Hay mucha gente en este mundo, miles de millones. Pero en un sentido cada uno de nosotros está solo. Cada vida particular tiene sus propias relaciones en las que debe permanecer solo y a las que no lo puede acompañár otra persona. Las amistades pueden ser muy íntimas, y pueden ser de mucho sonsuelo e inspiración, pero en el sentido interno de la vida cada individuo vive solo y aparte.
Nadie puede vivir por tí. Nadie puede dar respuestas a tus dudas, solamente tú. Nadie puede tomar tus responsabilidades, y hacer tus decisiones y elecciones. Nadie puede realizar tus relaciones con Dios, sino tú. Nadie puede creer por tí. Mil amigos pueden rodearte y orar por tí, pero solamente cuando eleves el corazón en oración a Dios habrás puesto el alma en comunicación con Dios. Nadie puede obedecer a Dios en tu lugar. Nadie puede realizar tu trabajo por Cristo, ni nadie puede rendir cuentas por ti ante el trono del juicio.
Esta soledad de la vida a veces se hace muy real en la conciencia.
Las grandes almas lo han experimentado cuando se destacan por sobre el común de los hombres en sus pensamientos, esperanzas y aspiraciones, al igual que las montañas que se elevan sobre los valles y cerros menores. Los grandes líderes deben permanecer solos con mucha frecuencia, pues deben avanzar al frente de sus seguidores. Las batallas por la verdad y el progreso siempre han sido llevadas a cabo por almas solitarias. Elías, por ejemplo, en tiempo de desaliento, dejó bien claro que su soledad como hijo de Dios era la carga más grande que soportaba en su vida. En todas las épocas ha sido igual. Dios llama a un hombre para que le sirva con fidelidad y luche por Él.
Pero esta experiencia no es solamente para las almas grandes; en la vida de cualquiera que vive fielmente y en forma digna hay momentos en que debe luchar solo por Dios, sin compañía, y quizá sin que haya quien muestre simpatía por nuestro trabajo o pronuncie las necesarias palabras de aliento.-
J:R: MILLER (1891)
Nadie puede vivir por tí. Nadie puede dar respuestas a tus dudas, solamente tú. Nadie puede tomar tus responsabilidades, y hacer tus decisiones y elecciones. Nadie puede realizar tus relaciones con Dios, sino tú. Nadie puede creer por tí. Mil amigos pueden rodearte y orar por tí, pero solamente cuando eleves el corazón en oración a Dios habrás puesto el alma en comunicación con Dios. Nadie puede obedecer a Dios en tu lugar. Nadie puede realizar tu trabajo por Cristo, ni nadie puede rendir cuentas por ti ante el trono del juicio.
Esta soledad de la vida a veces se hace muy real en la conciencia.
Las grandes almas lo han experimentado cuando se destacan por sobre el común de los hombres en sus pensamientos, esperanzas y aspiraciones, al igual que las montañas que se elevan sobre los valles y cerros menores. Los grandes líderes deben permanecer solos con mucha frecuencia, pues deben avanzar al frente de sus seguidores. Las batallas por la verdad y el progreso siempre han sido llevadas a cabo por almas solitarias. Elías, por ejemplo, en tiempo de desaliento, dejó bien claro que su soledad como hijo de Dios era la carga más grande que soportaba en su vida. En todas las épocas ha sido igual. Dios llama a un hombre para que le sirva con fidelidad y luche por Él.
Pero esta experiencia no es solamente para las almas grandes; en la vida de cualquiera que vive fielmente y en forma digna hay momentos en que debe luchar solo por Dios, sin compañía, y quizá sin que haya quien muestre simpatía por nuestro trabajo o pronuncie las necesarias palabras de aliento.-
J:R: MILLER (1891)