Cristo dijo que si nuestra justicia no superaba a la de los escribas y fariseos no entraremos al reino de los Cielos
Por lo mismo. Los judios del AT observaban la ley de Moises a un punto que ningun creyente de hoy puede hacerlo. Nadie puede ser salvo por supropria obediencia. Como creo explique claramente, la obediencia es el fruto y la evidencia de nuestra fe,pero no es el medio de nuestra salvacion. Si Dios contaras nuestras fallas a lo largo de nuestras vidas estariamos lejos de de la perfeccion, que al final es el requerimento para morar con Dios.
Nuestra obediencia, los mejor de nuestras obras, de acuerdo a Isaias 64:6 :
"Todos nosotros somos como el inmundo, Y como trapo de inmundicia todas nuestras obras justas
. Todos nos marchitamos como una hoja, Y nuestras iniquidades, como el viento, nos arrastran." La traduccion literal ahi es de "tiras menstruales".
"Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe." Efe 2:8-9
Es la sangre de Cristo la que cubre nuestro pecado, nuestras faltas e imperfecciones.
Necesitamos que se nos impute la justicia de Cristo porque no tenemos justicia propia. Somos pecadores por naturaleza y no podemos hacernos justos por nosotros mismos, es decir, no podemos ponernos en una posición correcta ante Dios. Necesitamos que se nos impute la justicia de Cristo, es decir, necesitamos que Su santidad ante Dios se acredite en nuestra cuenta.
En su Sermón del Monte, Jesús deja en claro nuestra necesidad de justicia imputada. Dice:
“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mateo 5:48). Esto viene después de que Jesús acababa de corregir el malentendido de sus oyentes sobre la ley. En Mateo 5:20, Jesús dice que, si sus oyentes quieren entrar en el reino de los cielos, su justicia debe superar la de los fariseos, que eran los expertos en el conocimiento de la ley.
Luego, en Mateo 5:21-47, Jesús redefine radicalmente la obediencia a la ley, que pasa de ser una mera conformidad externa, que caracterizaba la “justicia” de los fariseos, a una obediencia de conformidad tanto externa como interna. Seis veces en este pasaje, dice:
“Habéis oído que se dijo… pero yo os digo”. De esta manera, Jesús diferenció los requisitos de la ley tal como se le había enseñado al pueblo de sus requisitos reales. Obedecer la ley es más que simplemente abstenerse de matar o adulterar, por ejemplo. También es no enojarse con su hermano y no codiciar en su corazón. Al final de esta sección del sermón, Jesús dice que debemos “ser perfectos” (versículo 48).
En este punto, la respuesta natural es:
“Pero yo no puedo ser perfecto”, lo cual es absolutamente cierto. En otro pasaje del Evangelio de Mateo, Jesús resume la Ley de Dios con dos mandamientos: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, alma, mente y fuerzas, y amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mateo 22:37-40). Estos mandamientos también nos condenan, porque ¿alguien ha amado alguna vez al Señor con todo su corazón, alma, mente y fuerzas y a su prójimo como a sí mismo? Todo lo que hacemos, decimos y pensamos debe hacerse, decirse y pensarse desde el amor a Dios y al prójimo. Nunca hemos alcanzado ese nivel de espiritualidad. No somos justos.
El pecado nos afecta hasta lo más profundo de nuestro ser, y por muy buenos que intentemos ser, nunca alcanzaremos el estándar de perfección de Dios por nosotros mismos. La Biblia dice que todas nuestras obras justas son como un “vestimento inmundo” (Isaías 64:6). Nuestros propios intentos de bondad simplemente no son suficientes. Necesitamos una justicia imputada, y para eso miramos a Cristo.
En la cruz, Jesús tomó nuestro pecado sobre Sí mismo y compró nuestra salvación. Hemos sido
“justificados por su sangre” (Romanos 5:9), y parte de esa justificación es una imputación de Su propia justicia. Pablo lo expresa de esta manera:
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). Jesús es justo en virtud de Su propia naturaleza: es el Hijo de Dios. Por la gracia de Dios,
“por medio de la fe en Jesucristo”, esa justicia es dada “a todos los que creen” (Romanos 3:22). Eso es imputación: dar la justicia de Cristo a los pecadores.
Tener la justicia de Cristo imputada a nosotros no significa que automáticamente hagamos lo correcto; eso vendrá a través del proceso de santificación. Lo que sí significa es que somos posicionalmente justos; Aunque todavía pecamos, somos justos en sentido legal o forense. Dios ha acreditado la justicia de Cristo a nuestra cuenta, y lo hizo cuando nos salvó. En la gracia, se nos atribuye la santidad de Jesucristo. Cristo “nos ha sido hecho por Dios sabiduría, es decir, nuestra justicia, santificación y redención” (1 Corintios 1:30).
Al tener la justicia de Cristo imputada a nosotros, podemos ser vistos como libres de pecado, como Jesús es libre de pecado. ¡Esta es una gracia asombrosa! No somos justos en nosotros mismos; más bien, poseemos la justicia de Cristo aplicada a nuestra cuenta. No es nuestra perfección sino la de Cristo lo que Dios ve cuando nos lleva a la comunión con Él. Todavía somos pecadores en la práctica, pero la gracia de Dios nos ha declarado justos ante la ley.
Saludos.