Cuentan que una vez un predicador que había caminado muchas leguas para llegar a la iglesia donde había de impartir el sermón dominical, se sintió muy decepcionado al llegar allí porque encontró que sólo había una persona esperándole.
Ante la incertidumbre acerca de si debía emprender de inmediato su viaje de regreso a casa, decidió consultar al único congregante -un granjero- sobre la pertinencia de proceder con el servicio.
-"Si pongo una palangana llena de alimento para las gallinas" -respondió el granjero, "y se presenta sólo una, no la dejo ir hambrienta".
Conmovido por el contundente mensaje, el predicador subió al púlpito y pronunció un sustancioso y largo sermón.
-"¿Le gustó el sermón?"- le preguntó al congregante.
-"Cuando se presenta sólo una gallina" -respondió el granjero con aspereza- "no le hago comer toda la palangana de alimento".
Ante la incertidumbre acerca de si debía emprender de inmediato su viaje de regreso a casa, decidió consultar al único congregante -un granjero- sobre la pertinencia de proceder con el servicio.
-"Si pongo una palangana llena de alimento para las gallinas" -respondió el granjero, "y se presenta sólo una, no la dejo ir hambrienta".
Conmovido por el contundente mensaje, el predicador subió al púlpito y pronunció un sustancioso y largo sermón.
-"¿Le gustó el sermón?"- le preguntó al congregante.
-"Cuando se presenta sólo una gallina" -respondió el granjero con aspereza- "no le hago comer toda la palangana de alimento".