[FONT="]Durante mucho tiempo pensé que el motivo de mis inclinaciones hacia la homosexualidad fue el hecho de quedarme sin papá a la edad de tres años y no tenerle como un referente en el que mirarme, hasta que de repente vino a mi mente un recuerdo de la niñez:
"Mi papá estaba de pie orinando en el wc y yo lo miraba por detrás, estaba excitado y deseaba mirar sus partes íntimas, al mismo tiempo no quería que nadie se diese cuenta de mis pensamientos porque sabía que eso que me pasaba estaba mal"
No sé qué me ocurrió para que esos impulsos estuviesen en mí a esa corta edad, sea lo que sea el Señor me lo declarará algún día.[/FONT]
[FONT="]A la edad de 7 años tuve mi primera experiencia homosexual con dos niños de mi edad, y con un joven de 14 que abusó de mí manoseándome y obligándome a tocarle en un cine. A los 11 años mantuve una relación de varias semanas con otro niño de 12 años, mi adolescencia fue una lucha sangrienta en mi alma, sentía vergüenza, dolor y frustración conmigo mismo. Había algo que era más fuerte que yo, una atracción que me empujaba cada vez más hacia los hombres. Luché desesperadamente contra tales impulsos y sentimientos, por las noches lloraba amargamente en mi lecho, clamando al Cielo, a un Dios que no conocía, suplicando con todas mis energías que quería ser normal, sentirme atraído por las chicas y no por los hombres, no quería aquéllos sentimientos y emociones que tanto mal me hacían y tanta vergüenza me daban, no comprendía el por qué precisamente yo tenía que ser así, ¿Por qué, si yo no lo quería? Así estuve durante años, luchando sólo, conociéndome poco a poco, ocultando a todos lo que ocurría en mi interior, pero lejos de apagarse, cada vez eran más fuertes en mí los sentimientos e inclinaciones homosexuales. [/FONT]
[FONT="]A los 14 años le entregué mi vida al Señor Jesucristo pensando que allí estaba la solución, la respuesta, la ansiada libertad, y a los 16 años me bauticé, pero cada vez se me hacía más difícil en la lucha conmigo mismo frenar los impulsos homosexuales, era un joven atractivo y tenía éxito con las chicas, salí con alguna pero mi pasión y mi debilidad seguía igual. En ese tiempo traté de argumentar si de alguna manera la Biblia se equivocaba y si existiese la posibilidad de que Dios aceptara mi estilo de vida, justificando de esta forma mi condición, hasta que un día dejé de acudir a la iglesia. [/FONT]
[FONT="]Llevaba una doble vida, me involucré poco a poco en las drogas y continué hundiéndome en un mundo oscuro y promiscuo. Acudía a locales gay, a diferentes lugares y plazas donde encontrar hombres, buscando el amor y la felicidad, y aunque conocí a muchos tan sólo encontraba vacío y soledad, empecé a beber mucho más, mezclando bebidas alcohólicas entre sí, con drogas y pastillas, lanzándome vertiginosamente a una vida de irresponsabilidad. Después del servicio militar, mi vida entró en una pendiente de perdición, drogas, orgías, prostitución... llegué a perder la dignidad de ser humano. [/FONT]
[FONT="]"Gracias a Dios que tuvo misericordia de mí, y me sacó de aquél pozo, me lavó y me dio la ansiada libertad"[/FONT]
[FONT="] A la edad de 23 años sufrí un accidente de automóvil, llevaba dos noches sin dormir, conducía bebido y drogado, iba sólo, no recuerdo hacia dónde me dirigía pero desperté en una camilla de un hospital al escuchar la voz angustiada de mi madre. A los pocos meses me sentí fuertemente atraído por algunos muchachos cristianos, y pensé en ir a su iglesia para hacerme su amigo y estar más tiempo con ellos. Tenían reunión seis días a la semana, no sé bien si fue al segundo o al tercer día de estar acudiendo, al escuchar el mensaje de la palabra empecé a llorar, mi espíritu se conmovió, fue un momento maravilloso, Dios me estaba hablando y me llamaba al arrepentimiento y a la reconciliación con Él, y yo fui sensible a su voz y a su llamado, me arrepentí de mis pecados y me reconcilié con Dios. Me acerqué a Dios, iba a todas las reuniones, empecé a ayunar asiduamente, Dios me estaba tratando y haciendo su obra en mí pero aún sentía los mismos deseos y atracciones homosexuales, dejé de fumar, de beber, de drogarme, de salir por las noches, sólo estaba con los cristianos, a todas horas, todos los días, pero no conseguía desprenderme de mis impulsos, busqué el apoyo espiritual del pastor, le conté mi problema y nos pusimos un fin de semana en ayuno y oración, no sé bien ni cómo ni cuándo, pero Dios lo hizo, me dio la libertad que tanto había ansiado, aparentemente seguía siendo el mismo, seguía con mis inclinaciones hacia los hombres, pero algo importante había cambiado, nunca antes desde mi niñez lo había experimentado, era mi posición espiritual, la posición de un vencedor, antes era arrastrado por mis impulsos a donde no quería ir, ahora simplemente tenía que decir que no y caminar por donde yo quería, aquello era nuevo y maravilloso para mí.[/FONT]
[FONT="] A los 5 meses cometí el error de pensar que había alcanzado ese lugar por mí mismo, por mis fuerzas y esfuerzo, y que ya lo había conquistado para siempre, así que me fui a dar una vuelta por el mundo de la homosexualidad, pequé contra Dios, y volví a esclavizarme, las gruesas cadenas que Dios había roto meses atrás volvieron a caer sobre mí, y el diablo me llevaba de nuevo por donde él quería, mi condición pasó a ser mucho peor que antes, llegando a caer en lugares muy bajos. Después de algunos meses viviendo perdidamente volví a ir por la iglesia, regresé como el hijo pródigo y me arrepentí de todos mis pecados, me dediqué por completo a buscar la presencia de Dios y la compañía de los hermanos, mi corazón estaba tan quebrantado que a menudo mis ojos se abrían como fuentes de lágrimas en las reuniones de oración, al tiempo dejé de fumar, después de varios meses me encontraba totalmente restaurado, cuando de repente vino contra mí el gigante de la tentación homosexual y me dejó sin fuerzas, igual que cuando era un adolescente, luché en contra suya, luché con todas mis fuerzas pero no fui capaz de vencer, no pude resistirme a su llamado y volví a caer en lo más bajo de nuevo. [/FONT]
[FONT="]Así estuve durante dos años y cuatro meses, entrando y saliendo del mundo y de la iglesia, alternando los períodos en el pecado con la vida de santidad, llorando amargamente por mis pecados durante semanas y consagrándome para Dios, recibiendo también el perdón de los hermanos, y volviendo a caer, apartándome radicalmente de Dios y de la iglesia, pecando impunemente, por mucho que me esforzaba, por mucho que me angustiaba, hiciese lo que hiciese, cuando llegaba el gigante a provocarme me derrotaba y me esclavizaba de nuevo, era un pobre pelele en sus manos. [/FONT]
[FONT="]Era el mes de diciembre del año 1.987, tenía 27 años de edad y me atormentaban dos preguntas: 1- ¿Habrá oportunidad para mí, para que me arrepienta, Señor podré arrepentirme de nuevo después de tantas veces que he reincidido en lo mismo? 2- Y aunque me pueda arrepentir y me perdones de nuevo, ¿De qué me servirá si al tiempo volveré a caer en lo mismo?, ¿Podré llegar hasta el fin, podré mantenerme en tu perdón o me quedaré en medio del camino? Estaba verdaderamente angustiado, había perdido la esperanza de ser perdonado por Dios. Estaba convencido de que mi destino era pasar toda la Eternidad en el Infierno, y en estas circunstancias volví de nuevo a la iglesia, estaba tan avergonzado por mi inconstancia, ¿Quién iba a creer en mí?, aquéllas preguntas no me dejaban vivir, me veía en el Infierno para siempre.[/FONT]
[FONT="]Dios me respondió a los dos días a la primera pregunta, por medio del mensaje en la reunión, me dio mucho alivio saber que Dios aún me amaba y estaba dispuesto a perdonarme, recibí su perdón y me calmé un poco, aunque la segunda pregunta aún seguía atormentándome. Compré dos paquetes de tabaco y fumé un par de cigarrillos, luego me puse de rodillas en mi habitación y empecé a buscar a Dios, le daba las gracias por su perdón y le preguntaba con gran angustia aún si podría llegar hasta el final, si sería capaz de permanecer fiel hasta el fin, ¿Qué pasará cuando venga de nuevo la tentación?, ¿Cuál será mi actitud?, ¿De qué me sirve que me perdones si al final no lo lograré? De repente Dios me habló en mi mente, pude oír con toda claridad que me dijo: “Deja el tabaco”, esto me causó mucha sorpresa, porque me parecía una cosa sin importancia en comparación con lo que yo le estaba hablando a Dios en mi oración, yo siempre terminaba dejando de fumar, no me suponía un problema ni un gran esfuerzo, y enseguida le respondí: Sí, ya dejaré el tabaco dentro de un tiempo, eso ya lo haré, pero dime ahora ¿Podré llegar hasta el final?, insistí en mis preguntas que para mí eran de suma importancia y no me dejaban vivir. El Señor volvió a hablarme y me dijo exactamente lo mismo: “Deja el tabaco”, yo no salía de mi asombro, ¿Cómo es que Dios se entretiene diciéndome esto que es algo que tengo dominado y no me responde a la pregunta tan importante que le hago?, y volví a decirle a Dios que ya dejaría el tabaco más adelante y le insistí de nuevo con mis preguntas, entonces Dios me dijo: “Si no eres capaz de dejar las cosas pequeñas, ¿Cómo podrás dejar las cosas grandes?” Me desarmó el Señor, estuve pensando y meditando en sus palabras, me acordaba de los dos paquetes de tabaco recién comprados y del placer que me suponía fumar, pero pensé que era cierto, si no dejaba las cosas más pequeñas, ¿cómo dejaría las grandes? Entonces tomé la firme decisión de dejar el tabaco, y se lo dije al Señor, en ese mismo instante, en el momento de decidir obedecerle a Dios, Él me mostró cómo me tomaba en sus manos, me sacaba del lodo donde me encontraba y me ponía sobre una roca donde mis pies se afirmaban, al mismo tiempo me hablaba y me hacía entender varias cosas: “La causa de tu estado, tu pecado que cometiste, no es que hayas caído muchas veces en la homosexualidad y en los vicios, tu pecado fue menospreciar el Don de Dios, tener en poco lo que yo había hecho contigo dándote la libertad, ese fue tu pecado, y por eso has estado todo este tiempo sin poder vencer, MIRA, HE VUELTO A PONERTE SOBRE LA ROCA, TE DOY LA LIBERTAD Y EL PODER PARA VENCER, NO VUELVAS A PECAR PORQUE NO TENDRÁS MÁS OPORTUNIDAD PARA EL ARREPENTIMIENTO” Entendí el verdadero significado de la libertad y de la Obra de Dios en mi vida, de repente era un hombre nuevo, fue en un instante, sólo bastó mi decisión de obedecer a Dios, y los Cielos se abrieron ante mí. No puedo expresar el gozo y la felicidad que me embargaban, libre por fin, libre de la homosexualidad que tantos años me estuvo atormentando. [/FONT]
[FONT="]Me propuse estar un año para demostrar que era otro hombre, demostrármelo a mí mismo, y demostrárselo a los hermanos de la iglesia, quería consagrarme para Dios y no pensar en otras cosas hasta dentro de un año. Aunque una de mis mayores aspiraciones en la vida había sido el poder formar una familia, decidí que no era digno de ninguna mujer, ni de tener una esposa, así que dedicaría mi vida al servicio a Dios.[/FONT]
[FONT="]No fue nada fácil aquél primer año, enfrenté muchas luchas y tentaciones, pero resistí y vencí. Fue a los ocho meses más o menos de mi vida en victoria cuando enfrenté un ataque que me dejó bastante mal, me puse a orar, y llorando le decía al Señor que me perdonase, que me limpiase, y que porqué no podía ser como los demás hombres, (me veía muy necesitado de compañía y de afecto en mis sentimientos, y sabía que nadie podría suplir esas necesidades que tenía de cariño), no recuerdo bien las palabras que le dije a Dios, pero las que sí recuerdo perfectamente son las que Él me dijo a mí: “Echa tu ansiedad sobre una mujer”, eso me dijo, aquéllas palabras abrían ante mí un futuro esperanzador, me emocioné, ¡Podía casarme!, Dios me daba permiso para casarme y formar una familia, me llené de gozo y alegría, pero decidí que tenía que dejar pasar el año que me propuse como testimonio de mi cambio antes de pensar en una mujer o en otras cosas. [/FONT]
[FONT="]Cuando por fin se cumplió el año de mi fidelidad a Dios, comencé a mirar a las hermanas de mi iglesia con otras perspectivas, buscando quién sería la que Dios tenía preparada para mí como compañera, muy pronto pensé en María, ya me había fijado en ella en los años pasados porque me parecía muy guapa de cara, me propuse hablar con ella y contarle de mi vida pasada, le dije al Señor que si era ella la que tenía que ser mi esposa, que cuando hablase con ella y le contase de mi vida pasada que no le importase, y así fue, para mi sorpresa me dijo que ya lo sabía, que se lo dijeron los pastores años atrás, y que Dios le había hablado y la había tratado durante años, diciéndole que sería mi esposa. [/FONT]
[FONT="]Soy un hombre de 50 años, felizmente casado desde los 28 con una mujer que me conoce bien y me ama, tenemos dos hijos varones, ésta familia que Dios me ha concedido colma y sobrepasa en mucho todas las expectativas e ilusiones que anhelaba desde mi juventud y que llegué a perder toda esperanza de conseguir, he pasado cada día por tentaciones en todos estos años, algunos momentos han sido muy duros, casi mis pies resbalan en alguna ocasión, pero Dios ha sido siempre Fiel y me ha sostenido con la Diestra de su Poder. Soy ahora un hombre de Dios, consagrado a Dios y es posible con la ayuda del Señor ser libres de opresiones y cadenas a las que el enemigo quiere mantenernos atados. [/FONT]
[FONT="]“Con Dios sí se puede salir de la homosexualidad, yo soy una prueba viviente de ello. Gloria a Dios por siempre”. [/FONT]
[FONT="]Alfonso [/FONT]
"Mi papá estaba de pie orinando en el wc y yo lo miraba por detrás, estaba excitado y deseaba mirar sus partes íntimas, al mismo tiempo no quería que nadie se diese cuenta de mis pensamientos porque sabía que eso que me pasaba estaba mal"
No sé qué me ocurrió para que esos impulsos estuviesen en mí a esa corta edad, sea lo que sea el Señor me lo declarará algún día.[/FONT]
[FONT="]A la edad de 7 años tuve mi primera experiencia homosexual con dos niños de mi edad, y con un joven de 14 que abusó de mí manoseándome y obligándome a tocarle en un cine. A los 11 años mantuve una relación de varias semanas con otro niño de 12 años, mi adolescencia fue una lucha sangrienta en mi alma, sentía vergüenza, dolor y frustración conmigo mismo. Había algo que era más fuerte que yo, una atracción que me empujaba cada vez más hacia los hombres. Luché desesperadamente contra tales impulsos y sentimientos, por las noches lloraba amargamente en mi lecho, clamando al Cielo, a un Dios que no conocía, suplicando con todas mis energías que quería ser normal, sentirme atraído por las chicas y no por los hombres, no quería aquéllos sentimientos y emociones que tanto mal me hacían y tanta vergüenza me daban, no comprendía el por qué precisamente yo tenía que ser así, ¿Por qué, si yo no lo quería? Así estuve durante años, luchando sólo, conociéndome poco a poco, ocultando a todos lo que ocurría en mi interior, pero lejos de apagarse, cada vez eran más fuertes en mí los sentimientos e inclinaciones homosexuales. [/FONT]
[FONT="]A los 14 años le entregué mi vida al Señor Jesucristo pensando que allí estaba la solución, la respuesta, la ansiada libertad, y a los 16 años me bauticé, pero cada vez se me hacía más difícil en la lucha conmigo mismo frenar los impulsos homosexuales, era un joven atractivo y tenía éxito con las chicas, salí con alguna pero mi pasión y mi debilidad seguía igual. En ese tiempo traté de argumentar si de alguna manera la Biblia se equivocaba y si existiese la posibilidad de que Dios aceptara mi estilo de vida, justificando de esta forma mi condición, hasta que un día dejé de acudir a la iglesia. [/FONT]
[FONT="]Llevaba una doble vida, me involucré poco a poco en las drogas y continué hundiéndome en un mundo oscuro y promiscuo. Acudía a locales gay, a diferentes lugares y plazas donde encontrar hombres, buscando el amor y la felicidad, y aunque conocí a muchos tan sólo encontraba vacío y soledad, empecé a beber mucho más, mezclando bebidas alcohólicas entre sí, con drogas y pastillas, lanzándome vertiginosamente a una vida de irresponsabilidad. Después del servicio militar, mi vida entró en una pendiente de perdición, drogas, orgías, prostitución... llegué a perder la dignidad de ser humano. [/FONT]
[FONT="]"Gracias a Dios que tuvo misericordia de mí, y me sacó de aquél pozo, me lavó y me dio la ansiada libertad"[/FONT]
[FONT="] A la edad de 23 años sufrí un accidente de automóvil, llevaba dos noches sin dormir, conducía bebido y drogado, iba sólo, no recuerdo hacia dónde me dirigía pero desperté en una camilla de un hospital al escuchar la voz angustiada de mi madre. A los pocos meses me sentí fuertemente atraído por algunos muchachos cristianos, y pensé en ir a su iglesia para hacerme su amigo y estar más tiempo con ellos. Tenían reunión seis días a la semana, no sé bien si fue al segundo o al tercer día de estar acudiendo, al escuchar el mensaje de la palabra empecé a llorar, mi espíritu se conmovió, fue un momento maravilloso, Dios me estaba hablando y me llamaba al arrepentimiento y a la reconciliación con Él, y yo fui sensible a su voz y a su llamado, me arrepentí de mis pecados y me reconcilié con Dios. Me acerqué a Dios, iba a todas las reuniones, empecé a ayunar asiduamente, Dios me estaba tratando y haciendo su obra en mí pero aún sentía los mismos deseos y atracciones homosexuales, dejé de fumar, de beber, de drogarme, de salir por las noches, sólo estaba con los cristianos, a todas horas, todos los días, pero no conseguía desprenderme de mis impulsos, busqué el apoyo espiritual del pastor, le conté mi problema y nos pusimos un fin de semana en ayuno y oración, no sé bien ni cómo ni cuándo, pero Dios lo hizo, me dio la libertad que tanto había ansiado, aparentemente seguía siendo el mismo, seguía con mis inclinaciones hacia los hombres, pero algo importante había cambiado, nunca antes desde mi niñez lo había experimentado, era mi posición espiritual, la posición de un vencedor, antes era arrastrado por mis impulsos a donde no quería ir, ahora simplemente tenía que decir que no y caminar por donde yo quería, aquello era nuevo y maravilloso para mí.[/FONT]
[FONT="] A los 5 meses cometí el error de pensar que había alcanzado ese lugar por mí mismo, por mis fuerzas y esfuerzo, y que ya lo había conquistado para siempre, así que me fui a dar una vuelta por el mundo de la homosexualidad, pequé contra Dios, y volví a esclavizarme, las gruesas cadenas que Dios había roto meses atrás volvieron a caer sobre mí, y el diablo me llevaba de nuevo por donde él quería, mi condición pasó a ser mucho peor que antes, llegando a caer en lugares muy bajos. Después de algunos meses viviendo perdidamente volví a ir por la iglesia, regresé como el hijo pródigo y me arrepentí de todos mis pecados, me dediqué por completo a buscar la presencia de Dios y la compañía de los hermanos, mi corazón estaba tan quebrantado que a menudo mis ojos se abrían como fuentes de lágrimas en las reuniones de oración, al tiempo dejé de fumar, después de varios meses me encontraba totalmente restaurado, cuando de repente vino contra mí el gigante de la tentación homosexual y me dejó sin fuerzas, igual que cuando era un adolescente, luché en contra suya, luché con todas mis fuerzas pero no fui capaz de vencer, no pude resistirme a su llamado y volví a caer en lo más bajo de nuevo. [/FONT]
[FONT="]Así estuve durante dos años y cuatro meses, entrando y saliendo del mundo y de la iglesia, alternando los períodos en el pecado con la vida de santidad, llorando amargamente por mis pecados durante semanas y consagrándome para Dios, recibiendo también el perdón de los hermanos, y volviendo a caer, apartándome radicalmente de Dios y de la iglesia, pecando impunemente, por mucho que me esforzaba, por mucho que me angustiaba, hiciese lo que hiciese, cuando llegaba el gigante a provocarme me derrotaba y me esclavizaba de nuevo, era un pobre pelele en sus manos. [/FONT]
[FONT="]Era el mes de diciembre del año 1.987, tenía 27 años de edad y me atormentaban dos preguntas: 1- ¿Habrá oportunidad para mí, para que me arrepienta, Señor podré arrepentirme de nuevo después de tantas veces que he reincidido en lo mismo? 2- Y aunque me pueda arrepentir y me perdones de nuevo, ¿De qué me servirá si al tiempo volveré a caer en lo mismo?, ¿Podré llegar hasta el fin, podré mantenerme en tu perdón o me quedaré en medio del camino? Estaba verdaderamente angustiado, había perdido la esperanza de ser perdonado por Dios. Estaba convencido de que mi destino era pasar toda la Eternidad en el Infierno, y en estas circunstancias volví de nuevo a la iglesia, estaba tan avergonzado por mi inconstancia, ¿Quién iba a creer en mí?, aquéllas preguntas no me dejaban vivir, me veía en el Infierno para siempre.[/FONT]
[FONT="]Dios me respondió a los dos días a la primera pregunta, por medio del mensaje en la reunión, me dio mucho alivio saber que Dios aún me amaba y estaba dispuesto a perdonarme, recibí su perdón y me calmé un poco, aunque la segunda pregunta aún seguía atormentándome. Compré dos paquetes de tabaco y fumé un par de cigarrillos, luego me puse de rodillas en mi habitación y empecé a buscar a Dios, le daba las gracias por su perdón y le preguntaba con gran angustia aún si podría llegar hasta el final, si sería capaz de permanecer fiel hasta el fin, ¿Qué pasará cuando venga de nuevo la tentación?, ¿Cuál será mi actitud?, ¿De qué me sirve que me perdones si al final no lo lograré? De repente Dios me habló en mi mente, pude oír con toda claridad que me dijo: “Deja el tabaco”, esto me causó mucha sorpresa, porque me parecía una cosa sin importancia en comparación con lo que yo le estaba hablando a Dios en mi oración, yo siempre terminaba dejando de fumar, no me suponía un problema ni un gran esfuerzo, y enseguida le respondí: Sí, ya dejaré el tabaco dentro de un tiempo, eso ya lo haré, pero dime ahora ¿Podré llegar hasta el final?, insistí en mis preguntas que para mí eran de suma importancia y no me dejaban vivir. El Señor volvió a hablarme y me dijo exactamente lo mismo: “Deja el tabaco”, yo no salía de mi asombro, ¿Cómo es que Dios se entretiene diciéndome esto que es algo que tengo dominado y no me responde a la pregunta tan importante que le hago?, y volví a decirle a Dios que ya dejaría el tabaco más adelante y le insistí de nuevo con mis preguntas, entonces Dios me dijo: “Si no eres capaz de dejar las cosas pequeñas, ¿Cómo podrás dejar las cosas grandes?” Me desarmó el Señor, estuve pensando y meditando en sus palabras, me acordaba de los dos paquetes de tabaco recién comprados y del placer que me suponía fumar, pero pensé que era cierto, si no dejaba las cosas más pequeñas, ¿cómo dejaría las grandes? Entonces tomé la firme decisión de dejar el tabaco, y se lo dije al Señor, en ese mismo instante, en el momento de decidir obedecerle a Dios, Él me mostró cómo me tomaba en sus manos, me sacaba del lodo donde me encontraba y me ponía sobre una roca donde mis pies se afirmaban, al mismo tiempo me hablaba y me hacía entender varias cosas: “La causa de tu estado, tu pecado que cometiste, no es que hayas caído muchas veces en la homosexualidad y en los vicios, tu pecado fue menospreciar el Don de Dios, tener en poco lo que yo había hecho contigo dándote la libertad, ese fue tu pecado, y por eso has estado todo este tiempo sin poder vencer, MIRA, HE VUELTO A PONERTE SOBRE LA ROCA, TE DOY LA LIBERTAD Y EL PODER PARA VENCER, NO VUELVAS A PECAR PORQUE NO TENDRÁS MÁS OPORTUNIDAD PARA EL ARREPENTIMIENTO” Entendí el verdadero significado de la libertad y de la Obra de Dios en mi vida, de repente era un hombre nuevo, fue en un instante, sólo bastó mi decisión de obedecer a Dios, y los Cielos se abrieron ante mí. No puedo expresar el gozo y la felicidad que me embargaban, libre por fin, libre de la homosexualidad que tantos años me estuvo atormentando. [/FONT]
[FONT="]Me propuse estar un año para demostrar que era otro hombre, demostrármelo a mí mismo, y demostrárselo a los hermanos de la iglesia, quería consagrarme para Dios y no pensar en otras cosas hasta dentro de un año. Aunque una de mis mayores aspiraciones en la vida había sido el poder formar una familia, decidí que no era digno de ninguna mujer, ni de tener una esposa, así que dedicaría mi vida al servicio a Dios.[/FONT]
[FONT="]No fue nada fácil aquél primer año, enfrenté muchas luchas y tentaciones, pero resistí y vencí. Fue a los ocho meses más o menos de mi vida en victoria cuando enfrenté un ataque que me dejó bastante mal, me puse a orar, y llorando le decía al Señor que me perdonase, que me limpiase, y que porqué no podía ser como los demás hombres, (me veía muy necesitado de compañía y de afecto en mis sentimientos, y sabía que nadie podría suplir esas necesidades que tenía de cariño), no recuerdo bien las palabras que le dije a Dios, pero las que sí recuerdo perfectamente son las que Él me dijo a mí: “Echa tu ansiedad sobre una mujer”, eso me dijo, aquéllas palabras abrían ante mí un futuro esperanzador, me emocioné, ¡Podía casarme!, Dios me daba permiso para casarme y formar una familia, me llené de gozo y alegría, pero decidí que tenía que dejar pasar el año que me propuse como testimonio de mi cambio antes de pensar en una mujer o en otras cosas. [/FONT]
[FONT="]Cuando por fin se cumplió el año de mi fidelidad a Dios, comencé a mirar a las hermanas de mi iglesia con otras perspectivas, buscando quién sería la que Dios tenía preparada para mí como compañera, muy pronto pensé en María, ya me había fijado en ella en los años pasados porque me parecía muy guapa de cara, me propuse hablar con ella y contarle de mi vida pasada, le dije al Señor que si era ella la que tenía que ser mi esposa, que cuando hablase con ella y le contase de mi vida pasada que no le importase, y así fue, para mi sorpresa me dijo que ya lo sabía, que se lo dijeron los pastores años atrás, y que Dios le había hablado y la había tratado durante años, diciéndole que sería mi esposa. [/FONT]
[FONT="]Soy un hombre de 50 años, felizmente casado desde los 28 con una mujer que me conoce bien y me ama, tenemos dos hijos varones, ésta familia que Dios me ha concedido colma y sobrepasa en mucho todas las expectativas e ilusiones que anhelaba desde mi juventud y que llegué a perder toda esperanza de conseguir, he pasado cada día por tentaciones en todos estos años, algunos momentos han sido muy duros, casi mis pies resbalan en alguna ocasión, pero Dios ha sido siempre Fiel y me ha sostenido con la Diestra de su Poder. Soy ahora un hombre de Dios, consagrado a Dios y es posible con la ayuda del Señor ser libres de opresiones y cadenas a las que el enemigo quiere mantenernos atados. [/FONT]
[FONT="]“Con Dios sí se puede salir de la homosexualidad, yo soy una prueba viviente de ello. Gloria a Dios por siempre”. [/FONT]
[FONT="]Alfonso [/FONT]