LA ESCATOLOGÍA, Edward Schillebeeckx

19 Julio 2005
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Edward Schillebeeckx, Soy un teólogo feliz.

Ed. Sociedad de Educación Atenas. Madrid 1994 (p. 99-106)

El hombre es un ser histórico, puesto en la historia para hacer historia. Por eso su itinerario es un itinerario recorrido con dios, porque es criatura de Dios. Pero puede ser, también un recorrido sin dios o, incluso, contra Dios. El hombre es un ser histórico en relación con el Dios eterno. Esta relación del hombre histórico con el Dios eterno. Esta relación del hombre histórico con el Dios eterno plantea el problema de la escatología. Puesto que la vida es una vida contingente, con un principio y un final, ¿puede sobrevivir el hombre? ¿Puede mirar más allá ¿hay una vida después de la muerte? ¿hay un cielo para el hombre que ha obrado el bien? ¿Hay un infierno para quien ha cometido el mal? El problema se plantea por la historicidad del hombre. La respuesta cristiana a todos estos problemas constituye la escatología. La vida eterna no es un dato inserto en la naturaleza del ser contingente. Aunque el hombre tiene un alma espiritual, no se puede decir que la espiritualidad del alma humana es el fundamento de una vida más allá de la vida. Esta no es, en absoluto, una idea cristiana es una idea griega. El fundamento de la fe en la resurrección, en la vida eterna, está en la intersubjetividad entre el Dios eterno y el hombre contingente. Por tanto, el fundamento de la vida eterna del hombre está en la vida teologal, en la vida de comunión con Dios, y no en la espiritualidad del hombre.

Por eso el Nuevo Testamento habla siempre de resurrección y no de inmortalidad del alma. Que deba ser la espiritualidad en cuanto tal el fundamento de la vida eterna es una concepción griega y pagana. El hombre es un espíritu encarnado, que inicia un camino y después lo acaba. En la Biblia no se dice que el alma vive y el cuerpo muere. Es la vida teologal, es la vida de gracia el fundamento de la resurrección, y esta vida teologal es más fuerte que la muerte.

PARAÍSO, INFIERNO Y PURGATORIO

Usemos la terminología del hombre de la calle ¿Qué es el cielo? ¿Qué es el paraíso? ¿Qué es el infierno?

El cielo y el infierno son posibilidades antropológicas. Yo sostengo que hay una asimetría entre la noción de cielo y la noción de infierno, es decir, no se pueden colocar en el mismo plano. Si el fundamento de la supervivencia es esta relación vivida con dios, me pregunto qué habrá cuando no hay, en absoluto, esta relación vivida con Dios, es decir, cuando el hombre hace el mal con voluntad definitiva.

No se sabe si hay hombres que hagan el mal con voluntad definitiva, rechazando la gracia y el perdón de Dios; pero si hay hombres –es una hipótesis_ que no tienen relación teologal con Dios, estos no tienen ni siquiera el fundamento de la vida eterna. El infierno es el final de quienes hacen el mal de forma definitiva. Su muerte física es también su final absoluto. Por tanto, desde el punto de vista escatológico, sólo existe el cielo.

Es una cosa totalmente distinta de la apocatástasis o recapitulación general de Orígenes[2] y otros. Repito: no sé si existirán hombres tan perversos que rechacen la gracia y el perdón de Dios. Es posible que todos los hombres estén destinados al cielo; pero, en todo caso, si eventualmente existiesen hombres malvados, en el sentido de definitivamente malvados, su muerte física sería el final de su existencia. Existe sólo un cielo, y no junto a un infierno donde los hombres sufren el fuego y las penas para toda la eternidad. Va contra la naturaleza de Dios, que es amor, el que los hombres sean castigados eternamente. Para mí, como hombre de fe, es impensable que, mientras la alegría inunda el cielo, haya personas, a dos pasos, en medio de sufrimientos infernales y eternos. No puede existir un infierno que sea el reverso de la alegría eterna del reino de dios. No existe más que el reino de Dios.

Cielo e infierno son posibilidades antropológicas porque el hombre es finito, su libertad es finita, puede elegir el bien o el mal de una forma definitiva. Es un dato antropológico. Si existen estos hombres que optan por el mal, no lo sé. Pero, aun admitiendo que existan, el infierno no existe[3]. No hay una vida infernal. Si hay alguno que en su vida es capaz de separarse totalmente y de forma definitiva de la comunicación con el Dios de la vida, este está destinado a la aniquilación de su propio ser.

Algunos teólogos me dicen: “Entonces no hay castigo por el mal que se comete”. Respondo: no se entiende lo que quiere decir estar con Dios durante toda la eternidad. Para los hombres no habría una vida de comunión con Dios... Es terrible. Dios no tiene sentimientos de venganza. Para mí es imposible la coexistencia del cielo eterno para los buenos y el infierno para los malos, que reciben un castigo eterno. El “eschaton” o el cumplimiento último es exclusivamente positivo: no existe un “eschaton” negativo. Es el bien, no el mal, el que tienen la última palabra. Este es el mensaje y esta es la praxis de vida de Jesús de Nazaret.

¿Y el purgatorio?

La noción del purgatorio es una noción católica que considero esencial para la escatología. Aun cuando el hombre haya elegido el bien y tenga una vida eterna en el cielo, no es un santo como Jesucristo. Tiene imperfecciones, culpas. Aun cuando el hombre muera en estado de gracia, como se suele decir, sigue siendo un pecador. En el primer encuentro con Dios en el cielo, el Dios de la santidad, el primer acto de amor de Dios es una especie de catarsis, de purificación. El primer acto de claridad de Dios es la purificación de todas nuestras imperfecciones. En un instante.

El purgatorio, por tanto, no es un lugar, como tampoco lo son el cielo y el infierno, sino un estado, que no se puede representar. El primer acto de amor de Dios en el cielo es un acto de iluminación. Dios proyecta su luz sobre el hombre, lo ilumina y lo purifica. Es una especie de radiación en Dios. Es el primer momento de la visión beatífica. Todos los hombres, pues, pasan a través del purgatorio antes de entrar en la visión beatífica de Dios.

No hay, por tanto, fuego purificador de las penas. El mismo Santo Tomás se preguntaba cómo un alma separada del cuerpo puede ser purificada por el fuego. No se trata del fuego del castigo, sino del fuego de la purificación. El fuego es sólo una imagen.

Hay teólogos que sostienen que la vida eterna es la vida terrena de los hombres que creen, que están en comunión con Dios. Para estos teólogos la muerte física es el final del hombre. No habría una vida después de la muerte. Se entra en el seno de Dios sin una existencia personal. Para ellos la vida acaba y no hay ninguna relación entre la vida llevada en la tierra y la vida en el seno de Dios. Pero, entonces, la vida sería una farsa. Hablan de inmortalidad y de supervivencia, pero, después de la muerte, se desaparece en Dios sin una existencia propia, personal.

Es una teoría que, por desgracia, se está abriendo camino y contra la cual lucho, porque no concibo que mi vida física acabe en el anonimato, aunque sea divino.

El dominico francés Pohier es el de esta opinión, aunque ahora acepta la resurrección de Cristo. Y ahora me parece aún más estúpido: aceptar, por un lado, la resurrección de Cristo y, por otro, no aceptar la resurrección del hombre.

Pero, estos teólogos ¿cómo explican las palabras del Credo sobre la resurrección de la carne?

Diciendo que en el hombre se da un deseo infantil de supervivencia, como una forma de megalomanía. También yo digo que no tenemos ningún derecho a una vida eterna, que es, por lo contrario, pura gratuidad de Dios. San Pablo dice que sin la resurrección la vida esta vacía. Y es verdad.

ESCATOLOGÍA Y PROTOLOGIA [4]

Quisiera, ahora, decir algo sobre el paraíso. En el antiguo testamento se habla de la escatología mirando a la protología. En todo el Génesis, la idea del paraíso y del hombre que lo habita es un reflejo de la escatología sobre la protología. La creación es la proyección de cómo los profetas concebían la idea del paraíso en el que había sido puesto el hombre. Es una transposición de la escatología profética al inicio de la humanidad. Se ha tratado de dar una explicación a esta historia, en la que Dios habla al hombre de salvación. Se ha transferido el mensaje de los profetas al inicio de creación. Dios ha puesto al hombre en el paraíso, pero el hombre ha pecado, ha sido expulsado de él y ha comenzado una historia de pecado.

La noción de paraíso pertenece a la escatología. Toda la narración del Génesis está inserta en la escatología. Para los padres griegos, el hombre escribe enseguida una historia de pecado. Los padres latinos, por el contrario, describen al hombre en el paraíso, el hombre perfecto que después ha pecado. Es una mistificación de los padres latinos. El paraíso, en el pensamiento de los griegos, es el porvenir del hombre. El hombre va hacia el paraíso. Toda la protología está encuadrada en la escatología porque ha sido redactada con una perspectiva escatológica. Los profetas dicen que en el reino de Dios el león y los niños jugarán juntos. San Agustín y los padres latinos refieren estas imágenes al paraíso. Es verdad que era intención de Dios que la historia fuese así, pero es necesario decir que el hombre no la ha comenzado dotado de ciencia y sabiduría, sino que, partiendo del pecado, se encamina hacia el reino de Dios. La protología, por tanto, debe leerse a la luz de la escatología.

¿Y el pecado original qué es?

Las nuevas teorías sobre el pecado original fueron condenadas por Roma. Ahora se prefiere callar. Creo en el pecado original; creo que hay un pecado del mundo, que las estructuras del mundo están echas por hombres pecadores y que se llega al mundo con el pecado. Pero el pecado es anterior al hombre. El hombre viene a un mundo donde hay pecado. Por una parte, entra en una historia de salvación, pero, por otra, entra en una historia de pecado. Es un pecado que trasciende la voluntad personal del hombre. La situación misma está afectada por el pecado del hombre. Toda nuestra historia se desarrolla” desde el pecado al pecado”, como dice el concilio de Trento. Esta es la historia del hombre.

El hombre ha pecado en Adán, pero Adán en los relatos del Génesis no es una persona histórica: es la humanidad entera. El pecado es preexistente a nuestra voluntad. Esto es lo que fue definido por el concilio de Trento. Las imágenes oscurecen la noción de pecado original. Es el único dogma del que se acepta su desmitificación. Yo creo en el pecado original, aunque otros teólogos sostienen que se trata de un puro mito. Para mí, el pecado del mundo, como lo llama San Juan, es una realidad. Es necesario también tener el coraje de desmitificar la protología para recuperar el núcleo de la narración, que es que el pecado del mundo es una realidad muy fuerte que supera nuestra voluntad y la inclina al mal.

[FONT=&quot][2][/FONT] Escritor eclesiástico, nacido en torno al año 185 en Egipto, quizá en Alejandría; muerto hacia el año 253-4 en Tiro. En el mundo cristiano, la apocatástasis fue afirmada sobre todo por los padres orientales y por Orígenes, entendida como retorno de toda la creación a un estado de plena felicidad

[3] Para aclarar estas expresiones un poco expeditivas, comprensibles en el género de la entrevista, tomamos del volumen de R. Gibellini, La teología de

[4] El término griego “proton” significa “primero”, el “inicio”, lo contrario de “eschaton”, último y final. La protología se refiere a la concepción religiosa (extracientífica) de los orígenes del mundo y de la humanidad (narraciones de la creación).