La secta de los brujos
Del 1 al 9 del pasado mes de mayo tuvo lugar en Atocha, Madrid, el llamado XVII Foro Internacional de las Ciencias Ocultas y Espirituales. La inauguración de la fiesta ocultista estuvo a cargo de una supuesta sacerdotisa y curandera mejicana que se hacía llamar Ivonne D. Orea. Descalza y rodeada de velas danzó al ritmo de un instrumento de percusión.
A este Foro, una especie de mercadillo esotérico, acudieron de España y de otros países mujeres y hombres que se presentaban a sí mismos como videntes, pitonisas, brujos, echadores de cartas, lectores del Tarot, espiritistas baratos, curanderos y un largo etcétera de ocultistas que forman la secta de los brujos.
Hasta 30 tenderetes se montaron en el Foro. En cada uno de ellos se exponía la mercancía propia de la tribu. Un amuleto para la lotería. Llaveros contra el asma, aguamarina para la felicidad, libros de rituales para acertar en la brujería y en la magia, adornos para decorar la pared con figuras del diablo, bolas de cristal para todos los gustos y todas las ocasiones. Como en años anteriores, la pócima más vendida fue un brebaje llamado “filtro del amor”.
¿Hay clientela para estos farsantes?
¡Dios mío, si la hay!
Toda la feria llena de gente desde la apertura al cierre. Ya lo decía Pascal: “El incrédulo es el que más cree”. Están cansados y desencantados de las religiones tradicionales y buscan sustitutos donde los haya. Ocurre lo mismo que en los tiempos del profeta Jeremías. Dejan a Dios, fuente de agua viva, y acuden a las cisternas putrefactas que no detienen agua.
Entre los seis o siete libros que tengo empezados y que no se cuándo acabaré de escribir, hay uno que ya tiene título: BIBLIA Y OCULTISMO. Llevo años recopilando material. Cuando escribo este artículo para PROTESTANTE DIGITAL acudo a mis archivos y encuentro una página del diario EL MUNDO de marzo 1998. Hay una tira humorística de Tascón y Nacho en la que aparece el conocido brujo español Rappel con rostro de búho y esta leyenda: “Pájaros de mal agüero”.
Al lado, un artículo sin firma que constituye un desmesurado ataque al extravagante mundo del ocultismo. Transcribo unos párrafos: “Hoy es Rappel y sus falsas profecías; ayer el doctor Khan y su obscena medicina; mañana cualquier otro que aparezca en una de esas televisiones que les hacen el juego. Aseguran curar la leucemia por teléfono, el sida por vudú y el mal de amores con una bola de cristal. Viven de lo malo, de lo triste, de lo abominable. Son cubos de basura con taxímetro, contables de la desdicha ajena. Son perniciosos, mienten a sabiendas y cobran por hacerlo. Nadie le da un programa de televisión a una prostituta y su oficio es infinitamente más digno, más elegante y más profesional que el de ellos.... Agazapados en sus ramas los búhos observan con deleite como los ratones viven y padecen en la miseria. Así les gusta a ellos: bien cebados de amargura”.
Según estadísticas que aparecen de vez en cuando en medios de comunicación, en España hay unos cuatro millones de personas enganchadas al ocultismo. El periodista Jorge Noriega decía en EL MUNDO: “Mucha gente se ha hartado de recordarnos que España es sociológicamente católica, y que aquí todo el mundo cree en Dios. Pues bien, no sé si creemos o no en Dios, pero lo que está claro es que el que se lleva el gato al agua es el brujo de la tribu”.
No se crea que el ocultismo en España es cosa de gente de poca cultura. El Instituto Opina ha dicho que el 42 por ciento de la clase alta está entregada a la videncia, frente a un 23 por ciento de la clase baja. Si en algo coinciden los videntes es, como lo cuenta Ramiro Cristóbal, “en que la mayoría de su clientela está formada por banqueros y empresarios, políticos y representantes de la nobleza y hasta de la realeza. Según la revista TRIBUNA, los beneficios de un “vidente” medianamente conocido pueden superar los diez millones de las antiguas pesetas al año.
De cuando en cuando leo en los medios de prensa católicos denuncias contra las sectas religiosas que trabajan en España. Las hay. Pero entre todas ellas no reúnen más de 150.000 personas. ¿Por qué no se denuncia esa secta de la brujería que tiene vía libre en periódicos, revistas, emisoras de radio y de televisión, donde cobran a tanto por un minuto de llamada y entretienen hasta media hora con charlas insulsas al llamador de turno?
La secta de la brujería hace una oferta tentadora: la posibilidad de conocer el futuro. Dejando de lado los numerosos textos bíblicos que podría comentar en este contexto y que aquí no caben, conocer de antemano nuestro futuro sería vivir en una sociedad demencial, de manicomios. Tal vez por esto la Biblia dice que nos bastan los afanes diarios. Los de mañana los determinará Dios, no el brujo.
J.A. Monroy es un escritor y conferenciante internacional
© J. A. Monroy, ProtestanteDigital.com, 2004 (España)
Del 1 al 9 del pasado mes de mayo tuvo lugar en Atocha, Madrid, el llamado XVII Foro Internacional de las Ciencias Ocultas y Espirituales. La inauguración de la fiesta ocultista estuvo a cargo de una supuesta sacerdotisa y curandera mejicana que se hacía llamar Ivonne D. Orea. Descalza y rodeada de velas danzó al ritmo de un instrumento de percusión.
A este Foro, una especie de mercadillo esotérico, acudieron de España y de otros países mujeres y hombres que se presentaban a sí mismos como videntes, pitonisas, brujos, echadores de cartas, lectores del Tarot, espiritistas baratos, curanderos y un largo etcétera de ocultistas que forman la secta de los brujos.
Hasta 30 tenderetes se montaron en el Foro. En cada uno de ellos se exponía la mercancía propia de la tribu. Un amuleto para la lotería. Llaveros contra el asma, aguamarina para la felicidad, libros de rituales para acertar en la brujería y en la magia, adornos para decorar la pared con figuras del diablo, bolas de cristal para todos los gustos y todas las ocasiones. Como en años anteriores, la pócima más vendida fue un brebaje llamado “filtro del amor”.
¿Hay clientela para estos farsantes?
¡Dios mío, si la hay!
Toda la feria llena de gente desde la apertura al cierre. Ya lo decía Pascal: “El incrédulo es el que más cree”. Están cansados y desencantados de las religiones tradicionales y buscan sustitutos donde los haya. Ocurre lo mismo que en los tiempos del profeta Jeremías. Dejan a Dios, fuente de agua viva, y acuden a las cisternas putrefactas que no detienen agua.
Entre los seis o siete libros que tengo empezados y que no se cuándo acabaré de escribir, hay uno que ya tiene título: BIBLIA Y OCULTISMO. Llevo años recopilando material. Cuando escribo este artículo para PROTESTANTE DIGITAL acudo a mis archivos y encuentro una página del diario EL MUNDO de marzo 1998. Hay una tira humorística de Tascón y Nacho en la que aparece el conocido brujo español Rappel con rostro de búho y esta leyenda: “Pájaros de mal agüero”.
Al lado, un artículo sin firma que constituye un desmesurado ataque al extravagante mundo del ocultismo. Transcribo unos párrafos: “Hoy es Rappel y sus falsas profecías; ayer el doctor Khan y su obscena medicina; mañana cualquier otro que aparezca en una de esas televisiones que les hacen el juego. Aseguran curar la leucemia por teléfono, el sida por vudú y el mal de amores con una bola de cristal. Viven de lo malo, de lo triste, de lo abominable. Son cubos de basura con taxímetro, contables de la desdicha ajena. Son perniciosos, mienten a sabiendas y cobran por hacerlo. Nadie le da un programa de televisión a una prostituta y su oficio es infinitamente más digno, más elegante y más profesional que el de ellos.... Agazapados en sus ramas los búhos observan con deleite como los ratones viven y padecen en la miseria. Así les gusta a ellos: bien cebados de amargura”.
Según estadísticas que aparecen de vez en cuando en medios de comunicación, en España hay unos cuatro millones de personas enganchadas al ocultismo. El periodista Jorge Noriega decía en EL MUNDO: “Mucha gente se ha hartado de recordarnos que España es sociológicamente católica, y que aquí todo el mundo cree en Dios. Pues bien, no sé si creemos o no en Dios, pero lo que está claro es que el que se lleva el gato al agua es el brujo de la tribu”.
No se crea que el ocultismo en España es cosa de gente de poca cultura. El Instituto Opina ha dicho que el 42 por ciento de la clase alta está entregada a la videncia, frente a un 23 por ciento de la clase baja. Si en algo coinciden los videntes es, como lo cuenta Ramiro Cristóbal, “en que la mayoría de su clientela está formada por banqueros y empresarios, políticos y representantes de la nobleza y hasta de la realeza. Según la revista TRIBUNA, los beneficios de un “vidente” medianamente conocido pueden superar los diez millones de las antiguas pesetas al año.
De cuando en cuando leo en los medios de prensa católicos denuncias contra las sectas religiosas que trabajan en España. Las hay. Pero entre todas ellas no reúnen más de 150.000 personas. ¿Por qué no se denuncia esa secta de la brujería que tiene vía libre en periódicos, revistas, emisoras de radio y de televisión, donde cobran a tanto por un minuto de llamada y entretienen hasta media hora con charlas insulsas al llamador de turno?
La secta de la brujería hace una oferta tentadora: la posibilidad de conocer el futuro. Dejando de lado los numerosos textos bíblicos que podría comentar en este contexto y que aquí no caben, conocer de antemano nuestro futuro sería vivir en una sociedad demencial, de manicomios. Tal vez por esto la Biblia dice que nos bastan los afanes diarios. Los de mañana los determinará Dios, no el brujo.
J.A. Monroy es un escritor y conferenciante internacional
© J. A. Monroy, ProtestanteDigital.com, 2004 (España)