LA MUERTE ESCAMOTEADA

Bart

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24 Enero 2001
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http://www.icp-e.org/voz.htm

LA MUERTE ESCAMOTEADA

César Vidal

Cuando yo era niño – y de eso no hace tanto tiempo – todos sabían que iban a morir. Era común que los abuelos vivieran en casa; y aparte de que se asistía con naturalidad a su envejecimiento, por lo general bastante activo, formaba parte de lo cotidiano el saber que la gente moría.

No sólo morían ellos por supuesto. En la mente de mi abuela Remedios estaba tan claro el recuerdo de las personas fallecidas de hambre o enfermedades tan sólo unos años atrás que la insistencia para que yo comiera estaba muy relacionada con el temor a que contrajera alguna enfermedad – tuberculosis, anemia – que me arrancara de este mundo.

Creo que precisamente porque la muerte formaba parte de la realidad cotidiana no pocos de los comportamientos diarios estaban marcados por esa consciencia. Resultaba obvio que la muerte podía sorprender a todos en cualquier momento y que por ello había que tener presente que, dado que esta vida no era la única, en cualquier instante se podía comparecer ante Dios que nos juzgaría.

Las cosas – no cabe duda – han cambiado mucho desde mi infancia y uno de los cambios más significativos es la negación de la muerte. No sólo es que la gente no muere – y si muere es otra que nadie tiene que ver con nosotros – sino que incluso asistimos a un meticuloso borrado de huellas de que la muerte existe. Los ancianos han desaparecido para convertirse en una difusa tercera edad en que incluso se les obliga a vivir de una manera hasta ahora impensable; el envejecimiento natural es opacado con el uso de cremas, maquillajes o incluso bisturíes del cirujano plástico y, por supuesto, la idea de que haya que responder de esta vida ante Alguien es apartada con una enorme incomodidad que afecta incluso a los creyentes.

Ha señalado David Burt en un lucidísimo libro escrito precisamente tras estar a un paso de la muerte, que no pocas de las personas que niegan la trascendencia en realidad desean apartar el miedo a un juicio divino. Comparto en buena medida ese juicio que explica, por ejemplo, el odio con que se ataca el cristianismo a la vez que se es indiferente o se coquetea con el hinduísmo o el islam.

Con todo, me parece fatalmente errónea la estrategia del avestruz de tantos contemporáneos consistente en creer que el no mencionar la muerte la saca de nuestra existencia. El mensaje del Evangelio reconoce la realidad de la muerte, su carácter terrible y angustioso, pero frente a esa situación ni calla ni mira hacia otro lado. Por el contrario, anuncia que la muerte fue vencida por Jesús en Su resurrección, que un día El vendrá para juzgar a vivos y muertos y que debemos estar preparados para tan gozosa perspectiva. No neguemos por ello la realidad. Afirmémosla y con ella anunciemos la esperanza alegre de la resurrección para vida encerrada en Jesús de Nazaret. Comportarse de otra manera es simplemente meter la cabeza debajo de tierra.


César Vidal Manzanares
es un conocido escritor, historiador y teólogo.

© C. Vidal, I+CP, 2002, Madrid, España (www.ICP-e.org)