"Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí" (San Juan 5:39).
"Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos. Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará" (San Juan 8:31, 32).
Si un turista estudia constantemente los mapas que le señalan los caminos que debe seguir, no se perdería jamas en ningun sitio. Así sucede también con la Palabra de Dios. Sólo en la medida en que la aceptemos como nuestra guía y nos adaptemos a las instrucciones que encontremos en ella podremos comprender las verdades espirituales.
"Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salud (salvaclón) (2 Timoteo 3:15).
La Biblia hay que Estudiarla diariamente.
San Pablo elogió a los cristianos de Berea porque:
"recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así" (Hechos 17:11).
Tal es la clave del poder en nuestra propia vida. Permanecer en la Palabra de Dios es estudiarla cada día. El estudio de ella nos probará que el Evangelio:
"es potencia de Dios para la salud (salvación) a todo aquel que cree" (Romanos 1:16).
Debemos familiarizarnos con las enseñanzas de la Palabra de Dios.
Debemos seguir sus instrucciones.
La Palabra de Dios nos pone en guarda contra un peligro que acecha a los cristianos. Se refiere a algunos "que siempre aprenden, y nunca pueden acabar de llegar al conocimiento de la verdad" (2 Timoteo 3:7).
Es algo que puede suceder, y que sucede, a los que no están dispuestos a seguir las instrucciones contenidas en la Palabra de Dios. Son muchos los que no quieren poner su vida en armonía con las enseñanzas del santo Libro.
La Santa Biblia nos parece un Libro maravilloso hasta que condena uno u otro de los pecados que cometemos o alguna creencia errónea; nos apartamos del Libro santo protestando contra las reprensiones de la espada del Espiritu, que es la Palabra de Dios.
Una de las primeras leyes que debe observar el soldado de la cruz es aceptar las reprensiones de la Santa Biblia. Si verdaderamente deseamos obedecer a Dios, él nos mostrará qué es la verdad. Nuestro Señor dijo:
"El que quisiere hacer su voluntad, conocerá de la doctrina si viene de Dios" (San Juan 7:17).
"Volveos a mi reprensión: He aquí os derramaré mi Espíritu, y os haré saber mis palabras" (Proverbios 1:23).
La Palabra de Dios trata diversos temas. Con buenos motivos Dios nos la dio en una forma que nos oblige a escudriñarla.
En efecto, salvo en escritos tales como los de San Pablo --la epístola a los Romanos--, las doctrinas de la Biblia no se presentan en un orden sistemático, como para una mentalidad lógica o científica. No.
Las grandes verdades de la redención son para todos: hombres, mujeres, niños, ancianos, no importa la capacidad mental o el grado de ilustración. De ahí que estén expresadas en un lenguaje accesible a todos y no se den en un frío razonamiento filosófico. Y si bien son principios divinos y eternos, se dan en casos humanos; por eso a menudo aparecen entretejidas con hechos de la vida de un hombre o mujer, o se dan como un proverbio o declaración. El hombre tiene que descubrir esas perlas generalmente dispersas y agruparlas por temas. Haciéndolo, aprende en el esfuerzo, amplia su mente en la contemplación de esas verdades, desarrolla su espiritualidad al ajustar su vida a ellas.
El Autor de la mente humana conoce como ninguno sus leyes, y actúa sabia y pedagógicamente con sus criaturas a quienes quiere salvar.
Un niño en su proceso de conocer el mundo que lo rodea no adquiere el conocimiento todo de una vez. Y así, al ver por primera vez un árbol no llega a saberlo todo acerca de él sino que hoy percibe algo, y mañana otro poco, y cuando sea grande estudiará las funciones vitales del árbol y adquirirá un conocimiento científico sobre la materia.
¿No se abrumaría a ese niño si se pretendiera darle una clase de ciencias al respecto? ¿Y no se haría lo mismo con quien comienza a estudiar los temas bíblicos si se lo cargara de inmediato con el cuerpo completo de doctrinas?
Todo el que estudia la Biblia, al igual que un niño irá aprendiendo un poquito primero, algo más después, y asi continuará a lo largo de los años hasta alcanzar un admirable conocimiento de la doctrina. Pero debería hacerlo bajo la inspiración y guía del Maestro de Galilea, quien hoy sigue enseñando a los hombres con aquella sabiduría que lo caracterizó cuando estuvo en la tierra y que hizo de él el Maestro supremo de la humanidad.
A medida que aprendemos a estudiar la Santa Palabra, procuremos mantenerla pura de toda contaminación, de todo error y tradición humana. Somos soldados de la cruz y como tales tendremos que comparecer un día delante de nuestro gran jefe. Dios dice:
"Yo protesto a cualquiera que oye las palabras de la profecía de este libro: si alguno añadiere a estas cosas, Dios pondrá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad, y de lo que está a escrito en este libro (Apocalipsis 22:18, 19).
La Santa Biblia se compone de cierto número de libros, y, como la enciclopedia, abarca una cantidad de temas. Supongamos que deseemos conocer todos los datos relativos a la victoria definitiva del bien sobre el mal. Si comenzamos leyendo el libro de Génesis, que es el primero de la Santa Palabra, tendremos que leer mucho tiempo antes de encontrar lo que nos interesa en el Apocalipsis, que es el último libro de la Biblia.
Salta a la vista que para conocer la doctrina bíblica es necesario estudiar separadamenté los diversos temas que trata.
Se debe estudiarla bajo la inspiración del Espíritu de Dios. El Espíritu Santo enseñará al creyente a usar las Santas Escrituras.
"Lo cual también hablamos, no con doctas palabras de humana sabiduría, mas con doctrina del Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual" (1 Corintios 2:13).
Bajo la dirección del Espíritu Santo, debemos comparar los pasajes de la Escritura unos con otros. Tal fue el método que siguió nuestro Señor para que los discípulos le entendiesen.
"Estas son las palabras que os hablé... que era necesario que se cumpliesen todas las cosas que están escritas de mí en la ley de Moisés, y en los Profetas y en los Salmos. Entonces les abrió el sentido para que entendiesen las Escrituras" (San Lucas 24:44, 45).
Tal como lo hace el Espíritu Santo, cuando nuestro Señor explicaba los escritos sagrados tomaba los pasajes y las declaraciones de la fe, los profetas y los salmos, y los combinaba hasta que la luz de su pleno significado resplandecia en la mente de los discípulos.
Cristo conducía paso a paso a sus seguidores, de una porción de la Escritura a otra, hasta que entendían claramente el tema que les estaba enseñando. Por eso ellos comprendían correctamente las Sagradas Escrituras, y cuando a su vez les tocó enseñarlas a otros, no presentaban ninguna interpretación personal ni aceptaban las afirmaciones de un hombre o un grupo de hombres, sino la doctrina pura del Señor. Así debieran obrar ios discípulos de hoy.
"Abre mis ojos y miraré las maravillas de tu ley" (Salmo 119:18).
Antes de abrir las páginas sagradas, siempre debemos pedir al divino Autor del Libro que nos ayude a comprender lo que leemos.
Pidámosle pues al Sumo Sacerdote y unico mediador entre Dios y los hombres, a Jesucristo el justo, plena sabiduria para asi obtener la plena seguridad de estar en la unica doctrina verdadera:
"Un Señor, una Fe, un bautismo" (Efesios 4:5)
Amen!
"Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos. Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará" (San Juan 8:31, 32).
Si un turista estudia constantemente los mapas que le señalan los caminos que debe seguir, no se perdería jamas en ningun sitio. Así sucede también con la Palabra de Dios. Sólo en la medida en que la aceptemos como nuestra guía y nos adaptemos a las instrucciones que encontremos en ella podremos comprender las verdades espirituales.
"Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salud (salvaclón) (2 Timoteo 3:15).
La Biblia hay que Estudiarla diariamente.
San Pablo elogió a los cristianos de Berea porque:
"recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así" (Hechos 17:11).
Tal es la clave del poder en nuestra propia vida. Permanecer en la Palabra de Dios es estudiarla cada día. El estudio de ella nos probará que el Evangelio:
"es potencia de Dios para la salud (salvación) a todo aquel que cree" (Romanos 1:16).
Debemos familiarizarnos con las enseñanzas de la Palabra de Dios.
Debemos seguir sus instrucciones.
La Palabra de Dios nos pone en guarda contra un peligro que acecha a los cristianos. Se refiere a algunos "que siempre aprenden, y nunca pueden acabar de llegar al conocimiento de la verdad" (2 Timoteo 3:7).
Es algo que puede suceder, y que sucede, a los que no están dispuestos a seguir las instrucciones contenidas en la Palabra de Dios. Son muchos los que no quieren poner su vida en armonía con las enseñanzas del santo Libro.
La Santa Biblia nos parece un Libro maravilloso hasta que condena uno u otro de los pecados que cometemos o alguna creencia errónea; nos apartamos del Libro santo protestando contra las reprensiones de la espada del Espiritu, que es la Palabra de Dios.
Una de las primeras leyes que debe observar el soldado de la cruz es aceptar las reprensiones de la Santa Biblia. Si verdaderamente deseamos obedecer a Dios, él nos mostrará qué es la verdad. Nuestro Señor dijo:
"El que quisiere hacer su voluntad, conocerá de la doctrina si viene de Dios" (San Juan 7:17).
"Volveos a mi reprensión: He aquí os derramaré mi Espíritu, y os haré saber mis palabras" (Proverbios 1:23).
La Palabra de Dios trata diversos temas. Con buenos motivos Dios nos la dio en una forma que nos oblige a escudriñarla.
En efecto, salvo en escritos tales como los de San Pablo --la epístola a los Romanos--, las doctrinas de la Biblia no se presentan en un orden sistemático, como para una mentalidad lógica o científica. No.
Las grandes verdades de la redención son para todos: hombres, mujeres, niños, ancianos, no importa la capacidad mental o el grado de ilustración. De ahí que estén expresadas en un lenguaje accesible a todos y no se den en un frío razonamiento filosófico. Y si bien son principios divinos y eternos, se dan en casos humanos; por eso a menudo aparecen entretejidas con hechos de la vida de un hombre o mujer, o se dan como un proverbio o declaración. El hombre tiene que descubrir esas perlas generalmente dispersas y agruparlas por temas. Haciéndolo, aprende en el esfuerzo, amplia su mente en la contemplación de esas verdades, desarrolla su espiritualidad al ajustar su vida a ellas.
El Autor de la mente humana conoce como ninguno sus leyes, y actúa sabia y pedagógicamente con sus criaturas a quienes quiere salvar.
Un niño en su proceso de conocer el mundo que lo rodea no adquiere el conocimiento todo de una vez. Y así, al ver por primera vez un árbol no llega a saberlo todo acerca de él sino que hoy percibe algo, y mañana otro poco, y cuando sea grande estudiará las funciones vitales del árbol y adquirirá un conocimiento científico sobre la materia.
¿No se abrumaría a ese niño si se pretendiera darle una clase de ciencias al respecto? ¿Y no se haría lo mismo con quien comienza a estudiar los temas bíblicos si se lo cargara de inmediato con el cuerpo completo de doctrinas?
Todo el que estudia la Biblia, al igual que un niño irá aprendiendo un poquito primero, algo más después, y asi continuará a lo largo de los años hasta alcanzar un admirable conocimiento de la doctrina. Pero debería hacerlo bajo la inspiración y guía del Maestro de Galilea, quien hoy sigue enseñando a los hombres con aquella sabiduría que lo caracterizó cuando estuvo en la tierra y que hizo de él el Maestro supremo de la humanidad.
A medida que aprendemos a estudiar la Santa Palabra, procuremos mantenerla pura de toda contaminación, de todo error y tradición humana. Somos soldados de la cruz y como tales tendremos que comparecer un día delante de nuestro gran jefe. Dios dice:
"Yo protesto a cualquiera que oye las palabras de la profecía de este libro: si alguno añadiere a estas cosas, Dios pondrá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad, y de lo que está a escrito en este libro (Apocalipsis 22:18, 19).
La Santa Biblia se compone de cierto número de libros, y, como la enciclopedia, abarca una cantidad de temas. Supongamos que deseemos conocer todos los datos relativos a la victoria definitiva del bien sobre el mal. Si comenzamos leyendo el libro de Génesis, que es el primero de la Santa Palabra, tendremos que leer mucho tiempo antes de encontrar lo que nos interesa en el Apocalipsis, que es el último libro de la Biblia.
Salta a la vista que para conocer la doctrina bíblica es necesario estudiar separadamenté los diversos temas que trata.
Se debe estudiarla bajo la inspiración del Espíritu de Dios. El Espíritu Santo enseñará al creyente a usar las Santas Escrituras.
"Lo cual también hablamos, no con doctas palabras de humana sabiduría, mas con doctrina del Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual" (1 Corintios 2:13).
Bajo la dirección del Espíritu Santo, debemos comparar los pasajes de la Escritura unos con otros. Tal fue el método que siguió nuestro Señor para que los discípulos le entendiesen.
"Estas son las palabras que os hablé... que era necesario que se cumpliesen todas las cosas que están escritas de mí en la ley de Moisés, y en los Profetas y en los Salmos. Entonces les abrió el sentido para que entendiesen las Escrituras" (San Lucas 24:44, 45).
Tal como lo hace el Espíritu Santo, cuando nuestro Señor explicaba los escritos sagrados tomaba los pasajes y las declaraciones de la fe, los profetas y los salmos, y los combinaba hasta que la luz de su pleno significado resplandecia en la mente de los discípulos.
Cristo conducía paso a paso a sus seguidores, de una porción de la Escritura a otra, hasta que entendían claramente el tema que les estaba enseñando. Por eso ellos comprendían correctamente las Sagradas Escrituras, y cuando a su vez les tocó enseñarlas a otros, no presentaban ninguna interpretación personal ni aceptaban las afirmaciones de un hombre o un grupo de hombres, sino la doctrina pura del Señor. Así debieran obrar ios discípulos de hoy.
"Abre mis ojos y miraré las maravillas de tu ley" (Salmo 119:18).
Antes de abrir las páginas sagradas, siempre debemos pedir al divino Autor del Libro que nos ayude a comprender lo que leemos.
Pidámosle pues al Sumo Sacerdote y unico mediador entre Dios y los hombres, a Jesucristo el justo, plena sabiduria para asi obtener la plena seguridad de estar en la unica doctrina verdadera:
"Un Señor, una Fe, un bautismo" (Efesios 4:5)
Amen!