LEYENDAS NEGRAS

27 Diciembre 2002
39
0
48
www.cubanet.org
LEYENDAS NEGRAS

La mentira repetida adquiere credibilidad y evoluciona convirtiéndose en leyenda negra._
El odio contra la Iglesia ha fomentado muchas de estas leyendas que, al aparecer en libros "serios" y en textos de estudio, llegan a tenerse por ciertas.

Las leyendas negras son muchas. Algunas están en nuestra sección de apologética.

Ver también: prejuicio
------------------------------------------------------------------------

Las Leyendas Negras
Padre Jordi Rivero

Aunque existan diferencias entre los cristianos en materia de fe, todos somos responsables de ser honestos pues seguimos a Jesucristo que es la Verdad._Sin embargo, hay algunos que, en su afán por atacar a la Iglesia católica, se hacen eco de cualquier mentira. Tan solo parece interesarles adquirir armamento contra la Iglesia Católica sin importarles su veracidad o procedencia. Como bien dice la página www.Apologetica.org , el eslogan de algunos parece ser "la verdad nos hace libres y la mentira creyentes"._ Es así como se desarrollan las leyendas negras, problema ya viejo pero que ahora se propaga con gran facilidad en el internet. La mentira, repetida en numerosos sitios, va tomando credibilidad._

Un ejemplo de leyenda negra es la supuesta bula "Taxa Camarae" (Ver abajo).

Sea usted católico o no: ¡No se deje engañar! Podemos errar por falta de conocimiento, pero todo ser humano es responsable ante Dios de buscar la verdad. Has de saber que se publican muchas mentiras bien refinadas. Busca las fuentes, razona. No aceptes lo que no tiene fundamento, aunque muchos lo repitan.
------------------------------------------------------------------------

Dos leyendas negras al descubierto:
"Taxa Camarae" y "el caso de Mons. J. J. Strossmayer"

www.Apologetica.org ofrece una investigación sobre el verdadero origen de dos "documentos" calumniosos que se difunden en algunas publicaciones anticatólicas, y que denigran la figura del Papa y de la doctrina de la Iglesia:

Taxa Camarae
Una fraudulenta bula atribuida al Papa León X (1513-1521) donde el Sumo Pontífice daría los precios que se deben pagar a fin de obtener el perdón de los pecados por diferentes crímenes, precio que se pagaría "a las arcas papales".

Entre los actuales propulsores de esta mentira esta el Sr. Pepe Rodríguez quien la publicó en su libro "Mentiras Fundamentales de la Iglesia". Www.Apologetica.org ha publicado su correspondencia con el Sr. Pepe Rodríguez sobre este tema, en la cual se muestra lo que podría llamarse la "psicología evolutiva de una leyenda negra". El Sr. Rodríguez, a pesar de haber sido informado sobre la falsedad de este "documento" lo continúa difundiendo como si fuese procedente de León X.

Esta leyenda negra ha sido promulgada por numerosos grupos denominados cristianos.
------------------------------------------------------------------------

El caso del obispo Strossmayer en el Concilio Vat. I
Se trata del "famoso" discurso del obispo croata Mons. J. J. Strossmayer durante el Concilio Vaticano I (1870), en el cual se ataca la enseñanza de la Iglesia sobre la infalibilidad papal, el primado del obispo de Roma, etc. Dicho discurso aparece como una defensa de la doctrina protestante sobre estos temas, poniendo en ridículo la doctrina católica. Sin embargo dicho discurso jamás existió. En realidad el obispo Strossmayer es un gran hombre de Iglesia, promotor destacado de la auténtica unidad con Ortodoxos y Protestantes. Vea www.apologetica.org sobre el origen histórico de este fraude.

Estos artículos sirven para ejercitar el discernimiento del católico a la hora de valorar lo que se publica y se lee.




www.corazones.org
 
El odio nazi contra judíos y católicos

El odio nazi contra judíos y católicos

El odio nazi contra judíos y católicos,
documentado en un nuevo libro «La Culpa», documentada obra de Konrad Löw

Ver también: Pío XII y el holocausto

ROMA, 19 diciembre 2002 (ZENIT.org).- El odio nazi por la Iglesia católica ha quedado documentado en el libro «Die Schuld» («La Culpa») que con el subtítulo: «Judíos y cristianos en la opinión de los nazis y en los tiempos presentes» acaba de publicar en Alemania Konrad Löw.

En la portada del libro, editado por «Resch Verlag» se puede leer: «Una respuesta a "Amén" y a "El Vicario"», en referencia las obras cinematográfica y teatral en las que se acusa al Papa Pío XII de haber sido demasiado condescendiente con el nazismo.

La aportación del volumen consiste en la documentación que presenta a lo largo de sus 355 páginas, 1.063 notas y una bibliografía de 331 libros.

El libro se convierte, al mismo tiempo, en una respuesta histórica a la obra de Daniel J. Goldhagen que acusa a la Iglesia de implicación en el nazismo.

Löw afronta con documentos históricos en su detalle aspectos poco conocidos hasta ahora de la política nazi, y en particular de la persecución continua y sistemática de los católicos.

El autor bávaro demuestra con aparato crítico cómo el «Zentrum», el partido católico, era apoyado y votado precisamente por los judíos. Un fenómeno que se explica por el hecho de que la Iglesia católica condenó el naciente racismo y nacionalismo con toda claridad. Por el contrario, constata, los evangélicos quedaron en gran parte fascinados por las teorías raciales.

El nombramiento de Hitler como canciller fue aplaudido por los evangélicos, recuerda Löw, mientras que los obispos católicos condenaron las teorías nazis. Por este motivo, subraya el autor, los nazis persiguieron en primer lugar a los comunistas y los judíos, pero también a los católicos.

Según la teoría nazi, dado que el cristianismo tenía sus raíces en el Antiguo Testamento, quien estaba contra los judíos debía estar por consiguiente contra la Iglesia católica.

La amplia documentación recogida por Löw documenta la ayuda a los judíos realizada por los católicos, que provocó la ira de los nazis.

El autor narra cómo los nazis invocaban «la indispensable arma del espíritu de la sangre y de la tierra contra la peste hebrea y el cristianismo».

En la parte central del libro, Löw reproduce detalladamente lo que dijeron y escribieron sobre los judíos y los católicos Adolf Hitler, Alfred Rosenberg, Joseph Goebbels, Heinrich Himmler y Martin Bormann.

En particular, Hitler quería pisotear a la Iglesia católica «como se hace con un sapo».

En el libro, se reproducen artículos y viñetas sobre católicos publicados por los periódicos «Das Schwarze Korps», órgano oficial de las SS, y «Der Stürmer», órgano racista.

En una viñeta publicada por los nazis en 1938, un judío, un sacerdote católico y un empresario capitalista tratan de detener la esvástica nazi que gira como las agujas del reloj de la historia.

En otra viñeta, publica por «Der Stürmer» en 1934, un judío, ante la imagen de Cristo en la Cruz, dice: «...le hemos matado, le hemos ridiculizado, pero somos defendidos todavía por su Iglesia...». En otra viñeta del mismo periódico, publicada en 1939, un sacerdote católico es presentado mientras estrecha dos grandes manos: una con la cruz judía, y la otra con la hoz y el martillo.

Para dar una idea de lo que los nazis pensaban de los católicos, Löw presenta un informe de las SS en el que se escribe: «Es indiscutible que la Iglesia católica en Alemania se opone decididamente a la política gubernamental de oposición al poder hebreo. Por consiguiente, realiza un trabajo de apoyo a los judíos, les ayuda a huir, utiliza todos los medios para apoyarlos en la vida cotidiana, y facilita su estancia ilegítima en el imperio del Reich. Las personas encargadas de esta tarea disfrutan de pleno apoyo del episcopado y no dudan en quitar a los alemanes, e incluso a los niños alemanes, la escasa comida para dársela a los judíos».
ZS02121902
------------------------------------------------------------------------

La Santa Sede condenó duramente al nazismo
lo prueban los documentos
Zenit descubre un documento olvidado por muchos historiadores

ROMA, 19 diciembre 2002 (ZENIT.org).- A diferencia de lo que han escrito algunos historiadores, la Santa Sede condenó públicamente y con tremenda dureza el nazismo y en particular su ideología, según lo demuestran documentos históricos.

Una de las pruebas más evidentes es la inclusión en el famoso «Índice» de libros prohibidos del Vaticano de la obra más importante de Alfred Rosenberg, el ideólogo del Partido nazi, «El mito del siglo XX».

Pero lo más significativo es que el Papa Pío XI aprobó la resolución el 9 de febrero de 1934, es decir, exactamente dos semanas después de que Hitler nombrara a Rosenberg jefe ideológico del Partido nazi. El cardenal Eugenio Pacelli, futuro Pío XII, era entonces secretario de Estado del Vaticano, es decir, brazo derecho del pontífice.

Zenit ha encontrado el documento original en latín en el que el Santo Oficio aclaraba los motivos por los que incluía al libro de Rosenberg en el «Índice».

«Este libro desprecia y rechaza completamente todos los dogmas de la Iglesia católica, e incluso los mismos fundamentos de la religión cristiana --explica el documento--. Defiende la necesidad de fundar una nueva religión y una nueva Iglesia alemana. Enuncia el principio, según el cual, hoy es necesario que haya una nueva fe mítica de la sangre, una fe en la que se cree que la naturaleza divina del hombre puede ser defendida a través de la sangre, una fe apoyada por una ciencia que establece que la sangre nórdica representa ese misterio que supera y que se sustituye a los antiguos sacramentos».

www.corazones.org
 
Dinos cercadeti
¿Serás uno de los que entran en estos foros, copian unas páginas de la web del corazoncito y despues desaparecen de los mismos al no poder responder a las preguntas que se le hacen?
Vamos a comprobarlo.
"el caso de Mons. J. J. Strossmayer"
Dices que el documento, que supongo que será su famoso discurso sobre la infalibilidad papal. Bien, si el que circula por ahí es falso es fácil de demostrar. Solo hace falta presentar el auténtico. Debe estar en los anales del concilio Vaticano I. ¿Nos lo quieres presentar demostrando que el de la leyenda negra es falso?
Cabe suponer que la página web de la que has copiado lo han publicado a fin de demostar la negra leyenda.
Espero tu aportación. Por si no lo haces, como supongo, te incluiré esta frase:

Plus potest negare assinus quan probare philosophus.
 
¿Cómo actuó la Iglesia ante el nazismo?

>> Haz lo que sea justo. Lo demás vendrá por sí solo (Goethe).

La Santa Sede y el Holocausto nazi

De vez en cuando se repite la acusación de que la Iglesia católica mantuvo una actitud un tanto confusa ante el exterminio de millones de judíos durante la II Guerra Mundial.

Estas críticas no comenzaron hasta 1963, cuando se estrenó una obra teatral del dramaturgo alemán Rolf Hochhuth, y desde entonces han venido repitiéndose con una notable falta de documentación histórica.

La realidad es que las más contundentes y tempranas condenas del nazismo en aquellos años provinieron precisamente de la jerarquía católica. Y si no fueron más contundentes aún fue por los difíciles equilibrios que hubieron de hacer para denunciar los abusos de Hitler sin poner en peligro la vida de millones de personas en los diversos países ocupados. Nunca dejaron de combatir y condenar los atropellos nazis durante la guerra. Pero tenían las manos atadas: pronto comprobaron que cuando arreciaban sus denuncias, las represalias nazis eran mucho mayores.



Un breve repaso histórico

Adolf Hitler fue nombrado Canciller alemán el 28 de enero de 1933. Su partido, el nacionalsocialista, estaba en minoría, pero Hitler tardó sólo tres días en convocar nuevas elecciones. Con una mayoría absoluta por escaso margen, los nazis aprobaron una ley de plenos poderes. Un año después, el 2 de agosto de 1934, fallecía el presidente alemán, mariscal Hindenburg. Tan sólo una hora después, se anunció que se unificaban los puestos de presidente y canciller en la persona de Hitler. Se convocó un plebiscito para ratificar la medida, y gracias a la poderosa maquinaria de propaganda nazi en manos de Goebbels, el 19 de ese mismo mes el pueblo alemán votó afirmativamente por abrumadora mayoría y Adolf Hitler se convirtió en amo absoluto de Alemania.

Desde 1930, tanto Pío XII como la jerarquía católica alemana mostraron su preocupación por las consecuencias del pensamiento nazi. Los obispos redactaron cartas pastorales con ocasión de las elecciones, recordando los criterios morales sobre el voto y las ideas que resultaban inaceptables para un católico. No puede decirse que los católicos recibieran con indiferencia esas declaraciones, pues el gran ascenso nacionalsocialista se registró sobre todo en las zonas de mayoría protestante.

Poco después del triunfo nazi de 1933, los obispos alemanes publicaron otra carta colectiva del episcopado que hablaba con enorme claridad sobre cómo los principios nazis de la sangre y de la raza conducían a injusticias gravemente contrapuestas a la conciencia cristiana. También enviaron un mensaje al gobierno, manifestando la repulsa unánime del episcopado católico ante esos atropellos.

Ante esto, Hitler vio pensó que sería más práctico intentar abrir una brecha entre los obispos alemanes y la Santa Sede. Esta fue una de las razones por las que vio con buenos ojos la posibilidad de firmar con la Santa Sede un concordato.

En la Santa Sede acogieron bien la idea del concordato, pues pensaban que era mejor intentar entenderse con los regímenes hostiles a la Iglesia, como se había demostrado, por ejemplo, con ocasión de la reciente república española. La Iglesia no se hacía muchas ilusiones con ello, pero consideraba que al menos serviría de referencia para denunciar previsibles abusos que cometieran las autoridades alemanas, y quizás así mitigarlas. Es difícil calibrar hasta que punto sirvió para lograr ese objetivo, pero no parece que fuera muy desacertado si se tiene en cuenta que aquel concordato de 1933 sigue hoy todavía vigente.

El gobierno nazi incumplió el concordato desde el primer momento y hostigó a la Iglesia de diversos modos. Organizó, por ejemplo, una campaña de desprestigio con varios procesos amañados contra personalidades eclesiásticas.

En enero de 1937 se desplazaron a Roma, con la mayor discreción posible, los principales representantes del episcopado alemán (los cardenales Bertram, Faulhaber y Schulte, y los obispos Preysing y von Galen), para solicitar una nueva intervención pontificia que condenara formalmente el nazismo. De ahí nacería la encíclica Mit brennender sorge (Con ardiente preocupación), que hubo de ser introducida en el país de modo clandestino y fue leída el domingo 21 de marzo de 1937 en los 11.000 templos católicos alemanes. Fue un aldabonazo enorme. La denuncia de la ideología y la conducta nazis era clarísima: racismo, divinización del sistema, etc. No faltaban referencias a lo que hoy se denominaría “culto a la personalidad”.

Nunca el régimen nazi
recibió en Alemania
una contestación semejante
a la que se produjo con la
Mit brennender sorge.

Al día siguiente, el órgano oficial nazi, Volskischer Beobachter, publicó una primera réplica a la encíclica que, sorprendentemente, fue también la última. El ministro alemán de propaganda, Joseph Goebbels, advirtió enseguida la fuerza que había tenido esa declaración y, con el control total de prensa y radio que ya tenía por esas fechas, decidió que lo mejor era ignorarla completamente.

—Pero en Austria me parece que las cosas no estuvieron tan claras...

Efectivamente. Cuando Hitler invade Austria en marzo de 1938, aquella anexión –el anschluss–, fue en general bastante bien recibida, por la inestabilidad que sufría Austria y por la imagen que el régimen alemán había logrado adquirir con la activa propaganda nazi.

En ese ambiente de euforia, Hitler, que era austríaco de nacimiento, llegó a Viena y se entrevistó con el cardenal Innitzer, del que logró con engaño una desafortunada declaración del episcopado austríaco en que se le daba la bienvenida y se ensalzaba el nacionalsocialismo alemán.

Enseguida vio lnnitzer que había cometido un grave error, y añadió una nota aclaratoria. Como era de suponer, la propaganda nazi aireó la declaración, pero omitiendo toda referencia a esa nota aclaratoria. Innitzer fue llamado a Roma y a los pocos días publicó una rectificación mucho más contundente. Sólo después fue recibido por Pío XI, pues hasta entonces no había querido hacerlo. La respuesta nazi fue ignorar la rectificación, suprimir las organizaciones juveniles católicas, la enseñanza de la religión y hasta la Facultad de Teología de lnnsbruck. El palacio arzobispal de lnnitzer fue asaltado y arrasado por las juventudes hitlerianas.



La acción más prudente y eficaz

—¿Y no debían haber formulado condenas aún más públicas y explícitas de lo que fueron?

Con el estallido de la guerra, el régimen nazi se radicalizó. Las grandes deportaciones y el exterminio programado de los judíos comenzó en la segunda mitad de 1942. Están apareciendo ahora numerosos documentos que prueban que los gobiernos aliados estaban bastante bien informados de esas atrocidades, y que la Santa Sede hizo tenaces y continuos esfuerzos para oponerse a todos esos terribles atropellos.

El aparente silencio de la Santa Sede
durante una etapa de la guerra
escondía una acción cauta y eficaz
para evitar en lo posible esos crímenes.

Las razones de tal discreción están explicadas claramente por el propio Papa en diversos discursos, cartas al episcopado alemán y deliberaciones de la Secretaría de Estado. Las declaraciones públicas sólo habrían agravado la suerte de las víctimas y habrían multiplicado su número. No puede perderse de vista que las declaraciones podían ser contraproducentes y hacer que los nazis radicalizaran más aún sus posturas, como pronto se comprobó. Por ejemplo, cuando la jerarquía católica de Amsterdam se quejó públicamente en 1942 del trato que se daba a los judíos, los nazis multiplicaron las redadas y las deportaciones, de modo que al final de la guerra habían sido exterminados el 90% de los judíos de la capital holandesa.

Por ese motivo se prefirió la protesta por vía diplomática, que fue muy intensa. Los esfuerzos se encaminaron a procurar salvar vidas e influir ante los países satélites de Hitler para que impidieran a las SS alemanas actuar impunemente en su territorio. Se consideraba lo mas práctico, y una visión retrospectiva parece confirmarlo, pues así se salvaron cientos de miles de vidas.

En Italia, y en menor medida en Francia, muchos judíos se salvaron gracias a la protección de eclesiásticos católicos, y en Roma, Pío XII participó personalmente en esa labor. También en Rumania, los estragos podrían haber sido mucho mayores si no fuera por las gestiones que realizó, entre otros, Mons. Roncalli, futuro Juan XXIII y entonces delegado apostólico en Turquía. En otros países la Iglesia no pudo conseguir demasiado, pero lo intentó con todos los medios a su alcance. De hecho, cuando terminó la guerra, entre los pocos a quienes las organizaciones judías podían manifestar su agradecimiento figuraba la Santa Sede y unas cuantas personalidades e instituciones de la Iglesia católica, empezando por el propio Papa Pío XII.

Fueron muchos los cristianos que arriesgaron su vida para salvar personas de raza judía. El hecho de que algunos no lo hicieran pudo ser una muestra de poco espíritu cristiano, pero también es verdad que no es fácil hacer un juicio moral retrospectivo sobre lo que los demás debían haber hecho bajo las condiciones extremas de un Estado totalitario como el nazi.

Las actuaciones diplomáticas del Papa o la jerarquía católica pudieron ser más o menos afortunadas en aquella coyuntura política concreta. La Iglesia, al acercarse a éste u otros momentos de su historia, no tiene inconveniente en reconocer ante el mundo los errores que hayan podido cometer algunos de sus miembros, pero junto a la petición de perdón hay que poner empeño por conocer lo que realmente sucedió.
 
Estimado Tobi,
Bien sabido es que muchos documentos, de cualquier tipo son muchas veces difíciles de encontar incluso en internet, no solo para mi, para los católicos.
Algunos evangélicos aquí han sido emplzadaos también a buscar pruebas de cosas y nunca las han dado.
Lo que me pides no es imposible pero toma tiempo. Hay domunetos que no tienen por qué estar en internet, pero si me das tiempo podría buscarlo. O ya que te interesa tanto y en honor a la verdad ¿Por qué no lo buscas tú mismo?
La verdad muchas veces se tergiverza sobre todo cuando de atacar a la Iglesia Católica se trata.
Muchas personas sueltan las noticias sin más ni más, sin averiguar si son o no ciertas las acusaciones.
Saludos y bendiciones.:angel:
 
Algunos evangélicos aquí han sido emplzadaos también a buscar pruebas de cosas y nunca las han dado.


Supongo que nos dirá usted en qué epigrafes y cuales fueron esas pruebas que jamás se han dado.
 
Amigo cercadeti:
Mira, hay cosas que mejor es no menearlas. Te expones a sufrir un fuerte hedor. Una de ellas es la del Vaticano y el nacismo.
Solo te haré dos reflexiones:
La primera es preguntarnos el porque Hitler que no respeto su capital Berlin consintiendo que fuese arrasada y si, en cambio, declaró Roma "ciudad abierta" y su ejercito se retiró ante el avance aliado. ¿Cual fué la deuda que con ello pagó Hitler a Pio XII?

La segunda es preguntarse el porque la mayoría de jerarcas Nazis que huyeron a la America Latina lo hicieron con pasaportes expedidos por el Vaticano, entre ellos Adolf Heichmann. ¿Que deuda pagó, Pio XII con ello, a los Jerarcas Nazis?

De la misma manera que no encontraras en las páginas de los corazoncitos lo del discurso de J. J. Strossmayer (el pretendido aunténtico. El que decís falso, para mi es auténtico mientras no se demuestre con pruebas palpables lo contrario) tampoco encontrarás una explicación sobre los dos casos que te he citado y que están perfectamente documentados.

Por último, no pierdas el tiempo buscando lo de Strossmayer. No lo vas a encontrar. El Vaticano lo guarda bajo treinta llaves y sesenta candados puesto que si se conociera se veria que lo que dicen falso es auténtico. De no ser así ya lo habrían publicado.
Feliz Nuevo Año.
 
Tobi,
Dame la prueba de todo lo que afirmas, publica en estos foros de lo de las 60 llaves, 30 candados y no se qué mas.

Estimada Maripaz,
Para que mencionar en qué temas se han emplazado a los evangélicos, no hace falta..hay que estar ciego para no leerlo..
No voy a utilizar la misma táctica que utilizan muchos, desviando el tema central que se trata en cada foro para caer ahora en otro debate que seguramente termina en ofensas personales.
Mi tiempo es precioso no lo pierdo en ese tipo de cosas...

ADMG,cercadti
 
Originalmente enviado por: cercadeti
Tobi,
Dame la prueba de todo lo que afirmas, publica en estos foros de lo de las 60 llaves, 30 candados y no se qué mas.

Estimada Maripaz,
Para que mencionar en qué temas se han emplazado a los evangélicos, no hace falta..hay que estar ciego para no leerlo..
No voy a utilizar la misma táctica que utilizan muchos, desviando el tema central que se trata en cada foro para caer ahora en otro debate que seguramente termina en ofensas personales.
Mi tiempo es precioso no lo pierdo en ese tipo de cosas...

ADMG,cercadti

o sea que tu afirmación bien podría ser una leyenda negra, ya que no la puedes comprobar
 
Originalmente enviado por: cercadeti
Tobi,
Dame la prueba de todo lo que afirmas, publica en estos foros de lo de las 60 llaves, 30 candados y no se qué mas.

Estimada Maripaz,
Para que mencionar en qué temas se han emplazado a los evangélicos, no hace falta..hay que estar ciego para no leerlo..
No voy a utilizar la misma táctica que utilizan muchos, desviando el tema central que se trata en cada foro para caer ahora en otro debate que seguramente termina en ofensas personales.
Mi tiempo es precioso no lo pierdo en ese tipo de cosas...

ADMG,cercadti


O sea, que acusa pero NO APORTA PRUEBAS


¿Sabe como se llama esa práctica?


CALUMNIA
 
Originalmente enviado por: cercadeti
Tobi,
Dame la prueba de todo lo que afirmas, publica en estos foros de lo de las 60 llaves, 30 candados y no se qué mas.
----------------------------------------
Tobi
Yo no he sacado el tema de las "Leyendas Negras". En cuanto a que te de la prueba, eres tu que tienes que demostrar que mi afirmación no se ajusta a la realidad. ¿Sabes como? Pues presentando el documento de marras. Hace años alguien lo buscó y no le permitieron acceder al mismo. Normalmente, cuando hago una afirmación tengo datos de la misma.
Además tamnpoco respondes a mi aportación sobre el nazismo,lo de la ciudad abierta y lo de los pasaportes del Estado Vaticano en favor de los jerarcas nazis. ¿Por que? Pues porque no se trata de una LEYENDA sino de una NEGRA REALIDAD.
¿Tabien es "leyenda negra" las veleidades del Banco Ambrosiano y los conturbenios con logia masónica P2? ¿Es que eso no está el la web de los corazoncitos? ¿Esta la cuantía de indemnizaciones que la diocesis de Boston ha tenido y tiene que pagar por sus pederastas?
Te lo repito: ¿NO CONFUNDES LEYENDAS CON NEGRAS REALIDADES?
_______________________________________________

Estimada Maripaz,
Para que mencionar en qué temas se han emplazado a los evangélicos, no hace falta..hay que estar ciego para no leerlo..
No voy a utilizar la misma táctica que utilizan muchos, desviando el tema central que se trata en cada foro para caer ahora en otro debate que seguramente termina en ofensas personales.
Mi tiempo es precioso no lo pierdo en ese tipo de cosas...
-----------------------------------------------------
Tobi
En que ha desviado Maripaz el tema? Aquí los que más se desvian de los temas no son precisamente los evangélicos. Hemos
emplazado a los católicos a que demuestren que los siete primeros concilios fuesen convocados por los papas y presidos por ellos. Las desviaciones son épicas y ninguna prueba histórica que muestre el Primado de Roma y el de sus papas.
Te sugiero que busques otras fuentes mas veraces que la de los corazoncitos. Mas veraces y sobre todo más cultas tanto históricas como religiosas.
Claro que, es posible que no te convenga perder el tiempo en este tipo de cosas.

 
El Famoso
DISCURSO DEL OBISPO STROSSMAYER SOBRE LA INFALIBILIDAD PAPAL
Pronunciado en el mismo Concilio Ecuménico que la promulgó




»Venerables padres y hermanos: No sin temor, pero con una conciencia libre y tranquila, ante Dios que vive y me ve, tomo la palabra en esta augusta Asamblea. Desde que me hallo sentado aquí entre vosotros, he seguido con atención los discursos que se han pronunciado, ansioso de que un rayo de luz descendiendo de arriba ilumine mi inteligencia y me permitiese votar respecto a los cánones de este santo Concilio Ecuménico con perfecto conocimiento de causa.

ESTUDIO DEL ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO

»Compenetrado del sentimiento de responsabilidad por el cual Dios me pedirá cuentas, me he dedicado a estudiar con escrupulosa atención los escritos del Antiguo y Nuevo Testamentos, y les he pedido a estos venerables monumentos de la verdad que me permitiesen saber si el Santo Pontífice que aquí preside es ciertamente el sucesor de San Pedro, Vicario de Jesucristo e infalible doctor de la Iglesia.

»Para resolver esta grave cuestión, me he visto obligado a prescindir del estado actual de las cosas, y a transportar mi mente, con la antorcha del Evangelio en las manos, a los tiempos en que no existían ni el ultramontanismo ni el galicanismo, y en los cuales la Iglesia tenía por doctores a San Pablo, San Pedro, San Juan y Santiago, doctores a quienes nadie puede negar la autoridad divina sin poner en duda lo que la Santa Biblia, que tengo delante, nos enseña, y que el Concilio de Trento proclamó como Regla de fe y de moral.

»He abierto, pues, estas sagradas páginas, y ¿me atreveré a decirlo? nada he encontrado que respalde próxima ni remotamente, la opinión de los ultramontanos. Aun es mayor mi sorpresa por no encontrar en los tiempos apostólicos nada que haya sido motivo de cuestión sobre un papa sucesor de San Pedro y Vicario de Jesucristo, como tampoco sobre Mahoma, que no existía aún.

»Vos, monseñor Maning, diréis que estoy blasfemando; Vos, Monseñor Fie, diréis que estoy loco. ¡No, Monseñores, no blasfemo ni estoy loco! Habiendo leído todo el Nuevo Testamento, declaro ante Dios, con mi mano elevada al gran crucifijo, que ningún vestigio he podido encontrar del papado tal como existe ahora.

»No me rehuséis vuestra atención, mis venerables hermanos, ni con vuestros murmullos e interrupciones justifiquéis a los que dicen, como el padre Jacinto, que este Concilio no es libre, porque nuestros votos han sido de antemano impuestos. Si esto fuese cierto, esta augusta Asamblea, hacia la cual están dirigidas las miradas de todo el mundo, caería en el más profundo y vergonzoso descrédito. Si deseamos que sea grande, debemos ser libres Agradezco a su Excelencia monseñor Dupanloup el signo de aprobación que hace con la cabeza. Esto me alienta, y prosigo.

JESÚS NO DIO LA SUPREMACÍA A PEDRO

»Leyendo, pues, los santos libros con toda la atención de que el Señor me ha hecho capaz, no encuentro un solo capítulo o un versículo en el cual Jesús otorgue a San Pedro la jefatura de los apóstoles, sus colaboradores.

»Si Simón, el hijo de Jonás, hubiese sido lo que hoy día creemos que es su santidad Pío IX, es extraño que Él [Jesús] no les hubiera dicho: "Cuando haya ascendido a mi Padre, debéis todos obedecer a Simón Pedro, así como ahora me obedecéis a mí. Lo establezco como mi vicario en la tierra." No solamente calla Cristo sobre este particular, sino que piensa tan poco en dar una cabeza a la Iglesia, que cuando promete tronos a sus doce apóstoles para juzgar a las doce tribus de Israel (Mateo 19:28) les promete doce, uno para cada uno, sin decir que entre dichos tronos uno sería más elevado y—pertenecería a Pedro. Indudablemente, si tal hubiese sido su intención, lo indicaría. La lógica nos conduce a la conclusión de que Cristo no quiso elevar a Pedro a la cabeza del colegio apostólico.

»Cuando Cristo envió a los apóstoles a conquistar el mundo, a todos igualmente dio la promesa del Espíritu Santo. Permitidme repetirlo: si él hubiera querido constituir a Pedro como su vicario, le hubiera dado el mando supremo sobre su ejército espiritual.

»Cristo,—así lo dice la Santa Escritura— prohibió a Pedro y a sus colegas reinar o ejercer señorío o tener potestad sobre los fieles, como lo hacen los reyes de los gentiles (Lucas 22:25, 26). Si San Pedro hubiera sido elegido papa, Jesús no hubiera hablado así, porque según nuestra tradición el papado tiene en sus manos dos espadas, símbolos del poder espiritual y del temporal.

»Hay una cosa que me ha sorprendido muchísimo. Agitándola en mi mente, me he dicho: Si Pedro hubiera sido elegido papa, ¿se permitirían sus colegas enviarle con San Juan a Samaria para anunciar el Evangelio del Hijo de Dios? ¿Qué os parecería, venerables hermanos, si nos permitiésemos ahora mismo enviar a su santidad Pío IX y a su eminencia monseñor Plantier al Patriarca de Constantinopla para persuadirle a que pusiese fin al cisma de Oriente?

»Mas he aquí otro hecho mayor de importancia. Un concilio ecuménico se reúne en Jerusalén para decidir cuestiones que dividían a los fieles. ¿Quién debiera convocar este concilio, si San Pedro era papa? San Pedro. Bueno. nada de esto ocurrió. El apóstol asistió al Concilio como lo hicieron los demás, y sin embargo él no fue el que resumió las cosas sino Santiago. Y cuando los decretos fueron promulgados, fue en el nombre de los apóstoles, los ancianos y los hermanos (Hechos 15).

»¿Es esta la práctica de nuestra Iglesia? Cuánto más examino ¡oh venerables hermanos! tanto más me convenzo de que en las Sagradas Escrituras el hijo de Jonás no parecía ser el primero.

PABLO Y LOS APÓSTOLES GUARDARON SILENCIO CON RESPECTO AL PAPADO

»Ahora bien: mientras nosotros enseñamos que la Iglesia está edificada sobre San Pedro, el apóstol San Pablo (de cuya autoridad no existen dudas), dice en su Epístola a los Efesios 2:20, que está edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo. Y el mismo apóstol creía tan poco en la supremacía de San Pedro, que abiertamente culpa a los que dicen, somos de Pablo, somos de Apolos (1 Corintios 1:12), y a los que dicen, somos de Pedro. Si este último apóstol hubiera sido el vicario de Cristo, San Pablo se hubiera guardado bien de censurar con tanta violencia a los que pertenecían a su propio colega.

»El mismo apóstol Pablo, al enumerar los oficios de la Iglesia, menciona apóstoles, profetas, evangelistas, doctores y pastores... ¿Debemos creer, mis venerables hermanos, que San Pablo, el gran apóstol de los gentiles, se olvidó del primero de estos oficios, el papado, si el papado fuera de institución divina? Ese olvido me parece tan imposible, como el que un historiador de este concilio no hiciere mención de su Santidad Pío IX. [Varias voces: "¡Silencio, hereje, silencio!"]

»Calmaos, venerables hermanos, que todavía no he concluido. Si me impedís que prosiga, os mostráis al mundo dispuestos a la prevaricación, cerrando la boca al menor miembro de esta Asamblea.

»Continúo. El apóstol Pablo no hace mención de la primacía de Pedro en ninguna de sus epístolas a las diferentes Iglesias, . Si esta primacía hubiera existido; si, en una palabra, la Iglesia hubiera tenido una cabeza suprema dentro de sí, infalible en enseñanza, ¿podría el gran apóstol de los gentiles olvidarse de mencionarla? ¡Que digo! Más probable es que hubiera escrito una larga epístola sobre esta importante materia. Entonces, cuando se erigió el edificio de la doctrina ¿podría olvidarse, como lo hace, de la fundación, o sea de la clave del arco? Ahora bien, a menos que mantengáis que la iglesia de los apóstoles fue herética (lo cual ninguno de nosotros desearíamos ni nos atreveríamos a decirlo), estamos obligados a confesar que la Iglesia nunca fue más bella, más pura, ni más santa que en los tiempos en que no hubo papa. ... [Gritos: ¡No es verdad, no es verdad.] No diga monseñor di Laval, no; alguno de vosotros, mis venerables hermanos, se atreve a pensar que la Iglesia que hoy tiene un papa por cabeza, es más firme en la fe, más pura en la moral que la Iglesia apostólica, dígalo abiertamente ante el universo, puesto que este recinto es un centro desde el cual nuestras palabras vuelan de polo a polo.

»Prosigo. Ni en los escritos de San Pablo, ni de San Juan, ni de Santiago, descubro traza alguna o germen de poder papal.

»San Lucas, el historiador de los trabajos misioneros de los apóstoles, guarda silencio sobre este importantísimo punto. Y el silencio de estos hombres santos, cuyos escritos forman parte del canon de las divinamente inspiradas Escrituras, nos parece tan difícil o imposible, si Pedro fuese papa, y tan inexcusable, como si Thiers, escribiendo la historia de Napoleón Bonaparte, omitiese el título de emperador.

»Veo delante de mí un miembro de la Asamblea, que dice señalándome con el dedo: "¡Ahí está un obispo cismático, que se ha introducido entre nosotros con falsa bandera!". No, no, mis venerables hermanos; no he entrado en esta augusta Asamblea como ladrón, por la ventana, sino por la puerta, como vosotros; mi título de obispo me dio derecho a ello, así como mi conciencia cristiana me obliga a hablar y decir lo que creo sea la verdad.

»Lo que más me ha sorprendido, y se puede demostrar, es el silencio del mismo San Pedro. Si el apóstol fuese lo que proclamáis que fue, es decir, Vicario de Jesucristo en la tierra, él, seguramente lo hubiera sabido. Y si lo hubiera sabido, ¿cómo es que ni una sola vez actuó como papa? Podría haberlo hecho el día de Pentecostés, cuando predicó su primer sermón, y no lo hizo: como tampoco lo hace en las dos epístolas que dirige a la Iglesia. ¿Podéis concebir tal papa, mis venerables hermanos, si Pedro era papa?

»Resulta, pues, que si queréis mantener que fue papa, la consecuencia natural es que él no lo sabía. Ahora pregunto a todo el que quiera pensar y reflexionar: ¿Son posibles estas dos suposiciones? Digo pues, que mientras los apóstoles vivieron, la Iglesia nunca creyó que había papa. Puesto que para mantener lo contrario sería preciso entregar las Sagradas Escrituras a las llamas, o ignorarlas por completo.

PEDRO EN ROMA, UNA «RIDÍCULA LEYENDA»

»Mas oigo decir por todos lados: "pues qué ¿no estuvo San Pedro en Roma? ¿No fue crucificado con la cabeza para abajo? ¿No se conocen los lugares donde enseñó, y los altares donde dijo misa en esta ciudad eterna?" Que San Pedro haya estado en Roma, reposa, mis venerables hermanos, sólo sobre la tradición; pero suponiendo que hubiese sido obispo en Roma, ¿cómo podéis probar su episcopado por su presencia? Scaligero, uno de los hombres más eruditos, no vaciló en decir que el episcopado de San Pedro y su residencia en Roma deben clasificarse entre las leyendas ridículas. [Repetidos gritos: ¡Tapadle la boca; hacedle descender de esa cátedra!].

»Venerables hermanos: estoy pronto a callarme; mas ¿no será mejor, en una asamblea como la nuestra, probar todas las cosas como manda el apóstol, y creer sólo lo que es bueno? Porque mis venerables amigos, tenemos un dictador ante el cual todos debemos postrarnos y callar, hasta su santidad Pío IX, e inclinar la cabeza: ese dictador es la Historia, la cual no es una leyenda que se puede amoldar al modo que el alfarero modela su barro, sino como un diamante que esculpe en el cristal palabras indelebles. Hasta ahora me he apoyado sólo en ella, y no encuentro vestigio alguno del papado en los tiempos apostólicos; la falta es suya y no la mía. ¿Queréis quizás colocarme en la posición de un acusado de mentira? Hacedlo si podéis. Oigo de la derecha estas palabras: "Tú eres Pedro, y sobre esta Roca edificaré mi iglesia." (Mateo 16:18). Contestaré a esa objeción luego, mis venerables hermanos, antes de hacerlo deseo presentaros el resultado de mis investigaciones históricas.

NO EXISTIÓ PAPA EN LOS PRIMEROS CUATRO SIGLOS

»No hallando ningún vestigio del papado en los tiempos apostólicos, me dije a mí mismo: "Quizás hallaré en los anales de la Iglesia lo que ando buscando." Bien, lo diré abiertamente: busqué al papa en los cuatro primeros siglos, y no he podido dar con él.

»Espero que ninguno de vosotros dudará de la gran autoridad del santo obispo de Hipona, el grande y bendito San Agustín. Este piadoso doctor, honor y gloria de la Iglesia Católica, fue secretario en el Concilio de Milevi. En los decretos de esta venerable Asamblea se hallan estas significativas palabras: "Todo el que apelase a los de la otra parte del mar, no será admitido a la comunión por ninguno en África." Los obispos de África reconocían tan poco al obispo de Roma que castigaban con excomunión a los que recurriesen a su arbitraje.

»Estos mismos obispos en el sexto Concilio de Cartago, celebrado bajo Aurelio, obispo de dicha ciudad, escribieron a Celestino, obispo de Roma, amonestándole que no recibiese apelaciones de los obispos, sacerdotes o clérigos de África, que no enviase más legados o comisionados, y que no introdujese el orgullo humano en la Iglesia.

»Que el patriarca de Roma había, desde los primeros tiempos, tratado de arrogarse toda autoridad, es un hecho evidente, como es otro hecho igualmente evidente que no poseía la supremacía que los ultramontanos le atribuyen.

»Si la hubiera poseído, ¿hubieran osado los obispos de África, San Agustín, primero entre ellos, prohibir las apelaciones a los decretos de su supremo tribunal? Y reconozco, sin embargo, que el patriarca de Roma ocupaba el primer puesto. Una de las leyes de Justiniano dice: "Mandamos, conforme a la definición de los cuatro Concilios, que el santo papa de la antigua Roma sea el primero de los obispos, y su alteza el arzobispo de Constantinopla, que es la nueva Roma sea el segundo." Inclínate, pues a la soberanía del papa, me diréis.

»No corráis tan presurosos a esa conclusión, mis venerables hermanos, pues la ley de Justiniano lleva escrita al frente: "Del orden de las sedes patriarcales." Precedencia es una cosa y poder de Jurisdicción es otra. Por ejemplo: suponiendo que en Florencia se reuniese una Asamblea de todos los obispos del reino, la precedencia se daría naturalmente al primado de Florencia como entre los orientales se concedería al patriarca de Constantinopla y en Inglaterra al arzobispo de Canterbury; pero ni el primero, ni el segundo, ni el tercero podrían deducir de la asignada posición una jurisdicción sobre sus colegas.

»La importancia de los obispos de Roma procedía, no de su poder divino, sino de la importancia de la ciudad donde está su sede. Monseñor Darboy no es superior en dignidad al arzobispo de Aviñón, y, no obstante, París le da una consideración que no gozaría si en vez de tener su palacio en las orillas del Sena, se hallase sobre el Ródano. Esto es verdadero en las jerarquías religiosas, como lo es también en materias civiles y políticas. El prefecto de Roma no es más que un prefecto como el de Pisa; pero civil y políticamente, es de mayor importancia.

»He dicho ya que desde los primeros siglos, el patriarca de Roma aspiraba al gobierno universal de la Iglesia, y desgraciadamente casi lo alcanzó; pero no consiguió, por cierto, sus pretensiones, pues el emperador Teodosio II hizo una ley estableciendo que el patriarca de Constantinopla tuviera la misma autoridad que el de Roma (leg. cod. de sacr., etc.).

»Los padres del Concilio de Calcedonia colocan a los obispos de la antigua y nueva Roma en la misma categoría en todas las cosas, incluso las eclesiásticas (Canon 28). El sexto Concilio de Cartago prohibió a todos los obispos que se arrogasen el título de pontífice de los obispos u obispos soberanos.

»En cuanto al título de Obispo universal que los papas se arrogaron más tarde, Gregorio I, creyendo que sus sucesores nunca pensarían en adornarse con él, escribió estas palabras: "Ninguno de mis predecesores ha consentido en llevar ese título profano, porque cuando un patriarca se arroga el nombre de universal, el carácter de patriarca sufre descrédito. Lejos esté de los cristianos, pues, el deseo de darse un título que cause descrédito a sus hermanos."

»San Gregorio dirigió estas palabras a su colega de Constantinopla, que pretendía hacerse primado de la Iglesia: "No se le importe del título de universal que Juan ha tomado ilegalmente, y ningunos de los patriarcas se arroguen ese nombre profano, porque, ¿cuántas desgracias no deberíamos esperar, si entre los sacerdotes se suscitasen tales ambiciones? Alcanzarían lo que se tiene predicho de ellos: 'El es rey de los hijos del orgullo'.". El papa Pelagio II (lett. 13), llama a Juan, obispo de Constantinopla, que aspiraba al sumo pontificado, "impío y profano".

»Estas autoridades, y podría citar cien más y de igual valor: ¿no prueban con una claridad semejante al resplandor del sol al mediodía, que los primeros obispos de Roma no fueron reconocidos como obispos universales y cabezas de las Iglesias, sino hasta tiempos muy posteriores? Y por otra parte, ¿quién no sabe que desde el año 325, en que se celebró el primer Concilio Ecuménico de Nicea, hasta 580, el año del segundo Concilio Ecuménico de Constantinopla, que de entre más de 1109 obispos que asistieron a los primeros seis concilios generales, no se hallaron presentes más que 19 obispos del Occidente?

»¿Quién ignora que los concilios fueron convocados por los Emperadores, sin siquiera informar de ello al obispo de Roma, y frecuentemente hasta en oposición a los deseos de éste? ¿Y que Osio, obispo de Córdoba, presidió en el primer Concilio de Nicea y redactó sus cánones? El mismo Osio presidió después el Concilio de Sárdica, y excluyó a los legados de Julio, obispo de Roma.

«TÚ ERES PEDRO»

»No haré más citas, mis venerables hermanos, y paso a hablar del gran argumento a que se refirió anteriormente alguno de vosotros para establecer el primado del obispo de Roma por "la roca ( petra)". Si esto fuera verdad, la disputa quedaría terminada; pero nuestros antecesores (y ciertamente debieron saber algo) no opinan sobre esto como nosotros.

»San Cirilo, en su cuarto libro de la Trinidad, dice: "Creo que por la roca debéis entender la fe inamovible de los apóstoles". San Hilario, obispo de Poitiers, en su segundo libro sobre la Trinidad, dice: "La roca ( petra) es la bendita y sola roca de la fe confesada por la boca de San Pedro". Y en el sexto libro de la Trinidad, dice: "Es esta la roca la confesión de la fe sobre la que está edificada la Iglesia". "Dios", dice San Jerónimo en el sexto libro sobre San Mateo, "ha fundado su Iglesia sobre esta roca de la que el apóstol Pedro fue apellidado". De conformidad con él, Crisóstomo dice en su homilía 53 sobre San Mateo: "Sobre esta roca edificaré mi iglesia", es decir, sobre la fe de la confesión. Ahora bien ¿cuál fue la confesión del apóstol? Hela aquí: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo".

»Ambrosio, el santo arzobispo de Milán (sobre el segundo capítulo de la epístola a los Efesios), San Basilio de Seleucia y los padres del Concilio de Calcedonia, enseñan precisamente la misma doctrina. Entre los doctores de la antigüedad cristiana, San Agustín ocupa uno de los primeros lugares por su sabiduría y su santidad. Oíd pues, lo que escribe sobre su segundo tratado de la primera epístola de San Juan: "¿Qué significan estas palabras: Edificaré mi Iglesia sobre la Roca? Sobre esta fe, sobre eso que me dices, Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo". En su tratado [124] sobre San Juan, encontramos esta muy significativa frase: "Sobre esta roca que tú has confesado, edificaré mi Iglesia, puesto que Cristo mismo era roca". El gran obispo no creía tampoco que la Iglesia fuese edificada sobre San Pedro, que dijo a su grey en el sermón 13: "Tú eres Pedro y sobre esta roca, ( petra) que tú has confesado, sobre esta roca, que tú has reconocido diciendo: Tú eres el Cristo el Hijo del Dios viviente, edificaré mi Iglesia; sobre mí mismo, que soy el Hijo de Dios, la edificaré sobre mí y no a mí sobre ti". Lo que San Agustín pensaba sobre este célebre pasaje, era la opinión de toda la Cristiandad en sus días.

»Por consiguiente, resumo y establezco: primero, que Jesús dio a sus apóstoles el mismo poder que le otorgó a San Pedro; segundo, que los apóstoles nunca reconocieron en San Pedro al vicario de Jesucristo y al infalible doctor de la iglesia; tercero, que el mismo Pedro nunca pensó ser papa, y nunca actuó como si fuera papa; cuarto, que los concilios de los cuatro primeros siglos, cuando reconocían la alta posición que el obispo de Roma ocupaba en la Iglesia por motivo de estar en Roma, tan sólo le otorgaban una preeminencia honorífica, nunca poder y jurisdicción; que los santos padres en el famoso pasaje, "Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia", nunca entendieron que la iglesia estaba edificada sobre Pedro ( Super Petrum), sino sobre la roca ( Super Petram), es decir, sobre la confesión de fe del apóstol.

»Concluyo victoriosamente, conforme a la historia, la razón, la lógica, el buen sentido y la conciencia cristiana, que Jesucristo no confirió supremacía alguna a San Pedro, y que los obispos de Roma no se constituyeron soberanos de la Iglesia sino confiscando uno por uno todos los derechos del episcopado. [Voces: ¡Silencio insolente protestante, silencio!]

»¡No soy un protestante insolente! ¡No, y mil veces no! La historia no es católica, ni anglicana, ni calvinista, ni luterana, ni arminiana, ni griega, ni cismática, ni ultramontanista. Es lo que es: es decir, algo más poderoso que todas las confesiones de fe, de los cánones de los Concilios ecuménicos. ¡Escribid contra ella, si osáis hacerlo! Mas no podréis destruirla, como tampoco sacando un ladrillo del Coliseo lo podríais derribar. Si he dicho algo que la historia pruebe ser falso, enseñádmelo con la historia, y sin titubear un momento presentaré mis más respetuosas disculpas. Mas tened paciencia y veréis que todavía no he dicho todo lo que quiero y puedo. Si la pira fúnebre me aguardase en la plaza de San Pedro, no callaría, porque me veo obligado a proseguir.

»Monseñor Dupanloup, en sus renombradas observaciones sobre este Concilio Vaticano, ha dicho, y con razón, que si declaramos la infalibilidad de Pío IX, que entonces, necesariamente y desde la lógica natural, estaremos obligados a sostener que todos sus predecesores eran también infalibles.

ERRORES Y CONTRADICCIONES PAPALES

»Bien, venerables hermanos, aquí la historia levanta su voz para asegurarnos que algunos papas han cometido errores. Vosotros podréis protestar en contra de ella, o bien negarlo como os plazca, pero yo lo probaré. El Papa Víctor (192) primero aprobó el montanismo y más tarde lo condenó. Marcelino (296-303) fue un idólatra. Entró en el templo de Vesta y ofreció incienso a la diosa. Vosotros podréis decir que ese fue un momento de debilidad; pero yo les respondo, un vicario de Jesucristo debe morir antes de convertirse en un apóstata. Liberio (358) consintió en la condena de Atanasio e hizo profesión de arrianismo, para que le levantasen su exilio y fuese reinstalado en su sede. Honorio (625) se adhirió al monotelismo. El padre Gratry ha demostrado esto de forma concluyente. Gregorio I (590-604) llamó Anticristo a todo aquél que tome el nombre de obispo universal y por el contrario, Bonifacio III (607-608) hizo que el emperador parricida Focas le confiriera ese título para él mismo. Pascual II (1099-1118) y Eugenio III (1145-1153) autorizaron el duelo. Julio II (1509) y Pío IV (1560) lo prohibieron. Eugenio IV (1431-1439), con la aprobación del Concilio de Basilea, restituyeron el cáliz a la iglesia de Bohemia; Pío II (1458) revocó esa concesión. Adriano II (867-872) declaró la validez de la ceremonia civil del matrimonio; Pío VII (1800-1823) la condenó. Sixto V (1585-1590) publicó una edición de la Biblia y por medio de una bula recomendó que fuera leída. Pío VII condenó a los que la leyeran. Clemente XIV (1769-1774) abolió la orden de los Jesuitas, permitida por Pablo III, y Pío VII la restableció.

»Pero, ¿por qué examinar esas pruebas tan remotas? Nuestro santo padre aquí presente, ¿no ha dado en su bula los reglamentos para este concilio, que en caso de ocurrir su muerte mientras se encuentre presidiendo sean revocadas todas las ordenanzas que hayan sido expedidas y que contraríen a las que él impone; aun cuando ellas procedan como decisiones hechas por su predecesores? Y ciertamente, si Pío IX ha hablado ex cátedra, esto no es, desde las profundidades de su sepulcro, que él impone su voluntad sobre la soberanía de la iglesia. Yo no acabaría nunca, mis venerables hermanos, si yo fuera a poner ante vuestros ojos las contradicciones de los papas en sus enseñanzas. Si entonces vosotros proclamáis la infalibilidad del actual papa, vosotros debéis probar lo que es imposible—que los papas nunca se contradijeron entre sí—o tendréis que declarar que el Espíritu Santo os ha revelado a vosotros que la infalibilidad del papado solamente data desde 1870. ¿Tenéis suficiente valor para hacer eso?

»Tal vez la gente podrá ser indiferente y pase por alto los asuntos teológicos que no puedan entender, y otros que no les parezcan de importancia; pero, aunque sean indiferentes a los principios, no lo son ante los hechos. No os engañéis a vosotros mismos. Si vosotros decretáis el dogma de la infalibilidad papal, seremos más vulnerables, y los Protestantes, nuestros adversarios, aprovecharán la situación con más coraje ahora que tienen la historia de su lado, mientras nosotros tenemos sólo nuestra propia negación contra ellos. ¿Qué les diremos entonces, cuando muestren todos los hechos de los obispos de Roma desde los días de Lucas hasta su santidad Pío IX? ¡Ah! Si todos hubieran sido como Pío IX el triunfo sería nuestro; pero, lamentablemente, eso no es así. [Gritos de "¡Silencio!, ¡Silencio!; ¡Ya basta!, ¡Ya basta!"]

»¡No gritéis, monseñores! Temer a la historia es aceptar que hemos sido conquistados por ella. Además, aunque vosotros hicierais pasar sobre ella todas las aguas del río Tiber, no podríais cancelar una sola de sus páginas. Dejadme hablar, y yo seré tan breve como sea posible en este asunto de gran importancia. El papa Vigilio (538) obtuvo el papado comprándolo de Belisario, lugarteniente del emperador Justiniano. Aunque admitamos que quebrantó su promesa y nunca pagó lo prometido. ¿Es ésta una manera canónica de colocarse la tiara? El Segundo Concilio de Calcedonia lo había condenado formalmente; en uno de sus cánones leemos que ¡el obispo que obtenga el papado a cambio de dinero, lo perderá y será degradado! El Papa Eugenio III (IV en el original) (1145) imitó a Vigilio, y San Bernardo, la brillante luminaria de su época, reprobó la acción del papa diciéndole: ¿Podéis vos presentarme en esta gran ciudad de Roma a cualquier persona que os reciba como papa, que no haya recibido oro o plata por eso?

»Mis venerables hermanos, ¿podría uno que establezca un banco en las puertas del templo, haber sido inspirado por el Espíritu Santo? ¿Tendría derecho a enseñar infaliblemente a la iglesia? Vosotros conocéis la historia de Formoso demasiado bien para que yo pueda agregarle nada. Esteban XI ordenó la exhumación de sus restos, lo vistió con las ropas pontificias, le cercenó los dedos de la mano que usó para dar la bendición y luego arrojó sus restos al río Tiber declarándolo perjuro e ilegítimo. Esteban fue hecho prisionero por el pueblo, envenenado, y luego estrangulado. Ved vosotros como estos asuntos fueron reajustados; Romano, sucesor de Esteban, y después de él Juan X, rehabilitaron la memoria de Formoso.

»¡Pero vosotros me diréis que estas son fábulas y no historia! Vayan, Monseñores, a la biblioteca del Vaticano y lean Platina, el historiador del papado y los anales de Baronio (897). Estos son hechos que por el honor de la Santa Sede desearíamos que fuesen ignorados; pero cuando eso es para definir un dogma que puede provocar un gran cisma entre nosotros, ¿el amor que le tenemos a nuestra venerable Iglesia Católica Apostólica Romana debería imponernos silencio?

LOS PECADOS DEL PAPADO Y SUS EXCESOS

»Continúo. El erudito Cardenal Baronio, hablando de la corte papal, dijo (prestad atención, mis venerables hermanos, a estas palabras), ¿Qué parecería la Iglesia de Roma en esos días? ¡Cuánta infamia! ¡Solamente las todopoderosas cortesanas gobernando en Roma! Fueron ellas las que dieron, intercambiaron y tomaron obispados; y es horrible relatarlo, ellas tomaron amantes, los falsos papas y los pusieron sobre el trono de San Pedro! (Baronio, 912). Vosotros podríais responder: ¡Esos eran falsos papas, no los verdaderos! Que así sea; pero, en tal caso, si por 50 años la Santa Sede de Roma fue ocupada por antipapas, ¿cómo se reinicia otra vez la sucesión pontifical? Ha podido la iglesia, por lo menos por un siglo y medio, funcionar acéfala y encontrarse a sí misma sin cabeza?

»Veamos ahora: la mayoría de estos antipapas aparecen en el árbol genealógico del papado; y cuántos son los absurdos que Baronio describió; porque Genebrardo, el gran adulador de los papas, se había atrevido mencionar en sus crónicas (901): 'Este siglo es lamentable, puesto que por casi 150 años los papas han caído de todas las virtudes de sus predecesores, y se han vuelto apóstatas en vez de apóstoles. "Yo puedo entender cómo el ilustre Baronio pudo haberse sonrojado cuando él tuvo que narrar los hechos de estos obispos romanos. Al hablar de Juan XI (931), hijo natural del papa Sergio y de Marozia, Baronio escribió estas palabras en sus anales—¡La santa iglesia, que está en Roma, ha sido vilmente pisoteada por semejante monstruo!" Juan XII (956), elegido papa a la edad de 18 años por medio de la influencia de cortesanas, no fue ni una pizca mejor que su predecesor.

»Me apena, mis venerables hermanos, revolver tanta inmundicia. Guardo silencio respecto a Alejandro VI, padre y amante de Lucrecia; me alejo de Juan XXII (1319), que negó la inmortalidad del alma, y fue depuesto por el santo Concilio Ecuménico de Constanza. Algunos objetarán que dicho concilio sólo fue un concilio privado; que así sea. Pero si vosotros le rehusáis cualquier autoridad, como una consecuencia lógica tendréis que sostener que la designación de Martín V (1417) es ilegal. Entonces, ¿qué será de la sucesión papal? ¿Podéis vosotros encontrar la continuidad en ella?

»Yo no hablo de los cismas que han deshonrado a la iglesia. En esos lamentables días la Sede de Roma estaba ocupada por dos competidores, y a veces hasta tres. ¿Cuál de ellos era el verdadero papa? Resumiendo una vez más, otra vez digo, si vosotros decretáis la infalibilidad del presente obispo de Roma, deberéis también establecer la infalibilidad de todos los que le antecedieron, sin excluir a ninguno. Pero, ¿podéis vosotros hacer esto cuando la historia está allí estableciendo con una diáfana claridad comparada con la del sol, que los papas han errado en sus enseñanzas? ¿Podrían hacer eso y mantener papas que avaros, incestuosos, asesinos, simoníacos han sido vicarios de Jesucristo? ¡Oh, venerables hermanos! El mantener semejante enormidad sería traicionar a Jesucristo peor que Judas. Sería como echarle tierra en la cara. [Gritos: ¡Abajo del púlpito! ¡Pronto, ciérrenle la boca a ese hereje!]

VOLVAMOS A LAS DIVINAMENTE INSPIRADAS SAGRADAS ESCRITURAS

»¡Mis venerables hermanos! Vosotros gritáis; ¿no sería más digno pesar mis razones y mis pruebas en la balanza del santuario? Creedme, la historia no puede ser hecha otra vez; está allí, y permanecerá toda la eternidad para protestar enérgicamente contra el dogma de la infalibilidad papal. ¡Vosotros podréis proclamarlo unánimemente; pero un voto estará ausente, y es el mío!

»Monseñores, los verdaderos fieles tienen sus ojos sobre nosotros esperando de nosotros un remedio para las innumerables maldades que han deshonrado a la iglesia: ¿los engañaremos en sus esperanzas? ¿Qué no será nuestra responsabilidad ante Dios si dejamos pasar esta solemne ocasión, la cual Dios nos ha dado para sanar la fe verdadera? Aprovechémosla, mis hermanos. Armémonos de un santo valor; hagamos un violento y generoso esfuerzo; volvamos a las enseñanzas de los apóstoles, porque sin ellas nosotros tenemos solamente errores, obscuridad y falsas tradiciones. Avalemos en nosotros mismos nuestra razón y nuestra inteligencia para tomar a los apóstoles y profetas como nuestros infalibles maestros con referencia a la pregunta de preguntas, ¿qué debo hacer para ser salvo? Cuando hayamos decidido eso, habremos puesto el fundamento de nuestro dogmático sistema, firme e inamovible sobre la roca permanente e incorruptible, de las divinamente inspiradas Sagradas Escrituras. Llenos de confianza iremos enfrente al mundo y como el apóstol Pablo, en la presencia de los librepensadores, nosotros "no conoceremos a ningún otro sino a Jesucristo, y a éste crucificado". Seremos conquistadores por medio de la predicación de la "locura de la cruz". Así como Pablo conquistó a los educados hombres de Grecia y Roma, y la iglesia de Roma tendrá sus "gloriosos '89". [Gritos clamorosos, ¡Saquen a ese Protestante, al Calvinista, al traidor de la iglesia!].

»Vuestros gritos, Monseñores, no me atemorizan. Si mis palabras son ardientes, mi cabeza se mantiene fría. Y yo no soy ni de Lutero, ni de Calvino, ni de Pablo, ni de Apolos, sino de Cristo. [Renovados gritos: ¡Anatema, anatema, al apóstata!]

»¿Anatema? Monseñores, ¿anatema? Vosotros sabéis muy bien que esas no son protestas en mi contra, sino en contra de los santos apóstoles bajo cuya protección yo desearía que este concilio colocara la iglesia. ¡Ah! Si estando envueltos en sus mortajas ellos salieran de sus tumbas, ¿hablarían ellos un lenguaje diferente al mío? ¿Qué les diríais vosotros a ellos si mediante sus escritos os dijeran que el papado se ha desviado del evangelio del Hijo de Dios, que ellos han predicado y confirmado de una forma tan generosa por su sangre? ¿Os atreveríais decirles a ellos, nosotros preferimos las enseñanzas de nuestros propios papas, nuestro Bellarmino, nuestro Ignacio de Loyola, a los de vosotros? ¡No, no! ¡Mil veces no! A menos que vosotros hayáis cerrado vuestros oídos para no oír, cerrado vuestros ojos para no ver, entumecido vuestras mentes para no entender. ¡Ah! Si el que reina en lo Alto deseara castigarnos, haciendo que su mano caiga pesada sobre nosotros, así como hizo con Faraón, Él no necesitaría permitirle a los soldados de Garibaldi echarnos de la ciudad eterna. Solamente permitiría que vosotros hagáis de Pío IX un dios, así como hemos hecho una diosa de la bendita Virgen. ¡Deteneos, deteneos, venerables hermanos, en la pendiente odiosa y ridícula en la que vosotros os habéis colocado a vosotros mismos. Salvad a la iglesia del naufragio que le amenaza, pidiendo de las Sagradas Escrituras solamente la regla de fe que nosotros debemos creer y profesar. He dicho. ¡Que Dios me ayude!»


----------------------------------------------------------------------

Bendiciones!!!




:cool: :cuadrado: :cuadrado: :clown:
 

Kristiano si quieres atacar el Catolicismo y el Cristianismo atácalo con verdades, no con mentiras, infórmate bien antes de hacer un Cut&Paste. El Obispo Strossmayer no pronunció ese discurso. Al parecer es apócrifo.

Católicos, no se asusten si me ven defender el Catolicismo, lo hago en honor a la verdad.

Kristiano, en estos foros tengo fama de ser un detractor del Catolicismo.

Saludos

Bart