Re: la pitonisa white visita a un frenologo
Ese consejo te lo puede dar la abuelita más iletrada del campo.
La verdadera educación comienza en el Hogar.
En mi país, se propuso extender la jornada escolar con el fin de que el alumno estuviese más tiempo en la Escuela, y evitar así el permanecer en casa ociosamente, o en la calle en malas compañías, ya que ambos padres trabajan casi todo el día, y no hay nadie en casa que los atienda.
Una de las finalidades era que en la doble jornada, este sujeto de la educación participara ya sea en actividades recreativas, en deportes, en áreas artísticas y/o socioculturales.
¿Pero que sucedió realmente?
Luego de permanecer sentado casi toda la mañana, como no había implementación como tampoco profesores preparados para las actividades mencionadas, al alumnado se le atosigó con más escritura en lenguaje y ejercicios en matemáticas, hasta hacer que muchos odiaran estas asignaturas, las cuales sirven para mantener el control disciplinario dentro de la sala de clases. Incluso, luego de esta extensa y agotadora jornada, se le asignaban tareas para la casa a los infantes.
El consejo de Ellen White en el campo educacional viene para este tipo de reforma:
"El hogar debe ser la primera escuela industrial de todo niño. Y, tanto como sea posible, toda escuela necesita disponer de medios para proporcionar una educación manual. Esa educación reemplazara en gran medida al gimnasio, con el beneficio adicional de constituir una valiosa disciplina.
La educación manual merece más atención de la que se le ha prestado. Se deben abrir escuelas que, además de proporcionar una cultura mental y moral superior, dispongan de los mejores medios posibles para el desarrollo físico y la capacitación industrial. Se debe enseñar agricultura, trabajos manuales—tantos oficios útiles como sea posible—, economía doméstica, arte culinario, costura, confección de ropa higiénica, tratamientos a enfermos y otras cosas parecidas. Se debe disponer de jardines, talleres y salas de tratamientos, y la dirección del trabajo, en todos los ramos, tiene que estar a cargo de instructores expertos.
El trabajo ha de tener un propósito definido y debe ser bien hecho. Aunque todos necesitan conocer varios oficios, es indispensable ser versado a lo menos en uno. Todo joven, al salir de la escuela, debe haber aprendido algún oficio u ocupación mediante el cual, si fuera necesario, se pueda ganar la vida.
La objeción que por lo general se levanta en contra de la capacitación industrial en las escuelas, es la del gran gasto que ocasiona. Pero el objeto que se quiere alcanzar vale lo que cuesta. Ninguna tarea que se nos haya encomendado es tan importante como la de la educación de los jóvenes, y toda inversión que requiera su correcta realización será dinero bien empleado.
Incluso desde el punto de vista financiero, quedará demostrado que la inversión requerida por la educación manual es verdadera economía. Gracias a ella, muchos jóvenes dejarían de perder el tiempo en las esquinas o las tabernas; lo que cuesten los jardines, talleres y baños sería más que compensado por el ahorro en hospitales.
y reformatorios. ¿Y quién puede calcular el valor que tienen para la sociedad y la nación los jóvenes que adquieren hábitos de laboriosidad y llegan a estar capacitados en actividades útiles y productivas?
Para aflojar la tensión provocada por el estudio, las actividades realizadas al aire libre, que proporcionan ejercicio a todo el cuerpo, son muy beneficiosas. Ningún tipo de trabajo manual tiene más valor que la agricultura. Es necesario hacer más de lo que se hace para crear el interés por las tareas agrícolas, y para alentarlo. Llame el maestro la atención hacia lo que la Biblia dice en cuanto a la agricultura, es a saber, que era el plan de Dios que el hombre labrara la tierra; que al primer hombre, gobernante de todo el mundo, se le dio un jardín para que lo cultivara; y que en muchos de los más grandes hombres del mundo, su verdadera nobleza en realidad es que han sido agricultores. Preséntense las oportunidades que ofrece dicha vida. Salomón dice: “El rey mismo está sujeto a los campos”. Del que cultiva la tierra, la Biblia dice: “Porque su Dios le instruye, y le enseña lo recto”. Y “quien cuida la higuera comerá su fruto”. El que se gana la vida por medio de la agricultura, escapa a muchas tentaciones y goza de innumerables bendiciones y privilegios que no tienen los que trabajan en las grandes ciudades. Y en estos días de grandes monopolios y competencia comercial, pocos hay que gocen de una independencia tan real y de tan grande seguridad de recibir la justa recompensa de su trabajo, como el labrador de la tierra.
Cuando se enseña agricultura, no se debe hablar a los alumnos tan solo de la teoría, sino también de la práctica. Al mismo tiempo que aprenden lo que la ciencia puede enseñar en cuanto a la naturaleza y la preparación del terreno, el valor de las diferentes cosechas y los mejores métodos de producción, deben poner en práctica sus conocimientos. Compartan los maestros el trabajo con los alumnos y muestren qué resultados se pueden obtener por medio del esfuerzo hábil e inteligente. Así podrán despertar verdadero interés, y el deseo de hacer el trabajo del mejor modo posible. Semejante anhelo, junto con el efecto vigorizador del ejercicio, la luz del sol y el aire puro, despertarán tal amor por la agricultura, que orientará a muchos jóvenes cuando tengan que decidir cuál será la ocupación de sus vidas. De ese modo se podrían crear influencias abarcantes que a su vez podrían desviar la corriente inmigratoria que con tanta fuerza atrae ahora a la gente hacia las grandes ciudades.
También nuestros colegios podrían ayudar eficazmente a disminuir la desocupación. Miles de seres impotentes y hambrientos, que diariamente incrementan las filas de los criminales, podrían ganarse la vida en forma feliz, sana e independiente, si se los orientara hacia el trabajo de labrar la tierra para que lo hicieran con inteligencia y habilidad.
También los profesionales necesitan el beneficio de la educación manual. Un hombre puede tener una mente brillante; puede ser rápido para asimilar ideas; su habilidad y su conocimiento pueden asegurarle un lugar en su profesión escogida y, sin embargo, puede hallarse lejos de ser idóneo para desempeñar sus deberes. La educación que se basa mayormente en los libros induce a pensar superficialmente. El trabajo práctico estimula la observación minuciosa y la independencia de pensamiento; debidamente hecho, tiende a desarrollar el sentido común, cultiva la capacidad de hacer planes y ejecutarlos, fortalece el valor y la perseverancia, e induce a practicar el tacto y la pericia.
El médico que mediante el servicio que presta en la sala ha puesto el cimiento de su conocimiento profesional, será ágil mentalmente para evaluar situaciones, conocerá a fondo todos los detalles de su profesión, y poseerá la capacidad de prestar el servicio que haga falta en casos de emergencia. Todas esas cualidades esenciales únicamente las puede impartir en forma plena una educación práctica.
El pastor, el misionero, el maestro, descubrirán que es más abarcante la influencia que se puede ejercer sobre la gente cuando esta ve que poseen el conocimiento y la capacidad necesarios para desempeñar los deberes prácticos de la vida diaria. Y con frecuencia el éxito, y hasta la vida misma del misionero, dependen de su conocimiento de los trabajos prácticos. La destreza para preparar la comida, para atender accidentes y emergencias, para tratar enfermedades, para construir una casa o una capilla, si fuera necesario, establecen con frecuencia la diferencia que existe entre el éxito y el fracaso en la obra de la vida.
Mientras estudian, muchos alumnos recibirán una educación más valiosa si se sostienen a sí mismos. En vez de incurrir en deudas o depender del sacrificio de sus padres, los jóvenes de ambos sexos deben depender de sí mismos. Así apreciarán el valor del dinero y el tiempo, las fuerzas y las oportunidades, y estarán menos expuestos a la tentación de adquirir hábitos de ociosidad y derroche. Las lecciones de economía, laboriosidad, abnegación, administración práctica de los negocios y firmeza de propósito que así aprendan, constituirán una parte importante del equipo necesario para librar la batalla de
la vida. Y la lección del sostén propio, aprendida por el alumno, contribuirá en gran medida a preservar las instituciones de enseñanza de las deudas con las cuales tantos colegios han tenido que luchar, y que han contribuido a menoscabar su utilidad.
Hay que instruir a los jóvenes para que sepan que la educación no tiene como propósito enseñarles a esquivar las tareas desagradables ni las pesadas responsabilidades de la vida; que su propósito, en cambio, consiste en aligerar el trabajo mediante la enseñanza de mejores métodos y la fijación de metas más elevadas. Hay que enseñarles que el verdadero propósito de la vida no consiste en obtener toda la ganancia posible para sí mismo, sino en honrar a su Creador al hacer su parte en una tarea que beneficie al mundo, y al ayudar a los que son más débiles e ignorantes.
Una poderosa razón para menospreciar el trabajo físico es la forma descuidada e irreflexiva con que tan a menudo se lo realiza. Se lo hace por necesidad y no por gusto. El trabajador no pone su corazón en él; tampoco conserva su dignidad ni logra que los demás lo respeten. La educación manual debe corregir este error. Debe desarrollar hábitos de exactitud y prolijidad. Los alumnos necesitan aprender a tener tacto y a ser sistemáticos; tienen que aprender a economizar el tiempo y a sacar provecho de cada movimiento. No solo se les debe enseñar los mejores métodos, sino que se les debe inspirar a los alumnos la ambición de mejorar constantemente. Su meta debe ser que fuera su trabajo tan perfecto como puedan lograrlo las manos y el cerebro humanos.
Esta educación hará que los jóvenes sean amos y no esclavos del trabajo. Alegrará la suerte del labrador rudo y ennoblecerá hasta la más humilde ocupación. El que considera el trabajo solo como algo penoso, y lo lleva a cabo con complaciente ignorancia, sin esforzarse por mejorar, descubrirá que ciertamente es una carga. Pero los que reconozcan que hay ciencia en el trabajo más humilde, verán en él nobleza y belleza, y se deleitarán en hacerlo con fidelidad y eficiencia.
El joven así educado, cualquiera sea la vocación de su vida, mientras sea honesto, hará de su puesto algo útil y honorable."
(La Educación. págs., 196 - 199)