Los 'cruzados' de la Casa Blanca

Bart

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24 Enero 2001
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http://www.elmundo.es/2002/09/05/mundo/1221930.html

EL 11 DE SEPTIEMBRE / LA CUENTA ATRAS DE UN ANIVERSARIO / UNA RESPUESTA EQUIVOCADA
Los 'cruzados' de la Casa Blanca

El fervor religioso se apoderó de la Casa Blanca. El presidente repetía consejos de predicadores y palabras bíblicas del profeta Ezequiel clamando venganza; la llamada a la 'yihad' que los terroristas creían ver en el Corán halló respuesta en otro texto sagrado.Quienes fracasaron en prevenir los ataques fracasaron también en extraer las lecciones correctas del 11 de Septiembre. Pero siguen ahí, al mando de la Administración, y ahora avanzan como invencibles cristianos a la cabeza de una Guerra Global contra el Terror que apunta a Irak.

GORDON THOMAS. Especial para EL MUNDO


A los pocos días de que George W. Bush regresara finalmente a la Casa Blanca tras el 11-S, le dio la bienvenida a un visitante muy especial. Se trataba del evangelista Billy Graham, un viejo amigo de la familia, el predicador a quien el propio padre del presidente ha definido como «nuestro asesor espiritual».

Graham se sentó con el afectado presidente. Hablaron largo y tendido sobre el mal del terrorismo y sobre la licencia bíblica de la justa retribución para destruirlo. Cierto pasaje hizo mella en Bush: «Esto dice el Señor: Por cuanto los filisteos han tomado venganza y lo han hecho con el mayor encono, matando y desahogando así sus viejas enemistades [...] He aquí que yo descargaré mi mano contra los filisteos y mataré a los matadores [...] y conocerán que yo soy el Señor».

Las palabras del profeta Ezequiel se convirtieron en un Leitmotiv para Bush. En los meses venideros, el espíritu de esta llamada a las armas condicionaría todo lo dicho y hecho por el presidente. Hoy, 12 meses después, aquellas palabras permanecen como el fundamento de su guerra contra el terrorismo, la justificación de su ataque contra Afganistán, el razonamiento para la inminente guerra contra Irak y de las demás guerras que se avecinan. El hecho de que esto sustituya a una política clara y razonada sobre los motivos para lanzar una guerra contra Sadam Husein no supone un tema de debate para el presidente. El dictador iraquí es su filisteo.

Al final de la reunión, Graham le entregó una Biblia. Había subrayado los pasajes que refuerzan el derecho a una justa retribución.Bush, al igual que Bill Clinton y otros presidentes en el pasado, no anda escaso de Biblias. Creció en lo que le gusta llamar «una tierra temerosa de Dios», ese arco sureño de EEUU más conocido como el Cinturón de la Biblia. En el rancho texano de los Bush y en su despacho de gobernador de Texas, la Biblia ha permanecido siempre próxima a la bandera.

En la mente del presidente no existía duda de que Dios estaba de su lado cuando lanzó su guerra contra el terrorismo. Para Bush, esto se convertiría en el principal factor a considerar en el proceso de toma de decisiones. No sólo podía percibir a Sadam como un enemigo mortal, sino que con ello podría juzgar a todas las naciones árabes, aunque mantuvieran un tácito silencio, y esgrimirlo como una señal de su apoyo a Sadam. Esto se convirtió en la primera gran lección no aprendida del 11-S.

Desde entonces, Bush no ha mostrado ni conocimiento ni comprensión alguna hacia la cultura árabe ni hacia los lazos nacionalistas que unen estrechamente a Sadam con sus vecinos. El resultado ha sido que la Inteligencia de la cual debería depender Bush sencillamente no existe. La CIA y el FBI apenas disponen de contactos con los servicios de Inteligencia de la región, salvo con el Mossad israelí, que les han proporcionado una visión sesgada de los sucesos del año pasado. A partir de este planteamiento, han surgido serios errores de cálculo en Washington: se ha hecho caso omiso a las advertencias del rey de Jordania y del presidente egipcio de que, en el caso de un conflicto, los líderes árabes se verían incapaces de controlar a su pueblo.

Lo más importante han sido las evaluaciones del Mossad de que Sadam ha reconstruido su arsenal químico y se encuentra cerca de producir una primitiva arma nuclear. Los servicios de Inteligencia europeos, principalmente el MI6 británico y la BND alemana, han rechazado estas afirmaciones como «aventuradas».

La mayor amenaza

Sin embargo, han alimentado el convencimiento de Bush de que Sadam representa la mayor amenaza individual contra EEUU desde la II Guerra Mundial. En los días que siguieron al 11-S, sus colaboradores afirman que Bush aprendió una nueva palabra: yihad, la guerra santa contenida en el grito de batalla de los terroristas, que han secuestrado de la fe musulmana.

Bush se confesó incapaz de comprender cómo Alá podía apoyar una masacre tan terrible. Esto aportó luz sobre su proceso mental. Otra pista fue cuando reconoció que quería a Bin Laden «vivo o muerto». Otro detalle: puedes sacar a Bush de entre los vaqueros pero no puedes sacar al vaquero que hay dentro de Bush. Evidencia adicional de este marco mental surgió con el eje del mal (Irán, Irak y Corea del Norte).

La frase poseía una poderosa connotación bíblica. En los últimos 12 meses, ha aparecido en sus discursos al Congreso, a sus comandantes militares, durante sus populistas charlas radiofónicas a la nación, a los líderes mundiales y, por supuesto, a su creciente lista de terroristas. A todos les ha citado un pasaje u otro del regalo de Graham para resaltar que la guerra contra el terrorismo cuenta con la aprobación de Dios.

Tal certeza mesiánica sugirió a muchos que se trataba de un pobre sustituto a toda evidencia de que Irak o algún miembro del eje del mal estuviese a punto de lanzar algún ataque contra alguien.

La insistencia de Bush de verse obligado a lanzar un «ataque preventivo» contra Irak también se encuentra profundamente enraizada en el fracaso de sus hombres clave, y en el de una mujer, en predecir el ataque del 11-S. Sin embargo, en vez de cesarlos, les ha concedido libertad para planear y urdir, en un intento de compensar el fracaso del cual fueron responsables.

Sin ofender a sus creencias, se les podría definir colectivamente bajo el lema de la Espada de la Venganza. Son los absolutamente poderosos e invencibles cristianos. Donald Rumsfeld, el marcial secretario de Defensa, dotado de una lengua viperina, apenas oculta su desprecio hacia las naciones europeas que no acatan su postura. Quiere ir a la guerra «ahora». Cualquier americano que se oponga a él se convierte en un «antipatriota». Ya ha declarado que no hay tiempo para investigar los fallos del 11-S: «Eso ya es Historia».

El hecho es que existió, y continúa existiendo, un asombroso colapso del sistema de Inteligencia estadounidense y que muy poco se ha hecho para paliarlo. Tanto la CIA como el FBI continúan escasos de lingüistas para traducir las escuchas telefónicas globales de la Agencia de Seguridad Nacional. La CIA sólo ha logrado insertar contados agentes de campo en Oriente Próximo, donde la inteligencia iraquí ha reforzado su red.

La dolencia cardiaca de Cheney no ha sido problema a la hora de alterar el ritmo cardiaco a otros líderes mundiales, con la aparente excepción del británico Tony Blair y su belicosidad de voz suave.

Cheney se ha mostrado absolutamente satisfecho de que América esté preparada para enfrentarse a cualquier amenaza. Cuando le preguntaron si podía explicar por qué la nación más poderosa del mundo tardó tanto tiempo en subyugar a Afganistán, lo descartó con la misma frase empleada por Rumsfeld: «Eso ya es Historia».

No lo es. Es posible que al final venzan, pero ¿a qué precio? Millares de iraquíes muertos y bolsas negras regresando a América con una cadencia similar a la de Vietnam. Eso también es Historia, la prueba histórica de que Estados Unidos no podía ganar aquella guerra.

Los cambios de posición del secretario de Estado, Colin Powell, resultan tan desconcertantes como las tácticas del bíblico Rey David. Inicialmente, apoyó un ataque contra Bin Laden y quienes lo respaldan. A los ojos de Powell sólo había un candidato: el Ungido. El Glorioso Líder, el descendiente directo del profeta, el presidente del Consejo de la Revolución, el presidente de Irak, Sadam Husein.

Ahora, aparenta ser una paloma a quien le han cortado las alas, pero que sigue dispuesta a ir a la guerra porque, al igual que Bush, piensa que el Buen Libro lo justifica.

Para Condolezza Rice, consejera de Seguridad Nacional, la Biblia es «el pilar de mi fe baptista», y admite que ello ha jugado un papel en su apoyo a la Guerra contra el Terrorismo y a lo que se avecina: el conflicto contra Irak. Ella tampoco «cree seriamente» que haya lecciones significativas que puedan extraerse del 11-S: «Eso fue entonces y ahora es ahora». Dado que Rice disfruta de un acceso ilimitado al presidente, actúa como filtro sobre todos aquellos que desean influenciarle. «No me importa si América tiene que ir en solitario», dice.

Tras las bambalinas, otros dos hombres se aferran a su fe religiosa para anclar sus decisiones.

Robert Mueller es el director del FBI, que accedió al cargo tan sólo una semana antes del 11-S. Nunca, en sus 94 años de historia, se ha encontrado la agencia en semejante caos. Sus colaboradores afirman que Mueller ha encontrado consuelo en la Biblia.

George Tenet, director de la CIA, también se ha encontrado en el extremo más acerbo de la crítica. Asiduo asistente a misa, dice a sus amigos que reza para recibir ayuda «en los tormentosos mares de Washington», mientras lucha por mantener el cargo.

De Cheney hacia abajo, estos son los hombres que han alimentado la Guerra contra el Terrorismo. En el proceso, han optado por ignorar los errores que condujeron al 11-S.

Sustentado por esta verdad, Bush animó a que Israel declarase su disposición a un ataque preventivo contra Sadam. De todos modos, hoy día Bush percibe a Israel casi en términos bíblicos: es la Tierra Prometida a la que América debe proteger, ha dicho a su círculo más íntimo.

Con el tiempo, la interrogante de por qué no pudo predecirse el ataque fue adoptando un tono de frustración que se convirtió en una creciente ola de ira a medida que quedó claro el monumental fracaso. Carecemos de una respuesta seria a preguntas preocupantes: ¿Cómo pudo la red de Bin Laden, conocida desde hacía más de una década, continuar en libertad y atacar con una precisión tan letal? ¿Quién fue el responsable de semejante fracaso?

No es suficiente con permitir que Tenet y Mueller discutan en público. No es suficiente con que Rumsfeld y Powell entren en un torneo dialéctico. No es suficiente con que Cheney viaje alrededor del mundo promocionando la Guerra Contra el Terrorismo. No es suficiente con afirmar que Sadam se encontraba detrás del 11-S.No es suficiente con prometer que esa evidencia se hará pública «cuando llegue el momento oportuno». No cabe duda de que Sadam tiene mucho a lo que responder, pero no existe evidencia alguna de que él ayudara en los ataques.

Durante los meses previos a su Presidencia, Bush recibió amplia evidencia y la previsión, incluso inevitable, de un ataque de estas características. ¿Cuán prominentes fueron entonces las advertencias? He aquí una de ellas: «El cráter que hay debajo del World Trade Center y el descubrimiento de un complot para detonar otras bombas gigantescas y de asesinar a los principales líderes políticos han demostrado a los americanos lo brutal que estos extremistas pueden llegar a ser». Fue escrita por Salman Rushdie. El no es ningún Ezequiel, pero por una vez, sólo una, el presidente y sus hombres deberían reflexionar sobre cuántos cráteres más se abrirán mientras se mantenga en curso esta interminable Guerra contra el Terrorismo.

Gordon Thomas es autor de Mossad: La Historia Secreta (Ediciones Vergara)
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LAS FUERZAS ESPECIALES, EN ACCION. Los bombardeos sobre Afganistán comenzaron el 7 de octubre del año pasado. Nueve meses después, siguen siendo necesarias las tropas terrestres para mantener fuera del poder a los talibán y militantes de Al Qaeda. En la imagen, cuatro miembros de las Fuerzas Especiales ODA 924 del Ejército de EEUU disparan armas antitanque portátiles del modelo AT-4 en un campo de tiro en las afueras de la ciudad de Jost, 130 kilómetros al sureste de Kabul. Los servicios de Inteligencia sitúan en las zonas montañosas de esa región fronteriza con Pakistán a la mayor parte de los militantes talibán y seguidores de Osama bin Laden que aún no han sido capturados.