La fe que mueve montañas

16 Mayo 2010
318
1
La fe que mueve montañas
En cierta ocasión, destacando la importancia de la fe, Jesús dijo a sus discípulos que si tuvieran fe de tamaño de un grano de mostaza dirían a una montaña que se transfiriera de un lugar a otro, y sucedería así (Mateo 17:20). ¿Estaba Cristo exagerando el poder de la fe? Naturalmente hablaba en sentido figurado, comparando obstáculos aparentemente insuperables con montañas literales físicamente inamovibles. Pero, en realidad ¿pueden superarse o hacer que desaparezcan estos impedimentos por medio de la fe solamente?, la historia del pueblo de Jehová, ha estado sembrada de dificultades, y sigue estándolo, sin que hasta el presente, hayan podido ser removidos o superados por mucha fe que hayan puesto en ello. El mayor obstáculo que se opone al cumplimiento del propósito divino con respecto a la humanidad es sin duda la rebelión de Satanás puesto que se ha convertido en el gobernante de este mundo apartado de Dios. Jehová está usando a su pueblo fiel para demoler este al parecer inamovible obstáculo, pero hasta el presente el mundo entero sigue bajo el poder del inicuo (1 Juan 5:19). ¿Qué está fallando, el poder de Jehová o la fe de sus adoradores? No puede ser lo primero, pues Dios es todopoderoso, por lo tanto tenemos que examinar nuestra fe para intentar descubrir donde pueden estar nuestros fallos, que pudieran ser más de uno. Un examen detenido y profundo de lo que Jehová nos revela en su palabra pudiera aclararnos esta incógnita. Si examinamos cómo ha actuado Dios, tanto en la antigüedad como el los tiempos más modernos, observaremos que desde el principio él ha dado mayor importancia a su justicia y su bondad que a su poder; empezó a instruir a los humanos con normas justas y bondadosas, pero no se las impuso por la fuerza, como podía haberlo hecho por su poder, incluso con Satanás actuó de la misma manera, censuró su proceder inicuo advirtiéndole de sus consecuencia, pero no lo destruyó o castigó severamente como se merecía y pudo hacerlo. Más tarde, cuando la humanidad se apartó de él, y el mundo se llenó de violencia, Jehová no usó su poder para castigar la maldad de ellos, sino que se limitó a proteger a las personas fieles continuando su instrucción y utilizándolas para advertir a las desobedientes de lo que podía ocurrirles si continuaban en su mal derrotero. Solo usó su poder destructivo en el diluvio para mantener con vida a las pocas personas fieles que como familias podrían dar comienzo a una descendencia más justa y obediente. Cuando Jehová por fin hubo reunido suficientes personas que lo aceptaban como su Dios y confiaban en él, se propuso constituirlos como pueblo libre y soberano, organizándolos e instruyéndolos con normas y leyes justas que pudiesen desarrollar en ellos sus mismos principios de justicia y bondad. Entonces empezó a realizar grandes manifestaciones de poder con el único objetivo de fortalecer y mantener la fe de ellos, mientras iban aprendiendo el valor de estos principios que podrían convertirlos en la clase de personas justas y bondadosas que pudieran calificar para vida eterna imitando a su Creador y reflejando sus cualidades. Lamentablemente, este pueblo no llegó a asimilar ni apreciar el valor de los principios ni la instrucción divina, pues puso su fe solamente el el poder de Dios y en sus actos poderosos, pero no apreció su justicia y su gran bondad, que lo motivó a soportar la ingratitud y rebeldía que manifestó el pueblo liberado, mientras con gran paciencia seguía intentando inculcarles sus leyes y principios salvadores. La trayectoria del pueblo de Israel nos da clara evidencia de que su fe estuvo mal fundamentada, pues la pusieron únicamente en el poder de su Creador menospreciando su justicia y su bondad, que era lo que podía elevarlos a un nivel superior convirtiéndolos en un pueblo sabio, justo y bondadoso, mediante el cual se bendecirían todos los demás pueblos de la tierra tal como Jehová se propuso hacer de ellos. Estos actos poderosos de Jehová no motivaron a su pueblo a serles más fieles y obedientes a sus leyes y normas justas, sino que más bien estimularon su egoísmo e ingratitud pensando que por este poder Dios les concedería todo cuanto ellos desearan sin tener que esforzarse demasiado por conseguirlo. Esta clase de fe solo la manifestaban cuando afrontaban grandes peligros, y contemplaban el poder de Dios en acción, librándolos de sus enemigos y destruyéndolos, pero cuando el peligro pasaba y se presentaban dificultades corrientes, su fe y su gratitud se desvanecían y todo se volvían en lamentaciones y quejas, era una fe egoísta y transitoria. En cambio, para los que sí llegaron a apreciar la justicia y la bondad divina contenida en sus enseñanzas, progresaban tanto en sentido material como espiritualmente, y su fe se mantenía firme. Estos hecho demostraban que Jehová no quería que sus adoradores confiaran solamente en su poder, sino que aprendieran a apreciar su justicia y su bondad y actuaran en concordancia con estos principios, que eran los que los convertirían en la clase de personas que podrían morar en la tierra en paz y felicidad para siempre. Si Dios realizó estas manifestaciones de poder temporalmente fue porque sabía que en aquél tiempo las personas carecían del conocimiento espiritual necesario para comprender y apreciar el valor y la eficacia de los principios espirituales, y por ello estuvo dispuesto a soportar pacientemente su ingratitud y rebeldía mientras que él seguía instruyéndolos. De esta forma quedó demostrado que el valor y la eficacia de los principios espirituales son mucho más importantes y efectivos que cualquier otra cualidad divina, y Jehová desea y espera que sea en ellos donde sus adoradores pongan toda su fe y esperanza si quieren progresar en todos los sentidos. Los resultados hablan por sí solo: siempre que los israelitas obedecían las leyes de Jehová, eran liberados si estaban oprimidos, y podían disfrutar de un largo periodo de paz y prosperidad, hasta que dejaban de cumplir estas leyes, y nuevamente volvían a ser oprimidos y esclavizados porque Jehová les retiraba su protección, pues Dios es justo y no puede aprobar ni defender a su pueblo cuando obra injustamente. Con estos hechos queda demostrado que las demostraciones de poder sobrenatural de Jehová no hacen mejores a las personas, sino más bien todo lo contrario, las vuelve más egoístas y rebeldes, y esto se vio bien claro en aquél pueblo: en vez de aprender y mejorar mental y espiritualmente mediante las instrucciones divinas, fueron degenerando con el tiempo como nación, y finalmente tuvieron que ser rechazados como pueblo elegido para llevar a cabo el propósito de Jehová cuando llegaron a rechazar, perseguir y finalmente matar al propio hijo de Dios. Todos los actos poderoso que Jehová había realizado por ellos, para su propio engrandecimiento y bienestar no les concedieron la menor importancia ni sintieron gratitud alguna, pues lo único que deseaban era que su Dios los apoyara siempre satisfaciendo los propios deseos egoístas de ellos. Sin embargo, no fue en vano la paciencia y benevolencia que Dios mantuvo con ellos durante todo aquel tiempo, pues como siempre hubo personas fieles que sí apreciaron y obedecieron sus instrucciones, aunque fuesen pocas, éstas sí estaban ya preparadas o predispuestas para aceptar las enseñanzas de Jesús cuando vino a la tierra a sembrar y extender la nueva enseñanza espiritual que podía liberarles del pecado y la muerte, formando el fundamento del nuevo pueblo de Dios, el pueblo cristiano, que sustituía al antiguo Israel. Los cristianos del primer siglo sí aprendieron y apreciaron el valor de los principios espirituales, la enseñanza de Jehová, ahora ampliada por la ley de Cristo, la ley del amor, aunque, como reconoció Pablo, su conocimiento era solo parcial, no completo (1 Cor. 13:9), quedaba todavía mucho que aprender, pues aún no se habían completado las Escrituras. Pero ellos actuaron con verdadera fe en estos principios y, aunque fueron perseguidos y maltratados, no flaquearon en su lucha por cumplir el mandato de Jesús de llevar su enseñanza por toda la tierra, o países entonces conocidos, y aunque Jehová no los protegió con sus actos poderosos, ellos realizaron su labor con bastante éxito. Sin embargo, la creencia firme en que Dios intervendría de nuevo con sus actos poderosos y destructivos para acabar con los inicuos y poner fin al poder de Satanás y sus secuaces, persistía en ellos con toda intensidad. Probablemente fuera esta la razón principal para que más tarde todo el pueblo de cristianos verdaderos apostataran de su fe en las enseñanzas de Cristo, cuando vieron que el tiempo pasaba y la ansiada intervención de Jehová no se producía para conseguir su meta celestial, las nuevas generaciones fueron perdiendo las esperanzas de llegar a recibirlas y se formaron nuevas expectativas, más terrenales y egoístas, interpretando torcidamente las Escrituras, amoldándolas a sus propios intereses, y corrompiéndolas con nuevos ritos y dogmas que nada tenían que ver con la enseñanzas de Jesús, y así se produjo la gran apostasía anunciada por Pablo. (2 Tes. 2:3) Pero Jehová continuó absteniéndose en intervenir ante hechos tan abominables, pues los falsos cristianos cometieron tales atrocidades que llenaron de oprobio el santo nombre divino y las enseñanzas de Cristo, actuando peores que las demás religiones y naciones no cristianas, pues ahora actuaban en nombre de Dios y de Cristo como representantes suyos en la Tierra, y teniendo ya en su poder las enseñanzas completas, las Santas Escrituras, que ellos utilizaron a su antojo, tergiversándolas y aplicándolas impíamente con tal de conseguir sus ansias materialistas de poder y riquezas, todo lo contrario de lo que Jesús había enseñado en ellas, por lo cual no tenían justificación alguna en su manera de obrar. Durante casi dos mil años el propósito de Jehová quedó paralizado, el nombre de Dios mancillado y su palabra aborrecida por la gran mayoría, que sufrían la opresión y las crueldades de la falsa cristiandad, y Jehová continuaba sin dar señales de intervención poderosa alguna. Pero cuando se aproximaba el final de los tiempos de los gentiles, y el comienzo del reinado de Cristo, según las Escrituras, empezaron a surgir personas sinceras y ansiosas de la verdad de Dios, que basándose únicamente en la palabra divina se propusieron restaurar la adoración pura y proseguir cumpliendo el mandato de Jesús de difundir su verdadera enseñanza por toda la tierra habitada, y ellos han llevado a cabo esta gran comisión, esta vez sin que Jehová les haya enviado ningún mensajero celestial ni visión o sueño milagroso, que les haga saber lo que tienen que hacer en cada momento, el resto de cristianos ungidos sin más ayuda ni protección que la palabra de Dios, las Santas Escrituras, han llevado a término esta formidable obra de expansión de las buenas nuevas del reino con el mismo éxito que los cristianos del primer siglo, o mucho mayor puesto que su campo de acción ha sido considerablemente más extenso. Estos hechos apoyan más la idea de que Jehová no desea que sus adoradores sigan confiando más en sus poderes milagrosos que en sus principios espirituales de justicia y bondad, y la sabiduría que la aplicación correcta de sus enseñanzas proporciona a las personas que la practican. Lo que nunca debemos olvidar es que Jehová es esencialmente justo, y aunque su amor se alboroza sobre su justicia, nunca deja de cumplirla, pues es el más fiel cumplidor de sus propios principios. Y la justicia consiste, para los poderosos que la administran, en dar a cada uno lo que le pertenece o merece por sus propios méritos y esfuerzos. Por eso, no debemos esperar que Dios nos conceda una recompensa que no merecemos, porque no nos hemos esforzado lo suficiente por conseguirla, pues eso sería injusto, cosa que él no puede ni quiere hacerlo por su propia justicia. Y aunque él nos haya concedido anticipadamente tantas dádivas por bondad inmerecida, como la misma vida, nuestras maravillosa facultades, entendimiento y discernimiento, y tantos otros dones, ha sido porque sabía que esas cosas nos eran totalmente imposible obtenerlas si él no nos las hubiera dado antes, y espera que se lo paguemos con amor y fidelidad, y sobre todo con obediencia estricta a sus enseñanzas, pero nos pedirá estrechas cuentas si no lo hacemos así. Por eso, su principal empeño ha sido desde el principio enseñarnos a usar todas esas facultades y dones de la mejor manera para que pudiéramos obtener el mayor beneficio de su buena utilización. La enseñanza divina, contenida en las Escrituras, es la que, como nos dice Pablo, (2 Tim. 3:16) nos instruye. corrige, disciplina, y nos hace completamente competentes para todo lo bueno; los actos poderosos de Jehová, así como los milagros de Jesús. produjeron beneficios inmediatos, pero pasajeros, y después las personas siguen siendo de la misma forma de pensar y de actuar como antes, no mejoran su condición egoísta como se ha estado viendo, mientras que la instrucción divina, basada en estos principios, si la dejamos que penetre en nuestro corazón y permanezca en él, es la que puede transformarnos en la clase de personas que Jehová desea que seamos para hacernos merecedores de la vida eterna. Hoy vivimos en los últimos días de este sistema inicuo, donde anunciaba la Biblia que el conocimiento espiritual se haría abundante ( Dan. 12:4), y así ha sido; no hay duda que ahora hemos llegado a conocer todo cuanto el mensaje bíblico nos comunica, o casi todos, pues la instrucción bíblica es inagotable y siempre hay nuevas cosas y aspectos que vamos entendiendo mejor cuanto más se profundiza en la Biblia, para poder aplicarlos fielmente. Pero aún seguimos aferrados a la creencia de que Jehová tiene que volver a utilizar sus actos poderosos, su poder destructivo, para acabar con la maldad y establecer su nuevo orden, y esto deberíamos examinarlo más detenidamente en lo que Jehová expone en su palabra y lo que ha estado haciendo, o dejado de hacer, para asegurarnos si nuestra fe está tan bien fundamentada como debiera. Está bien claro que Dios ha preferido siempre suministrarnos su enseñanza basada en su justicia y su bondad de manera constante, y cuando ha tenido que utilizar su gran poder destructivo ha sido cuando era el único medio que podía impulsar a los hombres de aquel tiempo a obedecer sus leyes por temor a un castigo, no por amor a su justicia ni gratitud por su bondad, porque carecían del conocimiento espiritual necesario para aprecias el valor y la eficacia de la bondad y la justicia divina; conforme el conocimiento espiritual ha ido aumentando, han ido disminuyendo estas intervenciones poderosas, hasta cesar por completo como lo estamos viendo. Por lo tanto, es en la justicia y la bondad de Jehová en lo que debamos fundamentar nuestra fe y no en su poder destructivo, esta es la fe a la que se refería Jesus, la que puede remover las montañas más encumbradas del poder satánico, la que puede hacer desaparecer de una vez para siempre todos los obstáculos que se oponen al propósito divino de llenar la tierra con una sociedad justa y bondadosa, que pueda vivir sobre ella eternamente feliz. Dios es amor, todas sus creaciones están fundadas en el amor y para el amor, pues todo cuanto hace es bueno y para compartirlo con seres inteligentes, a quienes instruye para que puedan apreciar sus cualidades y disfrutar de ellas. por eso los ha creado a su imagen y semejanza. Si Satanás usó la mentira para apartarlos de la instrucción protectora de su Creador, infundiéndoles deseos egoístas para que se rebelaran y lo apoyaran a él, engrandeciéndose a sí mismo con el apoyo de ellos, Jehová al contrario usa la verdad para restituirlos a su propósito salvador mediante su amor y benevolencia, sus enseñanzas sabias y justas, y su infinita paciencia, para poder darnos tiempo y la experiencia necesaria para que recapacitemos y volvamos a recibir y apreciar las provisiones divinas. Satanás carece de poder en sí mismo, pues él no ha creado nada bueno para nadie, solo es creador de falsedades, con las cuales mantiene sujetos a los que se han dejado seducir por sus farsas promesas de libertad y poderío. pero si los engañados les retiraran su apoyo, todo su poder se desvanecería como el humo, por eso no es un enemigo tan temible para quienes se apoyan en la verdad de Dios. Jehová sí tiene poder y derecho sobre todo, pues es el único creador de todas las cosas y de los seres inteligentes, pero él solo quiere utilizar su amor y su enseñanza para dirigir a la humanidad por el camino de la bondad, pues es el único medio de conducirlos hacia la perfección y la vida eterna, solo necesita que nos dejemos guiar por él con toda fidelidad y estricta obediencia a todo cuanto nos ha enseñado lo cual se concentra en sus dos principios más manifiesto, su justicia y su bondad, que debemos manifestar nosotros mismos con máximo empeño para hacernos dignos de su gran amor. Los humanos han sido, y siguen siendo, el instrumento principal para llevar a cabo el propósito de Jehová, así también como el de Satanás; el primero, el proyecto de llenar la Tierra de una sociedad humana justa, sabia, y bondadosa, única forma de poder vivir en paz y felicidad para siempre, y para ello ha querido usar la verdad, su justicia y su bondad, la sabiduría se adquiere practicando siempre la justicia y la bondad divina, pero Satanás usa solamente la mentira y promesas falsas, promoviendo el egoísmo humano, haciéndoles creer que tendrían libertad sin límites para hacer lo que quisieran sin tener que dar cuentas a nadie, ni siquiera a Dios, puesto que se habían independizado de él, cosa que ha resultado ser completamente falsa, pues en el mundo da la humanidad alejada de Dios lo que menos existe es esa libertad, pues los efectos del egoísmo y la maldad pone toda clase de límites e impedimentos entre unos y otros. Pero los hombres no son un instrumento pasivo ni insensible que se dejen llevar y manipular por quienquiera hacerlo, pues Jehová los dotó de una conciencia y voluntad propia, por lo que pueden usar conocimiento y discernimiento y responsabilizarse de sus actos, y pueden adherirse a uno u otro bando según les dicte esta conciencia y voluntad. Por eso será la actitud y decisión de ellos, de nosotros, la que determinará la victoria de uno u otro de estos dos poderes enfrentados, el poder y triunfo del propósito de Jehová o el de Satanás, que hasta ahora ha sido el que ha predominado en la tierra entre los humanos puesto que el diablo sigue siendo el gobernante de este mundo a causa de la rebeldía e ingratitud de los hombres. ¿Por qué Dios ha permitido que suceda esto siendo él todopoderoso y su poder es infinitamente superior al de todos los demás poderes juntos? por su justicia y por la ingratitud de los humanos; él ha concedido libertad de elección, el libre albedrío, a todos los seres inteligentes. tanto terrenales como celestiales, y no quiere faltar a su palabra, o libertad dada, por eso ha dejado que cada unos siga el camino o proceder que haya elegido, sea para bien o para mal de ellos mismos. Pero los que le aman, principalmente por su justicia y su bondad, no solo por su poder, deben aceptar sobre sí el desafío de Satanás limpiando su nombre de todo el oprobio que las falsedades del diablo y la ingratitud de los hombres egoístas han arrojado sobre él. Así nos lo está pidiendo nuestro Padre celestial, casi suplicando, (Prov. 27:11). porque es esta la mejor forma de poder hacernos merecedores de la bondad y misericordia divina. Por nuestra fidelidad y estricta obediencia a todas las instrucciones de Jehová demostraremos cuan falsas son las afirmaciones de esos ingratos mentirosos. Lo que Jehová tenga que hacer para acabar con la maldad es cuestión únicamente suya, no nos utilizará a nosotros, por eso solo nos incumbe centrarnos y poner todo nuestro interés en llevar a cabo hasta el final la parte que nos corresponde. Como buenos hijos que desean enaltecer la dignidad de un padre justo y amoroso que ha sido mancillada injustamente, se sentirían impulsados a afrontar y desmentir las calumnias de los farsantes por medio de su obediencia amorosa y su integridad, que también ha sido cuestionada ( Job 1:9) , nosotros, los que vivimos ahora en el tiempo del fin, y hemos sido instruidos suficientemente por la palabra de Dios, somos los que debemos demostrar por nuestros actos, que hemos aprendido las lecciones dadas, y estamos capacitados para terminar la parte final del propósito divino sin más ayuda que la guía espiritual que nos concede Jehová con su palabra. Si la maldad entró en el mundo a causa de la desobediencia de los humanos, es completamente justo que sea por nuestra obediencia a la palabra de Jehová que la maldad deje de existir, no por el poder de Dios, sino por nuestra actitud obediente y sincera. Si se hubiera sido obediente desde el principio, el propósito de Dios se habría llevado a cabo sin interrupción y sin luchas ni sufrimiento, y Jehová no hubiera tenido que utilizar sus actos poderosos para corregir los errores humanos, porque no se habrían cometido, ni hubiera tenido que realizar tantos esfuerzos ni sacrificios por enmendar los efectos de estos errores. Pero ahora que ya hemos asimilado le instrucción completa, Jehová no tendría por qué utilizar de nuevo tales poderes. Su palabra nos dice que no devolvamos mal por mal, sino que combatamos el mal con el bien, así lo hizo Jesús y él es el modelo que tenemos que imitar. Lo que se hace conforma con la voluntad de Dios es lo que prospera y permanece. Jesús comparó la fe verdadera y bien fundamentada con una de les semillas más pequeñas, un grano de mostaza, pero que si se siembra y cultiva debidamente puede desarrollar una planta poderosa que dará frutos abundantes, frutos de paz y de felicidad eterna.