mostró sorprendido. Sonriendo, dijo: «Corréis muy aprisa hacia la comunión con Roma, aunque esa es la dirección hacia la que queremos avanzar. Sin embargo, vosotros vais con retraso a la hora de pedir la celebración en la misma fecha de la fiesta de la Pascua».

«¿Queréis la unidad?»

A continuación, la palabra pasó a los jóvenes. Varias muchachas, de cabello negro azabache, evocaron los dos mil años de cristianismo sirio e insistieron en el deseo de unidad que experimentan los jóvenes cristianos del país, así como su compromiso por un futuro de «paz» y «solidaridad» para su país.

Un joven scout tomó la palabra para exigir que nada ni nadie «divida» a los jóvenes sirios, llamados a vivir en una sociedad «en la que todas las diversidades sean respetadas».

Pero lo mejor vino al final. Una joven, sumamente despierta, hablando al micrófono, reconoció que no podía concebir otro futuro si no era el de «la unidad de la Iglesia». En tres ocasiones lanzó una pregunta a los jóvenes y a los líderes cristianos presentes: «¿Queréis la unidad de la Iglesia?». En la primera ocasión, su interrogante fue recibido con gritos y aplausos. «¿Queréis la unidad de la Iglesia?». Siguieron después gritos típicamente árabes. «¿Queréis la unidad de la Iglesia?». Estalló el delirio. Nunca en la historia de los encuentros del Papa con los jóvenes había surgido esta pregunta, tan directa, fuerte y unánime, dirigida al Pontífice y los patriarcas y obispos.

La muchacha se fue a saludar el Papa, quien la besó en la frente y la abrazó conmovido. Luego, la joven abrazó a los patriarcas.

En esos momentos, la peregrinación pontificia a Siria alcanzó el culmen de intensidad. Los jóvenes impresionaron a Juan Pablo II: «Vosotros, los jóvenes, sois mi esperanza», les dijo. «Profundizad en lo que os une. Como dijo Cristo: ¿Que todos sean uno! ».

Ayer por la mañana, antes de partir rumbo a Malta, hizo nuevo llamamiento a la paz en Oriente Medio, un aspecto en el que ha insistido durante los cuatro días que ha permanecido en ese país.

«Esta región ha sido testigo de guerras y disputas, y encontrar la solución a sus problemas se basa en reconocer los derechos, las obligaciones y la justicia», señaló Juan Pablo II. «Todavía existen muchos problemas importantes a los que es posible encontrar arreglo en el marco de la legislación internacional y de las resoluciones de las Naciones Unidas», añadió.

El odio no es la solución

El Pontífice, de 81 años, reiteró sus ruegos a los líderes de Oriente Medio para que reconozcan que el enfrentamiento no es ni será la solución para resolver la difícil situación.

«Solamente una paz justa ofrece la oportunidad para resolver los problemas y, de este modo, traer el acercamiento entre las diferentes culturas que aquí conviven, lo que es un derecho para todos los pueblos de la zona», afirmó.

Para Juan Pablo II, un momento cumbre de su estancia de cuatro días en Siria fue su visita el domingo a la mezquita de los Omeyas, en Damasco, donde se conserva la cabeza de San Juan Bautista, también venerado por el Islam como el profeta Yahía. «Recordaré toda mi vida mi visita a la mezquita de los Omeyas, junto a la gran bienvenida que me dispensó el mufti (máxima autoridad religiosa musulmana) de Siria y los musulmanes», destacó el Papa.

También mostró su gratitud al presidente de Siria, Bachar al Assad, al pueblo de ese país, y a las comunidades musulmanas y cristianas.

Bachar al Assad, que despidió a Juan Pablo II en el aeropuerto de la capital siria, expresó por su parte una «profunda satisfacción» por el resultado de la visita papal a su país. «Nuestro pueblo, cristianos y musulmanes por igual, ha apreciado enormemente las palabras de Su Santidad sobre la justicia, legitimidad internacional, y las resoluciones de las Naciones Unidas», señaló Al Assad.

Llegada a Malta

Tras visitar la ortodoxa Grecia y la mayoritariamente islámica Siria, Juan Pablo II llegó en la tarde de ayer a la católica Malta, donde culminará su histórica peregrinación tras las huellas de san Pablo que comenzó el jueves pasado.

El país, con un 91% de católicos y una práctica religiosa dominical en torno al 65%, está viviendo en clima de fiesta la segunda visita oficial del pontífice a esta isla que dispensó una gran acogida al apóstol de los Gentiles.

El avión de las líneas aéreas sirias, que llevaba por nombre «María», aterrizó procedente de Damasco en el aeropuerto de Gudja al inicio de la tarde. El pontífice fue recibido por el presidente del país, Guido DiMarco, por el arzobispo de Malta, Joseph Mercieca, y por los obispos de la isla.

Es la tercera vez que Juan Pablo II pisa la República insular mediterránea, con menos de 400.000 habitantes. Acudió en peregrinación del 25 al 27 de mayo de 1990. Después, en septiembre de ese mismo año hizo una escala técnica en la isla antes de proseguir hacia Tanzania, Burundi, Ruanda y Costa de Marfil.

En el discurso que pronunció el Papa, tras aterrizar en el aeropuerto internacional de la isla, recordó que San Pablo llegó a Malta como prisionero, de viaje a Roma, lugar de su martirio. «Aquí él y sus compañeros que habían naufragado fueron tratados con toda clase de atenciones, como se puede leer en los Hechos de los Apóstoles (28, 2). Aquí trajo el testimonio de Cristo y curó al padre de Publio y otras personas de la isla que estaban enfermas (cf. Hechos 28, 8)». «Durante dos milenios habéis sido fieles a la vocación recibida en este encuentro singular». Y dejando claro el sentido de su visita, añadió: «Hoy el sucesor de Pedro desea confirmaros en la misma fe y alentaros en el espíritu de la esperanza y del amor cristiano».

Esta mañana beatificará a tres malteses y por la tarde regresará a Roma, concluyendo su peregrinar tras los pasos de San Pablo.