LA GUERRA MÁS INJUSTA E INMORAL DE LA HISTORIA
Quiera Dios detener la locura de esta guerra; aunque no es suya esta locura sino de algunos hombres desequilibrados.
No es demasiado difícil convencer al mundo de la maldad de Saddam Hussein y de su régimen, y del riesgo de las armas de destrucción masiva que pudiera mantener ocultas... pero:
1 - ¿Las grandes potencias tampoco poseen tales armas, o de tenerlas, es que sus gobernantes son tan pacíficos y benignos que la humanidad puede dormir segura de que jamás las usarían, pues apenas son un mero entretenimiento de sus científicos y juguetes de sus militares?
Caso que así fuese, el presidente estadounidense debería convencer al comité de Seguridad de las Naciones Unidas, no solamente del mal uso de tales armas por el régimen iraquí, sino del buen uso de las mismas que él les daría. ¿Qué pasaría si el desarme que se está llevando a cabo en Irak las Naciones Unidas decidieran extenderlo a los Estados Unidos, Inglaterra, Rusia y China?
2 – La última tecnología aplicada a la guerra promete una victoria tan rápida como efectiva.
Convendría igualmente convencer al mundo, que con todos sus avances está todavía muy lejos de poder localizar los arsenales, laboratorios y fábricas militares, lo que resulta poco menos que increíble a la luz del relevamiento satelital y todo el sofisticado sistema de espionaje. De llegarse a la guerra, ¿por qué no ser tales sitios los blancos exclusivos, sin dañar a una sola familia iraquí?
De no ser así, convendrá convencer al mundo que tales lugares están rodeados de escuelas, hospitales, hogares de ancianos y guarderías infantiles.
3 – En todas las películas que se nos acostumbró a ver desde Hollywood, cuando al rival del héroe se le cae la espada, éste le permite recuperarla a fin de que su victoria sea legítima y no
accidental. Por supuesto, a ningún cineasta se le ocurriría que un caballero medieval exigiera a su rival que se desarmara, y luego que quiebra su lanza, arroja lejos su espada y comienza a quitarse el yelmo, la coraza y demás partes de su armadura, entonces arremeta contra él con su mandoble y de un solo golpe le haga volar su cabeza por los aires. Esto provocaría la silbatina y airada protesta de los espectadores. Pues este es el espectáculo que a diario el mundo entero está asistiendo al escuchar los promisorios informes del jefe de los inspectores de la ONU y la vista de los misiles que se van destruyendo. Si Bush (no los EEUU), quisiera inspirar a sus tropas a que saboreen por anticipado una rápida, efectiva y espléndida victoria, debería primero liberarlos del espantoso trauma que significa atacar a un enemigo al que previamente se le ha venido desarmando. Antes de lanzar el ataque, los EEUU y sus aliados deben proveer a Irak de todo el armamento destruido, a fin de que tengan todo lo suyo para defenderse. De no ser así, eso no es
guerra sino vandalismo. La vergüenza y la ignominia de tan abusiva guerra jamás sería quitada de una nación cuya población jamás querría involucrarse en tan infame cobardía.
Discúlpenme por favor mi probable desatino, pues no me tengo por analista político sino apenas -por gracia de Dios-, estudioso de las Escrituras.
Ricardo.
Quiera Dios detener la locura de esta guerra; aunque no es suya esta locura sino de algunos hombres desequilibrados.
No es demasiado difícil convencer al mundo de la maldad de Saddam Hussein y de su régimen, y del riesgo de las armas de destrucción masiva que pudiera mantener ocultas... pero:
1 - ¿Las grandes potencias tampoco poseen tales armas, o de tenerlas, es que sus gobernantes son tan pacíficos y benignos que la humanidad puede dormir segura de que jamás las usarían, pues apenas son un mero entretenimiento de sus científicos y juguetes de sus militares?
Caso que así fuese, el presidente estadounidense debería convencer al comité de Seguridad de las Naciones Unidas, no solamente del mal uso de tales armas por el régimen iraquí, sino del buen uso de las mismas que él les daría. ¿Qué pasaría si el desarme que se está llevando a cabo en Irak las Naciones Unidas decidieran extenderlo a los Estados Unidos, Inglaterra, Rusia y China?
2 – La última tecnología aplicada a la guerra promete una victoria tan rápida como efectiva.
Convendría igualmente convencer al mundo, que con todos sus avances está todavía muy lejos de poder localizar los arsenales, laboratorios y fábricas militares, lo que resulta poco menos que increíble a la luz del relevamiento satelital y todo el sofisticado sistema de espionaje. De llegarse a la guerra, ¿por qué no ser tales sitios los blancos exclusivos, sin dañar a una sola familia iraquí?
De no ser así, convendrá convencer al mundo que tales lugares están rodeados de escuelas, hospitales, hogares de ancianos y guarderías infantiles.
3 – En todas las películas que se nos acostumbró a ver desde Hollywood, cuando al rival del héroe se le cae la espada, éste le permite recuperarla a fin de que su victoria sea legítima y no
accidental. Por supuesto, a ningún cineasta se le ocurriría que un caballero medieval exigiera a su rival que se desarmara, y luego que quiebra su lanza, arroja lejos su espada y comienza a quitarse el yelmo, la coraza y demás partes de su armadura, entonces arremeta contra él con su mandoble y de un solo golpe le haga volar su cabeza por los aires. Esto provocaría la silbatina y airada protesta de los espectadores. Pues este es el espectáculo que a diario el mundo entero está asistiendo al escuchar los promisorios informes del jefe de los inspectores de la ONU y la vista de los misiles que se van destruyendo. Si Bush (no los EEUU), quisiera inspirar a sus tropas a que saboreen por anticipado una rápida, efectiva y espléndida victoria, debería primero liberarlos del espantoso trauma que significa atacar a un enemigo al que previamente se le ha venido desarmando. Antes de lanzar el ataque, los EEUU y sus aliados deben proveer a Irak de todo el armamento destruido, a fin de que tengan todo lo suyo para defenderse. De no ser así, eso no es
guerra sino vandalismo. La vergüenza y la ignominia de tan abusiva guerra jamás sería quitada de una nación cuya población jamás querría involucrarse en tan infame cobardía.
Discúlpenme por favor mi probable desatino, pues no me tengo por analista político sino apenas -por gracia de Dios-, estudioso de las Escrituras.
Ricardo.