Los hombres no son islas

14 Diciembre 2000
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Los hombres no son islas

El hombre está dividido contra sí y contra Dios por su egoísmo que lo divide de sus hermanos.
Esta división no puede ser sanada por un amor que se coloca solitario en uno de los dos lados de la hendidura; el amor debe alcanzar ambos lados para poder juntarlos.

No podemos amarnos a nosotros mismos si no amamos a los otros; y no podemos amar a otros si no nos amamos a nosotros mismos.

Mas un amor egoísta de nosotros mismos nos vuelve incapaces de amar a otros. La dificultad de este mandamiento ("Amarás a tu prójimo como a ti mismo") radica en la paradoja de que tendríamos que amarnos inegoístamente porque aun el amor a nosotros mismos es algo que debemos a otros.

Esta verdad nunca es clara mientras presumimos que cada uno de nosotros, individualmente considerado, es el centro del universo.

No existimos sólo para nosotros, y únicamente cuando estamos plenamente convencidos de esta verdad comenzamos a amarnos adecuadamente y así también amamos a otros.

¿Qué quiere decir amarnos adecuadamente? Lo primero, desear vivir, aceptar la vida como un inmenso don y un gran bien, no por lo que ella nos da, sino porque nos capacita para dar a otros.

El mundo moderno empieza a descubrir cada vez más que la calidad y la vitalidad de la existencia del hombre dependen de su voluntad secreta de vivir. Existe dentro de nosotros una fuerza oscura de destrucción, que alguien ha llamado el "instinto de la muerte".
Es algo terriblemente poderoso esta fuerza engendrada por el amor propio frustrado que lucha consigo mismo.
Es la fuerza del amor de sí mismo que se ha vuelto aborrecimiento de sí mismo, y que, al adorarse, adora el monstruo en que se consuma.

Es, pues, de importancia suprema que consintamos en vivir para otros y no para nosotros mismos.
Cuando hagamos esto, podremos enfrentarnos a nuestras limitaciones y aceptarlas.

Mientras nos adoremos en secreto, nuestras deficiencias seguirán torturándonos con una profanación ostensible. Pero si vivimos para otros, poco a poco descubriremos que nadie cree que somos "dioses".
Comprenderemos que somos humanos, iguales a cualquiera, que tenemos las mismas debilidades y deficiencias, y que estas limitaciones nuestras desempeñan el papel más importante en nuestras vidas, pues por ellas tenemos necesidad de otros y los otros nos necesitan.
No todos somos débiles en los mismos puntos; y por eso nos complementamos y nos suplementamos mutuamente, cada uno rellenando el vacío del otro.

Sólo cuando nos vemos en nuestro contenido humano verdadero, como miembros de una raza que está planeada para ser un organismo y un "cuerpo", empezamos a comprender la importancia positiva, tanto de los éxitos como de los fracasos y de los accidentes de nuestra vida.

Mis éxitos no son míos: El camino para ellos fue preparado por otros.
El fruto de mis trabajos no es mío: Porque yo estoy preparando el camino para las realizaciones de otros.
Ni mis fracasos son míos: Pueden dimanar del fracaso de otros, mas también están compensados por las realizaciones de otros.

Por consiguiente, el significado de mi vida no debe buscarse solamente en la suma total de mis realizaciones. Unicamente puede verse en la integración total de mis éxitos y mis fracasos, junto con los éxitos y fracasos de mi generación, mi sociedad y mi época.

Pueden verse, sobre todo, en mi integración dentro del misterio de Cristo. Eso fue lo que el poeta John Donne comprendió durante una grave enfermedad, al oir que las campanas doblaban por otro.
"La Iglesia es Católica, universal -dijo-; luego todos sus actos, todo lo que ella hace, pertenece a todos... ¿Quién no inclina el oído a la campana que en alguna ocasión tañe?
Y, ¿quién puede suprimir de ese tañido la verdad de que un pedazo de uno mismo está saliendo de este mundo?"


Todo hombre es un pedazo de mí mismo, porque yo soy parte y miembro de la humanidad.

Todo cristiano es parte de mi cuerpo, porque somos miembros de Cristo. Lo que hago, para ellos y con ellos y por ellos lo hago también.
Lo que hacen, en mí y por mí y para mí lo hacen.
Con todo, cada uno de nosotros permanece responsable de su participación en la vida de todo el cuerpo.

La caridad no puede ser lo que se pretende que sea, si yo no comprendo que mi vida representa mi participación en la vida de un organismo totalmente sobrenatural al que pertenezco.

Unicamente cuando esta verdad ocupa el primer sitio, encajan las otras doctrinas en su contexto adecuado.
La soledad, la humildad, la negación a uno mismo, la acción y la contemplación, los sacramentos, la vida monástica, la familia, la guerra y la paz: Nada de esto tiene sentido sino en relación con la realidad central que es el amor de Dios viviendo y actuando en aquellos a quienes Él ha incorporado en Su Cristo.

Nada, absolutamente nada tiene sentido, si no admitimos, con John Donne, que "los hombres no son islas, independientes entre sí; todo hombre es un pedazo del continente, una parte del todo".


Thomas Merton (Extracto de "Los hombres no son islas").

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¡ Cuánto más es esta una gran verdad hoy, que la tecnología nos permite "comunicarnos"
entre personas que jamás en la vida nos vimos cara a cara !

Sin embargo, spodemos seguir siendo "islas", mientras no podamos romper con nuestro egoísmo, que nos impide vivir "para los demás", sabiendo que son "partes de mí mismo", dentro de ese "Cuerpo de Cristo", que también es mi propio Cuerpo.

Dios los bendiga.

Juan Manuel
en el
corazon.GIF
de Cristo
 
Juan Manuel .

Una pregunta ¿ No te parece a ti que en la orden del Maestro "-Ama al projimo como a ti mismo-" esta intrinsico el reconocimiento de que el humano no ama a nadie , mas de lo que se ama a si mismo ? . A mi me desconcierta un poco , por eso quisiera leer tu opinion .

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Elisa.
Apocalipsis 22:21
La gracia de nuestro Señor Jesus sea con todos
 
Hola Elisa.

El punto es bastante "oscuro".
Al menos para teorizar sobre él.

Creo que se "aprende" a amar,
AMANDO EN CONCRETO.

Un problema común es la mala comprensión de lo que significa "amar".
Se suele asociar con el sentimiento, cuando en realidad tiene muy poco que ver con eso.

El amor (sea a Dios, al prójimo, a uno mismo) parte de la Voluntad y de la Verdad.

Porque sin Voluntad,
¿ cómo amaremos a los enemigos, como nos dice Jesús ?

Pero para amar, también se requiere la Verdad, tanto de uno mismo como del otro.

Sin Verdad, el "amor" se puede transformar en una sutil forma de egoísmo o egolatría, donde en realidad nos buscamos a nosotros mismos creyendo amar a los otros.

A mí me ayudó mucho la lectura del libro:
"El arte de Amar"
de Erich Fromm,

donde este psicólogo llega a idénticas conclusiones que el precepto evangélico,
partiendo de la psicología humana.
Y pese a declararse él "agnóstico",
concluye que el ser humano sólo se realiza en la vida "amando", dándose, entregándose a los demás en forma productiva.

Además, analiza en profundidad qué es "amar",
y muestra que para amar a los demás,
es IMPRESCINDIBLE amarse rectamente a sí mismo (que es justo lo contrario a la egolatría, que es un amor enfermo a sí mismo).

Te ama en Cristo.
corazon.GIF


Juan Manuel
 
¿ Elisa, estás allí ?
 
El hombre es una isla.

Creo que no hemos meditado suficientemente que el hombre es una isla rodeado de materia por todas partes. Junto a esta isla, viven otras islas con las cuales sentimos aprecio y compañía, y tenemos lazos afectivos, formando un archipiélago de islas, pero ese archipiélago no tiene conciencia propia, sino que cada isla la posee en cuanto deja de considerarse parte del archipiélago y llega a encontrar su calidad de isla.

Nada que pueda hacer otra persona puede en realidad tocarnos. Ni su cariño, ni su cercanía, ni sus palabras. Somos autistas porque nos vivimos de las emociones que surgen en nuestro interior, causadas por estímulos externos e internos. Pero lo que pueden hacer las demás islas por nosotros es bien poco. Es en realidad es un estímulo para que lo auténtico que hay en nosotros se ponga en funcionamiento.

Las cosas más vitales nadie las puede hacer por nosotros. Nadie nace por uno, ni muere por uno. Nadie come por uno o bebe por uno. Nadie aprende matemáticas por uno ni aprende a amar por uno. El amor de los demás hacia mí tiene solo la validez de despertar mi propio amor por los demás, pero ya no es su amor el que me envuelve, es mi propio amor que nace de mí hacia los demás.

[]Cedesin>