Las señales de nuestro tiempo y la verdad presente

Bart

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24 Enero 2001
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Mensajes desde Centenario

Hay dos cosas que deben observar los hijos de Dios para estar apercibidos de la voluntad de Dios para hoy. ¿Cuáles son ellas?

<CENTER>Las señales de nuestro tiempo y la verdad presente
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Eliseo Apablaza F.

"Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron que les mostrase señal del cielo. Mas él respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis!" (Mateo 16:1-3).

Los fariseos y saduceos no tenían discernimiento espiritual para saber distinguir y reconocer las señales de los tiempos que estaban viviendo. Tenían al Señor al frente, pero no lo veían. Como judíos, conocían las profecías; sin embargo, Aquel de quien hablaban los profetas estaba frente a sus ojos, y no lo vieron.
Nos preguntamos cuáles son las señales de nuestro tiempo...

"Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente" (2 Pedro 1:12). Hay una verdad presente, es la frase que quisiera subrayar. ¿Cuál es la verdad presente de Dios?

En los días de Lutero, la verdad presente de Dios era la justificación por la fe, por Cristo, por gracia; una preciosa verdad que el Señor sacó a relucir en ese tiempo de oscurantismo. En los días de Wesley, la verdad que Dios restauró fue la santificación. Esa verdad fue ganando terreno en la iglesia, y en el siglo XIX, en ese gran movimiento que se llamó Keswick –en Inglaterra y en otros países– fue enfatizada, pero con más revelación. Todos los años que funcionó la famosa Convención de Keswick, casi todos los temas que allí se desarrollaban tendían a destacar o a profundizar esa verdad presente.

Después, en los días del hermano Nee en China, la verdad que brilló con mucha claridad, con mucha fuerza, fue la verdad acerca de la iglesia local; es decir, que todos los cristianos que viven en una ciudad, en una aldea, en una localidad, son uno. Una verdad que estuvo en la Escritura siempre, pero que no había habido revelación para verla.

Ahora, ¿cuál es la verdad presente hoy? Sin duda, todas las que hemos citado y todas las otras verdades que pudiéramos mencionar, las hemos incorporado, son nuestras. Desde el momento que el Señor las rescató del olvido, son herencia nuestra. No renegamos ni desconocemos ninguna de ellas; todas ellas son nuestra riqueza.

Pero tenemos que seguir avanzando. Estas dos cosas –las señales de los tiempos, y la verdad presente– nos sugieren:

a) Por una parte una obra de Dios en el mundo: las señales que se pueden observar principalmente en el desarrollo de los acontecimientos del mundo. Viendo el mundo, podemos percibir ciertas señales que nos muestran en qué época estamos viviendo.

b) Y por otro lado, la verdad presente es un asunto que se da al interior de la iglesia.

Entonces, si queremos hacer la voluntad del Señor, tanto fuera de la iglesia como dentro de ella, precisamos conocer las señales de los tiempos afuera, y la verdad presente adentro.

Las señales de los tiempos

Es interesante que cuando miramos las señales de los tiempos en el Antiguo Testamento encontramos algunas metáforas acerca de la condición del mundo antes de la venida del Señor. Vemos, por ejemplo, que en los días de Enoc –quien fue traspuesto para no ver muerte– existía una raza de gente santa, de gente que invocaba el nombre del Señor: los hijos de Set. Y al mismo tiempo, coexistía con ellos una generación de gente apegada a la tierra, hombres vengativos, hombres malvados: los descendientes de Caín.

Cuando miramos las señales de los tiempos, vemos que siempre –en las épocas previas a las manifestaciones de los juicios de Dios– esas dos clases de personas coexisten y son totalmente antagónicas y fácilmente diferenciables: los hijos de Caín, y los hijos de Set. Los hijos de Caín, cuyo principal exponente es ese Lamec que decía: "Si siete veces Caín será vengado, setenta veces siete lo será Lamec". Y por otro lado, la expresión de la consagración de Enoc. La maldad llega a su máximo, pero la santidad también llega a la cima. En días de Enoc no todos los hombres eran justos; por el contrario, los descendientes de Caín habían logrado una civilización muy avanzada, pero terriblemente malévola. Contra ellos profetizó Enoc en Judas 14 y 15. Son los juicios de Dios contra los impíos.

En los días en que el Señor mandó juicios sobre Sodoma y Gomorra, había un hombre –Abraham, el padre de la fe– que vivía en victoria, que vivía caminando con Dios, igual que Enoc. Vemos, pues, dos épocas distintas, pero el mismo esquema.

¿Cuáles son las señales de los tiempos hoy? Si miramos el mundo, vamos a encontrar los mismos elementos. La maldad, la corrupción y la violencia de los días de Noé, y la depravación de Sodoma en los días de Lot. Esto es algo muy interesante de ver. Nos muestra que estamos viviendo una época crucial, en vísperas de la manifestación de los juicios de Dios. Nos queda realmente poco tiempo, muy poco tiempo. De tal manera que si queremos ser cristianos vencedores hoy, no hay un minuto que perder, no podemos desaprovechar ninguna oportunidad de servir al Señor, no podemos relajarnos diciendo: "Esto da para largo, hace tiempo que el Señor está diciendo que viene, y no viene".

En estos días, un homosexual declarado acaba de ser nombrado obispo de la Iglesia Episcopal en Estados Unidos. Y esto viene como una gota que rebasa un vaso, porque hacía unos días atrás, en Inglaterra, un homosexual estuvo a punto de ser nombrado obispo, y a última hora la presión de la Iglesia Anglicana lo impidió. Cuando uno empieza a informarse acerca del movimiento homosexual en el mundo, se queda espantado. En Argentina, días atrás, se casaron legalmente dos hombres. Se estima que en Brasil hay unos 800.000 homosexuales. Son las señales de los tiempos ...

Mirando hacia el mundo, nos damos cuenta de que estamos en un tiempo en que urge que el pueblo de Dios esté muy atento a la voz del Espíritu, porque tenemos que aprovechar cada instancia que nos queda para hacer la obra de Dios.

El hermano Christian Chen nos compartía que en las Escrituras hay aproximadamente 1.800 profecías, y que de ellas se ha cumplido el 97 por ciento; que de 590 profecías específicas, hay 570 que se han cumplido. Sólo quedan veinte, decía él, y una de ellas es la reconstrucción del templo en Jerusalén. En algún momento se edificará ese templo, para que se cumpla la profecía de que el anticristo va a profanar el templo de nuevo, igual como lo hizo Antíoco en el año 168 antes de Cristo.

Las profecías acerca de Israel son muy importantes para nosotros, porque en el Antiguo Testamento, lo que se dice de Israel se dice también del Mesías y de la iglesia. Desde 1948 hasta hoy, de cuatro grandes profecías tocante a Israel, hay tres que se han cumplido: Israel volvió a constituirse en una nación, volvió a recuperar su territorio, volvió a recuperar Jerusalén como capital de la nación. Falta una sola, que es la reconstrucción del templo.

Sin embargo, lo que más importa es que, paralelo a este cumplimiento de las profecías de Israel, están sucediendo cosas con la iglesia. Por ejemplo, Babilonia fue el primer cautiverio de Israel, y si homologamos eso a la situación de la iglesia, la iglesia estuvo en la Babilonia religiosa, y salió de ella en los días de Lutero.

Asimismo, cuando miramos la historia, vemos que Israel sufrió una dispersión. En el año 70 de nuestra era, Tito tomó la ciudad de Jerusalén, y todos los judíos fueron dispersados. Esa dispersión en gran parte dura hasta hoy, porque aunque muchos judíos han vuelto a Israel, hay diez tribus de las cuales se sabe muy poco. ¿De qué nos habla esa dispersión? Si la traemos al plano de la iglesia, nos habla de la dispersión, de la atomización que hay en el pueblo cristiano.

Los cuatro movimientos de la restauración de Israel -recuperar la nación, el territorio, la capital y el templo- en la iglesia significan la recuperación del reino de Dios, de las insondables riquezas de Cristo, del testimonio de Dios y de la unidad de la iglesia. Estamos atentos a lo que Dios está haciendo con Israel, porque es lo mismo que el Señor está haciendo con la iglesia.

La verdad presente

¿Qué pasa al interior de la cristiandad? ¿Cuál es la verdad presente de hoy?

Hay dos grandes problemas en la iglesia hoy, en el mundo entero. Uno es la inmadurez de los hijos de Dios. El otro, la dispersión del pueblo de Dios. Contra la inmadurez, ¿cuál es el remedio? ¡La madurez! Contra la dispersión, ¿cuál es la solución? ¡La unidad! Madurez. Unidad. ¿De dónde podemos obtener madurez? ¿De dónde podemos obtener la unidad?

El hermano Lance Lambert ha dicho: "Cuando estamos creciendo en la Cabeza en todas las cosas –cuando estamos creciendo en Cristo–, descubrimos el cuerpo". O sea, cuando crecemos en Cristo, descubrimos la iglesia. ¡Qué interesante! Esa sola frase nos da luz respecto a estos dos problemas. Cuando crecemos en Cristo, maduramos en Cristo -el problema de la inmadurez- y también descubrimos el cuerpo, es decir, resolvemos el problema de la dispersión. Lambert continúa: "No descubrimos el cuerpo intentando encontrar a los hermanos y hermanas, sino creciendo en Cristo como la cabeza". ¡Qué tremendo! No es que de aquí para adelante vamos a decir: "Salgamos a buscar a nuestros hermanos", sino "creciendo en Cristo como la cabeza". Cuando crecemos en Cristo, entonces descubrimos el cuerpo, y nos damos cuenta que somos uno.

Crecimiento y unidad. ¿Cuáles son los hermanos que están dispersos y que no pueden unirse? Son los hermanos pequeños, los que dicen: "Yo soy de Pablo, yo soy de Cefas, yo soy de Apolos, yo soy de Cristo". Ellos nunca podrán unirse. Pero cuando hemos pasado ese nivel, por la gracia de Dios, ya no hay obstáculos para la unidad.

Sigo citando a Lambert: "Él es mi cabeza. ¿Tiene usted otra cabeza?". "No, yo tengo la misma cabeza". Eso significa que nos encontramos creciendo en la cabeza -en Cristo- y entonces "guardamos la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" (Ef. 4:3). Por tanto, "cada uno de nosotros tiene que crecer individualmente en él como nuestra cabeza, y entonces tenemos una compañía de santos fortalecidos en el Señor".

Así que, amados hermanos, de una vez por todas tenemos que dejar de hablar de "nuestra obra", para hablar de "la obra de Dios". Tenemos que trabajar para la madurez de todo el cuerpo de Cristo, para la unidad de todo el cuerpo de Cristo. Y el hermano Lance Lambert nos da la clave. En realidad, él no es original al decir esto, porque eso está tomado de Efesios 4:15: "...sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo".

¿Por qué la iglesia está inmadura? Porque no ha sido ministrada con Cristo. ¿Por qué la iglesia está dividida? Porque no ha sido ministrada con Cristo. La madurez y la unidad están íntimamente asociadas con la cruz. Sin cruz no hay madurez, sin cruz no hay unidad.

Ahora entendemos mejor por qué Pablo predicaba en forma tan categórica: "Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado". Por mucho tiempo no entendí por qué Pablo enfatizaba esa frase, "...y a éste crucificado". La clave está en la cruz, no sólo en lo que se refiere a la obra de la redención, no sólo en lo que se refiere a la obra de la santificación nuestra -porque de verdad fuimos santificados en el momento en que el Señor murió, porque arrastró consigo nuestro cuerpo de pecado-, sino porque la cruz de Cristo es lo que posibilita la unidad y la madurez.

En un mensaje, el hermano Watchman Nee, tomando una de las cuatro tierras que aparecen en la parábola del sembrador, dice que esa tierra -la de los pedregales- nos habla de los cristianos que no logran crecer. El sol, son las pruebas, es la cruz, el sufrimiento. Es esa obra de derribamiento y de reconstrucción que se produce en un cristiano cuando tiene que derribarse todo lo que es del hombre y levantarse lo que es de Cristo, para ser transformados a la imagen de Cristo. Las piedras son un corazón duro, o es el amor al mundo. Son cristianos que, cuando comienzan a caminar, el Señor les presenta una situación determinada en que ellos tienen que probar la cruz, y no la aceptan. Cuando surge el problema, se llenan de quejas y de argumentos: el yo evade el sufrimiento. En esa controversia que se produce entre Dios y el cristiano, este último gana. Y cuando el cristiano gana allí, no hay crecimiento.

La única manera en que haya madurez es que Dios gane y nosotros cedamos terreno. Esa es la obra de la cruz. En consecuencia, hay muchos cristianos inmaduros; primero, porque Cristo no ha sido ministrado, y segundo, porque a la hora de enfrentar la cruz, la rehuyen.

Un hermano nos contaba –y esta es una experiencia muy común entre los cristianos– cómo, cuando Cristo comienza a ser predicado, comienza también la oposición. Si nosotros aquí hiciéramos una reunión agradable para que la gente se sintiera bien, si hacemos un 'show', entonces lo que vamos a tener aquí serán asistentes a un espectáculo. Pero no tendremos iglesia.

Iglesia significa que Cristo es predicado, que Cristo es ministrado, y cada palabra de Cristo que viene traerá luego un proceso, sea en el que predica, sea en el que escucha. Es un proceso de muerte. Dígame si no es así cuando usted ha descubierto una verdad en las Escrituras, y con gozo la comparte con su hermano. A la semana después, esa palabra se vuelve contra usted, y usted y yo empezamos a pagar el precio por esa palabra. Amados hermanos, eso ocurre cuando Cristo es predicado.

¿Se acuerdan de las palabras que le dijeron a María cuando el niño Jesús estaba pequeñito, en los brazos de Simeón? Qué proféticas palabras: "Y los bendijo Simeón y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha" Luc. 2:34). Hermanos, lo que dijo Simeón se cumplió desde los días de María, y se sigue cumpliendo hasta hoy. ¿Qué ocurre cuando Cristo se introduce en un ambiente? Unos caen, otros son levantados. Y, sobretodo, dice: "...señal que será contradicha". Hay un forcejeo, hay una lucha, hay una batalla.

Recordaba esa palabra de Pablo que dice: "Una puerta grande y eficaz se nos ha abierto, y muchos son los que se oponen". Cada verdad, cada tramo que avanzamos en este camino de la fe, en este proceso de maduración, es un tramo que está también impregnado de vida, de dolor, de sangre. Vamos destilando sangre, por decirlo de una manera metafórica. No es fácil. Por lo tanto, los que quieren hacer la voluntad del Señor tienen que pagar un precio.

La verdad presente, como todas las verdades presentes de Dios, significan un alto costo. ¿Estamos dispuestos a seguir pagando el precio, amados hermanos? ¿Cuando viene la cruz, cuando viene el Getsemaní, esa prensa que nos aprieta y que muele las uvas para que se conviertan en vino? ¡Ay, dan ganas de escapar! Como dice el salmista: "¡Oh, quién me diera tener alas como una paloma y volar!". ¿Te ha pasado? Pero no podemos volar. Somos cautivos de esperanza, hemos entregado nuestra oreja al Señor, él la ha roto. Le hemos dicho: "Queremos ser siervos tuyos para siempre. Hemos encontrado que tú eres un buen amo. Yo no quiero separarme de ti nunca, Señor, aunque me duela".

Hermanos, ahí estaremos juntos. Necesito de ti, tú necesitas de mí. Solos no podemos, juntos, sí. Sigamos adelante juntos. Sostengamos hoy la verdad presente. Procuremos, hermanos amados, ayudar y bendecir a todos los cristianos, no importa de donde sean, no importa su nombre, no importa que no coincidan con nuestra visión. Si en algo podemos aportar parta que ellos maduren, para que ellos crezcan en Cristo, tal vez eso sea todo lo que tenemos que hacer. Sigámoslo haciendo.

Y en ese proceso de ir dando lo que tenemos, iremos recibiendo de vuelta. Porque Dios es así, hermanos. "Dad y se os dará, una medida remecida, abundante y generosa", porque Dios es bueno, y él no queda endeudado con nadie. ¡Bendito es el Señor!

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AGUAS VIVAS
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En un mensaje, el hermano Watchman Nee, tomando una de las cuatro tierras que aparecen en la parábola del sembrador, dice que esa tierra -la de los pedregales- nos habla de los cristianos que no logran crecer. El sol, son las pruebas, es la cruz, el sufrimiento. Es esa obra de derribamiento y de reconstrucción que se produce en un cristiano cuando tiene que derribarse todo lo que es del hombre y levantarse lo que es de Cristo, para ser transformados a la imagen de Cristo. Las piedras son un corazón duro, o es el amor al mundo. Son cristianos que, cuando comienzan a caminar, el Señor les presenta una situación determinada en que ellos tienen que probar la cruz, y no la aceptan. Cuando surge el problema, se llenan de quejas y de argumentos: el yo evade el sufrimiento. En esa controversia que se produce entre Dios y el cristiano, este último gana. Y cuando el cristiano gana allí, no hay crecimiento.



Extraigo este párrafo


Gracias Bart, excelente mensaje :angel: