La esencia del Evangelio ¡¡ Es Cristo !!

2 Junio 1999
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La Esencia del Evangelio es ¡CRISTO!
"...les predicaba a Cristo" (Hechos 8:5).

Eran tiempos difíciles para la iglesia de Jerusalén cuando encontramos al evangelista Felipe en la ciudad de Samaria. Una dura persecución asolaba la iglesia. El primer mártir ya había caído. Y bajo la dirección de un joven fariseo, Saulo de Tarso, el rastro de sangre de los mártires se extendía.

No obstante, el Señor utilizó la cólera de los enemigos para expandir Su iglesia. El rastro de sangre de los mártires es la huella de Dios que siguen los cristianos. Los fugitivos se hacen misioneros, cuyo testimonio bajo la persecución se hizo más poderoso.
Bajo este ambiente llegó Felipe a Samaria. Y en Felipe, es el Mismo Señor, Quien visita Samaria con Su salvación. Eso resulta claro cuando Lucas narra lo que Felipe ha hecho allí: "Él les predicaba a Cristo". En la predicación de este sencillo siervo los samaritanos entran en contacto con Cristo y son llamados a colocarse bajo la supremacía de la salvación. En esta predicación el Espíritu Santo viene a los samaritanos para glorificar a Cristo, hacer un pueblo para Él y vincular los pecadores a Él. Eso determinó el contenido del mensaje de Felipe. Los samaritanos consiguieron oír el alegre mensaje de Jesucristo, el Hijo de Dios, en Quien el Padre ha revelado Su amor a un mundo y para un mundo perdido en culpa.
Felipe le predicó como el Cristo, a Quien los samaritanos también esperaban según los libros de Moisés. Él le describió ante sus ojos como el Hijo de Dios hecho hombre. Que descendió en la necesidad y muerte de los pecadores, para liberar a los perdidos de la culpa y de los sufrimientos eternos. Él ha hablado de Su insondable compasión y amor por los pecadores hasta el fin. Ha pregonado a Cristo como el gran Profeta, Sacerdote y Rey, el que a través del camino de la cruz y la resurrección ha traído reconciliación y salvación. Y con seriedad y emoción les recomendó: ¡Creed en este Cristo y seréis salvos!
¡Cristo! Él es la esencia del Evangelio, que el Espíritu hace pregonar en el mundo por el servicio de Sus heraldos. Ese Evangelio ensalza al Señor Jesús como Salvador para gente, que es pecadora. Revela un cortante descubrimiento: la profunda necesidad de nuestra existencia humana, que es muerte en pecados y delitos. Y nos presenta a Cristo Jesús, y la abundancia de vida y salvación que hay en Él.

Predicar a Cristo. Eso sucede desde Pentecostés. Ahí echa a andar el derramamiento del Espíritu. Eso siempre ha sido el secreto y el poder de la iglesia. Y eso permanecerá hasta el fin. Ese es el medio con el que el Espíritu de Dios edifica la iglesia. Ese es el camino a lo largo del cual Cristo viene a nosotros y por donde los pecadores son llevados a Cristo, para encontrar en Él todo lo que necesitan para vida y salud eterna. Eso es lo único que tiene que hacer un servidor del Evangelio: Predicar a Cristo. Ese Cristo es el regalo suntuoso que Dios nos ha dado para una completa liberación. Ese a la vez es el maravilloso privilegio de la iglesia: que puede vivir bajo la predicación de Cristo. En ella Él Mismo viene hasta nosotros. En ella suena Su voz, que hace oír a los muertos y les da vida. Por ella los enemigos son vencidos para Él, los corazones que estaban cerrados se abren para Él.
¿Sin embargo, somos conscientes de ese privilegio? ¿Se puede ver en nuestras reuniones? ¿Buscamos en nuestras reuniones de iglesia ese encuentro con Él? Conocerle a Él, eso es vida y una fuente de poder y de consuelo y de luz.
Y él les predicaba a Cristo. Donde eso acontece, resplandece la luz en las tinieblas y la vida vence a la muerte. Allí hay esperanza para el más desesperado. Porque ese predicar a Cristo es: poder de Dios para salvación.

C. Westerink