(PARA MEDITARLO)
Un hombre perdió un hacha. De inmediato sospechó que el hijo del vecino se la había robado.
Cuando veía pasar al niño, el niño tenía apariencia de haber robado un hacha; cuando escuchaba sus
palabras, oía a un niño que había robado un hacha. Todos los actos y modales del niño indicaban que era
el ladrón.
Más tarde, mientras cavaba una zanja, el hombre encontró el hacha perdida.
Al día siguiente vio de nuevo al hijo del vecino, pero en sus actos y modales no había rastros del niño que
había robado un hacha. El niño no había cambiado, sino el hombre. Y el único motivo de ese cambio
radicaba en su sospecha.
Un hombre perdió un hacha. De inmediato sospechó que el hijo del vecino se la había robado.
Cuando veía pasar al niño, el niño tenía apariencia de haber robado un hacha; cuando escuchaba sus
palabras, oía a un niño que había robado un hacha. Todos los actos y modales del niño indicaban que era
el ladrón.
Más tarde, mientras cavaba una zanja, el hombre encontró el hacha perdida.
Al día siguiente vio de nuevo al hijo del vecino, pero en sus actos y modales no había rastros del niño que
había robado un hacha. El niño no había cambiado, sino el hombre. Y el único motivo de ese cambio
radicaba en su sospecha.