LA TRANSFIGURACION DE JESUS

11 Diciembre 2007
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Haciendo una pequeña reflexión sobre el Evangelio del próximo Domingo, segundo del tiempo de Cuaresma, uno se imagina lo hermoso que sería para Pedro, Santiago y Juan estar acompañando a Jesús en el Monte Tabor de Israel siendo testigos de su transfiguración y escuchando la voz del Padre.

En el monte, Jesús iluminó su camino de abandono y soledad dialogando con el Padre que le proclamaba como su Hijo amado, con el que siempre compartió la existencia divina y que había sido anunciado como Salvador por los profetas.

No cabe duda, que para éstos tres discípulos éste encuentro espectacular y milagroso significó una experiencia nunca olvidada, escuchando las palabras del Padre: “Este es mi hijo amado” (Mc.1,11)
Dios sella con su presencia luminosa el camino de su Hijo, el camino de la cruz, el camino de la luz y de la esperanza.

El candor deslumbrante de los vestidos de Pedro, Santiago y Juan hablan por si mismos de su gloria. Las figuras de Moisés y Elías conversando con Él, les convence que la ley y las profecías se cumplen en ese Mesías esperado que colma todas las promesas y esperanzas al tiempo que el testimonio del propio Dios confirma y culmina la revelación: “Es su Hijo amado”.
Sin embargo junto a esta experiencia singular, Jesús les impone una discreción limitada. La razón parece evidente, solo a la luz de la resurrección de Jesús será posible comprender su transfiguración.

Y estoy convencido de que también ahora Jesús nos llamada para ir con Él al Tabor y allí entablar un diálogo con los grandes orantes de la historia, Moisés y Elías, para encontrar la iluminación, el aliento y la fuerza necesaria para afrontar los retos de nuestra existencia.
Pero no podemos quedarnos siempre en el Tabor. Tenemos que bajar del monte; tenemos que afrontar la vida con los demás; tenemos que transformar nuestra condición humana sin separarnos de los otros. En definitiva entregar nuestro amor sin esperar nada a cambio.
Los apóstoles guardaron el secreto y nosotros también en “secreto” hemos de trabajar con Jesús para vivir y resucitar con El.
Es cierto que los cristianos vivimos momentos de obscuridad, de incertidumbre, de incomprensión. Necesitamos un Tabor para escuchar la Palabra de Dios que nos hable directamente a nuestros corazones, porque ésta es la historia del amor de Dios hecha verdad y vida y porque sabemos que si no oramos, difícilmente podremos renovar nuestro compromiso con el Evangelio.

Así las cosas, cabría preguntarnos si ponemos más el acento en el desierto-tentación o en el Tabor-elevación. Si cuidamos nuestro proceso orante y de escucha. Si luchamos por sacar la oración de la monotonía o si de verdad nos preocupamos por entender los signos de cercanía de aquellas personas que llegan a nuestra vida.

Por todo ello, hemos de meditar sobre cuánto nos queda a los seguidores de Jesús para seguirle y transformar nuestras vidas aquí en nuestro pequeño mundo, unidos a todos los millones de hermanos que por una u otra causa sufren hambre, enfermedades crónicas, marginación, miseria, incomprensión y muertes violentas.

Unidos a… tantas necesidades humanas
 
Re: LA TRANSFIGURACION DE JESUS

¿Que significado tiene la transfiguración?
Durante la transfiguración de Jesús, Moisés y Elías también aparecieron “con gloria”. Se había profetizado que Jehová levantaría un profeta como Moisés, y esa promesa se cumplió en Cristo. Entre Moisés y Jesús hubo las siguientes similitudes: una matanza de niños al tiempo de su nacimiento, aunque a ellos se les libró; ambos ayunaron cuarenta días; Dios los levantó a los dos para el bien de la adoración verdadera y para efectuar una liberación; Dios dio a ambos el privilegio de ser mediadores de un pacto con Su pueblo (Éx 24:3-8; Heb 8:3-6; 9:15), y tanto a uno como al otro Jehová los utilizó para engrandecer Su nombre.


También se profetizó que Jehová enviaría a Elías el profeta, entre cuyas obras estuvo la de volver a personas de Israel al arrepentimiento verdadero. Juan el Bautista realizó esa clase de obra y fue el precursor del Mesías, en cumplimiento de Malaquías 4:5, 6. Pero puesto que la transfiguración aconteció después de la muerte de Juan el Bautista, el que Elías apareciese en ella indicaría que con el establecimiento del reino de Dios en las manos de Cristo se restauraría la adoración verdadera y se vindicaría el nombre de Jehová.
Durante la transfiguración, Jesús, Moisés y Elías hablaron acerca de “la partida [una forma de la palabra griega é·xo·dos] de él [Cristo] que él estaba destinado a cumplir en Jerusalén”. (Lu 9:31.) Este é·xo·dos, éxodo o “partida”, implicaba tanto la muerte de Cristo como su posterior resurrección a vida espiritual.

En la transfiguración, Moisés y Elías debieron representar, respectivamente, la Ley y los Profetas, todo lo cual señalaba a Cristo y se cumplía en él. Si bien en el pasado Dios había hablado por medio de los profetas, en esa ocasión indicó que lo haría por medio de su Hijo. (Gál 3:24; Heb 1:1-3.)
El apóstol Pedro entendió que la transfiguración era una confirmación maravillosa de la palabra profética, y al haber sido testigo ocular de la magnificencia de Cristo, pudo familiarizar a sus lectores con “el poder y la presencia de nuestro Señor Jesucristo”.

Muy pronto bajo el reinado de Jesús, veremos cumplidas las promesas de vivir en una Tierra donde la justicia habrá de morar.