Laicismo es libertad, igualdad y universalidad

Tobi

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21 Noviembre 2000
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Para reflexionar
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Extracto de la...
...Revista del Diario ABC Color de Asunción (Paraguay)
Asunción, Paraguay, domingo 29 de agosto de 2004

En nuestro medio es frecuente observar cómo se actúa y se obra mezclando cuestiones básicas de convivencia cívica con dogmatismos religiosos. A veces hasta se puede sentir que existe una suerte de confusión de las funciones y los roles de las instituciones, y de los diversos estamentos que forman la estructura de la sociedad paraguaya, especialmente en lo que atañe al papel del Estado y las funciones o atribuciones -o abusos de ellas- por parte de la principal institución religiosa: el catolicismo.

A propósito, en una de sus conferencias ofrecidas en nuestro medio por el
doctor Carlos Quintanilla Yerena, habló sobre el ideal de la laicidad y la república laica, y las religiones.

Comentó que "Latinoamérica goza de una historia
admirable en lo que al Alto Clero Político y el Poder Público se refiere, y
en México en particular, tal parece que en la política actual la labor de
nuestros antecesores provocan un signo de ingratitud y menosprecio, y no
obstante la masonería es una institución que estuvo hermanada a la
historia de las naciones latinoamericanas desde los matinales orígenes de
estas y sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad estuvo presente en su historia desde la época de la independencia".

"La masonería -dice el doctor Quintanilla-, ha sido a lo largo de la
historia la abanderada de las nuevas ideas que sustentan el poder
republicano. Frente a los viejos conceptos políticos que ha abanderado la
Iglesia (poder de origen divino, necesidad de un orden estamental,
intrínseca peligrosidad de las masas), la Masonería levantó y popularizó
ideas tales como el "contrato social", la soberanía popular, la
organización democrática del Estado, y la igualdad de los ciudadanos ante
la ley".

Con respecto del laicismo como principio fundamental de libertad del
hombre, Carlos Quintanilla recuerda que "la mayoría de los hombres creen en Dios, en una esencia primera o como se le identifique, otros no. La
libertad supone el carácter facultativo de adoptar una religión u otra e
inclusive del propio ateísmo. Por eso debe existir una 'opción espiritual',
que no favorezca una versión u otra de la espiritualidad misma. La igualdad supone la neutralidad confesional del Estado y de las instituciones públicas, para que todos, creyentes y no creyentes, puedan ser tratados sin privilegio ni estigmatización.

Estado y religión

La separación del Estado y de toda iglesia, señala el doctor Quintanilla,
no significa lucha contra la religión, sino simplemente, "vocación a la
universalidad, y a lo que es común a todos los hombres más allá de sus
diferencias".

"Libertad, igualdad, universalidad, y por fin, autonomía de juicio de cada
ciudadano, fundamentada en la instrucción laica: tales son los valores y
principios esenciales de la laicidad. Así se contesta claramente a las
preguntas básicas de la filosofía política. ¿Cómo unir a los diversos
creyentes sin que ninguno sea favorecido ni despreciado por su opción
espiritual?, y ¿qué consecuencia conlleva para el sistema escolar? Estas
dos preguntas servirán de hilo conductor para recordar el sentido y
valor del ideal de laicidad, tratando de rechazar algunos malentendidos que enturbian su comprensión".


Libertad religiosa o libertad espiritual

"Antes de todo, dice, han de precisarse aquí cuestiones de terminología,
ya que las palabras no son inocentes. Se trata de saber si es preferible
hablar de libertad religiosa o de libertad espiritual.

"¿Cuál es el concepto más adecuado? El de libertad religiosa parece
ambiguo. Diríamos más bien, libertad de tener o no una religión y de
expresar libremente esta opción espiritual. Pues la libertad no es en sí
misma religiosa o atea: es facultad del hombre elegir sin obligación una
versión determinada de la espiritualidad. Por eso parece más adecuado el
concepto de libertad espiritual. El concepto de 'privado' no debemos
confundirlo con el de 'individual', ya que incluye la dimensión colectiva
de asociaciones religiosas o filosóficas formadas por personas que eligen
una misma opción espiritual. Entonces, no se puede admitir el sofisma
antilaico de los que reclaman un reconocimiento público, en el plano
jurídico, de las religiones, so pretexto de su carácter colectivo, es
decir, ¿cuál es la forma de abrir el horizonte?".

República laica

Según el doctor Quintanilla, concebir un Estado laico es fundamentar la ley sobre lo que es común a todos los hombres, y explica: "El Laos, en griego, es el pueblo en su unidad, sin privilegios de algunos sobre los demás, lo que excluye toda dominación fundada en un credo impuesto a todos por parte de algunos. Se puede llamar clericalismo la tendencia a establecer un poder temporal, con dominación de la esfera pública, so pretexto de la dimensión colectiva de la religión. El 'anticlericalismo' atribuido a la laicidad no permite definirla, pues sólo es una consecuencia negativa del principio positivo que constituye su esencia. En ningún caso se ha de confundir la laicidad con la hostilidad a la religión".

"La laicidad, dice, es la devolución de la potencia pública a todos, sin
distinción. Descansa en dos principios esenciales: libertad de conciencia e
igualdad de los ciudadanos (igualdad jurídica, política y espiritual). La
república laica es de todos, y no sólo de los creyentes o de los ateos. Por
eso ha de ser confesionalmente neutral. Por eso también no se afirman en el mismo plano las diversas opciones espirituales, pues permite fundamentar su coexistencia justa. Desde este aspecto, la laicidad trasciende las diversas opciones espirituales, recordando a los hombres que la humanidad es una, antes de especificarse en creencias; es decir, primero se es ente humano y luego puedes ser o no creyente. Así que es también un principio de fraternidad".

"Se ha de notar que esta neutralidad no significa que el Estado laico está
vacío de valores, pues descansa en una elección ético-filosófica de
principios fundados en los derechos más universales del ser humano:
libertad e igualdad, que permiten una unión verdadera que impide las
diferencias, que organiza la convivencia fraternal de los hombres capaces
de vivirlas con distancia suficiente para no estar alienados por ellas. La
laicidad pone de relieve lo que une a los hombres antes de valorar lo que
los divide. Este tipo de fundamentación ya no privilegia un particularismo,
y por eso mismo permite que convivan en un cuadro jurídico común los
particularismos, proporcionando un espacio de diálogo, pero también unos
valores y un lenguaje comunes para inscribir todo debate en un ambiente y un horizonte de auténtica ínter comprensión".

"El peligro no es la expresión de las diferencias, sino la alineación a la
diferencia, pues esta puede resultar un calabozo donde se olvida la
humanidad de los demás".

Según Quintanilla, "el Estado laico no se puede reducir
solamente a un mero cuadro jurídico, pues ha de promover lo que fortalece
en cada futuro ciudadano la libertad de conciencia. Esta no sólo lo hace
independiente de cualquier tipo de tutela, sino que engrandece su
autonomía, o sea, su facultad de darse a sí mismo su pensamiento y sus leyes".



Laicismo frente a todo dogmatismo

"Actualmente, afirma el doctor Quintanilla, el laicismo se refiere no sólo
a la contradicción frente al poder confesional, sino a todo poder
dogmático. En este contexto, no se trata sólo de la actitud frente a las
religiones que buscan la hegemonía en las conciencias, sino también frente
a otras manifestaciones del dogmatismo como son de carácter ideológico y
político".

"El mesianismo en el plano político, fenómeno que se expresa en algunos de
los hitos ideológicos importantes del siglo XX, constituye nueva expresión
del dogmatismo que articula conductas hegemónicas en la sociedad y que
francamente tiene perfiles similares al mostrado por los poderes
confesionales. En ese contexto, el laicismo viene a ser previo al
pluralismo, en tanto, para que exista una institucionalidad que posibilite
el pluralismo y la democracia, debe existir un fundamento institucional
desprovisto de hegemonías de conciencia. En términos específicos, el
laicismo no es una ideología, sino una norma de conducta que permite una
orientación intelectiva ordenada".

"El Estado laico no profesa una ideología religiosa ni tampoco
antirreligiosa. Garantiza en cambio, a todas las confesiones, la libertad
de culto y de religión, e impide imponerles a los ciudadanos la confesión
religiosa del gobernante. El laicismo rechaza los regímenes teocráticos,
que subordinan el Estado a una religión determinada, de la misma forma,
rechaza la subordinación de las religiones al Estado, en términos que éste
las instrumentaliza o las reduce a una rama de su administración, con todos
los efectos enajenadores que puede conllevar su instrumentalización por
parte de una dirigencia política opresora. El laicismo no es contrario a la
religión ni a la actividad religiosa, y mucho menos a cualquier idea de
divinidad que cualquier hombre tenga, y en ningún sentido debe entenderse
como sinónimo de materialismo, ateísmo o agnosticismo; tampoco invita a
olvidarse de lo religioso, ni niega la importancia y presencia de la
religión en la sociedad. Por el contrario, valoriza el rol de la religión
como actividad moralizadora y como expresión de fe del individuo. El
laicismo invita a todos a vivir su religiosidad, con respeto al derecho de
los demás a vivir una religiosidad distinta o ninguna", concluyó.