La Soberanía de Dios

Malcom

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23 Marzo 1999
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Amigos y hermanos, aquí les comparto este tema fundamental para conocer quien es el Dios de la Biblia, espero que en verdad les sea de bendición.
Si desean aportar algo al mismo, adelante.

La Soberanía de Dios
Por
A.W. Pink



Aquí pueden encontrar los 11 capítulos de este Libro
http://www.graciasoberana.com/AWP/index.htm

INTRODUCCION


Se ha observado frecuentemente que uno de los requisitos fundamentales en la exposición de la Palabra de Dios es la necesidad de preservar el “equilibrio de la verdad”. Estamos plenamente de acuerdo con ello.

Hay dos cosas que están por encima de toda discusión: Dios es soberano, el hombre es responsable. En este libro hemos procurado exponer lo uno, así como en otras obras hemos puesto mucha importancia en lo otro. Reconocemos sin dudar que existe un verdadero peligro tanto en enfatizar demasiado lo primero como en ignorar lo segundo; de ello, la historia nos ofrece numerosos ejemplos. Hacer énfasis en la soberanía de Dios, sin sostener al mismo tiempo la responsabilidad de sus criaturas, tiende al fatalismo; dar a la responsabilidad del hombre tal importancia que se pierda de vista la soberanía de Dios, es exaltar a la criatura y deshonrar al Creador.

A fin de cuentas, casi todos los errores doctrinales provienen, realmente, de la perversión de la verdad, de la verdad mal trazada, de la verdad defendida y enseñada sin la debida armonía. El rostro mas hermoso de la tierra, poseedor de los rasgos mas atractivos, pronto se convertiría en algo feo y deforme si una de sus partes continuara creciendo mientras las demás permaneciesen atrofiadas. La belleza es, primordialmente, cuestión de armonía. Lo mismo ocurre con la Palabra de Dios: su perfección y santidad se perciben mejor cuando su sabiduría infinita es expuesta en sus verdaderas proporciones. En este intento es en el que tantos hombres fallaron en el pasado. Algunos quedaron tan hondamente impresionados por algún aspecto aislado de la Verdad de Dios, que concentraron sobre él toda su atención; en menosprecio de casi todos los demás. Cuando una porción de la Palabra de Dios ha sido constituida en “doctrina favorita", se ha convertido muchas veces en emblema distintivo de algún partido o grupo. Pero el deber de todo siervo del Señor es anunciar “todo el consejo de Dios” (Hech.20:27).

Cierto es que en los tiempos degenerados en que nos ha tocado vivir, cuando por donde quiera se exalta al hombre y la expresión “superhombre” ha llegado a ser común, existe una auténtica necesidad de resaltar incuestionablemente el hecho glorioso de la supremacía de Dios. Tanto más cuanto que está siendo negada de manera muy clara. Sin embargo, aun para esta defensa de la verdad se necesita gran sabiduría, pues existe el peligro de que nuestro celo “no sea de acuerdo con un conocimiento pleno”. Las palabras “alimento a tiempo” han de ser tenidas siempre en cuenta por el siervo de Dios. Lo que para una congregación puede ser necesidad de primer orden, para otra puede que no lo sea. Allí donde uno ha sido precedido por predicadores arminianos, deberá exponerse la verdad olvidada de la soberanía de Dios; aunque con precaución y cuidadosamente, para que los “niños” no reciban demasiado “manjar sólido”. Conviene tener en cuenta el ejemplo de Cristo en Juan 16:12; “Todavía tengo que deciros muchas cosas, pero ahora no las podéis sobrellevar.” Por otra parte, si soy llamado a ocupar un púlpito reconocido como calvinista , podrá ser beneficioso hacer énfasis en la verdad de la responsabilidad del hombre (en sus muchos aspectos). Lo que el predicador necesita dar no es lo que la congregación gusta mas de oír, sino lo que mas necesita, es decir, aquellos aspectos de la verdad que le son menos familiares, o que menos se demuestran en su andar.

Poner en práctica, de hecho, lo que hemos observado, hará probablemente al predicador víctima de la acusación de ser voluble. Pero, ¿que importa esto, si tiene la aprobación de su Señor? No ha sido llamado a ser “consecuente” consigo mismo, no con precepto alguno redactado por el hombre; su obligación es ser consecuente con la Sagrada Escritura. Y en la Escritura cada una de las partes o aspectos de la verdad queda balanceada por otro aspecto de la misma. Todas las cosas tienen sus dos caras, incluso el carácter de Dios; El es “Luz” (1Juan 1:5) lo mismo que “amor” (1Juan 4:8), y somos llamados, pues, a mirar “La bondad y la severidad de Dios” (Rom.11:22). ¡Predicar continuamente sobre la primera, ignorando la segunda, equivale a trazar una caricatura del carácter Divino!.

Cuando el Hijo de Dios se hizo carne y vino a la tierra en “forma de siervo” (Fil.2:7, aún en el pesebre era “Cristo el Señor” (Luc.2:11). La Escritura dice: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros” (Gál.6:2), pero el mismo capítulo insiste en que “cada cual llevará su propia carga” (Gál.6:5). se nos manda que no nos afanemos “por el día de mañana” (Mat.6:34), pero “si alguien no tiene cuidado de los suyos, y especialmente de los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo” (1Tim.5:8). Ninguna oveja del rebaño de Cristo perecerá (Juan 10:28,29), pero al mismo tiempo se exhorta al cristiano a que haga firme su llamamiento y elección(2Ped.1:10). Y así podríamos multiplicar las ilustraciones. No se trata de contradicciones, sino de enseñanzas complementarias: la una se equilibra con la otra. De este modo, las Escrituras ponen de relieve tanto la soberanía de Dios como la responsabilidad del hombre.

Sin embargo, en la presente obra nos ocupa la soberanía de Dios, y aunque reconocemos gustosamente la responsabilidad del hombre, no nos detenemos en cada página para insistir sobre ello; antes al contrario, hemos procurado subrayar aquel aspecto de la verdad que en nuestros días esta siendo casi universalmente descuidado. Puede decirse que el 95 por ciento de la literatura religiosa actual esta dedicada a poner de relieve los deberes y las obligaciones de los hombres. Pero ocurre que los que se dedican a exponer la responsabilidad humana son precisamente los mismos escritores que han perdido “el equilibrio de la verdad” al ignorar, en gran parte, la soberanía de Dios. Es perfectamente permitido insistir en la responsabilidad del hombre; pero, ¿y Dios? ¿acaso no tiene derechos y privilegios?. Para recuperar el “equilibrio de la verdad", sería preciso que se escribieran cien obras como esta, y que se predicaran diez mil sermones sobre este tema en todas partes. Se ha perdido este “equilibrio de la verdad”. perdido por el énfasis desproporcionado que se hace del aspecto humano, minimizando, cuando no excluyendo, el aspecto Divino. Admitimos que este libro es parcial, pues sólo procura tratar de un aspecto de la verdad, el aspecto olvidado, el aspecto Divino .