Las manifestaciones de la rebelión del hombre

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5 Septiembre 2001
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Las manifestaciones de la rebelión del hombre
(continuación)
3. LOS PENSAMIENTOS
Porque las armas de nuestra milicia no
son carnales, sino poderosas en Dios para
la destrucción de fortalezas, derribando argumentos
y toda altivez que se levanta
contra el conocimiento de Dios, y llevando
cautivo todo pensamiento a la obediencia
a Cristo, y estando prontos para castigar
toda desobediencia, cuando vuestra obediencia
sea perfecta (2a. a los Corintios 10.4-6).
El nexo entre la razón y el pensamiento
El hombre manifiesta su rebelión no sólo en la palabra y la razón sino también en el pensamiento. Las palabras rebeldes provienen del razonamiento rebelde y el razonamiento a su vez se origina en el pensamiento. Por eso el pensamiento es el factor dominante de la rebelión.
2a. a los Corintios 10.4-6 es uno de los pasajes más importantes de la Biblia, porque en estos versículos se señala especialmente el aspecto particular del hombre en donde se requiere la obediencia a Cristo. El versículo 5 dice: "Llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo." Esto indica que la rebelión del hombre se halla fundamentalmente en su pensamiento.
Pablo indica que debemos destruir argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios. Al hombre le gusta construir argumentos como fortalezas alrededor de su pensamiento; sin embargo, es preciso destruir estos argumentos y llevar cautivo el pensamiento. Los' argumentos deben ser desechados; pero el pensamiento, devuelto. En la guerra espiritual, es preciso tomar por asalto las fortalezas antes de poder llevar cautivo el pensamiento. Si no se desechan los argumentos, no hay ninguna posibilidad de llevar el pensamiento del hombre a la obediencia a Cristo.
La palabra "altivez" del versículo 5 es "edificio alto" en el original. Desde el punto de vista de Dios el razonamiento humano es como un rascacielos, que obstruye el conocimiento de Dios. En cuanto un hombre comienza a argumentar, su pensamiento queda sitiado y, por lo tanto, no es libre de obedecer a Dios, puesto que la obediencia es asunto del pensamiento. La razón manifestada exteriormente se convierte en palabras; pero cuando los razonamientos se ocultan adentro sitian el pensamiento y lo dejan incapacitado para obedecer. El hábito de razonar del hombre es tan grave que no puede ser destruido sin batalla.
Con todo, Pablo no usa la razón para luchar contra la razón. La inclinación mental a argumentar debe ser enfrentada con armas espirituales, es decir, con el poder de Dios. Es Dios quien combate contra nosotros, porque nos hemos convertido en sus enemigos. Nuestro hábito mental de razonar es algo Que heredamos del árbol de la ciencia del bien y del mal; pero qué pocos son los que se dan cuenta de cuánta dificultad le ocasionan estas mentes nuestras a Dios. Satanás emplea toda clase de argumentos para esclavizarnos a fin de que, en vez de dejarnos aprehender por Dios, nos convirtamos en enemigos suyos.
Génesis 3 ilustra a 2a. a los Corintios 10. Satanás discutió con Eva, y ella, al ver que el árbol era bueno para comer, respondió con un argumento. No escuchó a Dios, porque tenía sus razones. Cuando prevalece la razón, el pensamiento del hombre cae en una trampa. La razón y el pensamiento están estrechamente unidos; la primera tiende a capturar al segundo. Y una vez que el pensamiento es capturado, el hombre se siente incapaz de obedecer a Cristo. Por lo tanto, si de veras queremos obedecer a Dios, tenemos que saber cómo la autoridad de Dios destruye a las fortalezas de la razón.
Capturando de nuevo la mente cautiva
En el Nuevo Testamento griego la palabra "noema" (plural, "noemata") se usa seis veces: Filipenses 4.7; 2a. a los Corintios 2.11; 3.14; 4.4; 10.5 y 11.3. Se la ha traducido al castellano por "pensamiento" o "pensamientos", significando "el ardid o los ardides de la mente". La "mente" es la facultad; el "ardid", su acción, el producto de la mente humana. Por la facultad de la mente el hombre piensa y decide libremente y esto representa al hombre mismo. Así que si uno quiere preservar su libertad tiene que decir que todos sus pensamientos son buenos y correctos. No se atreve a exponerlos a la interferencia y, por tanto, tiene que rodearlos de muchos razonamientos. Por eso es que los hombres no creen en el Señor: con mucha frecuencia están aprisionados en la fortaleza de un razonamiento u otro.
Un incrédulo puede decir: "Esperaré hasta que sea bien viejo;" o: "Muchos creyentes no se comportan muy bien. Por lo tanto, yo no puedo creer;" o bien: "Todavía no. Esperaré hasta que mueran mis padres." De igual modo, hay razones que los creyentes pueden dar para no amar al señor: los estudiantes pueden decir que están demasiado ocupados en sus lecciones; los hombres de negocios, que están demasiado ocupados en sus negocios; a los indispuestos les parece que su salud física está demasiado mala, y así sucesivamente. A menos que Dios destruya estas fortalezas, los hombres jamás serán libertados. Satanás los aprisiona por medio de las fortalezas de los razonamientos. La mayoría de los hombres están detrás de tantas líneas defensivas que son incapaces de abrirse paso hacia la libertad. Solamente la autoridad de Dios puede llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.
Para conocer la autoridad es preciso destruir primero los razonamientos del hombre. Sólo cuando éste comience a ver que Dios es Dios como se afirma en Romanos 9, serán destruidos sus argumentos. Y una vez que sean destruidas las fortalezas de Satanás, no quedará ningún argumento más y los pensamientos del hombre podrán ser llevados cautivos para obedecer a Cristo. Sólo después que sus pensamientos son capturados de nuevo puede un hombre obedecer verdaderamente a Cristo.
Podemos notar si alguien ha tenido o no un encuentro con la autoridad observando si se ha tratado debidamente con sus palabras, razonamientos y pensamientos. Una vez que uno tiene un encuentro con la autoridad de Dios su lengua no se atreve a moverse libremente y sus razonamientos y, más que eso, sus pensamientos ya no se pueden expresar libremente tampoco. De ordinario el hombre tiene numerosos pensamientos, todos fortificados con muchos razonamientos. Pero vendrá un día cuando la autoridad de Dios destruirá todas las fortalezas del razonamiento que ha erigido Satanás, y volverá a capturar los pensamientos del hombre para hacerlo un esclavo voluntario de Dios, después de lo cual ya no pensará independientemente de Cristo; le será enteramente obediente. Esto es liberación completa.
El que no ha tenido un encuentro con la autoridad frecuentemente aspira a ser consejero de Dios. Tal persona no tiene sus pensamientos capturados otra vez por Dios. Adonde vaya, su primer pensamiento consiste en cómo mejorar su situación allí. Sus pensamientos nunca han sido disciplinados; por eso sus razonamientos son tantos y tan seguidos. Tenemos que dejar que el Señor haga una especie de operación quirúrgica en nosotros, para cortar hasta 1o más recóndito de nuestros pensamientos, hasta que todos ellos sean llevados cautivos por Dios. Después de eso reconoceremos la autoridad de Dios y no nos atreveremos a razonar ni aconsejar libremente.
El ser humano actúa como si en el universo hubiera dos personas que son omniscientes: Dios y él mismo. ¡Es un consejero que sabe de todo! Tal actitud indica claramente que todavía sus pensamientos tienen que volver a ser capturados, que no sabe nada de la autoridad.
Si yo fuera una persona cuyas fortalezas de razonamientos hubieran sido realmente derribadas por la autoridad de Dios, ya no podría dar consejos ni tendría interés en hacerlo. Mis pensamientos estarían sujetos a Dios y ya no sería una persona libre. (La libertad natural es la base del ataque de Satanás; así que hay que perder el derecho a ella.) Estaría dispuesto a escuchar. Los pensamientos del hombre son controlados por uno u otro de estos dos poderes: el razonamiento o la autoridad de Cristo. En realidad, nadie en este universo puede ejercer libremente su voluntad, porque o es capturado por los razonamientos o es aprehendido por Cristo. Por lo consiguiente, o sirve a Satanás o sirve a Dios.
Si un hermano ha tenido o no un encuentro con la autoridad se puede notar fácilmente observando estas tres cosas: (1) si usa palabras rebeldes; (2) si argumenta delante de Dios; y (3) si todavía da muchas opiniones. La destrucción de los razonamientos es simplemente el aspecto negativo; su consecuencia positiva es llevar cautivos todos los pensamientos de uno a la obediencia a Cristo a fin de que ya no ofrezca su propia opinión independiente. Antes yo tenía muchos argumentos para apoyar mis muchos pensamientos; pero ahora ya no tengo argumentos porque he sido capturado. Un cautivo no tiene libertad; ¿quién presta atención a la opinión de un esclavo? Un esclavo tiene que aceptar los pensamientos de otro, no ofrecer su propia opinión. En consecuencia, los que somos capturados por Cristo estamos dispuestos a aceptar los pensamientos de Dios y no a dar nuestro propio consejo.

Advertencias a los llenos de opiniones estrechas
1. PABLO
En lo natural, Pablo era una persona ingeniosa, capaz, sabia e inteligente. Siempre podía hallar una manera de hacer las cosas, tenía confianza y servía a Dios con todo entusiasmo. Pero mientras encabezaba a un grupo de gente que se dirigía a Damasco para arrestar a los cristianos de allí fue derribado en tierra por una gran luz. En el acto se desvanecieron todas sus intenciones, hábitos y capacidad. Ni volvió a Tarso ni regresó a Jerusalén. No sólo había abandonado su misión en Damasco sino que también había desechado todos los razonamientos con que la sustentaba.
Muchos hay que cuando se topan con dificultades cambian de dirección, probando primero esta manera y luego aquélla; pero no importa qué hagan, todavía siguen en sus propios caminos e ideas. Son muy necios al no caer después de haber sido golpeados por Dios. Aunque Dios los haya abatido en ese asunto particular, no serán afectados en cuanto a sus razonamientos y pensamientos. Por eso, muchos pueden tener cerrados sus caminos a Damasco, pero persistirán en seguir viaje a Tarso o Jerusalén.
No fue así con Pablo. Una vez que fue golpeado, lo perdió todo. No pudo decir ni pensar en nada, No supo absolutamente nada. "¿Qué haré, Señor?", preguntó. Aquí hallamos a uno cuyos pensamientos han sido llevados cautivos por el Señor y que obedeció desde lo más íntimo de su corazón. Antes, fueran cuales fueran las circunstancias, Saulo de Tarso siempre asumía la dirección; pero ahora, habiendo tenido un encuentro con la autoridad de Dios, se le perdieron a Pablo sus opiniones. La evidencia primaria de que uno ha tenido un encuentro con Dios está en la desaparición de sus opiniones y agudeza. Ojalá le pidamos honestamente a Dios que nos conceda el aturdimiento que produce la luz. Pablo parecía decir: "Soy un hombre a quien Dios volvió a capturar y, por lo tanto, un preso del Señor. Ahora es mi tiempo de escuchar y obedecer, no de pensar y decidir."

2. EL REY SAUL
El rey Saúl fue rechazado por Dios, no por robar, sino por perdonar a lo mejor de las ovejas y de los bueyes para ofrecer un sacrificio al Señor. Esto fue algo que provino de su propio parecer. de sus propios pensamientos de cómo agradar a Dios. Su rechazo se debió a que sus pensamientos no habían sido capturados por Dios. Nadie podría decir que el rey Saúl no era celoso en su servicio a Dios. No mintió, puesto que en realidad había perdonado a lo mejor del ganado mayor y de las ovejas. Pero había tomado una decisión según su propio parecer (véase 1o. de Samuel 15).
La conclusión es clara: todos los que sirven a Dios deben abstenerse terminantemente de tomar decisiones en base a sus propios pensamientos; al contrario, deben hacer la voluntad de Dios. A la expectativa, deben decir: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?" Decir más sería totalmente impropio. El obedecer es mejor que los sacrificios. Los hombres no tienen absolutamente ningún derecho de aconsejar a Dios.
Cuando el rey Saúl vio a esas ovejas y ganado mayor, quiso perdonarlos para ofrecerlos en sacrificio. Puede que su corazón hubiera estado allegado a Dios; sin embargo, Saúl era deficiente en el espíritu de obediencia. Un corazón allegado a Dios no puede reemplazar a la actitud de no atreverse a decir nada; una ofrenda de animales engordados no puede sustituir al hecho de no dar ninguna opinión. Porque el rey Saúl rehusó destruir a todos los amalecitas con sus ovejas y ganado mayor como Dios había mandado, tuvo que ser muerto por un amalecita, terminando de este modo su gobierno. Todos los que, basados en su propio parecer, perdonen a los amalecitas serán muertos finalmente por un amalecita.
3. NADAR Y ABIU
Nadab y Abiú se rebelaron en el asunto de la ofrenda, porque no estaban sujetos a la autoridad de su padre. Ellos trataron de aplicar sus propios pensamientos. De este modo pecaron contra Dios ofreciendo fuego extraño; así también ofendieron la administración de Dios. Aunque no hablaron una sola palabra ni dieron razones, quemaron, sin embargo, incienso según su propia opinión y parecer. Tal servicio lo consideraban como hacer algo bueno, y si erraban, sólo sería errar en materia de hacer algo bueno, a saber, servir a Dios. Ellos creían que tal pecado era insignificante; pero ignoraban que Dios los rechazaría al instante y que los castigaría con la muerte.
El testimonio del reino se da por medio de la obediencia
Dios no mira con cuánto fervor predicamos el evangelio ni con qué buena voluntad sufrimos por él; más bien parece mirar qué obedientes somos. El reino de Dios comienza cuando hay absoluta obediencia a Dios, cuando no se da ninguna opinión ni se esgrimen argumentos ni se murmura ni se denigra. Desde la creación del mundo Dios está esperando que llegue este glorioso día. Aunque tiene a su Hijo primogénito, quien es las primicias de la obediencia, espera, sin embargo, que sus muchos hijos sean como el Primogénito. Dondequiera que haya en esta tierra una iglesia que de veras obedezca a la autoridad de Dios, allí estará también el testimonio del reino y allí será derrotado, asimismo, Satanás. Satanás no tiene temor de lo que hagamos con tal que actuemos según el principio de la rebelión. Lo único que hace es reírse en secreto cuando hacemos las cosas según nuestras propias ideas.
La ley mosaica establecía que el arca debía ser llevada por los levitas; pero los filisteos la devolvieron poniéndola en una carreta tirada por dos vacas. David, al transportar el arca a su ciudad, no consultó a Dios. En vez de eso, actuó según su propio parecer y ordenó que el arca fuera llevada en una carreta. Pero los bueyes tropezaron y el arca comenzó a caer. En ese momento Uza extendió su mano al arca de Dios y la sostuvo. En el acto cayó muerto, herido por la mano de Dios. Aun cuando el arca no hubiera' caído, no estaba sobre los hombros de los levitas, que era donde debía estar, sino en una carreta. En una época anterior, cuando los levitas llevaron el arca a través del río Jordán, ésta estuvo bien segura a pesar del desbordamiento del río. El contraste nos muestra que Dios quiere que le obedezcamos, no que le indiquemos cuáles son nuestras ideas. Dios tiene que despojarnos antes de poder hacer su voluntad sin interferencia alguna. Si introducimos los pensamientos del hombre, el camino del servicio quedará cerrado para siempre. Es preciso que Dios gobierne, y que los hombres no den consejos.
En consecuencia, hay que desechar totalmente los pensamientos del hombre. En tiempos pasados hallábamos la libertad en vivir por nosotros mismos; ahora hallamos la verdadera libertad en el hecho de que Dios capturó de nuevo nuestros pensamientos a la obediencia a Cristo. Al perder nuestra libertad, ganamos la verdadera libertad en el Señor.
"Y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta" (2a. a los Corintios 10.6). La obediencia perfecta sólo es posible después de volver a capturar los pensamientos. Ninguno que todavía tiene la tendencia de darle consejos a Dios es plenamente obediente. El Señor está listo para castigar toda desobediencia cuando nuestra obediencia es perfecta. Si como compañía de creyentes podemos convertirnos tan completamente como para obedecer a Dios en forma absoluta, teniendo temor de nuestras propias ideas y opiniones, entonces sí que podrá Dios manifestar su autoridad en la tierra. ¿Cómo podemos esperar que el mundo sea obediente si la iglesia no obedece? Una iglesia desobediente no puede esperar que los incrédulos obedezcan al evangelio. Pero con una iglesia obediente llegará también la obediencia al evangelio.
Es menester que todos aprendamos a aceptar la disciplina para que nuestra boca, nuestra mente y nuestro corazón sean tan instruidos como para no hablar descuidadamente, ni argumentar ni dar consejos. El camino de la gloria está por delante de nosotros. Dios manifestará su autoridad en esta tierra.