La preciosidad del arrepentimiento

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5 Septiembre 2001
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PRACTICANDO EL LIBRO DE LOS HECHOS
Semana 4--- El día de Pentecostés
Sábado --- Leer con oración: Hch 2:33, 37-40; Jn 20:22
"Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hch 2:38)
LA PRECIOSIDAD DEL ARREPENtIMiENTO
Después de oír la predicación del evangelio, todos aquellos judíos venidos de varias partes del mundo fueron tocados en el corazón y preguntaron a Pedro qué era lo que debían hacer; y él les respondió: “Arrepentíos” (v. 38). Gracias al Señor, pues podemos arrepentirnos. Era como si Pedro dijese: “Hermanos, no teman si se equivocaron; lo más importante es que necesitan arrepentirse. Ustedes tienen que arrepentirse”. Al oír esto los judíos quizás pensaron: “¡Cuánta gracia! Nosotros cometimos un gran pecado pero, cuando nos arrepentimos, la sangre del mismo Jesús a quien crucificamos nos limpió de todo pecado. ¡Oh Señor, que tremenda salvación!”.
Esa fue nuestra experiencia de salvación. Nosotros somos pecadores e hicimos muchas cosas equivocadas, pero, cuando vino la luz, pudimos arrepentirnos. No obstante, si no somos iluminados y permanecemos aun en las tinieblas, no descubriremos cuan precioso es el arrepentimiento. Cuando nos arrepentimos, la sangre del Señor Jesús borra todas nuestras transgresiones; no queda ningún registro de ellas, es como si nunca hubiésemos pecado. Entonces, volvemos a la misma condición que cuando el Señor nos creó para Su objetivo y podemos disfrutar la presencia de Dios cara a cara, y Dios también puede disfrutar de nuestra presencia.
Pedro continuó diciendo: “Y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados” (Hch 2:38b). Nadie puede ser bautizado sin el arrepentimiento, pues quien no se arrepiente no puede sepultar las cosas viejas. Además de la sangre del Señor que nos purifica, cuando somos bautizados también podemos sepultar y olvidar todas las cosas negativas del pasado.
Hechos 2:38b-39a dice: “Y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa”. Esa es la promesa del Espíritu Santo (v. 33). El Espíritu Santo fue soplado interiormente en ellos en Juan 20:22, para que pudiesen vivir por la vida divina; y ahora fue derramado sobre ellos exteriormente como poder, esto es necesario para la obra. Pedro les habló otras muchas palabras, pero lo principal era que ellos deberían dar fin a todas las cosas pasadas, y así el Espíritu de Dios podría entrar en su interior y ser derramado sobre ellos.
Hechos 2:40 dice: “Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación”. La perversa generación, se refiere a los judíos perversos de esa época quienes rechazaron al Cristo de Dios. Era como si Pedro les dijese: “No se queden más en el alma, como esta generación que ha vivido según el alma natural hasta ahora. Estamos en la era del Espíritu y ustedes deben salvarse de esta generación perversa y pasar a vivir por el Espíritu en sus espíritus, pues esa promesa es para ustedes”.
La generación de los israelitas necesitaba ser salva de su religión y de la ley. Y nosotros, ¿de qué necesitamos ser salvos? ¿En qué era vivimos? ¿Para nosotros, cuál es la perversa generación? ¿Dónde están las personas del mundo hoy? ¿Qué hacen en cada ciudad? ¡Necesitamos ser salvos de esta generación! Gracias al Señor, pues Dios nos ha guardado y salvado de esta perversa generación, en la vida de la iglesia, donde recibimos el llenar del Espíritu, interiormente, y el derramamiento del Espíritu, exteriormente. Por fuera estamos llenos del Espíritu de poder y por dentro estamos llenos del Espíritu de vida. ¡Alabado sea el Señor!
Punto Clave: Sin arrepentimiento no se puede sepultar las cosas viejas
Pregunta: Responda todas las preguntas del último párrafo.
Dong Yu Lan
Derechos reservados a: Editora “Árvore da Vida”
¡Jesús es el Señor!