LAS ANSIADAS VACIONES

11 Diciembre 2007
618
0
No cabe duda, que el verano con el periodo vacacional, es la época propicia para pensar, reflexionar y escribir estos modestos artículos, poniendo en lugar del cerebro, un alma rebosante de amor.
Efectivamente, las vacaciones nos permiten tener tiempo para todo, incluso a veces, hasta para aburrirnos aunque sea de forma transitoria. Y con tal motivo, recuerdo que mi paisano Monseñor Delicado, el que fuera Arzobispo de Valladolid hasta su jubilación, comentara en una de sus pastorales, que no entendía como habiendo tantas formas sanas para divertirse durante las vacaciones, la gente parecía aburrida, incluso entre la misma juventud.
Yo pienso, que a veces se suelen ver caras un tanto aburridas o quizás desilusionadas, pero no puedo entender los motivos, que por supuesto cada uno tendrá, cuando vivimos en un mundo en el que casi todo lo tenemos a nuestro alcance.
En cualquier caso, las vacaciones nos ofrecen la oportunidad de contemplando en silencio la naturaleza, disfrutar del tiempo libre, para querer y hacer felices a los que conviven con nosotros, estableciendo una relación más cercana con las personas que nos acompañan y compartiendo amor a manos llenas jugando con los niños haciendo castillos en la arena. Y de este modo olvidando por unos días nuestros negocios y preocupaciones que durante el resto del año nos tienen tan ocupados, nos daremos perfecta cuenta de que no existe veraneo mejor, que tener más cerca de ti, a los tuyos, aunque a veces hallamos protestado al cargar con la sombrillas, las toallas, los cubos de los niños y los cuarenta grados a la sombra sobre una arena quemando como un demonio.
Pero lo realmente importante, ha sido vivir esta hermosa unión familiar con la que intentamos santificar nuestras vacaciones y encontrar en medio de nosotros a un Dios con el que podremos hablar a través de esta oración en convivencia.
Incluso en esta bonita etapa anual, recibimos testimonios de solidaridad de personas que dedican su tiempo libre para hacer felices a otras necesitadas de ayuda. Es el caso de esa juventud que con una generosidad sin límites, deciden pasar sus vacaciones acompañando a un grupo de personas disminuidas física y psíquicamente, para que también ellos puedan disfrutar del mar y del sol. Y no escatiman esfuerzos, cariño y sonrisas, acompañándoles a la playa y llevándoles a participar en verbenas populares bailando, cantando y degustando golosinas.
O cuando nuestro joven vecino de apartamento, nos hace cómplices de su alegría por haberse enamorado, recitándonos los versos de G. A. Bécquer: “Hoy la tierra y los cielos me sonríen/ Hoy llega al fondo de mi alma el sol/ Hoy la he visto…la he visto y me ha mirado/ Hoy más que nunca creo en Dios”.
Sin embargo, junto a estos hermosos motivos de felicidad en nuestros días de descanso, también existen otras noticias con sello de tristeza que vapulean nuestras conciencias y que nos hacen entender que en el mundo siguen existiendo hermanos nuestros sumidos en el dolor.
Es el caso de los emigrantes que cruzando en pateras el estrecho de Gibraltar, encuentran su muerte, al luchar con el empeño de encontrar otra clase de vida para alejarse de la pobreza. Y que por supuesto también son hijos de Dios. De ese Dios que quizás para ellos está demasiado lejos, demasiado alto.
O la triste noticia difundida por los medios de comunicación, relativas al asesinato de Don Rafael, Párroco de Villafranca provincia de Córdoba, cometido por un rumano al que había acogido en su casa, ofreciéndole el trabajo que solicitaba.
Y uno, no sale de su asombro, cuando escucha este relato y piensa en ese hombre que se conmueve ante la necesidad de ayuda que le solicita el rumano y sin dudarlo le tiende su mano, -recordando al buen samaritano del Evangelio de Lucas (25, ss.)- recibiendo del extranjero asesino, la pérdida de la vida de su benefactor.
Y de nuevo seguimos asistiendo con verdadero dolor a esa trágica lista que parece interminable, de mujeres maltratadas, violadas y asesinadas, en este mundo despedazado por ciertos seres humanos convertidos en fieras que despreciando y no respetando el valor de la vida, la quebrantan.
En cualquier caso, lamentando los puntos graves y negativos, hemos de agradecer como siempre al Dios de Jesús, que nos haya concedido un año más, el haber disfrutado de la familia, teniendo en el centro de nuestras vacaciones a un Dios cercano y lleno de amor.
Sin duda cualquier ser humano, no puede ansiar “mejores vacaciones”.