Les dejo esta hermosa parábola

lorenzoalexander

Miembro senior
3 Marzo 2024
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La señora Turpin, obesa, racista y fundamentalista, esposa de un granjero sureño, acaba de regresar a su granja de cerdos después de visitar el consultorio del médico, donde una adolescente hosca y con cara de acné se encuentra en la sala de espera. llamada Mary Grace, misteriosa y violentamente le arrojó a la cara un libro titulado Desarrollo Humano. De repente, la señora Turpin sufre una crisis de fe. Mientras se sienta afuera de su pocilga, indignada, preguntándose cómo Dios pudo haber permitido que ella (¡ella precisamente!) fuera humillada de una manera tan indigna, recibe una visión:
Sólo había una raya violeta en el cielo, que atravesaba un campo carmesí y conducía, como una extensión de la carretera, hacia el crepúsculo descendente. Levantó las manos a los lados del bolígrafo en un gesto hierático y profundo. Una luz visionaria se instaló en sus ojos. Vio la raya como un enorme puente giratorio que se extendía hacia arriba desde la tierra a través de un campo de fuego vivo. Sobre él, una gran horda de almas corría hacia el cielo. Había compañías enteras de basura blanca, limpias por primera vez en sus vidas, y bandas de negros con túnicas blancas, y batallones de monstruos y lunáticos que gritaban, aplaudían y saltaban como ranas. Y al final de la procesión estaba una tribu de personas a quienes reconoció de inmediato como aquellos que, como ella y Claud, siempre habían tenido un poco de todo y el ingenio dado por Dios para usarlo correctamente. Se inclinó hacia adelante para observarlos más de cerca. Marchaban detrás de los demás con gran dignidad, responsables como siempre lo habían sido del buen orden, el sentido común y el comportamiento respetable. Sólo ellos estaban en clave. Sin embargo, por sus rostros alterados y conmocionados pudo ver que incluso sus virtudes estaban siendo quemadas. Bajó las manos y se agarró a la barandilla del corral de cerdos, con los ojos pequeños pero fijos sin pestañear en lo que se avecinaba. En un momento la visión se desvaneció pero ella permaneció donde estaba, inmóvil.
Finalmente se agachó, cerró el grifo y caminó por el camino cada vez más oscuro hacia la casa. En el bosque que la rodeaba habían sonado los invisibles coros de grillos, pero lo que ella escuchó fueron las voces de las almas que trepaban hacia el campo estrellado y gritaban aleluya.