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Un libro recorre la historia de las operaciones secretas del espionaje pontificio, cuya existencia nunca ha reconocido Roma
La "mano negra" de la política del Vaticano
El Papa tiene a Dios en el cielo, a sí mismo en la tierra y en la clandestinidad, a la Santa Alianza o Entidad, nombre tras el que se ocultan los servicios secretos pontificios, cuya existencia nunca ha reconocido el Vaticano.
La frase -que calibra el poder del que en el corazón de la Iglesia Católica ha gozado el espionaje papal, desde su fundación por Pío V en 1566- sirve de introducción a Eric Frattini, autor de La Santa Alianza, cinco siglos de espionaje Vaticano, para emprender un recorrido histórico por las operaciones encubiertas de la que ha sido mano negra ejecutora de las políticas dictadas por Roma.
La sombra de la Santa Alianza -uno de las ramas del servicio secreto del Vaticano, junto al contraespionaje intramuros o Sodalitium Pianum y el Comité de Seguridad, adscrito a los servicios de seguridad del Papa- planea, según Frattini, sobre asesinatos de reyes y diplomáticos, apoyo y financiación a terroristas, dictadores sudamericanos y criminales de guerra, e incluso operaciones de lavado de dinero de la mafia.
Creados para defender los intereses del Estado Vaticano en cualquier lugar y a cualquier precio, los espías del Papa han contribuido a bascular el curso de la Historia desde que fueron organizados para «luchar contra el protestantismo (...), tratando de acabar con la vida de la hereje Isabel I de Inglaterra para apoyar a la católica María Estuardo», como relata Frattini en el libro, presentado ayer en Madrid.
Esa fue la primera de una serie de operaciones que han llegado hasta nuestros días. «Juan Pablo II ha sido uno de los cuatro Papas más activos a la hora de utilizar a la Santa Alianza como herramienta de poder», señala el periodista y escritor, que refiere en su ensayo histórico uno de los grandes escándalos que tuvieron lugar bajo su pontificado, la operación Pez Volador, a través de la cual la Banca Vaticana financió el ascenso de Lech Walesa y el sindicato católico polaco Solidaridad con la venta de misiles a la dictadura argentina durante la guerra de las Malvinas. El cerebro de esa trama, el cardenal Paul Casimir Marcinkus, fue también artífice de la operación Tatoi, «la financiación del golpe de estado de los coroneles en Grecia (...) para evitar la llegada de la izquierda de Papandreu al poder».
El espionaje vaticano sigue, pues, activo en la actualidad, «sobre todo en las cuestiones de Oriente Próximo e Irak, pero también en la campaña electoral de Bush», según el autor de la Santa Alianza, que recoge en su libro los rumores «bastante certeros» sobre que su actual jefe es un español, monseñor Pedro López Quintana, asesor responsable de Asuntos generales de la Secretaría de Estado del Vaticano.
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Un libro recorre la historia de las operaciones secretas del espionaje pontificio, cuya existencia nunca ha reconocido Roma
La "mano negra" de la política del Vaticano
El Papa tiene a Dios en el cielo, a sí mismo en la tierra y en la clandestinidad, a la Santa Alianza o Entidad, nombre tras el que se ocultan los servicios secretos pontificios, cuya existencia nunca ha reconocido el Vaticano.
La frase -que calibra el poder del que en el corazón de la Iglesia Católica ha gozado el espionaje papal, desde su fundación por Pío V en 1566- sirve de introducción a Eric Frattini, autor de La Santa Alianza, cinco siglos de espionaje Vaticano, para emprender un recorrido histórico por las operaciones encubiertas de la que ha sido mano negra ejecutora de las políticas dictadas por Roma.
La sombra de la Santa Alianza -uno de las ramas del servicio secreto del Vaticano, junto al contraespionaje intramuros o Sodalitium Pianum y el Comité de Seguridad, adscrito a los servicios de seguridad del Papa- planea, según Frattini, sobre asesinatos de reyes y diplomáticos, apoyo y financiación a terroristas, dictadores sudamericanos y criminales de guerra, e incluso operaciones de lavado de dinero de la mafia.
Creados para defender los intereses del Estado Vaticano en cualquier lugar y a cualquier precio, los espías del Papa han contribuido a bascular el curso de la Historia desde que fueron organizados para «luchar contra el protestantismo (...), tratando de acabar con la vida de la hereje Isabel I de Inglaterra para apoyar a la católica María Estuardo», como relata Frattini en el libro, presentado ayer en Madrid.
Esa fue la primera de una serie de operaciones que han llegado hasta nuestros días. «Juan Pablo II ha sido uno de los cuatro Papas más activos a la hora de utilizar a la Santa Alianza como herramienta de poder», señala el periodista y escritor, que refiere en su ensayo histórico uno de los grandes escándalos que tuvieron lugar bajo su pontificado, la operación Pez Volador, a través de la cual la Banca Vaticana financió el ascenso de Lech Walesa y el sindicato católico polaco Solidaridad con la venta de misiles a la dictadura argentina durante la guerra de las Malvinas. El cerebro de esa trama, el cardenal Paul Casimir Marcinkus, fue también artífice de la operación Tatoi, «la financiación del golpe de estado de los coroneles en Grecia (...) para evitar la llegada de la izquierda de Papandreu al poder».
El espionaje vaticano sigue, pues, activo en la actualidad, «sobre todo en las cuestiones de Oriente Próximo e Irak, pero también en la campaña electoral de Bush», según el autor de la Santa Alianza, que recoge en su libro los rumores «bastante certeros» sobre que su actual jefe es un español, monseñor Pedro López Quintana, asesor responsable de Asuntos generales de la Secretaría de Estado del Vaticano.
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