El auge del realismo materialista marcado por la decepción del consumismo cultural conecta el egocentrismo acentuado de los individuos con una perspectiva colectivista de clase, nación, género o raza. La desesperación por un sentimiento de pertenencia, fraternidad y cohesión social en contraste con el abismo cada vez más comun del sin sentido, la depresión y el suicido nos tienta a abandonar nuestra razón con tal de sobrevivir. La era digital en su avance tecnológico, como también lo hizo la revolución industrial, está eclipsando en atención la era del vacío existencial que prácticamente todos, en mayor o menor medida, estamos experimentando. La causa de esta crisis se debe a la decadencia de nuestra cultura causada por la mala racionalización de nuestra alma debido a la en su momento necesaria liberalización del pensamiento. La reforma fue un error, pero fue un error necesario. Ninguna rama filosófica ha conseguido llenar nuestro vacío, y las interpretaciones individualistas de la Biblia sin un respeto al consenso teológico han llevado a delirios que han marcado el nacimiento de ideologías dañinas para el ser humano. El deterioro demográfico, la polarización política, la desestabilización del nucleo familiar, el fracaso generalizado de las relaciones de pareja y de matrimonio, el liberticidio sexual, ideales como producto de consumo para un beneficio sentimental a corto plazo, la expansión de la soberbia por la ignorancia del ser ignorante por condición humana, el crecimiento exponencial de las minorías con distinta base cultural y racial que crean y crearán tribalismo y conflicto social dentro de las mismas fronteras de la nación, el altruismo basado en la invisible intrusión de los bienes de otro, el rencor generacional por falta de entendimiento, etc. Y aún así, objetivamente, vivimos en la mejor era gracias a los avances tecnológicos que nos permiten vivir en abundancia de alimento y de salud en comparación con el pasado. Vivimos en el cielo de nuestros antepasados creado con un sacrificio que los inmortaliza, y sin darnos cuenta, los despreciamos continuamente como sociedad.
Nos sentimos verdaderamente libres cuando somos esclavos de algo con lo que nos sentimos identificados. La Fe, el creer incondicionalmente, lo depositamos en todo continuamente. Algunos argumentarán que son puramente racionales, que se guían por la probabilidad, pero ignoran la Fe que ponen en su capacidad y sensibilidad para examinar tales probabilidades. El pensamiento crítico y la Fe no son incompatibles, y objetivamente, no somos seres racionales, sino morales. Ponemos Fe sobre una base moral porque de esta forma sentimos como individuos que podremos funcionar correctamente como grupo, nos hace sentir seguros en sociedad e incluso más allá de la misma. El ser humano es propenso a pasar mucho miedo y a sentirse muy solo porque es consciente de su vulnerabilidad, y necesitamos algo más allá que nosotros mismos. Aquél que pone Fe en sí mismo no se conoce lo suficiente. En consecuencia, ponemos Fe en algo externo a nosotros, y lo ponemos en personas, ideologías u objetivos materiales. Aquél que invierte su Fe, más valiosa que el oro, en algunas de esas cosas ignora la fragilidad e incontinencia de las mismas. Necesitamos poner Fe en algo inmortal, y las ideologías no lo son aunque lo parezca, ya que siempre están cambiando. Por ello, lo más inteligente para un bien individual y colectivo es poner Fe en Dios Padre, Dios Hijo y el Espíritu Santo, siendo esta santa trinidad Dios. La más segura y más profunda fuente de fraternidad es a través de Dios Padre, que con su perfección y con su justa voluntad permisible deja que el libre alberdrio exista aún con las consecuencias de este, siendo la corrupción de su creación por decisión individual. Él quiere que lo amemos, pero el amor solo puede existir si existe esa capacidad de decidir, y el hecho de que la decisión sea complicada hace que el amor sea más valioso. Poner Fe en algo así incita a los creyentes en Él a la superación y la esperanza ya que ven la dificultad como un regalo. El ejemplo más puro, trascendental e inmortal es el ejemplo de Dios Hijo, Jesucristo, promoviendo un amor que va más allá y puede con todo, incitando a un perdón que incluso en la mayor traición puede ser posible ya que para Él lo fue. Cristo nos guía como un hermano mayor para poder formar parte de la familia de Dios, nos muestra que ya somos dignos del Reino de los Cielos, pero que debido a la tentación nos alejamos de este por nuestra debilidad. Aún así, nos abre las puertas y aunque nuestra alma probablemente nunca llegue a ser tan pura como la de Él, podremos disfrutar por toda la eternidad en una magnitud basada en nuestra capacidad de apreciar a Dios. Aquellos que se alejen demasiado del rebaño y caigan sobre el control de Satanás arderán durante toda la eternidad pero no como castigo de Dios, sino como un destino voluntario. Aún así, la mayoría peca de debilidad, y muy pocos no se arrepienten de nada (De corazón). Y todo ello está en unión por el Espíritu Santo que crea un puente entre Dios y hombre a través de Cristo. Es hermoso, pero es difícil tener Fe en ello, y ahora más que nunca. Es mucho más fácil tener Fe en lo que he nombrado antes de Dios, pero no tan valioso. Incluso es mucho más fácil tener Fe en la liturgia o en el clero, y aunque estos sean legítimas y necesarias representaciones de la comunión y Fe a Dios y su palabra, no son Dios. Este error inconsciente lleva a cierta hipocresía en ciertos individuos de la comunidad Cristiana, y es normal, porque no es fácil tener Fe en Dios, no es nada fácil. No debemos abandonarlo, porque Él nunca nos abandona.
Esta realidad teológica infunde en la condicionada consciencia humana una satisfacción de todas sus necesidades existenciales, pero solo a través de su esfuerzo en tener Fe. Y en consecuencia de esa Fe en Dios, se crea una perfecta base moral que no puede ser desobedecida por ninguna justificación, pero que tampoco presiona a la persona hasta un punto de hacerla sentir que no puede redimirse. Es un balance moral perfecto. Es la palabra de Dios, y esta no es incompatible con el método científico que analiza el marco materialista. Dios es nuestra única salvación, y hay que tener Fe en Él incluso más allá de los intereses personales que tenemos por Él. Como he dicho, ganamos mucho al tener Fe en Dios, pero la gracia de tener Fe es hacerlo más allá de los intereses. Obviamente, aquél novato que empiece lo hará en parte por ideología y por interés personal, yo lo hago, pero creo que es posible trascender a ello con la práctica. La Fe no se perfecciona en un día.
La Fe en Dios, el mayor reto de nuestro tiempo, y probablemente lo será en incremento, pero solo así nuestro amor por Él lo será al mismo tiempo.
Nos sentimos verdaderamente libres cuando somos esclavos de algo con lo que nos sentimos identificados. La Fe, el creer incondicionalmente, lo depositamos en todo continuamente. Algunos argumentarán que son puramente racionales, que se guían por la probabilidad, pero ignoran la Fe que ponen en su capacidad y sensibilidad para examinar tales probabilidades. El pensamiento crítico y la Fe no son incompatibles, y objetivamente, no somos seres racionales, sino morales. Ponemos Fe sobre una base moral porque de esta forma sentimos como individuos que podremos funcionar correctamente como grupo, nos hace sentir seguros en sociedad e incluso más allá de la misma. El ser humano es propenso a pasar mucho miedo y a sentirse muy solo porque es consciente de su vulnerabilidad, y necesitamos algo más allá que nosotros mismos. Aquél que pone Fe en sí mismo no se conoce lo suficiente. En consecuencia, ponemos Fe en algo externo a nosotros, y lo ponemos en personas, ideologías u objetivos materiales. Aquél que invierte su Fe, más valiosa que el oro, en algunas de esas cosas ignora la fragilidad e incontinencia de las mismas. Necesitamos poner Fe en algo inmortal, y las ideologías no lo son aunque lo parezca, ya que siempre están cambiando. Por ello, lo más inteligente para un bien individual y colectivo es poner Fe en Dios Padre, Dios Hijo y el Espíritu Santo, siendo esta santa trinidad Dios. La más segura y más profunda fuente de fraternidad es a través de Dios Padre, que con su perfección y con su justa voluntad permisible deja que el libre alberdrio exista aún con las consecuencias de este, siendo la corrupción de su creación por decisión individual. Él quiere que lo amemos, pero el amor solo puede existir si existe esa capacidad de decidir, y el hecho de que la decisión sea complicada hace que el amor sea más valioso. Poner Fe en algo así incita a los creyentes en Él a la superación y la esperanza ya que ven la dificultad como un regalo. El ejemplo más puro, trascendental e inmortal es el ejemplo de Dios Hijo, Jesucristo, promoviendo un amor que va más allá y puede con todo, incitando a un perdón que incluso en la mayor traición puede ser posible ya que para Él lo fue. Cristo nos guía como un hermano mayor para poder formar parte de la familia de Dios, nos muestra que ya somos dignos del Reino de los Cielos, pero que debido a la tentación nos alejamos de este por nuestra debilidad. Aún así, nos abre las puertas y aunque nuestra alma probablemente nunca llegue a ser tan pura como la de Él, podremos disfrutar por toda la eternidad en una magnitud basada en nuestra capacidad de apreciar a Dios. Aquellos que se alejen demasiado del rebaño y caigan sobre el control de Satanás arderán durante toda la eternidad pero no como castigo de Dios, sino como un destino voluntario. Aún así, la mayoría peca de debilidad, y muy pocos no se arrepienten de nada (De corazón). Y todo ello está en unión por el Espíritu Santo que crea un puente entre Dios y hombre a través de Cristo. Es hermoso, pero es difícil tener Fe en ello, y ahora más que nunca. Es mucho más fácil tener Fe en lo que he nombrado antes de Dios, pero no tan valioso. Incluso es mucho más fácil tener Fe en la liturgia o en el clero, y aunque estos sean legítimas y necesarias representaciones de la comunión y Fe a Dios y su palabra, no son Dios. Este error inconsciente lleva a cierta hipocresía en ciertos individuos de la comunidad Cristiana, y es normal, porque no es fácil tener Fe en Dios, no es nada fácil. No debemos abandonarlo, porque Él nunca nos abandona.
Esta realidad teológica infunde en la condicionada consciencia humana una satisfacción de todas sus necesidades existenciales, pero solo a través de su esfuerzo en tener Fe. Y en consecuencia de esa Fe en Dios, se crea una perfecta base moral que no puede ser desobedecida por ninguna justificación, pero que tampoco presiona a la persona hasta un punto de hacerla sentir que no puede redimirse. Es un balance moral perfecto. Es la palabra de Dios, y esta no es incompatible con el método científico que analiza el marco materialista. Dios es nuestra única salvación, y hay que tener Fe en Él incluso más allá de los intereses personales que tenemos por Él. Como he dicho, ganamos mucho al tener Fe en Dios, pero la gracia de tener Fe es hacerlo más allá de los intereses. Obviamente, aquél novato que empiece lo hará en parte por ideología y por interés personal, yo lo hago, pero creo que es posible trascender a ello con la práctica. La Fe no se perfecciona en un día.
La Fe en Dios, el mayor reto de nuestro tiempo, y probablemente lo será en incremento, pero solo así nuestro amor por Él lo será al mismo tiempo.