La Rueda de la Escritura
En el quinto año del exilio del pueblo escogido, que había sido deportado a Babilonia, el profeta Ezequiel tuvo una visión: entre nubes, viento y fuego aparecieron
cuatro seres vivientes, que se movían gracias al impulso del Espíritu. Junto a ellos había unas ruedas llenas de ojos, cuyo movimiento correspondía al movimiento de
los vivientes.
Más de mil años después, en Roma, en el año 593 de nuestra era, Gregorio Magno hizo un comentario al libro de Ezequiel, e interpretó la visión del carro
(todos pensaban que Ezequiel hablaba de un carro, puesto que hablaba de ruedas, aunque nunca menciona el carro).
En el contexto de la fe de la Iglesia, Gregorio Magno descubrió en las imágenes de la visión de Ezequiel un método de lectura de las Sagradas Escrituras.
Él quería hacer notar que la Sagrada Escritura es siempre activa, actual y, en cierta forma, infinita. El papa nos dejó una frase que expresa muy bien su idea y su actitud hacia las Escrituras:
La Escritura crece con quien la lee.
Para san Gregorio Magno, Dios se nos ha hecho cercano gracias a su palabra y por ello es muy necesario empeñarse en la lectura continua de la Sagrada Escritura,
la cual trasciende toda ciencia y toda enseñanza.
Este santo se fija especialmente en que la palabra de la Sagrada Escritura mientras expone el texto enuncia un
misterio, de manera que logra decir lo que ha pasado al mismo tiempo que anuncia lo que será. Esto significa que la Sagrada Escritura nos habla, por ejemplo, de
David, pero al mismo tiempo prefigura a Cristo, o nos habla del paso del Mar Rojo, y con ello profetiza nuestra liberación y el bautismo.
Según san Gregorio la Sagrada Escrtura posee una dinámica tanto en sentido individual como en sentido colectivo. El texto sagrado no solo corresponde a las
exigencias espirituales de quien lo lee, según su capacidad de lectura espiritual y a su madurez cristiana, sino también a los eventos que afectan el presente y el futuro
de la Iglesia.
San Gregorio descubre en el texto de Ezequiel, que cuando los seres vivientes se movían, también las ruedas se movían, que cuando los seres se elevaban, ellas se
elevaban. Los seres vivientes representan al lector de la Sagrada Escritura y las ruedas representan al Antiguo y al Nuevo Testamento.
La posibilidad de que se muevan simultáneamente vivientes y ruedas la daba la participación en el mismo Espíritu. En otras palabras, para leer y entender las palabra de Dios consignada en la Escritura Santa, es necesario leerla con el Espíritu.
La imagen de la rueda lleva además a otra consideración de importancia, pues si bien comporta la idea de la infalibilidad del curso de la Escritura e indica la
adapatabilidad de la palabra y de su correcta predicación, la imagen de la rueda hace decir a san Gregorio que el alma es llevada de la vida contemplativa a la
activa, para que, habiendo la vida contemplativa inflamado el ánimo, la activa sea conducida con mayor perfección.
Entre la vida contemplativa y la vida activa existe una circularidad que el papa ve simbolizada en las ruedas de la visión de Ezequiel, es decir el la Sagrada Escritura.
La circularidad de la contemplación y la acción es para nosotros, cristianos por traspasar el umbral del tercer milenio, un tema obligado.
Nuestros tiempos han sido
caracterizados, aún en las comunidades cristianas, por el efán de hacer y de actuar. No es malo actuar, pues Cristo mismo nos pidió que lo hiciéramos, pero
¿No será el problema de hoy precisamente que no contemplamos? ¿No parece nuestra acción ser tan importante que nos olvidamos que el que realmente puede actuar
ya lo ha hecho, enviando a su Hijo y concediéndonos su Espíritu?
Algunos piensan que la contemplación es perderse en las nubes de la fantasía y olvidarse de la realidad. No es así.
La contemplación cristiana no es algo
exclusivamente intelectual, porque sólo es posible por la caridad que inflama el corazón, y menos es perderse en la fantasía, porque la contemplación es escuchar al
Padre que nos habla en el Hijo y con el Espíritu nos envía a servir a nuestros hermanos.
La contemplación verdadera no puede perder la realidad, porque la Santa Trinidad es lo más real y da consistencia a toda otra realidad. La Escritura nos lleva a lo alto del misterio divino, para que luego volvamos enriquecidos y nuestro
actuar sea verdaderamente valioso ante Dios.
Jesús es, como siempre, el modelo de esta circularidad de la vida cristiana y de la propuesta de la Sagrada Escritura. Él es quien la ha cumplido y los evangelios nos
lo muestran orando fuertemente y haciendo el bien constantemente. Fue su contemplación del rostro misericordioso del Padre lo que nos vino a mostrar, porque nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
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Nota aclaratoria:
"contemplación" quiere decir la lectura meditada , "degustada, rumiada" y la posterior oración con la Sagrada Escritura.
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Juan Manuel
En el quinto año del exilio del pueblo escogido, que había sido deportado a Babilonia, el profeta Ezequiel tuvo una visión: entre nubes, viento y fuego aparecieron
cuatro seres vivientes, que se movían gracias al impulso del Espíritu. Junto a ellos había unas ruedas llenas de ojos, cuyo movimiento correspondía al movimiento de
los vivientes.
Más de mil años después, en Roma, en el año 593 de nuestra era, Gregorio Magno hizo un comentario al libro de Ezequiel, e interpretó la visión del carro
(todos pensaban que Ezequiel hablaba de un carro, puesto que hablaba de ruedas, aunque nunca menciona el carro).
En el contexto de la fe de la Iglesia, Gregorio Magno descubrió en las imágenes de la visión de Ezequiel un método de lectura de las Sagradas Escrituras.
Él quería hacer notar que la Sagrada Escritura es siempre activa, actual y, en cierta forma, infinita. El papa nos dejó una frase que expresa muy bien su idea y su actitud hacia las Escrituras:
La Escritura crece con quien la lee.
Para san Gregorio Magno, Dios se nos ha hecho cercano gracias a su palabra y por ello es muy necesario empeñarse en la lectura continua de la Sagrada Escritura,
la cual trasciende toda ciencia y toda enseñanza.
Este santo se fija especialmente en que la palabra de la Sagrada Escritura mientras expone el texto enuncia un
misterio, de manera que logra decir lo que ha pasado al mismo tiempo que anuncia lo que será. Esto significa que la Sagrada Escritura nos habla, por ejemplo, de
David, pero al mismo tiempo prefigura a Cristo, o nos habla del paso del Mar Rojo, y con ello profetiza nuestra liberación y el bautismo.
Según san Gregorio la Sagrada Escrtura posee una dinámica tanto en sentido individual como en sentido colectivo. El texto sagrado no solo corresponde a las
exigencias espirituales de quien lo lee, según su capacidad de lectura espiritual y a su madurez cristiana, sino también a los eventos que afectan el presente y el futuro
de la Iglesia.
San Gregorio descubre en el texto de Ezequiel, que cuando los seres vivientes se movían, también las ruedas se movían, que cuando los seres se elevaban, ellas se
elevaban. Los seres vivientes representan al lector de la Sagrada Escritura y las ruedas representan al Antiguo y al Nuevo Testamento.
La posibilidad de que se muevan simultáneamente vivientes y ruedas la daba la participación en el mismo Espíritu. En otras palabras, para leer y entender las palabra de Dios consignada en la Escritura Santa, es necesario leerla con el Espíritu.
La imagen de la rueda lleva además a otra consideración de importancia, pues si bien comporta la idea de la infalibilidad del curso de la Escritura e indica la
adapatabilidad de la palabra y de su correcta predicación, la imagen de la rueda hace decir a san Gregorio que el alma es llevada de la vida contemplativa a la
activa, para que, habiendo la vida contemplativa inflamado el ánimo, la activa sea conducida con mayor perfección.
Entre la vida contemplativa y la vida activa existe una circularidad que el papa ve simbolizada en las ruedas de la visión de Ezequiel, es decir el la Sagrada Escritura.
La circularidad de la contemplación y la acción es para nosotros, cristianos por traspasar el umbral del tercer milenio, un tema obligado.
Nuestros tiempos han sido
caracterizados, aún en las comunidades cristianas, por el efán de hacer y de actuar. No es malo actuar, pues Cristo mismo nos pidió que lo hiciéramos, pero
¿No será el problema de hoy precisamente que no contemplamos? ¿No parece nuestra acción ser tan importante que nos olvidamos que el que realmente puede actuar
ya lo ha hecho, enviando a su Hijo y concediéndonos su Espíritu?
Algunos piensan que la contemplación es perderse en las nubes de la fantasía y olvidarse de la realidad. No es así.
La contemplación cristiana no es algo
exclusivamente intelectual, porque sólo es posible por la caridad que inflama el corazón, y menos es perderse en la fantasía, porque la contemplación es escuchar al
Padre que nos habla en el Hijo y con el Espíritu nos envía a servir a nuestros hermanos.
La contemplación verdadera no puede perder la realidad, porque la Santa Trinidad es lo más real y da consistencia a toda otra realidad. La Escritura nos lleva a lo alto del misterio divino, para que luego volvamos enriquecidos y nuestro
actuar sea verdaderamente valioso ante Dios.
Jesús es, como siempre, el modelo de esta circularidad de la vida cristiana y de la propuesta de la Sagrada Escritura. Él es quien la ha cumplido y los evangelios nos
lo muestran orando fuertemente y haciendo el bien constantemente. Fue su contemplación del rostro misericordioso del Padre lo que nos vino a mostrar, porque nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
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Nota aclaratoria:
"contemplación" quiere decir la lectura meditada , "degustada, rumiada" y la posterior oración con la Sagrada Escritura.
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Ev. San Mateo cap. 28,18-20
Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré
siempre con ustedes hasta el fin del mundo".
Juan Manuel