Respuesta a Emmanuel
(Parte 2 de 2)
(Emmanuel)
Comentario:
[...].San Cirilo, obispo de Alejandría dice: unámonos como miembros a nuestra cabeza, que se sienta en el trono de los romanos pontífices, a quien debemos preguntar qué se ha de creer y qué es preciso observar, venerándole y rogándole más que a otros. Puesto que sólo a él pertenece reprender, corregir, disponer, ligar y desligar en nombre del que le ha establecido (...), ante el cual todos inclinan la cabeza por derecho divino, los primados del mundo le obedecen, como al mismo Jesucristo Señor nuestro. [...]
Anda!, pero si este es de....!Alejandría!.Hasta allí no debieron llegar las sectas evangélicas.
(Jetonius)
Sería interesante contar con la fuente de esta cita, pero no me sorprendería que el malicioso Cirilo hubiese dicho semejante cosa.
Tal vez no hayan llegado las “sectas evangélicas”, pero ciertamente se habían instaurado en la ilustre Iglesia donde presidiera Atanasio las intrigas palaciegas y la envidia hacia la sede rival de Bizancio. El tío y predecesor de Cirilo, Teófilo, fue el principal responsable de la deposición de Juan Cristóstomo, anterior patriarca de Constantinopla. Cirilo, hombre violento e implacable, fue un digno émulo de su tío, con la misma hostilidad hacia la sede imperial de la cual era obispo Nestorio.
Ahora bien, para atacar con éxito la segunda sede del Imperio, el mejor aliado posible era la Iglesia de la antigua capital, Roma.
El historiador jesuita Hubert Jedin lo explica así:
“ Desde luego, parece lógico que después de que el magisterio eclesiástico hubo la fe trinitaria en los dos primeros concilios ecuménicos, se orientara el pensamiento teológico hacia el misterio de la persona de Cristo. Sin embargo, no se debió esto a un proceso lógico, sino más bien a un antiguo conflicto entre dos escuelas teológicas, a la vez agudizado por una rivalidad de política eclesiástica.
La escuela catequética de Alejandría ... se servía del método alegórico para la explicación de la Sagrada Escritura. Su pensar era platónico y su fuerte la especulación teológica ... su mayor teólogo a principios del siglo quinto era san Cirilo de Alejandría, patriarca de esta ciudad desde el año 412. En su empeño de presentar la unión de la divinidad y la humanidad de Jesucristo como la más íntima posible, hablaba Cirilo de «una naturaleza del Verbo encarnado» ... Él mismo no se hacía cargo de que tal modo de hablar podría acabar por esfumar la naturaleza humana de Cristo y dar lugar a una concepción de la unión como «confusión» (synkrasis de las dos naturalezas.
En cambio, la escuela de Antioquía ... se distinguía por su sobria exégesis histórico-gramatical de la Sagrada Escritura. De pensar más bien aristotélico, estaba influida por un ligero soplo de racionalismo. Su benemérita y altamente venerada cabeza en el siglo cuarto, Diodoro de Tarso (m. antes de 394), como concienzudo exegeta que era, tomó tan en serio el ser humano de Cristo, que corrió peligro de relajar su unión substancial con la divinidad (que él, desde luego, reconocía) y reducirla a una unión puramente moral. Esta tendencia aflora apenas en su gran discípulo san Juan Crisóstomo, que en 398 sucedió a Nectario en la sede de Constantinopla, algo más en el influyente Teodoro de Mopsuestia (m. 428), y fuertemente acentuada en su discípulo Nestorio, quien a la muerte de su maestro fue nombrado obispo de Constantinopla...
Cirilo, patriarca de Alejandría; Nestorio, patriarca de Constantinopla: la tensión que emanaba de las tendencias de escuela quedó reforzada por la rivalidad de ambas sedes episcopales. Constantinopla, la residencia imperial en el Bósforo, fue dejando en la sombra y postergada a la prestigiosa Alejandría, sede de la ciencia y baluarte de la ortodoxia. El Crisóstomo (m. 407) había tenido ya que sufrir de los celos del patriarca de Alejandría, Teófilo, hombre ambicioso y ávido de poder; a éste sucedió su sobrino Cirilo. Se deja muy fácilmente comprender que este último se constituyera en ardiente impugnador de las inquietantes teorías de Nestorio sobre la persona de Cristo.
(Hubert Jedin, S.J.: Breve historia de los Concilios. Trad. A. Ros. Barcelona: Herder, 1963, p. 29-30; negritas añadidas).
Muy precozmente en la controversia entre Nestorio y Cirilo, iniciada en 429, éste buscó una alianza con la sede romana. Al año siguiente, un concilio presidido por el obispo de Roma, Celestino, se pronunció a favor de Cirilo. Al parecer los romanos habían sido informados de la supuesta doctrina de Nestorio por el propio Cirilo. Desde luego, además de la doctrina, los romanos también tenían su inquina contra Constantinopla, a la cual se le había otorgado el segundo lugar de honor en el canon tercero del Segundo Concilio Ecuménico (381) a pesar de las protestas de los obispos romanos.
Aunque el sínodo romano presidido por Celestino conminó a Nestorio a abandonar sus “impías novedades” y retornar a la ortodoxia, la carta no surtió efecto alguno, lo que demuestra que la autoridad del obispo romano, aún a la cabeza de un sínodo local, no era vinculante para otros obispos de sedes importantes. Por lo demás, la oposición contra Nestorio fue encabezada por Cirilo, no por Celestino, aunque el apoyo de éste fue muy bienvenido por el intrigante obispo alejandrino; probablemente de ahí su súbita apoteosis del obispo de Roma.
En caso de ser auténtica, la cita que transcribe es una ironía, al igual que la declaración de Celestino a Cirilo de que la doctrina de éste coincide con la romana, cuando en este caso fue Alejandría quien le dijo a Roma lo que debía enseñar.
A pesar del sínodo romano, como también de otro reunido por Alejandría por Cirilo, la controversia no se resolvió sino hasta el tercer Concilio Ecuménico, convocado como de costumbre por el emperador y reunido en Éfeso en 431. El Concilio fue presidido, desde luego, por Cirilo, quien según las actas conciliares representaba también al obispo de Roma, a pesar de que éste envió legados.
Nestorio se quejó de la manipulación del Concilio por parte de Cirilo: “Fui convocado por Cirilo, que reunió el concilio, por Cirilo que era su jefe. ¿Quién era juez? Cirilo. ¿Quién era el acusador? Cirilo. ¿Quién era el obispo de Roma? Cirilo. Cirilo lo era todo. Cirilo era obispo de Alejandría y ocupaba el lugar del santo y venerable obispo de Roma, Celestino.”
(Citado por Pierre Thomas Camelot, Los Concilios ecumánicos de los siglos IV y V, en El Concilio y los Concilios, trad. D.G. Jiménez. Madrid: Ediciones Paulinas, 1962, p. 82, n. 50).
Finalmente, Nestorio fue depuesto por decisión del Concilio (por haberse negado a comparecer) y no porque el obispo de Roma hubiese condenado sus doctrinas, aunque desde luego esto ayudó. Pero de hecho, la sola decisión del obispo romano en materia de doctrina no bastaba en el siglo V para dar por concluido un asunto.
(Emmanuel)
Comentario:
"...ha sido costumbre escribirnos primero a nosotros, y así determinar desde aquí lo justo"
Papa San Julio II
[Carta a los antioquenos, siglo IV]
Bueno, este no cuenta mucho porque como era Papa......además el muy blasfemo utiliza la palabra "costumbre" UUUUUUGGGGG !!
(Jetonius)
Lo más importante no es que lo haya dicho un obispo de Roma, ni que emplee la palabra “costumbre”. La cuestión es que la afirmación de don Julio es lisa y llanamente falsa. Era más bien una expresión de su deseo, y era lo que la sede romana estaba luchando por imponer. Pero ciertamente no era así al principio.
He aquí un ejemplo del siglo II...
La controversia pascual del siglo II y cómo el obispo de Roma debió entrar en razones
En el Libro V, Capítulos 23 al 25, de su Historia Eclesiástica , Eusebio de Cesarea presenta un relato de la controversia pascual , a causa de las diferencias entre la forma de observar la Pascua de los obispos asíaticos y otros, incluido el de Roma, Víctor. El asiático Polícrates le escribió a Víctor:
“Nosotros, pues, celebramos intacto este día, sin añadir ni quitar nada. Porque también en Asia reposan grandes luminarias ... Felipe ... Juan, el que se recostó sobre el pecho del Señor ...reposa en Éfeso. Y en Esmirna, Policarpo, obispo y mártir. Y Traseas, obispo asimismo y mártir ... reposa en Esmirna. ¿Y qué falta hace hablar de Sagaris, obispo y mártir, que descansa en Laodicea, así como del bienaventurado Papirio y de Melitón, el eunuco, que ... reposa en Sardes esperando la visita que viene de los cielos el día en que resucitará de entre los muertos? Todos estos celebraron como día de Pascua el de la luna decimocuarta, conforme al Evangelio, y no transgredían, sino que seguían la regla de la fe.
Y yo mismo, Polícrates, el menor de todos vosotros, [sigo] la tradición de mis parientes ... Siete parientes míos fueron obispos, y yo soy el octavo... Por tanto, hermanos, yo, con mis sesenta y cinco años en el Señor, que he conversado con hermanos procedentes de todo el mundo y que he recorrido toda la Sagrada Escritura, no me asusto de los que tratan de impresionarme, pues los que son mayores que yo han dicho: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres... Podría mencionar a los obispos que están conmigo, que vosotros me pedísteis que invitara y que yo invité. Si escribiera sus nombres, sería demasiado grande su número. Ellos, aun conociendo mi pequeñez, dieron su común asentimiento a mi carta, sabiendo que no en vano llevo mis canas, sino que siempre he vivido en Cristo Jesús."
(negritas añadidas)
Eusebio dice que en respuesta Víctor , obispo de Roma, “intentó separar en masa de la unión común a todas las comunidades de Asia y a las iglesias limítrofes, alegando que eran heterodoxas, y publicó la condena mediante cartas proclamando que todos los hermanos de aquella región, sin excepción, quedaban excomulgados. Pero esta medida no agradó a los obispos , quienes, por su parte, le exhortaban a tener en cuenta la paz y la unión y la caridad para con el prójimo. Se conservan incluso las palabras e éstos, que reconvienen a Víctor con bastante energía.
Una de tales enérgicas cartas fue escrita por Ireneo, obispo de Lyon, admirador de la Iglesia de Roma (ver más arriba) y partidario de la posición de Víctor en cuanto a la celebración pascual pero no de su proceder contra los asiáticos. He aquí lo que cita Eusebio:
“Efectivamente, la controversia no es solamente acerca del día, sino también acerca de la forma misma del ayuno, porque unos piensan que deben ayunar durante un día, otros que dos y otros que más; y otros dan a su día una medida de cuarenta horas del día y de la noche. Y una tal diversidad de observantes no se ha producido ahora, en nuestros tiempos, sino ya mucho antes, bajo nuestros predecesores, cuyo fuerte, según parece, no era la exactitud, y que forjaron para la posteridad la costumbre en su sencillez y particularismo. Y todos ellos no por eso vivieron menos en paz unos con otros, lo mismo que nosotros; el desacuerdo en el ayuno confirma el acuerdo en la fe.
... Entre ellos, también los presbíteros antecesores de Sotero, que presidieron la iglesia que tú riges ahora, quiero decir Aniceto, Pío e Higinio, así como Telésforo y Sixto: ni ellos mismos observaron el día ni a los que estaban con ellos les permitían elegir, y no por eso ellos mismos, que no observaban el día, vivían menos en paz con los que venían procedentes de iglesias en que se observaba el día... Y nunca se rechazó a nadie por causa de esta forma, antes bien, los mismos presbíteros, tus antecesores, que no observaban el día, enviaban la Eucaristía [en señal de comunión] a los de otras iglesias que sí lo observaban. Y hallándose en Roma el bianventurado Policarpo en tiempos de Aniceto, surgieron entre los dos pequeñas divergencias, pero en seguida estuvieron en paz, sin que acerca de este capítulo se querellaran mutuamente, porque ni Aniceto podía convencer a Policarpo de no observar el día –como siempre lo había observado, con Juan, discípulo de nuestro Señr, y con los demás apóstoles con quienes convivió--, ni tampoco Policarpo convenció a Aniceto de observarlo, pues éste decía que debía mantener la costumbre de los presbíteros antecesores suyos. Y a pesar de estar así las cosas, mutuamente comunicaban entre sí, y en la Iglesia Aniceto cedió a Policarpo la celebración de la eucaristía, evidentemente por deferencia, y en paz se separaron el uno del otro; y paz tenía la Iglesia toda, así los que observaban el día como los que no lo observaban.”
(Citas de la edición preparada por Argimiro Velasco Delgado; Madrid: BAC, 1973).
(Emmanuel)
Comentario:
"...muy bueno y muy conveniente [es] que de cualesquiera provincias acudan los sacerdotes a su cabeza, es decir, a la sede de Pedro Apóstol"
Concilio de Sárdica
[Carta «Quod Semper», siglo IV]
Cabeza= Roca?. No. Roca=Cristo?. Sí. ¿Qué será cabeza? ¿Como se dirá en griego?
(Jetonius)
Ah, Sárdica... Bien, lo siguiente me parece un comentario apropiado tanto para la cita de Julio II como para esta de Sárdica.
El caso del papa Zósimo, un “supremo maestro” que en el siglo V no sabía distinguir un documento pelagiano de uno ortodoxo, y que desconocía tanto los cánones de Nicea (que confundió con los de Sardis) como los límites de su propia autoridad, y hubo de ser enseñado por los obispos africanos.
Traduzco lo siguiente de la Catholic Encyclopedia:
“No mucho después de la elección de Zósimo el pelagiano Celestio , quien había sido condenado por el papa precedente , Inocencio I, vino a Roma para justificarse ante el nuevo papa, habiendo sido expulsado de Constantinopla. En el verano de 417, Zósimo realizó una reunión con la clerecía romana en la basílica de San Clemente, ante la cual compareció Celestio. Las proposiciones redactadas por el diácono Paulino de Milán, por causa de las cuales Celestio había sido condenado en Cartago en 411, fueron dispuestas ante él. Celestio se rehusó a condenar tales proposiciones, declarando al mismo tiempo en general que él aceptaba la doctrina expuesta en las cartas del papa Inocente y haciendo una confesión de fe que fue aprobada. El papa fue ganado por la conducta astutamente calculada de Celestio, y dijo que no estaba seguro de si el hereje había realmente mantenido la doctrina falsa rechazada por Inocente, y por tanto consideraba demasiado apresurada la acción de los obispos africanos contra Celestio. Escribió de inmediato en este sentido a los obispos de la provincia africana, y convocó a quienes tuviesen algo que decir contra Celestio para que compareciesen en Roma dentro de los dos meses. Poco después de esto, Zósimo recibió de Pelagio también una confesión de fe artificiosamente expresada, junto con un tratado del heresiarca sobre el libre albedrío. El papa reunió un nuevo sínodo de la clerecía romana, ante la cual ambos escritos fueron leídos. Las expresiones hábilmente escogidas de Pelagio ocultaban el contenido herético; la asamblea sostuvo que las afirmaciones eran ortodoxas, y Zósimo les escribió de nuevo a los obispos africanos defendiendo a Pelagio y reprobando a sus acusadores, entre los cuales se hallaban los obispos galos Hero y lázaro. El arzobispo Aurelio de Cartago rápidamente convocó un sínodo, el cual le envió a Zósimo una carta en la que se probaba que el papa había sido engañado por los herejes. En su respuesta, Zósimo declaró que no había determinado nada en forma definitiva, y que no deseaba establecer nada sin consultar a los obispos africanos. Luego de la nueva carta sinodal del concilio africano, del 1 de mayo de 418, al papa, y luego de las medidas tomadas en contra de los pelagianos por el emperador Honorio, Zósimo reconoció el verdadero carácter de los herejes. Ahora publicó su “Tractoria”, en el cual eran condenados el pelagianismo y sus autores. Así, finalmente, el ocupante de la Sede Apostólica en el momento exacto mantuvo con toda autoridad el dogma tradicional de la Iglesia, y protegió la verdad de la Iglesia contra el error. “
“Poco después de esto, Zósimo se involucró en una disputa con los obispos africanos con respecto al derecho de apelación a la sede romana de clérigos que habían sido excomulgados por sus obispos. Cuando el sacerdote Apiario de Sica había sido excomulgado a causa de sus delitos, apeló directamente al papa, sin consideración por el curso regular de la apelación en África, que estaba exactamente prescrito. El papa aceptó la apelación de inmediato, y envió al África legados con cartas para investigar el asunto. Un procedimiento más sabio hubiese sido referir primero a Apiario al curso ordinario de apelación en la misma África. A continuación, Zósimo cometió el error añadido de basar su acción en un supuesto canon del Concilio de Nicea [ecuménico], que era en realidad un canon del Concilio de Sárdica [local]. En los manuscritos romanos, los cánones de Sárdica seguían a los de Nicea inmediatamente, sin un título independiente, en tanto que los manuscritos africanos contenían únicamente los cánones genuinos de Nicea, de modo que el canon al que apeló Zósimo no se hallaba en las copias africanas de los cánones nicenos. Así surgió un serio desacuerdo acerca de esta apelación, que se prolongó después de la muerte de Zósimo.”
J.P. Kirsch, s.v. Pope St. Zosimus (The Catholic Encyclopedia , vol. XV; negritas añadidas).
Es probablemente un hecho afortunado para la Iglesia de Roma que el obispado de Zósimo (417-418) haya durado tan poco, pues de lo contrario es posible que hubiera cometido todavía más errores.
Aunque el autor del artículo citado pretende exonerar a Zósimo y presentarle como el guardián de la ortodoxia que “en el momento exacto mantuvo con toda autoridad el dogma tradicional de la Iglesia, y protegió la verdad de la Iglesia contra el error”, los hechos que él mismo narra son bien diferentes.
El titular de la sede romana examinó cuidadosamente lo expuesto por Celestio y Pelagio, y llegó a la conclusión de que ambos eran ortodoxos. Se ve que el Espíritu Santo no le asistió para distinguir la verdad del error. Como consecuencia de su evaluación, corrigió la condenación pronunciada por el obispo romano anterior (lo que muestra que en esta época los papas no se sentían aún obligados por las enseñanzas y decisiones de sus predecesores, que podían ser anuladas si era necesario) , censuró gravemente a los obispos galicanos acusadores –a los que calificó de maliciosos y turbulentos y pretendió excomulgar- , aconsejó paternalmente a los obispos africanos para que no se apresurasen a creer lo malo de su prójimo, y dijo que hubiera deseado que los africanos hubiesen podido oír las exposiciones de Celestio y Pelagio, a quienes llamó hombres de ortodoxia perfecta (absolutae fidei).
A pesar de la decisión del obispo romano, los obispos africanos se mantuvieron en su posición y reafirmaron la condenación de los errores pelagianos. Fue solamente frente a la firmeza de los africanos y a la condenación y destierro de Pelagio por la autoridad imperial (que vaticinaba un negro futuro para sus defensores) que Zósimo publicó su condenación de los pelagianos y sus escritos. Lo hizo muy tarde para defender la ortodoxia, que ya había sido reivindicada por los obispos de la Galia y del África, y apenas a tiempo para salvar su propio pellejo de la acusación de herejía.
Así que, si Zósimo no era pelagiano, al menos se tragó la carnada pelagiana con anzuelo y plomada, se atrevió a amonestar a los obispos que defendían la ortodoxia, y a duras penas reaccionó en el instante final. Por cierto, un papel muy triste para un pastor y maestro supremo.
Y si bien el problema del pelagianismo fue mucho más grave, la nueva controversia sostenida con los africanos a propósito de las apelaciones, lo muestra al pobre Zósimo como muy poco avezado también en cuestiones de disciplina eclesiástica, otra área en la cual se enseña hoy que las decisiones de los papas son inapelables.
El Código de Derecho Canónico vigente establece:
“El Romano Pontífice es juez supremo para todo el orbe católico, y dicta sentencia o personalmente, o mediante los tribunales ordinarios de la Sede Apostólica, o por jueces en los cuales delega.” (# 1442)
“No cabe apelación: 1º contra la sentencia del mismo Sumo Pontífice o de la Signatura Apostólica...” (# 1629).
“No cabe apelación ni recurso contra una sentencia o un decreto del Romano Pontífice.” (# 333, § 3).
“Por razón del Primado del Romano Pontífice, cualquier fiel puede llevar o introducir ante la Santa Sede una causa, tanto conteciosa como penal, en cualquiera instancia del juicio y cualquiera que sea el estado en el que se encuentre el litigio.” (# 1417.1).
Parece que los obispos africanos del siglo V no estaban enterados de estas leyes. ¿O serían evangélicos disfrazados?
(Emmanuel)
Comentario:
"...alegrémonos y demos gracias, porque hemos sido hechos no sólo cristianos, sino Cristo. ¿Entendéis, os dais cuenta, hermanos, del favor que Dios nos ha hecho? Admiraos, gozaos: hemos sido hechos Cristo. Pues si Él es la cabeza, nosotros somos sus miembros; el hombre total Él y nosotros... La plenitud, pues, de Cristo, la Cabeza y los miembros. ¿Qué es Cabeza y miembros? Cristo y la Iglesia".
San Agustín
[Tratado sobre el Evangelio de San Juan, 21.8: PL 35, 1568, siglo V]
Psst., no se despisten, que este era un católico de armas tomar. DOCTOR DE LA IGLESIA, nada más y nada menos.
Después de haber mostrado que Cristo es «el único Pastor, en el que todos los Pastores son uno», san Agustín concluye:
Comentario:
«Que todos se identifiquen con el único Pastor y hagan oír la única voz del Pastor, para que la oigan las ovejas y sigan al único Pastor, y no a éste o a aquel, sino al único y que todos en él hagan oír la misma voz, y que no tengan cada uno su propia voz (...) Que las ovejas oigan esta voz, limpia de toda división y purificada de toda herejía» (Sermo XLVI, 30: CCL 41, 557).
No os preocupeis los de las sectas, dice OVEJAS, no CABRAS. Así que no preocuparos.
Comentario:
y «en la medida en que uno ama a la Iglesia de Cristo, posee el Espíritu Santo» (San Agustín, «In Iohannis evangelium Tractatus», 32, 8).
AMEN.AMEN.AMEN.AMEN.AMEN.
¿A alguien de por aquí le gustan los Salmos?.: Je, je,je.
(Jetonius)
¡Qué interesante! Según los Padres de Sárdica la Cabeza es la sede romana, pero según Agustín es Cristo...
Desde luego, lo que dice aquí Agustín es por completo escritural (Efesios 5:23; Colosenses 1:18; 1 Pedro 5:1-4). Nada hay que objetar , excepto que usted parece suponer sin más que “la Iglesia” a la que aquí se refiere Agustín es “la Iglesia de Roma” y no la Iglesia católica antigua.
(Emmanuel)
Comentario:
Atanasio (III-IV)
. Quieres confundir y avergonzar a paganos y herejes, demostrando que ni uno solo de ellos posee el conocimiento de Dios, sino únicamente la Iglesia católica, puedes, si así lo piensas, cantar y recitar inteligentemente las palabras del 75.
......
Si quieres saber la diferencia que media entre la Iglesia católica y los cismáticos, y avergonzar a estos últimos, puedes pronunciar las palabras del 86.
¿Alguien se atreve a publicar esos dos salmos?.El 86 y el 75. Gracias.
(Jetonius)
Desde luego, Atanasio tiene razón aquí. Por otra parte, “Iglesia Católica” no es ni con mucho sinónimo de “Iglesia de Roma”. Esto corre por cuenta suya, no del paladín de la ortodoxia nicena.
Comentario:
........"Donde está Pedro, allí está la Iglesia"
San Ambrosio
[Enarraciones sobre los Salmos, 40, 30, siglo IV]
...doble GLUuuPS!!
(Jetonius)
La cita es muy breve para tragar o retragar. De todos modos, supongo que es el mismo Ambrosio que escribió “la fe es el fundamento de la Iglesia, porque no de la persona humana de san Pedro, sino de la fe, se dijo que las puertas del infierno no prevalecerían en contra de ella” (De Incarnatione V, 34).
(Emmanuel)
Comentario:
La Iglesia de Roma es "madre y raíz de la Iglesia católica", "lugar de Pedro", "cátedra de Pedro", "Iglesia principal por la que tiene principio la unidad entre los obispos". San Cipriano de Cartago [Epístolas, siglo III]
Este San Cipriano "huele" a católico que da gusto.....
Comentario:
porque «no puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia por Madre» (San Cipriano, «De catholicae Ecclesiae unitate», 6, 8),
¿No había por aquí alguno que había abierto un epígrafe diciendo que la Iglesia no es nuestra Madre?
(Jetonius)
Sin duda Cipriano era católico en sentido estricto. Diversos textos del obispo de Cartago se citan como supuestos testimonios del siglo III a favor de la supremacía papal; por ejemplo, su declaración en la Epístola 54 a Cornelio acerca de ciertos herejes:
“Después de tales cosas como éstas, más aun, todavía se atreven –habiendo sido nombrado para ellos un falso obispo por los herejes- a lanzarse y llevar cartas de personas cismáticas y profanas al trono de Pedro, y a la Iglesia principal donde la unidad sacerdotal tiene su fuente; y a no considerar que estos fueron los romanos cuya fe fue alabada en la predicación por el Apóstol, a los cuales la falta de fe no podía acceder.”
Elogiosas palabras que, si se toman fuera de contexto, parecen decir más de lo que San Cipriano quiso. En efecto, el obispo y mártir continúa diciendo:
“¿Pero cuál fue la razón de su venida y anuncio de la hechura del pseudo-obispo en oposición a los obispos? Porque ellos ora están satisfecho de cómo han hecho las cosas, y persisten en su impiedad; o, si están disgustados y se retractan, saben a dónde pueden retornar. Porque, como ha sido decretado por todos nosotros –y es igualmente ecuánime y justo- que el caso de cada uno se oído allí donde el delito ha sido cometido; y una porción del rebaño ha sido confiada a cada pastor individual, a la cual él ha de dirigir y gobernar, debiendo dar cuenta de sus actos al Señor; ciertamente no les corresponde a aquellos sobre quienes estamos el correr por ahí ni quebrantar la unidad de los obispos con su artificiosa y engañosa precipitación, sino el presentar su causa allí donde ellos puedan tener tanto a los acusadores como a los testigos de su crimen; a menos que por ventura les parezca demasiado poco a unos pocos hombres abandonados y desesperados la autoridad de los obispos del Africa, quienes ya los han juzgado y finalmente condenado, por la gravedad de su juicio, estando la conciencia de aquellos atada en muchas ligaduras de pecado. Su caso ya ha sido examinado, su sentencia ya ha sido pronunciada; ni le conviene a la dignidad de los sacerdotes ser culpados por la levedad de una mente cambiante e inconstante, cuando el Señor enseña y dice, “Que tu sí sea sí, y que tu no sea no”.
(negritas añadidas)
En otras palabras, luego de sus alabanzas San Cipriano dice muy claramente que el caso de estos herejes no debe ser juzgado por Roma, ya que ello es, de común acuerdo entre los obispos (y no por algún dictum papal) prerrogativa de los obispos en cuya sede se cometió el delito.
Los obispos africanos rectifican un error del obispo de Roma
Y que este y no otro es el sentido de sus palabras no solamente se desprende del contexto, queda palmariamente demostrado en primer lugar por un incidente a propósito de la destitución de dos obispos ibéricos. Los obispos depuestos apelaron a Esteban y obtuvieron de éste el apoyo para su restauración. Sin embargo, quienes habían depuesto a los obispos apelaron a Cipriano y los obispos africanos, quienes ratificaron la condenación de los obispos depuestos. Este último criterio fue el que prevaleció, y no el del obispo romano Esteban:
“Consecuentemente algunos de sus compañeros obispos se pusieron de su parte, pero los otros llevaron el caso ante San Cipriano. Una asamblea de obispos africanos convocada por él renovó la condenación de Basílides y Marcial, y exhortó al pueblo a entrar en comunión con los sucesores de ellos. Al mismo tiempo, [los obispos africanos] se esmeraron en señalar que Esteban había actuado como lo había hecho porque «situado a la distancia, e ignorante de los verdaderos hechos del caso» había sido engañado por Basílides.”
Horace K. Mann, Pope St. Stephen I (The Catholic Encyclopedia, vol. XIV)
En buen romance, con toda delicadeza los africanos “excusaron” a Esteban por haber sido víctima de un engaño a causa de su ignorancia de la verdadera situación.
La controversia bautismal
En segundo lugar, por la actitud que Cipriano y los demás obispos africanos, además del más célebre obispo de Asia, Firmiliano, adoptaron cuando Esteban, el obispo de Roma, quiso imponer su opinión acerca del bautismo de los herejes. Que fuese Esteban o Cipriano quien tenía razón no es relevante; el hecho es que la autoridad del obispo de Roma no era tenida por incuestionable, ni mucho menos, por el resto de los obispos.
He aquí lo que dice Cipriano:
“... ya que has querido que lo que Esteban, nuestro hermano, ha contestado a mis cartas, fuese puesto en tu conocimiento, te he enviado una copia de su respuesta; al leer la cual observarás más y más su error en esforzarse por sostener la causa de los herejes contra los cristianos, y contra la Iglesia de Dios... Él prohibió que alguien que proviniese de cualquier herejía fuese bautizado en la Iglesia; es decir, juzgó el bautismo de todos los herejes como justo y legítimo... E insistió en que nada se innovase ... ; como si fuese un innovador quien, manteniendo la unidad, defiende para la única Iglesia un único bautismo; y no manifiestamente lo fuese quien, olvidando la unidad, adopta las mentiras y el contagio de un lavamiento profano... ¿De dónde es esta tradición? ¿Hasta qué punto desciende de la autoridad del Señor y del Evangelio, o de los mandamientos y epístolas de los apóstoles? ... De modo que nadie debe difamar a los apóstoles como si ellos hubiesen aprobado el bautismo de los herejes, o hubiesen tenido comunión con ellos sin el bautismo de la Iglesia, cuando ellos, los apóstoles, escribieron semejantes cosas de los herejes... qué obstinación es, o qué arrogancia, preferir la tradición humana a la ordenanza divina, y no observar que Dios está indignado y furioso tantas veces como la tradición humana se relaja y suplanta los preceptos divinos [cita Isaías 29:13; Marcos 7:13; 1 Ti 6:3-5].
¡Ciertamente una excelente y legítima tradición es dispuesta ante nosotros por nuestro hermano Esteban, la cual puede otorgarnos una adecuada autoridad! Pues en el mismo lugar de su epístola él ha añadido y continuado: ‘Ya que aquellos que son especialmente heréticos no bautizan a quienes vienen a ellos de uno a otro, sino que los reciben en comunión.’ A este punto de maldad ha llegado la Iglesia de Dios y Esposa de Cristo, que sigue los ejemplos de los herejes; que con el propósito de celebrar los sacramentos celestiales, la luz deba obtener su disciplina de la oscuridad, y los cristianos deban hacer lo que hacen los anticristos. ¡¿Pero qué es esta ceguera del alma, qué es esta degradación de la fe, la de rehusarse a reconocer la unidad que proviene de Dios Padre, y de la tradición de Jesucristo el Señor y nuestro Dios!?
... Pero como ninguna herejía en absoluto, e igualmente ningún cisma, estando fuera [de la Iglesia] puede tener la santificación del bautismo que salva, ¿por qué la amarga obstinación de nuestro hermano Esteban ha irrumpido hasta el punto de sostener que nacen hijos de Dios del bautismo de Marción, o más aún, de Valentino y Apeles, y de otros que blasfeman contra Dios el Padre; y de decir que la remisión de los pecados es otorgada en el nombre de Jesucristo donde se vociferan blasfemias contra el Padre y contra Cristo, el Señor Dios?” [Ep. 73 a Pompeyo; negritas añadidas]
Por su parte Firmiliano, obispo de Cesarea de Capadocia, asiente de todo corazón con el africano, compara a Esteban con Judas, y afirma como cosa sabida de todos que la Iglesia de Roma no mantiene en todo las tradiciones originales:
“Excepto que podemos en este asunto agradecer a Esteban, que ahora ha sido a través de su descortesía que hemos recibido la prueba de tu fe y sabiduría. Pero aunque hemos recibido el favor de este beneficio por causa de Esteban, ciertamente Esteban nada ha hecho que merezca amabilidad y agradecimiento. Pues tampoco Judas puede considerarse digno por su perfidia y traición con la cual impíamente procedió con respecto al Salvador, como si él hubiese sido la causa de tan grandes ventajas, que a través de él el mundo y los gentiles fuesen libertados por la pasión del Señor.
Pero dejemos por el momento pasar estas cosas que han sido hechas por Esteban, no sea que recordando su audacia y orgullo traigamos una tristeza más duradera sobre nosotros a causa de las cosas que impíamente ha hecho. Y sabiendo, con respecto a ti, que tú has concluido el asunto ... hemos dado gracias a Dios que hemos hallado en hermanos tan distantes tal unanimidad de fe y verdad.
Y ciertamente, con respecto a lo que Esteban ha dicho, como si los apóstoles prohibiesen que fueran bautizados quienen vienen de la herejía, y hubieran entregado esto también para ser observado por sus sucesores, tú has respondido abundantísimamente, que nadie es tan necio como para creer que los apóstoles transmitieron esto, cuando es bien sabido que estas mismas herejías, execrables y detestables como son, surgieron subsecuentemente...
“Pero que quienes están en Roma no observan en todos los casos aquellas cosas que fueron transmitidas desde el principio, y vanamente pretenden la autoridad de los apóstoles; cualquiera puede saberlo también del hecho que, con respecto a la celebración de la Pascua, y con respecto a muchos otros sacramentos de asuntos divinos, puede ver que hay algunas diferencias entre ellos, y que no todas las cosas son observadas igualmente entre ellos, como son observadas en Jerusalén, del mismo modo que en muchas otras provincias también muchas cosas son variadas debido a la diferencia de los lugares y nombres. Y sin embargo, no por esto hay separación en absoluto de la paz y la unidad de la Iglesia Católica, como la que Esteban se ha atrevido ahora a realizar; quebrantando la paz contra vosotros, la cual sus han mantenido siempre con vosotros en mutuo amor y honra, hasta difamando, con esto, a los benditos apóstoles Pedro y Pablo, como si los mismos hombres que en sus epístolas execraron a los herejes, y nos advirtieron que nos apartásemos de ellos, hubieran transmitido esto. De lo cual surge que es una tradición humana la que defiende a los herejes, y afirma que ellos tienen un bautismo, que le pertenece solamente a la Iglesia.” [Ep. 74, de Firmiliano a Cipriano (256); negritas añadidas].
De modo que, en la Iglesia Católica antigua, el obispo de Roma tenía sin duda un lugar preeminente, pero en modo alguno estaba por encima de todos, y en más de una ocasión debió ser puesto en su lugar por sus colegas.
Finalmente, cabe destacar que con excepción de Clemente, en una única carta auténtica, los obispos de Roma no tuvieron un papel destacado como maestros de la cristiandad en los primeros siglos. Descuellan los asiáticos y los africanos; pero entre los que escribieron en Roma, ninguno fue obispo de dicha ciudad (de hecho, Hipólito fue transitoriamente “antipapa”).
(Emmanuel)
De nuevo hermano estamos ante los mismos dilemas:
Si estos señores, que nos dieron y autentificaron la Biblia,(muchos dieron su vida por ello), nos mienten.¿Porqué sabemos que la Biblia es cierta?.
(Jetonius)
No son ellos quienes mienten. Son los apologistas romanos como usted los que mendazmente citan fuera de contexto en un vano intento de demostrar que el obispo de Roma tenía una autoridad de la que de hecho carecía en la Iglesia antigua.
Además, pasa usted por alto el hecho de que si bien los Padres coinciden en muchos aspectos, como su reverencia por las Escrituras, también discrepan en muchos aspectos. Por tanto, a pesar de su valor como testigos de la antigüedad cristiana, sus obras deben valorarse una por una y a la luz de las Escrituras.
(Emanuel)
Si antes de que hubiese Biblia, muchas de estas ciats ya se habían realizado. ¿Será que interpretaban mal las cosas?.Incongruente.
(Jetonius)
El pueblo cristiano siempre tuvo una Biblia, aunque el canon del NT no se hubiese completado. Para finales del siglo II lo que podría llamarse el núcleo del NT ya era reconocido de manera general.
(Emmanuel)
¿Alguién les llamó IDOLATRAS, por seguir a Pedro como seguió el pueblo de Dios a Moisés?
¿Eran herejes los que nos dieron la Biblia?
¿Eran herejes los que aprendieron más directamente de los apóstoles las verdaderas palabras de Jesús?.
Por favor, no huyan de estas cuestiones como despavoridos.Algún valiente que las afronte.
(Jetonius)
Sin duda los Padres siguieron a Pedro y a los Apóstoles, lo cual es algo muy distinto que someterse al obispo de Roma. El poder romano fue cimentado a lo largo de siglos mediante una astuta y consistente política. Cuando devino desmesurado, se produjo el cisma entre la Iglesia de Oriente y la de Occidente.
Como parte de una premisa errónea, es decir que todos los Padres antiguos eran papistas y consideraban al obispo romano con la misma autoridad que lo hacen los romanistas hoy, sus preguntas retóricas están por completo despistadas. Nadie huye; por el contrario sus desvaríos casi resultan divertidos.
(Emmanuel)
PREGUNTA DEL MILLON PARA EL SEÑOR JETONIUS:
¿Interpretaron correctamente el mensaje de Jesús estos mismos Padres que nos "afirman" la Autoridad Suprema de las Escrituras?
O por el contrario:
A pesar de tener la Sagrada Escritura como fundamento la adulteraron.
¿Cómo va a ser posible amar a Cristo sin amar a la Iglesia, siendo así que el más hermoso testimonio dado a favor de Cristo es el de San Pablo: «amó a la Iglesia y se entregó por ella» (Ef 5, 25)?"
Dios les bendiga.
(Si quieren más, pidan, ¿eh?, pidan. "Pedid y se os dará"). Ya sabemos que en las librerias evangélicas les ocultan estas cosas...
(Jetonius)
Noto que sigue usted en sus trece de igualar “la Iglesia” con la congregación romana. Esto demuestra la falta de sentido histórico y la insoportable arrogancia papista.
Los Padres no nos engañaron; simplemente expusieron y defendieron la fe como mejor pudieron, no siempre de manera consistente entre sí. No hace falta suponer malicia para rechazar enseñanzas que no tienen claro apoyo escritural.
Espero mi millón.
En cuanto a su oferta, traiga lo que tiene y lo tratamos.
Bendiciones en Cristo,
Jetonius
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¡Sola Gracia,
Sola Fe,
Solo Cristo,
Sola Biblia,
Sólo a Dios la Gloria!