La razón humana y el misterio de Dios

30 Noviembre 1998
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Esto va especialmente dedicado a mis amigos ateos y agnósticos del foro.

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FE Y RAZON
<BLOCKQUOTE><font size="1" face="Helvetica, Verdana, Arial">Comentario:</font><HR>
"Omne verum, a quocumque dicatur, a Spiritu Sancto est"

Toda verdad, dígala quien la diga, viene del Espíritu Santo

(Santo Tomás de Aquino)
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La razón humana y el misterio de Dios

Autor: Ing. Daniel Iglesias

El ejemplo de Santo Tomás (cf. G. K. Chesterton, Santo Tomás de Aquino, Colección Austral, Espasa-Calpe, Madrid 1985, pp. 130-133).

Se dice que Tomás de Aquino, el mayor teológo y filósofo medieval, tuvo hacia el final de su vida, mientras celebraba Misa, una experiencia mística que lo indujo a dejar inconclusa su obra magna, la "Suma Teológica".
Su amigo fray Reginaldo le rogó que volviese a sus costumbres ordinarias de leer y escribir, pero Tomás le respondió:

"No puedo escribir más. He visto cosas ante las cuales mis escritos son como paja".

Volvió a la sencillez extrema de su vida monástica (era dominico, es decir: pertenecía a la orden mendicante fundada en 1215 por Santo Domingo de Guzmán) y sólo dejó su retiro por obediencia al Papa, quien requirió su presencia en el Concilio II de Lyon (1274).
Se puso en camino, pero poco después de comenzar el viaje enfermó y fue conducido a un monasterio. Allí pidió que le fuese leído todo el canto de Salomón, confesó sus pecados y murió. El confesor dijo que su confesión había sido como la de un niño de cinco años.

Dos errores contrarios: racionalismo y fideísmo.

Santo Tomás tuvo la inteligencia más brillante de su época, pero sin embargo reconoció con humildad que la profundidad del misterio de Dios rebasa los límites del entendimiento humano. Todo ser humano debe usar el don divino de la razón para tratar de conocer la verdad. Más aún, el cristiano debe estar siempre dispuesto a dar razón de su esperanza a todo el que se la pida (cf. 1Pe 3,15); pero "el último paso de la razón es reconocer que hay una infinidad de cosas que la sobrepasan" (Blaise Pascal, Pensamientos, nº 466).

Dios es siempre el Incomprensible y el Inefable.

No obstante, este reconocimiento no anula el resultado de nuestros esfuerzos para penetrar en los misterios de la autorrevelación de Dios en su Hijo Jesucristo.

Sólo al final de su monumental obra teológica Santo Tomás dio ese último paso que completó su trayectoria.

Siguiendo el ejemplo de Tomás, debemos evitar dos errores contrarios:

El error del racionalismo: Pensar que la razón humana es autosuficiente para conocer plenamente a Dios, sin el concurso de la fe.

El error del fideísmo: Pensar que la razón humana es absolutamente impotente para conocer a Dios y que no puede fundamentar la fe cristiana.
Jesucristo nos revela el misterio de Dios.

Sin embargo, debido a la finitud de la razón humana, no podemos comprender plenamente ese misterio.
Ahora conocemos a Dios en forma imperfecta. En la vida eterna lo veremos cara a cara; la fe y la esperanza ya no serán necesarias, pero subsistirá el amor (cf. 1Co 13,8-13).

La Iglesia, mientras anhela la pronta venida del Reino de Dios y continúa en la tierra la misión del Redentor, no cesa de contemplar y estudiar los misterios divinos que conoce por la revelación.
El estudio teológico, apoyado en la Sagrada Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia, permite comprender cada vez más profundamente, a la luz de la fe, la verdad revelada en Cristo y por Cristo.
Conviene pues que los cristianos lean, mediten y estudien asiduamente los Libros Sagrados, para que adquieran la ciencia suprema de Jesucristo (Flp 3,8), pues desconocer la Escritura es desconocer a Cristo (cf. Concilio Vaticano II, constitución Dei Verbum, nn. 24-25).


Que el mismo Cristo, Camino, Verdad y Vida, nos conceda crecer cada día en el conocimiento del único Dios verdadero, de quien procede toda verdad, bondad y belleza; y que este conocimiento nos impulse a amarlo cada vez más y a unirnos a Él para siempre.

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Juan Manuel
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Santo Tomás fue el Aristóteles del cristianismo. De hecho, toda su obra es un plagio cristianizado del sistema aristotélico. Nada original hay en su filosofía: ese principio de causalidad unilateral que dista años luz del pensamiento moderno. Parece que Santo Tomás de Aquino no se acabó de creer lo que escribía. Estudió las obras de Avicena (el Santo Tomás del Islam) y Aristóteles y lo sembró la duda. Su vida es la historia de un fracaso, del fracaso que conlleva siempre el intento de racionalizar lo irracionalizable. Intentó conciliar razón y fe y no lo consiguió (es la misma tragedia de Pascal). El lo sabía, cuanto más pensaba en ello, más cuenta se daba, lo que se ve en sus arduos e intrincados escritos, llenos de vueltas y vueltas. Pero al final tuvo que ceder a la fe, comprendió que sus escritos, sus demostraciones, sus cinco vías, no conducían a nada mas que a complicar el tema.
El jansenista Pascal es un caso parecido. Como científico fue profundamente honesto (no como algunos de hoy que todos conocemos), pues sabía que la ciencia jamás le llevaría a Dios y acabó convirtiendo su fe en una simple apuesta, una apuesta en la que nada tenía que perder, porque la duda, al igual que a Tomás, lo corroía por dentro.
Tomás y Pascal acabaron refugiándose en la fe. Pero por la misma razón podrían haber desembocado en el escepticismo. Una profunda razón personal (temor, miedo, ¿quién sabe?) es la que les llevó al misticismo de sus últimos días.

Separad fe y razón. Pero, en ese caso, tendréis que prescindir de este foro.
 
El latinazgo de Juan Manuel traducido a la lengua cervantina es:

Toda verdad, dígala quien la diga, viene del Espíritu Santo

Esto es lo que Juan Manuel tiene que aprender del paganizado, aristotelizado Tomás de Aquino. No necesitamos escuchar estas palabras de un paganizado filósofo seudo-cristiano. La Biblia (en la que no cree Juan Manuel Carrizo lo dice enfáticamente de sí misma). La autoridad es la PALABRA DE DIOS y no un mequetrefe como este Tomás de Aristóteles.