La guerra de Armagedón, ¿literal o espiritual?

16 Mayo 2010
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La guerra de Armagedón, ¿literal o espiritual?


Este mensaje va dirigido no a personas ateas o incrédulas, ni a creyentes cristianos que no siguen estrictamente las enseñanzas de Cristo, sino a aquellas que han llegado a obtener el mejor conocimiento del mensaje bíblico y se esfuerzan por aplicarlo al mayor grado posible en sus propias vidas, pues precisamente son esta clase de creyentes los que pueden obtener el mayor provecho de su contenido.


Mucha importancia se le da a esta guerra, porque se piensa que significa el final de todos los males que atormentan a la entera humanidad, el medio que Dios usa para acabar con la maldad de los humanos desobedientes a las normas divinas, y a la vindicación del nombre y la soberanía de Jehová, el fin del dominio de Satanás y sus demonios. El que podamos determinar si esta guerra será de índole literal o destructiva, o bien, espiritual y constructiva, puede influir considerablemente en la participación y la eficacia conque los siervos de Jehová contribuyan en la culminación del propósito divino.


Para poder formarnos una idea lo más acertada posible del carácter de este acontecimiento futuro deberíamos echar una mirada abarcadora sobre el propósito de Jehová, según lo ha ido revelando el relato bíblico, y la manera en que Dios lo ha dirigido a través del tiempo sobre la base de sus principios, esencialmente la justicia y el amor. Este propósito, como podemos ver, no era otro sino el de llenar la tierra de personas justas y bondadosas, que pudieran vivir sobre la entera superficie terrestre de forma pacífica y feliz por toda la eternidad. Pera que pudiera realizarse este propósito divino era indispensable que los humanos fueran instruidos convenientemente en los principios y normas de Jehová para que supieran cómo usar de la mejor manera las dádivas y provisiones concedidas por el Creador, y les resultaran del mayor provecho para ellos, en vez de usarlas mal y obtener perjuicios a causa de su mal uso. Esto, a su vez, requería por parte de los hombres aprecio y obediencia completa a la instrucción divina hasta que adquirieran el conocimiento y la práctica suficiente para saber utilizarlas por ellos mismos sin cometer errores.


Como podremos ver, el principal medio, o método, que usa Jehová para conseguir su objetivo es la enseñanza, dar a conocer a todos los humanos la mejor forma de utilizar todo cuanto han recibido de su divino hacedor, y cuanto logren producir ellos mismos, de manera que no perjudiquen a sus semejantes, y saquen el mejor provecho de cuanto hagan. Pero ellos tendrán que poner de su parte el mayor empeño y cuidado por dejarse guiar y aplicar fielmente las instrucciones recibidas. La enseñanza divina es la que nos pule, nos ilustra, nos corrige, y nos capacita para todo lo bueno, haciéndonos las personas justas , sabias y bondadosas, que Dios desea que seamos, y poder así cumplir el objetivo para el cual hemos sido creados.


Pero como los hombres rechazaron la guía e instrucciones de Jehová, este propósito quedó estancado, o no se realizó de la forma prevista, y el resultado no podía ser otro sino lo contrario de lo que debía ser, al no seguir las instrucciones divinas cometieron toda clase de errores e injusticias, y se acarrearon solo calamidades y sufrimientos sin fin. Dios permitió este derrotero pues es un Dios liberal que no desea imponer su voluntad a nadie, sino que ellos mismos, al no aprecias el valor de sus enseñanzas, experimenten las consecuencia de su errores y mala elección, que los pudiera hacer recapacitar y volverse por su propia voluntad a su divino instructor para que los guíe e instruya de nuevo, que puede ser el mejor remedio para su recuperación espiritual. Aunque al principio fueron muy pocos los que se dieron cuenta de su mala elección, Dios los utilizó a ellos para que fueran transmisores visibles de sus normas instructivas y justas para sus contemporáneos ya que el error y la maldad de ellos había levantado una barrera entre ellos y su Creador que no les permitía una comunicación directa como al principio.


Con el tiempo fue acrecentándose la cantidad de personas que recapacitaron y buscaron a su Dios para que los protegiera y guiara, hasta formar un gran pueblo, los israelitas, a los que Jehová se dispuso a instruir convenientemente en sus justas normas, para realizar con ellos el proyecto concebido. Pero aunque aquel pueblo confiaba en él y lo obedecían cuando se encontraban ante un peligro inminente, la mayoría no llegó a manifestar la actitud de fidelidad y gratitud que su Dios merecía, sino más bien desplegaron una condición quejumbrosa y de protesta, cuando no de franca rebeldía o desobediencia persistente, que pusieron a prueba la paciencia y misericordia de su rescatador, malogrando la eficacia de sus enseñanzas. Por ello, Jehová tuvo que utilizar medios más contundentes y drásticos para inducirlos a la obediencia aunque fuera por temor, ya que los consejos amoroso y la enseñanza justa no los motivaba a portarse como debían, ni mejoraban su condición personal como pueblo de un Dios justo, el temor a un castigo implacable y justo tal vez los indujera a ser más obediente.


Aquellos actos portentosos y sobrenaturales que Dios tuvo que utilizar en aquellos tiempos para proteger y liberar a su pueblo de la opresión de sus enemigos, fueron solo recursos temporales, indispensables para despertar y mantener la fe de los que aún confiaban en el Dios verdadero y estaban dispuestos a obedecerlo aunque solo fuera por temor. Esto quedó demostrado con el tiempo, mientras Jehová les iba suministrando su enseñanza protectora, y aunque fueran solo unos pocos los que aceptaron voluntariamente y se beneficiaron de esta enseñanza, progresando en sentido espiritual, Dios fue disminuyendo estas intervenciones milagrosas y espaciándolas hasta cesar por completo en sus actuaciones poderosas. Sin embargo, los que sí aceptaron y cumplieron cabalmente las leyes prescritas, aunque fueran los menos, ellos continuaron el desarrollo del propósito divino y llegaron a formar la base o fundamento del pueblo cristiano, el comienzo del nuevo pacto anunciado.


Hoy se cree generalmente que aquellas intervenciones y actos poderosos de nuestro Dios son indicación incuestionable de lo que él piensa hacer para acabar con la maldad y todos los problemas humanos. Igualmente, se considera que los milagros realizados por Jesús durante su estancia en la tierra son una demostración clara y palpable de lo que él hará durante su reinado para perfeccionar y limpiar completamente toda impureza y defecto de los humanos. Pero si seguimos examinando detenidamente otros aspectos del proceder de Jehová y la motivación que generalmente impulsa la acción de los humanos, podríamos llegar a conclusiones muy diferentes.


Como podemos comprobar por la historia bíblica, aquellos hechos poderosos que Jehová realizó para liberar y dirigir a su pueblo por el camino de la justicia y el amor, solo ejercían un efecto transitorio, pasajero, en la condición o modo de sentir y comportarse de aquellas personas. Mientras veían la acción libertadora y protectora del poder divino, se sentían impulsados a glorificar y obedecer a su Salvador, pero cuando el peligro pasaba y surgían las dificultades, rápidamente se desvanecía su confianza y su gratitud hacia él, y se volvían quejumbrosos y criticones, y ya no se acordaban para nada de los bienes recibidos. probablemente esperaban que Jehová siguiera utilizando estos poderes para satisfacer sus necesidades y deseos egoístas sin que ellos tuvieran que poner nada de su parte. Aquí vemos, pues, que los motivaba mayormente su egoísmo, no el amor o la gratitud que deberían sentir por quien tanto bien les estaba haciendo, por eso mostraron tan poca disposición para obedecer sus leyes y enseñanzas justas.


¿Y cual fue el proceder de Jehová para con aquellos ingratos y desleales? No consintió que ninguno de ellos alcanzaran a ver el cumplimiento de su promesa de conducirlos a la tierra prometida, dejándolos morir en el desierto, y los pocos que sí permanecieron leales tuvieron que sufrir las mismas penalidades que los rebeldes antes de alcanzar la meta, aunque ellos sí consiguieron disfrutar del resultado de su fidelidad durante el resto de sus vidas. Así vemos que Dios siempre recompensa a quienes se hacen merecedores, por su obediencia, al premio prometido, pero los que no se muestran dignos de su bondad no se lo concede. Más tarde, los que entraron en la tierra prometida prosperaron y vivieron en paz mientras permanecían fieles a las leyes divinas, pero en el momento en que faltaban a ellas volvían a caer en penalidades y cautiverios, hasta que regresaban arrepentidos a pedir el perdón y la dirección divina. Esto se repitió vez tras vez sin que les sirviera de escarmiento, hasta que tuvieron que ser desechados definitivamente del propósito de Dios para con ellos.


¿Qué nos enseña esto? Que Jehová aunque demuestra infinita paciencia con los humanos, porque reconoces su estado de degradación y debilidades, dándoles tiempo y multitud de ocasiones y circunstancia para que recapaciten y se den cuenta de las consecuencias de sus errores, cuando comprueba que se hacen irreformables, no los destruye, sino que los abandona a su suerte, por si aún así alguno quiere volverse a él. En cuanto a los que sí se dejan moldear por sus enseñanzas justa y amorosas, a estos los utiliza para seguir adelantando en su propósito salvador aunque tengan que sufrir un duro aprendizaje para que se conviertan en maestros experimentados de sus hermanos y de todos los que busquen serlo. ¿Y quienes son estas personas que se dejan guiar e instruir por su divino instructor? No suelen ser aquellas que contemplaron los efectos de sus actos de poder sobrenatural y experimentaron liberación de sus opresores por estos medios prodigiosos, son aquellas que escucharon sus enseñanzas amorosas y pusieron fe en ellas, dedicando sus vidas y sus fuerzas a ponerlas en práctica siguiendo fielmente las instrucciones recibidas.


También queda demostrado por estos hechos que para que el propósito de Dios progrese hacia su completa realización lo que se requiere es seguir fielmente esas enseñanza divinas, y no esperar que él utilice de nuevo sus poderes sobrenaturales. Esto es lo que vemos que sucedió en tiempos del Israel natural, y posteriormente en el Israel espiritual; siempre que los siervos de Dios observaban las leyes y mandatos divinos, progresaban rápidamente tanto en sentido material como espiritual, y el propósito divino daba un paso hacia adelante, pero cuando dejaban de hacerlo, retrocedían o se perdía lo adelantado volviendo a las condiciones lamentables de antes. Solo quienes se mantenían fieles constantemente siguieron progresando espiritualmente continuando aunque lento el avance de este propósito.


¿Por qué Jehová, que se mostró tan compasivo y tolerante con su pueblo de la antigüedad, prestándole su ayuda y protección de manera tan poderosa y ostensible cuando se encontraba en situaciones desesperada, dejó de hacerlo con el Israel espiritual? ¿acaso se había vuelto menos compasivo y misericordioso con este nuevo pueblo que le fue mucho más fiel que el anterior? Porque a partir de entrar en vigor el nuevo pacto con Cristo como mediador y sus seguidores, Dios no volvió a utilizar sus poderes sobrenaturales para protegerlos a pesar de ser perseguidos y maltratados, y hasta muertos muchos de ellos, no solo durante el primer siglo sino también en los últimos tiempos, y aún en los actuales en algunos países todavía.


¿Acaso se ha agotado la misericordia divina? De ningún modo, pues él es siempre el mismo, y actúa constantemente con sin igual benevolencia, debe ser porque no quiere que sus siervos continúen confiando y esperando que él utilice de nuevo aquellos medios poderosos que tuvo que utilizar entonces debido al poco conocimiento espiritual que entonces tenían acerca de su propósito, y la mala disposición que mostraban para ser obedientes a sus instrucciones. Pero ahora, y a partir de que quedaron completas las enseñanzas de Jehová y las de Cristo, al final del siglo primero, ya no deberíamos necesitar más ni mejor guía que las Escrituras para saber todo cuanto se requiere para llevar a cabo nuestra labor de terminar por nosotros mismos el propósito de Dios de convertirnos en personas justas y bondadosas, condición indispensable para tener acceso al reino mesiánico y obtener la completa aprobación de nuestro Dios. Tanto los actos poderosos de Jehová como los milagros de Jesús no tenían más objetivo que fortalecer y mantener la fe de las personas en aquellos tiempos, para que escucharan y cumplieran las enseñanzas que se les estaban dando y hacer que el propósito divino fuera avanzando hacia su meta. Y estas enseñanzas son las que se nos están dando ahora con más intensidad que nunca, porque son por medio de ellas por lo que debemos y podemos conseguir nuestra salvación y todo lo que Dios quiere que tengamos.


Recordemos también que uno de los principales mandamientos de Dios de la ley antigua es no desear los bienes ajenos (Exodo 20:17), y Cristo en su nueva ley, la del amor y el perdón, nos da a conocer la regla áurea, hacer a otros las mismas cosas que desearíamos que ellos nos hicieran (Mateo 7:12), esto es, se nos incita a tomar la iniciativa en hacer el bien a los demás sin esperar a que ellos nos lo hagan a nosotros. Ahora bien ¿que son los bienes ajenos? son todos aquellos que hacen otros y que, por lo tanto, no nos pertenecen, ¿por que seguimos deseando cosas que no nos pertenecen, por ejemplo que Jehová nos colme de bendiciones que nosotros no merecemos porque no nos hemos esforzado en producirlas nosotros mismos; y ¿por qué queremos que Jehová se esfuerce por satisfacernos a nosotros, en vez de tratar de esforzarnos nosotros en hacer que él se sienta satisfecho de nuestras obedientes acciones? ¿por qué no intentamos hacer a nuestro Dios lo que queremos que él nos haga a nosotros utilizando el conocimiento que nos proporciona?


El desear con intensidad lo que no nos corresponde puede desviar de nuestra mente y corazón de la justa dirección que Jehová nos está encausando por medio de su enseñanza. Recordemos que los mismos discípulos de Cristo, cuando él los estaba guiando en la justa dirección hacia el reino, aunque eran hombre espirituales que amaban profundamente a Jesús y estaban convencidos de que era el hijo de Jehová, sabiendo por las Escrituras que sería el rey del reino de Dios, y pensando que él iba a establecer su reinado en aquél mismo tiempo usando los poderes extraordinarios que poseía, desearon para sí ocupar los puestos más prominentes en aquel reino, y a pesar de que Cristo les repetía constantemente lo que había de pasarle a él dentro de poco, que lo perseguirían y matarían, y volvería junto a su Padre, ellos no entendían el significado de sus palabras, porque tenían la mente puesta de continuo en aquello que ambicionaban, y no dejaban lugar para otra cosa. Tuvieron que ver morir a Cristo, y con ello también sus ambiciones, para reparar y darse cuenta de lo que Jesús les había intentado decir, pero que ellos no escucharon debidamente, para apartar de sus mentes aquellos deseos encumbrados.


Ahora puede ocurrirnos algo parecido si tenemos puesto constantemente nuestro pensamiento en el deseo de que Jehová acabe con todos nuestros males eliminando a los opositores usando también sus extraordinarios poderes destructivos como lo hizo en tiempos pasados. Si ansiamos que llegue este momento y mantenemos la mente fija en esa idea destructiva podemos dejar de notar y apreciar otros aspectos importantísimos que Jehová y Jesús nos están comunicando en su palabra que pueden ser decisivos para la culminación del propósito divino. Deberíamos poner más atención en averiguar y entender lo que Jehová espera de nosotros, en vez de estar absortos en lo que nosotros esperamos de él, pues por naturaleza seguimos siendo egoístas, aunque no queramos reconocerlo, y nuestros deseos pueden no coincidir con los de nuestro Dios, y al esperar que él haga la parte más difícil no pongamos de nuestra parte todo cuanto nos corresponde para que nos hagamos merecedores de recibir el cumplimiento de sus promesas.


Jehová y Jesús son nuestros mejores modelos, a quienes debemos imitar y seguir sus pasos con sumo cuidado y atención para no desviarnos del camino que ellos nos están señalando, el camino de la salvación y de la vida eterna por medio de nuestra justicia y nuestro amor. ¿Cómo utilizó Jesús sus dones milagrosos mientras estuvo en la Tierra? No los usó para castigar a los inicuos ni para beneficiarse a sí mismo buscando comodidades o riquezas, solo los utilizó para hacer el bien a los más necesitados y para inculcar a todos la enseñanza del amor. Lo mismo enseñó hacer a sus discípulos, nunca les insinuó siquiera que debieran resistir a sus perseguidores devolviéndoles mal por mal, sino que combatieran el mal con el bien, y así lo hicieron sus fieles seguidores con buenos resultados mientras siguieron actuando con entera fidelidad.


Jesús es el fiel ejemplo de su Padre celestial, la representación exacta de su mismo ser (Hebreos 1:3), lo que quiere decir que él obró, y está obrando, exactamente como hubiera obrado Jehová en este caso, con el mismo amor y la misma sabiduría y misericordia. Pues Jehová había delegado en él toda autoridad y poder, por lo cual lo que hiciera el Hijo era lo mismo que si lo hiciera el Padre, el cual había dejado a su amado hijo toda la responsabilidad y esfuerzo de llevar adelante su propósito hasta completarlo con la ayuda de sus colaboradores cristianos. Por lo tanto, Jehová no interviene para nada ni en la lucha ni en el juicio contra la humanidad rebelde, y aunque se dice que Dios destruirá a los injustos y premiará a los fieles, es en sentido figurado, él hace todo esto por medio de Cristo, que a su ves lo lleva a cabo con la ayuda de sus colaboradores, tanto ungidos como de las otras ovejas, pues todos tienen, o tenemos, la misma responsabilidad y el mismo deber de participar en los esfuerzos que se requieren para la terminación del propósito divino, por medio de aplicar fielmente la enseñanza que Jehová ha proporcionado para llevar a cabo esta obra.


Jesús ya ha librado su principal batalla, pues ha sido contra el mayor y más poderoso enemigo de Dios, de él mismo, y de toda la humanidad, Satanás y sus secuaces, y ha salido completamente victorioso, pues los ha derrotado y expulsado de su residencia celestial, pero, como sabemos por las Escrituras, no ha destruido a ninguno de ellos; siguiendo el proceder de su Padre, los aparta de los que permanecen fieles, para que no sigan influyendo sobre ellos, y permite que sigan actuando contra los humanos, posiblemente para que ellos puedan también demostrar su fidelidad resistiendo su influencia con la ayuda espiritual de Jesús y sus enseñanzas, para que demostremos si somos o no merecedores de la bondad divina. No sabemos qué medios utilizará Jehová para acabar definitivamente con estos espíritus inicuos, pero eso no nos debe afecta a nosotros los humanos, pues es tarea solo de Cristo y sus reyes asociados, pero nosotros debemos demostrar nuestra fidelidad completa, satisfaciendo los deseos de nuestro Dios, que no son destructivos sino constructivos, mediante aplicar lo más cabalmente posible las enseñanzas que recibimos, sin desear lo que no nos pertenece, hasta que lo podamos conseguir por nosotros mismos mediante aplicar fielmente las enseñanzas que estamos recibiendo precisamente para eso, para convertirnos en seres justos y bondadosos a semejanza de nuestro Dios.


Teniendo en cuenta todos estos aspectos de la enseñanza divina, ¿qué nos parece más lógico entender de la guerra de Armagedón, será literal o espiritual? Pablo dijo que nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra las fuerzas espirituales inicuas (Efesios 6:12). Tanto Jehová como Cristo, desde el comienzo del pacto mesiánico solo se han esforzado por salvar vidas, nunca destruirlas; a Jesús se le representa simbólicamente como rey victorioso usando una espada, que sale de su boca, no en su mano, y esta espada representa la palabra de Dios, sus enseñanzas, esta es, pues, la única arma que se usa en esta lucha, tanto en los cielos como en la tierra. También dice la Escritura que los hechos de la antigüedad representaban cosas mejores del futuro; las guerras que Dios permitía y apoyaba representaron sin duda esta guerra espiritual que se está librando en este periodo de tiempo, que comenzó con el nuevo pacto, y no tendrá fin, y que se diferencia de aquellas en que se está utilizando para salvar vidas, en vez de destruirlas, como se hizo entonces.


En el libro de Revelación se nos muestra simbólicamente el desarrollo de esta lucha de forma aterradora, ejércitos de caballería de aspecto monstruoso, o plagas de langostas de formas horripilante, ¿y qué son en la realidad estas representaciones tan terroríficas? representa a multitud de personas mansas que se esfuerzan tenazmente por llevar el conocimiento salvador a todos los que están condenados a destrucción eterna, pero el mundo apartado de Dios suele verlas de esa manera tan aterradora porque no es lo que ellos quieren. Y es que lo que Jehová ofrece, para quienes no han llegado a conocerlo, ni quieren hacerlo, les resulta insoportable, pero para los que sí lo van conociendo, aunque todavía nos falta a muchos completar este conocimiento, nos puede parecer de lo más deleitable y prometedor.


Sin embargo. aunque el Armagedón fuera una guerra netamente espiritual, no encierra menos peligros que una lucha literal, quizás mayores, pues mientras que en la lucha carnal pierden la vida muchos de los combatientes de uno y otro bando, estos, muchos de ellos, pueden volver a recobrarla mediante la resurrección, pero los que caigan en el Armagedón, aún los siervos de Jehová, o los que se han considerado como tales, pueden perderla para siempre. Aquellos que no aguanten las presiones y pruebas que les sobrevengan hasta el final, o se cansen de esperar la llegada del reino, o bien los que sus motivos no sean conforme a los que Jehová espera de nosotros, quizás no vean tampoco el cumplimiento de las promesas divinas.


Dios está ofreciendo la vida a todos los que quieran vivirla en conformidad con sus justas normas hasta que llegue este día de ajuste de cuentas. Naturalmente, los que sigan rechazando su medio de salvación tendrán que dejar de existir, pero en este caso serán ellos los causantes de su muerte, no Jehová, al no aceptar lo que se le ofrece, ¿cómo podrá suceder esto? es Jehová quien tiene la última palabra, él sabrá hacerlo de muchas maneras que no sean de forma directa, quizás separando los justos de los injustos, y estos últimos se destruyan entre sí, puede que por medio de enfermedades producidas por su mal vivir, o por otros medios que siempre sean consecuencia de ellos mismos. Dios ha demostrado de muchas maneras que él no quiere la muerte del inicuo, sino que se vuelva de sus malos caminos y siga viviendo, y esto es lo que estará procurando hasta el final. Lo que nosotros debemos tener muy claro es que Jehová nos está utilizando a nosotros, por medio de Jesús y del resto ungido, para llevar a buen fin su propósito de salvación, y espera que pongamos de nuestra parte todo nuestro afán, nuestra propia iniciativa, nuestra sabiduría, porque somos nosotros finalmente, los que hemos de permanecer en esta tierra, los que debemos demostrar que somos merecedores de este premio obteniéndolo por nuestro propio esfuerzo.