La verdadera comunión cristiana

Bart

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24 Enero 2001
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Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos,
para que también vosotros tengáis comunión con nosotros;
y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre,
y con su Hijo Jesucristo.
1 Juan 1:3
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La verdadera comunión cristiana

¿Qué era lo que el apóstol Juan había visto y oído y deseaba anunciar
a sus hermanos en Cristo para que ellos también tuvieran comunión con él?
Sencillamente a Jesucristo, la vida eterna (v. 2),
y quien la comunica a los que creen en él.

Juan resalta aquello que fundamentalmente los creyentes tienen en común:
la vida eterna, la vida de Cristo y Cristo mismo.
Ésta es la base esencial de la comunión entre cristianos:
cada uno individualmente tiene la vida eterna en Cristo,
e igualmente la tiene en común con quienes la poseen.

Tener la vida eterna no sólo significa que viviremos eternamente,
sino que la vida de Cristo reemplaza la que teníamos de Adán.
Otrora andábamos en las tinieblas, ya que vivíamos sin Dios, quien es la luz.
Hoy, el creyente animado con la vida de Cristo
anhela cumplir la voluntad de Dios y comparte con otros creyentes
las mismas metas, el mismo amor, la misma esperanza, etc.

Pero, dirá usted,
¿qué hacemos con los pecados que cometemos tan a menudo?
Es cierto que todos pecamos, por eso Juan precisa:
"la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado" (v. 7);
"si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre,
a Jesucristo el justo" (2:1).

Cierto es que los cristianos pueden tener otras cosas en común,
pero sólo la comunión fundada en su Salvador
puede unirlos en las alabanzas al Señor.


© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)