La Gloria de Dios en Su Santuario

19 Abril 2005
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Que Dios me los bendiga: Con el amor de Jesús quiero compartirles y esclarecerles aun más sobre el punto de Apocalipsis 11:18-19: El Apóstol Juan vio el “santuario”, “aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor y no el hombre.” (Hebreos 8:2.) Este mismo “fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo.” ¿Cual es la razón por la que no se menciona el granizo en Exodo 19, cuando la misma manifestación de Dios promulgaba los Diez Mandamientos en el monte Sinaí?

El granizo es una plaga

Primero notemos que hay una gran armonía entre las palabras inspiradas que relatan la plaga de granizo en Egipto y la plaga de granizo en el tiempo del fin: “Hubo, pues, granizo y fuego mezclado con el granizo, tan grande, cual nunca hubo en toda la tierra de Egipto desde que fue habitada.” (Exodo 9:24.) De manera similar, 7 plagas se ejecutan en el tiempo del fin; cuando se oye “una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios. (Apocalipsis 16:1.) Cuando llegamos a la última dice: “El séptimo ángel derramó su copa por el aire; y salió una gran voz del templo del cielo, del trono, diciendo: Hecho está. Entonces hubo relámpagos y voces y truenos, y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra...Y cayó sobre los hombres un enorme granizo como del peso de un talento; y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo; porque su plaga fue sobremanera grande.” (Apocalipsis 16:17-18; 21.)

En ambos casos, el granizo se menciona solamente cuando se derrama como plaga sobre los egipcios y “los hombres”, pero estos juicios no caen sobre los hijos de Dios: “Solamente en la tierra de Gosén, donde estaban los hijos de Israel, no hubo granizo.” (Exodo 9:26.) “Y oí al ángel de las aguas, que decía: Justo eres tú, oh Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas. Por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas..” (Apocalipsis 16:5-6; ver el verso 9.)

Por eso no hay granizo cuando se vislumbra la misma manifestación Divina en el monte Sinaí, ni tampoco cayó granizo o se oyeron “voces”, cuando Jesús murió en la cruz por nosotros, aunque sí sucedieron en ese momento grandes señales. (Mateo 27:50-53.) Aunque la gloria y la presencia de Dios estaban allí, el granizo se menciona solamente cuando el juicio de “la ira de Dios” (Apocalipsis 16:1) se derrama para “destruir a los que destruyen la tierra.” Se menciona cuando su “ira ha venido,y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre” (Apocalipsis 11:18.)

La Gloria de Dios en Su Santuario

Es en ese mismo instante que “el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo.” (Apocalipsis 11:19.) Se menciona todo lo relacionado al acontecimiento del monte Sinaí, cuando Dios daba la Ley de “su pacto” (Deuteronomio 4:13) que fue puesta por mandato de El, dentro del arca de “su pacto” mencionada en Apocalipsis 11:19; Hebreos 9:4; Deuteronomio 10:1-5.) El hecho de que se menciona un juicio con la manifestación de la presencia Divina junto con el arca “de su pacto” es evidencia de que la Ley del Decálogo es la norma usada por Dios para el juicio, en armonía con Eclesiastés 12:13-14; Santiago 2:11-13; Mateo 5:17-20 y Romanos 2:11-13; 3:31. Es la parte final de la mediación de Cristo, simbolizada toda por el santuario terrenal, la razón por la que fue dado en el Antiguo Pacto, enseñando Dios desde entonces a Israel que la Justicia se alcanzaba únicamente por la muerte de una víctima inocente y no por la Ley. (Por eso no existe ni se menciona en el Nuevo Testamento una nueva arca o unas nuevas tablas, sino un nuevo pacto; ahora renovado, confirmado y perfeccionado por la sangre de Jesús; donde el arca de ese mismo pacto, está en el cielo (por eso se menciona “el arca de su pacto” aunque algunos la crean simbólica, claramente Juan la menciona al habérsele mostrado, porque esta arca levantada por Dios y no por el hombre, continúa establecida para recibir las tablas de su pacto, los Diez mandamientos.

“Porque pregunta ahora si en los tiempos pasados que han sido antes de ti, desde el día que creó Dios al hombre sobre la tierra, si desde un extremo del cielo al otro se ha hecho cosa semejante a esta gran cosa, o se haya oído otra como ella. ¿Ha oído pueblo alguno la voz de Dios, hablando de en medio del fuego, como tú la has oído, sin perecer? ¿O ha intentado Dios venir a tomar para sí una nación de en medio de otra nación, con pruebas, con señales, con milagros y con guerra, y mano poderosa y brazo extendido, y hechos aterradores como todo lo que hizo con vosotros Jehová vuestro Dios en Egipto ante tus ojos? A ti te fue mostrado, para que supieses que Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él. Desde los cielos te hizo oír su voz, para enseñarte; y sobre la tierra te mostró su gran fuego, y has oído sus palabras de en medio del fuego.” A esto se refiere la mención del arca de su pacto, y de “la voz que hablaba” “y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando” (Hebreos 12:19-21.)

Amigo: Los truenos no sólo están ligados al arca, sino a todo el templo y sus lámparas, altares, etc, que aunque éstos representan simbólicamente algo, no por eso dejan de ser reales en el cielo, de otra manera el ángel Gabriel no se hubiera “puesto en pie a la derecha del altar del incienso” en señal de aprobación cuando le declaraba a Zacarías que sus oración había sido escuchada por Dios. (Lucas 1:8-13.) Ese altar terrenal representaba las oraciones de los santos santificadas en Cristo y El Espíritu Santo para con El Padre. En Apocalipsis leemos: “Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto.” (Apocalipsis 8:3-5.) Notemos que al hablar aquí de las oraciones de los santos, no se menciona el granizo, pero sí los otros atributos de la presencia Divina. Tampoco se puede ver “literalmente” con la naturaleza carnal, este altar donde su humo se une a nuestras oraciones, y que luego de ser llenado del fuego del altar, es arrojado a la tierra, lo cual representa unción, poder y purificación de Dios como se reflejó con Elías, Isaías y todos los Profetas y Apóstoles de Jesús que oraban.

Más amplio y más perfecto

Cristo resucitado, Quien es Dios y es hombre; en forma corporal (Lucas 24:39) está ministrando en ese lugar a nuestro favor. (Lucas 24:39.) La Biblia dice que Jesús entró en ese Santuario “que levantó el Señor”, “no hecho” por manos humanas “es decir, no de esta creación”, ni concbido por la mente de los hombres de este siglo. (Hebreos 8:2; 9:11; 24. Compárese con Hebreos 11:10.) En la Septuaginta (LXX, Versión de los Setenta), la traducción del Antiguo Testamento al griego, las palabras “modelo” o “modelos” que aparecen en Exodo 25:40 y en Hebreos 8:5, que es una cita de ese pasaje, es tupos, es decir, “tipo”. San Juan tuvo numerosas visiones de este Santuario, la ignaguración del juicio final descrita por Daniel 7:9-14 está presentada en lenguaje literal. Se instalan tronos, se abren libros de alguna clase, el Hijo del hombre comparece. Esta descripción presupone una ubicación real.

El Santuario debe ser muy grande y muy glorioso. En Daniel 7:9-14 vemos al Hijo del hombre que viaja hacia él “en las nubes del cielo.” Las nubes siempre son “de” algo: de polvo, de langostas, de gotas de agua, por ejemplo. Además, “millares de millares” de otros ángeles rodean al trono de Dios. (Daniel 7:10; Apocalipsis 5:11. El Santuario Celestial no puede ser pequeño, ni tampoco limitado a nuestra mente o capacidad humana. Sabemos que existe porque Cristo ministra en él, no como en la tierra, pero en armonía más amplia y perfecta a lo que le fue revelado a Moisés.

Temer a Dios, darle gloria y adorarle

También añadiré que Dios no solamente convocó a Israel para mostrarles de su poder y de su gloria; no sólo para probarlos y que temieran Su Nombre, sino para que todo esto lo recibieran através de la promulgación de Su Santa Ley, que nos lleva a una verdadera adoración hacia Cristo que nos justifica, como está escrito: “Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos. El día que estuviste delante de Jehová tu Dios en Horeb, cuando Jehová me dijo: Reúneme el pueblo, para que yo les haga oír mis palabras, las cuales aprenderán, para temerme todos los días que vivieren sobre la tierra, y las enseñarán a sus hijos; y os acercasteis y os pusisteis al pie del monte; y el monte ardía en fuego hasta en medio de los cielos con tinieblas, nube y oscuridad; y habló Jehová con vosotros de en medio del fuego; oísteis la voz de sus palabras, mas a excepción de oír la voz, ninguna figura visteis. Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra; los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra.” (Exodo 4:9-13; la ley de Moisés que fue agregada está mencionada en el verso 14 que sigue, compárese con Gálatas 3:19; Efesios 2:15; Daniel 9:11.) “Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas...Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura” (Apocalipsis 14:6-7;15.)



Franck Junior Flores

Adventista del Séptimo Día