LA CRUZ - LA CRESTA DIVISORIA
Todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte, porque somos sepultados juntamente con Él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Ro. 6:3,4).
“Si alguno está en Cristo, nueva criatura (creación) es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2 Co. 5:17).
“El Padre, que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz... nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Col. 1:12,13).
El reino de este mundo no es el reino de Dios. Dios deseaba en su corazón un sistema mundial -un universo de su creación- cuya cabeza sería Cristo su Hijo (Col. 1:16,17). Pero Satanás, obrando por medio del hombre carnal, ha instaurado un sistema opuesto conocido en las Escrituras como 'este mundo' -un sistema en el cual nosotros estamos implicados y que Satanás mismo domina. De hecho, él ha llegado a ser “el príncipe de este mundo” (Jn. 12:31).
DOS CREACIONES
Así la primera creación, bajo el poder de Satanás, ha venido a ser la 'antigua creación'. Dios está introduciendo una 'nueva creación', un nuevo reino y un nuevo mundo, y nada de aquella antigua creación, cl antiguo reino o el antiguo mundo, puede transferirse o ser transferido al nuevo. Se trata, pues, de que existen ahora dos reinos rivales, y de nuestra pertenencia a alguno de ellos.
Para poder introducirnos en esta nueva esfera, Dios debe hacer algo nuevo en nosotros, debe hacernos “criaturas (creación) nuevas”. A menos que seamos hechos de nuevo nunca podremos ser aptos para participar en este nuevo reinado: “Lo que es nacido de la carne, carne es”, y “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios” (Jn. 3:6; 1 Co. 15:50). A pesar de la educación, cultura, mejoramiento, todavía es carne. Nuestra aptitud para el nuevo reino es determinada por la creación a la cual pertenecernos. ¿Pertenecemos a la antigua creación o a la nueva? ¿Somos nacidos de la carne o del Espíritu? Nuestra aptitud para este nuevo reino al final gira sobre la cuestión de origen. La cuestión no es entre lo bueno o lo malo, sino entre la carne o el espíritu; “lo que es nacido de la carne, carne es”, nunca será otra cosa. Aquello que es de la antigua creación jamás podrá entrar en el nuevo reino.
Una vez que veamos a fondo lo que Dios busca -algo totalmente nuevo para Él mismo-,
entonces veremos claramente que jamás podremos introducir nada del antiguo reinado en el nuevo. Dios ansiaba poseernos para sí mismo, pero Él no podía introducirnos, como estábamos, en aquello que Él había propuesto; así que primeramente nos eliminó por la Cruz de Cristo y luego por la resurrección nos proveyó una nueva vida. Siendo ahora una nueva creación (2 Co. 5:17), con una nueva naturaleza y nuevas facultades, podremos entrar en este nuevo reino y el nuevo mundo. La Cruz fue el medio que Dios usó para ponernos completamente a un lado y la resurrección el que usó para impartimos todo lo necesario para nuestra vida en la nueva esfera (Ro. 6: 4).
La resurrección está al comienzo de la nueva creación. Es bendita cosa ver que la Cruz termina todo lo que pertenece al primer régimen, y la resurrección presenta todo lo que pertenece al segundo. La resurrección es el nuevo punto de partida.
LIBERACIÓN DE LA VIEJA VIDA
Tenemos ahora ante nosotros dos mundos, el antiguo y el nuevo. En el antiguo, Satanás tiene el dominio absoluto. Tú puedes ser un buen hombre en la antigua creación, pero mientras pertenezcas a ella estás bajo pena de muerte, porque nada de la antigua creación puede pasar a la nueva. La Cruz de Cristo es la declaración de Dios de que todo lo que es de la antigua creación debe morir. Nada del primer Adán puede pasar más allá de la Cruz; todo termina allí. Cuanto más pronto veamos esto, tanto mejor, pues es por la Cruz que Dios nos ha hecho un camino para escapar de la vieja creación. Dios encerró en su Hijo todo lo que fue de Adán y lo crucificó; así en Él todo lo que fue de Adán se eliminó. Es como si Dios hubiera proclamado por todo el universo: “Por medio de la Cruz Yo he puesto de lado todo lo que no es de Mí; y vosotros, que pertenecéis a la antigua creación, estáis todos incluidos en la Cruz; ¡vosotros también habéis sido crucificados con Cristo!” Ninguno de nosotros puede escapar de ese veredicto.
“¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con Él para muerte por el bautismo” (Ro. 6:3-4). ¿Cuál es el significado del bautismo? No es sólo una cuestión de una gota de agua, ni aun de un bautisterio lleno de agua. El bautismo es una cosa tremenda, porque se relaciona tanto a la Cruz como a la resurrección de nuestro Señor. Pedro, en su primera epístola, se refiere al bautismo como la “respuesta de una buena conciencia para con Dios” (1 P.3:21, V.M.). Por cierto, no podemos responder sin que alguien nos hable primero. Si Dios no hubiera dicho nada, no tendríamos respuesta. Pero Él ha hablado. Por la Cruz, Él nos ha hablado de su juicio contra nosotros, contra el mundo, contra la antigua creación y contra el antiguo reino. La Cruz no es sólo de Cristo -una Cruz 'individual'. Es una Cruz que incluye a todos, una Cruz 'corporativa', una Cruz colectiva que me incluye a mí y a ti. Dios nos ha puesto a todos en su Hijo y nos crucificó en Él. En el Último Adán, Él ha borrado todo lo que fue del primer Adán.
Ahora, ¿cuál es mi respuesta al fallo de Dios contra la antigua creación? Contesto con solicitar el bautismo. ¿Por qué? En Ro. 6:4, Pablo explica que el bautismo significa la sepultura. El bautismo se relaciona tanto con la muerte como con la resurrección; pero en sí mismo no es ni muerte ni resurrección, es sepultura, pero ¿para quién es la sepultura? Sólo para los muertos. Así que si yo pido el bautismo, me proclamo a mi mismo muerto y sólo apto para la tumba. Mi solicitud de bautismo significa que digo “Sí” a la muerte a la cual Dios me ha en tregado. Digo: “Señor, creo que Tú has cumplido la crucifixión y ahora pido la sepultura. Me has consignado a la muerte, y pido ser sepultado”.
En cierta ocasión, una mujer perdió su esposo pero fuera de sí por causa de su pérdida, se negó rotundamente a hacerlo sepultar. Día tras día, por dos semanas, quedó el cadáver en la casa. Ella dijo: “No está muerto, hablo con él todas las noches”. Se opuso a la sepultura, porque ella no creía que estuviese muerto. ¿Cuándo tenemos voluntad de enterrar a nuestros queridos? Sólo cuando estamos absolutamente seguros que han fallecido. Mientras tengas la menor esperanza de que estuvieran vivos, no los entregarías a la sepultura. ¿Cuándo debo pedir el bautismo? Cuando veo que la voluntad de Dios es perfecta, cuando reconozco que merezco morir, y cuando verdaderamente creo que Dios ya me ha crucificado. Una vez que yo esté plenamente persuadido de que, ante Dios, yo estoy bien muerto, entonces solicitaré el bautismo. Digo, en efecto: “Alabado sea el Señor, estoy muerto. Señor, Tú me has muerto, ahora deseo ser sepultado”. Dios ha cumplido la obra de la crucifixión, pero nosotros debemos sellar aquella muerte por la sepultura.
En la China tenemos dos servicios médicos de emergencia, una 'Cruz Roja' y una 'Cruz Azul. La primera se ocupa de los heridos en batalla, para socorrerlos y curarlos; la segunda se ocupa de los muertos, sea por hambre, inundación o guerra, a fin de darles sepultura. El proceder de Dios con nosotros en la Cruz, es más drástico que el de la 'Cruz Roja'. Él no se dispone a remendar la antigua creación. Aun los que viven están condenados por Él a muerte y sepultura, para que puedan resucitar a nueva vida. Dios ha hecho la obra de la crucifixión, así que ahora estamos en la lista de los muertos; pero debemos aceptado y sometemos a la obra de la 'Cruz Azul’, sellando esa muerte con la 'sepultura'.
Hay un antiguo mundo y un nuevo mundo; entre los dos hay una tumba. Dios ya me ha crucificado, pero debo consentir en ser enviado a la tumba. Mi sepultura confirma el fallo de Dios pronunciado contra mí en la Cruz de su Hijo. Afirma que he sido cortado del viejo mundo y que pertenezco ahora al nuevo. Así, el bautismo no es cosa de poca monta. Me separa del antiguo mundo y me prepara para el nuevo. Significa para mí romper definitiva y conscientemente con la antigua manera de vivir. Este es el significado de Romanos 6:2: “Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” Pablo, en efecto, dice: “Si pudieras continuar en el antiguo mundo, ¿por qué bautizarte? Nunca deberías haber sido bautizado, si tenías intención de vivir en el antiguo reino”. Una vez que hemos visto esto, damos lugar a la nueva creación al consentir en la sepultura de la antigua.
Tomado de “La vida cristiana normal de W. Nee
Jesus es el Señor
La iglesia en Armenia
RESURRECCIÓN PARA NOVEDAD DE V1DA
“Si fuimos plantados juntamente con Él a la semejanza de su muerte, así también lo seremos con la de su resurrección” (Ro. 6:5).
La resurrección es enteramente diferente. Soy bautizado en su muerte, pero no entro en
su resurrección en exactamente la misma manera, pues ¡alabado sea el Señor! su resurrección entra en mí dándome una nueva vida. La muerte del Señor es “yo en Cristo”; la resurrección es “Cristo en mí”. ¿Cómo es posible para Cristo comunicarme su vida de resurrección? ¿Cómo recibo yo esta nueva vida? En Romanos 6:5, Pablo contesta nuestra pregunta con una buena ilustración: las palabras “plantados juntamente” son, en el griego, una palabra: “injerta dos”; y tenemos aquí un muy hermoso cuadro de la vida de Cristo que nos es impartida por medio de Su resurrección.
Una vez visité a un hombre que era dueño de una huerta. Tenía casi dos hectáreas de terreno y más o menos trescientos árboles frutales. Le pregunté si sus árboles habían sido injertados o si eran de los troncos originales. Me contestó: “¿Cree usted que yo perdería mi terreno con árboles no injertados?”.
Le pedí me explicara el proceso del injerto, y lo hizo de buena gana. “Cuando un árbol ha crecido hasta cierta altura, lo desmocho, y entonces lo injerto”, dijo. Indicándome un árbol en particular, me preguntó: “¿ve usted ese árbol? Yo lo llamo el árbol 'padre', porque todos los demás árboles son injertados de eso Si los otros árboles fueran dejados para seguir el curso de la naturaleza, su fruto sería muy pequeño y consistiría mayormente de cáscara gruesa y semillas. Este árbol, del cual son injertados, carga una fruta sabrosa, del tamaño de una ciruela, con cáscara muy delgada y semillas diminutas”. “Y ¿cómo sucede esto?”, le pregunté. “Sencillamente, tomo un poco de la naturaleza de un árbol y la transfiero al otro”, explicó. “Hago un corte en el árbol pobre e inserto un brote del, árbol bueno, entonces lo ato, y lo dejo crecer”. Pero, ¿como puede crecer? Contestó: No se, pero si crece”. Entonces me mostró un árbol cargado de fruta sumamente pobre debajo del injerto y fruta rica, sabrosa, arriba del injerto. “Dejé los brotes viejos con su fruta inútil para mostrar la diferencia”, me dijo. “Con esto puede
comprender el valor del injerto. ¿Se da cuenta ahora por qué cultivo solamente árboles injertados?”
¿Cómo puede un árbol llevar fruto de otro? ¿Cómo puede un árbol viejo cargar fruto nuevo, y un árbol pobre cargar fruto bueno? Por el injerto. Entonces, si un hombre puede injertar una rama de un árbol en otro, ¿no podrá Dios injertar la vida de su Hijo en nosotros?
Una mujer, en la China, se quemó de gravedad un brazo y fue llevada al hospital. Fue hallado necesario injertar nueva piel sobre la superficie perjudicada, pero el médico procuró en vano injertar una porción de la de ella en el brazo; era demasiado pobre. Una enfermera extranjera ofreció una porción de su piel, y la operación resultó con buen éxito. La nueva piel se unió a la vieja, y la mujer salió del hospital con su brazo perfectamente curado; pero quedó una porción de piel blanca en su brazo amarillo como testimonio de lo que había pasado. Se pregunta cómo la piel de otra persona creció sobre el brazo de esa mujer. Yo no sé cómo creció, pero sé que así sucedió.
Si un cirujano terrestre puede injertar una porción de piel de un cuerpo humano en otro ¿no podrá el Cirujano Divino injertar la vida de su Hijo en mí? No sé cómo ocurre. “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Jn. 3:8). No sabemos cómo Dios ha obrado en nosotros, pero sí que lo ha hecho. Nada podemos hacer, y no necesitamos hacer nada, pues Dios ya lo ha hecho todo.
Dios lo ha hecho todo: hay una sola vida fructífera en el mundo, y ésa ha sido injertada Aunque reconocemos que esto no es siempre posible, la lección espiritual es bien cierta. en millones de otras vidas. A esto lo llamamos 'el nuevo nacimiento': es la recepción de una vida que no poseí antes. No es que mi vida haya sido cambiada en ninguna manera; es otra vida completamente nueva y completamente divina, que ha venido a ser mi vida.
EL 'CONTAR' DE FE
Dios ha eliminado la antigua citación por la Cruz de su Hijo, y mi bautismo es mi reconocimiento de aquel hecho.
La vida cristiana normal, inicial y progresivamente, es por fe en la Cruz de Cristo. Pero ¿Qué es la fe? La fe es mi aceptación del hecho de Dios. La fe siempre se relaciona a lo pasado; cualquier cosa que se relaciona con el futuro no es fe, es esperanza.
En Marcos 11:24, V.M. se explica la naturaleza de la fe así: “Todo cuanto pidiereis en la oración, creed que lo recibisteis ya; y lo tendréis”. Si creéis que ya recibisteis vuestros pedidos, entonces los tendréis. El creer que recibierais algo o que pudieras recibirlo o aun que lo recibiréis, no es fe. Esto es fe -creer lo que ya recibisteis. Así que sólo lo que se relaciona con el pasado es verdadera fe. Aquellos que dicen “Dios puede hacerlo” o “Dios lo hiciera” o “Dios debe hacerlo” o aun “Dios lo hará”, no ejercen necesariamente la fe. La fe siempre dice: “Dios lo ha hecho”.
Entonces ¿cuándo tengo fe acerca de mi crucifixión? No cuando digo que Dios puede crucificarme, o que me crucificará, sino cuando con gozo digo: “Alabado sea Dios, en Cristo estoy crucificado”. La tentación puede venir y Satanás puede tratar de probar que no estoy muerto pero, una vez que yo vea que estoy crucificado con Cristo, puedo reírme en la hora de la tentación. La dificultad con muchos es que, tan pronto aparece la tentación, empiezan a preguntar: “He muerto verdaderamente?”. Creen las mentiras de Satanás y niegan la verdad de Dios. Dios ha dicho que cuando Cristo murió, yo morí y pongo toda mi confianza en su Palabra. Está hecho, por consiguiente no hay nada que yo deba hacer sino meramente entender y contar con esto como un hecho eterno.
Tomado de “La vida cristiana normal de W. Nee
Jesus es el Señor
La iglesia en Armenia
Todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte, porque somos sepultados juntamente con Él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Ro. 6:3,4).
“Si alguno está en Cristo, nueva criatura (creación) es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2 Co. 5:17).
“El Padre, que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz... nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Col. 1:12,13).
El reino de este mundo no es el reino de Dios. Dios deseaba en su corazón un sistema mundial -un universo de su creación- cuya cabeza sería Cristo su Hijo (Col. 1:16,17). Pero Satanás, obrando por medio del hombre carnal, ha instaurado un sistema opuesto conocido en las Escrituras como 'este mundo' -un sistema en el cual nosotros estamos implicados y que Satanás mismo domina. De hecho, él ha llegado a ser “el príncipe de este mundo” (Jn. 12:31).
DOS CREACIONES
Así la primera creación, bajo el poder de Satanás, ha venido a ser la 'antigua creación'. Dios está introduciendo una 'nueva creación', un nuevo reino y un nuevo mundo, y nada de aquella antigua creación, cl antiguo reino o el antiguo mundo, puede transferirse o ser transferido al nuevo. Se trata, pues, de que existen ahora dos reinos rivales, y de nuestra pertenencia a alguno de ellos.
Para poder introducirnos en esta nueva esfera, Dios debe hacer algo nuevo en nosotros, debe hacernos “criaturas (creación) nuevas”. A menos que seamos hechos de nuevo nunca podremos ser aptos para participar en este nuevo reinado: “Lo que es nacido de la carne, carne es”, y “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios” (Jn. 3:6; 1 Co. 15:50). A pesar de la educación, cultura, mejoramiento, todavía es carne. Nuestra aptitud para el nuevo reino es determinada por la creación a la cual pertenecernos. ¿Pertenecemos a la antigua creación o a la nueva? ¿Somos nacidos de la carne o del Espíritu? Nuestra aptitud para este nuevo reino al final gira sobre la cuestión de origen. La cuestión no es entre lo bueno o lo malo, sino entre la carne o el espíritu; “lo que es nacido de la carne, carne es”, nunca será otra cosa. Aquello que es de la antigua creación jamás podrá entrar en el nuevo reino.
Una vez que veamos a fondo lo que Dios busca -algo totalmente nuevo para Él mismo-,
entonces veremos claramente que jamás podremos introducir nada del antiguo reinado en el nuevo. Dios ansiaba poseernos para sí mismo, pero Él no podía introducirnos, como estábamos, en aquello que Él había propuesto; así que primeramente nos eliminó por la Cruz de Cristo y luego por la resurrección nos proveyó una nueva vida. Siendo ahora una nueva creación (2 Co. 5:17), con una nueva naturaleza y nuevas facultades, podremos entrar en este nuevo reino y el nuevo mundo. La Cruz fue el medio que Dios usó para ponernos completamente a un lado y la resurrección el que usó para impartimos todo lo necesario para nuestra vida en la nueva esfera (Ro. 6: 4).
La resurrección está al comienzo de la nueva creación. Es bendita cosa ver que la Cruz termina todo lo que pertenece al primer régimen, y la resurrección presenta todo lo que pertenece al segundo. La resurrección es el nuevo punto de partida.
LIBERACIÓN DE LA VIEJA VIDA
Tenemos ahora ante nosotros dos mundos, el antiguo y el nuevo. En el antiguo, Satanás tiene el dominio absoluto. Tú puedes ser un buen hombre en la antigua creación, pero mientras pertenezcas a ella estás bajo pena de muerte, porque nada de la antigua creación puede pasar a la nueva. La Cruz de Cristo es la declaración de Dios de que todo lo que es de la antigua creación debe morir. Nada del primer Adán puede pasar más allá de la Cruz; todo termina allí. Cuanto más pronto veamos esto, tanto mejor, pues es por la Cruz que Dios nos ha hecho un camino para escapar de la vieja creación. Dios encerró en su Hijo todo lo que fue de Adán y lo crucificó; así en Él todo lo que fue de Adán se eliminó. Es como si Dios hubiera proclamado por todo el universo: “Por medio de la Cruz Yo he puesto de lado todo lo que no es de Mí; y vosotros, que pertenecéis a la antigua creación, estáis todos incluidos en la Cruz; ¡vosotros también habéis sido crucificados con Cristo!” Ninguno de nosotros puede escapar de ese veredicto.
“¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con Él para muerte por el bautismo” (Ro. 6:3-4). ¿Cuál es el significado del bautismo? No es sólo una cuestión de una gota de agua, ni aun de un bautisterio lleno de agua. El bautismo es una cosa tremenda, porque se relaciona tanto a la Cruz como a la resurrección de nuestro Señor. Pedro, en su primera epístola, se refiere al bautismo como la “respuesta de una buena conciencia para con Dios” (1 P.3:21, V.M.). Por cierto, no podemos responder sin que alguien nos hable primero. Si Dios no hubiera dicho nada, no tendríamos respuesta. Pero Él ha hablado. Por la Cruz, Él nos ha hablado de su juicio contra nosotros, contra el mundo, contra la antigua creación y contra el antiguo reino. La Cruz no es sólo de Cristo -una Cruz 'individual'. Es una Cruz que incluye a todos, una Cruz 'corporativa', una Cruz colectiva que me incluye a mí y a ti. Dios nos ha puesto a todos en su Hijo y nos crucificó en Él. En el Último Adán, Él ha borrado todo lo que fue del primer Adán.
Ahora, ¿cuál es mi respuesta al fallo de Dios contra la antigua creación? Contesto con solicitar el bautismo. ¿Por qué? En Ro. 6:4, Pablo explica que el bautismo significa la sepultura. El bautismo se relaciona tanto con la muerte como con la resurrección; pero en sí mismo no es ni muerte ni resurrección, es sepultura, pero ¿para quién es la sepultura? Sólo para los muertos. Así que si yo pido el bautismo, me proclamo a mi mismo muerto y sólo apto para la tumba. Mi solicitud de bautismo significa que digo “Sí” a la muerte a la cual Dios me ha en tregado. Digo: “Señor, creo que Tú has cumplido la crucifixión y ahora pido la sepultura. Me has consignado a la muerte, y pido ser sepultado”.
En cierta ocasión, una mujer perdió su esposo pero fuera de sí por causa de su pérdida, se negó rotundamente a hacerlo sepultar. Día tras día, por dos semanas, quedó el cadáver en la casa. Ella dijo: “No está muerto, hablo con él todas las noches”. Se opuso a la sepultura, porque ella no creía que estuviese muerto. ¿Cuándo tenemos voluntad de enterrar a nuestros queridos? Sólo cuando estamos absolutamente seguros que han fallecido. Mientras tengas la menor esperanza de que estuvieran vivos, no los entregarías a la sepultura. ¿Cuándo debo pedir el bautismo? Cuando veo que la voluntad de Dios es perfecta, cuando reconozco que merezco morir, y cuando verdaderamente creo que Dios ya me ha crucificado. Una vez que yo esté plenamente persuadido de que, ante Dios, yo estoy bien muerto, entonces solicitaré el bautismo. Digo, en efecto: “Alabado sea el Señor, estoy muerto. Señor, Tú me has muerto, ahora deseo ser sepultado”. Dios ha cumplido la obra de la crucifixión, pero nosotros debemos sellar aquella muerte por la sepultura.
En la China tenemos dos servicios médicos de emergencia, una 'Cruz Roja' y una 'Cruz Azul. La primera se ocupa de los heridos en batalla, para socorrerlos y curarlos; la segunda se ocupa de los muertos, sea por hambre, inundación o guerra, a fin de darles sepultura. El proceder de Dios con nosotros en la Cruz, es más drástico que el de la 'Cruz Roja'. Él no se dispone a remendar la antigua creación. Aun los que viven están condenados por Él a muerte y sepultura, para que puedan resucitar a nueva vida. Dios ha hecho la obra de la crucifixión, así que ahora estamos en la lista de los muertos; pero debemos aceptado y sometemos a la obra de la 'Cruz Azul’, sellando esa muerte con la 'sepultura'.
Hay un antiguo mundo y un nuevo mundo; entre los dos hay una tumba. Dios ya me ha crucificado, pero debo consentir en ser enviado a la tumba. Mi sepultura confirma el fallo de Dios pronunciado contra mí en la Cruz de su Hijo. Afirma que he sido cortado del viejo mundo y que pertenezco ahora al nuevo. Así, el bautismo no es cosa de poca monta. Me separa del antiguo mundo y me prepara para el nuevo. Significa para mí romper definitiva y conscientemente con la antigua manera de vivir. Este es el significado de Romanos 6:2: “Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” Pablo, en efecto, dice: “Si pudieras continuar en el antiguo mundo, ¿por qué bautizarte? Nunca deberías haber sido bautizado, si tenías intención de vivir en el antiguo reino”. Una vez que hemos visto esto, damos lugar a la nueva creación al consentir en la sepultura de la antigua.
Tomado de “La vida cristiana normal de W. Nee
Jesus es el Señor
La iglesia en Armenia
RESURRECCIÓN PARA NOVEDAD DE V1DA
“Si fuimos plantados juntamente con Él a la semejanza de su muerte, así también lo seremos con la de su resurrección” (Ro. 6:5).
La resurrección es enteramente diferente. Soy bautizado en su muerte, pero no entro en
su resurrección en exactamente la misma manera, pues ¡alabado sea el Señor! su resurrección entra en mí dándome una nueva vida. La muerte del Señor es “yo en Cristo”; la resurrección es “Cristo en mí”. ¿Cómo es posible para Cristo comunicarme su vida de resurrección? ¿Cómo recibo yo esta nueva vida? En Romanos 6:5, Pablo contesta nuestra pregunta con una buena ilustración: las palabras “plantados juntamente” son, en el griego, una palabra: “injerta dos”; y tenemos aquí un muy hermoso cuadro de la vida de Cristo que nos es impartida por medio de Su resurrección.
Una vez visité a un hombre que era dueño de una huerta. Tenía casi dos hectáreas de terreno y más o menos trescientos árboles frutales. Le pregunté si sus árboles habían sido injertados o si eran de los troncos originales. Me contestó: “¿Cree usted que yo perdería mi terreno con árboles no injertados?”.
Le pedí me explicara el proceso del injerto, y lo hizo de buena gana. “Cuando un árbol ha crecido hasta cierta altura, lo desmocho, y entonces lo injerto”, dijo. Indicándome un árbol en particular, me preguntó: “¿ve usted ese árbol? Yo lo llamo el árbol 'padre', porque todos los demás árboles son injertados de eso Si los otros árboles fueran dejados para seguir el curso de la naturaleza, su fruto sería muy pequeño y consistiría mayormente de cáscara gruesa y semillas. Este árbol, del cual son injertados, carga una fruta sabrosa, del tamaño de una ciruela, con cáscara muy delgada y semillas diminutas”. “Y ¿cómo sucede esto?”, le pregunté. “Sencillamente, tomo un poco de la naturaleza de un árbol y la transfiero al otro”, explicó. “Hago un corte en el árbol pobre e inserto un brote del, árbol bueno, entonces lo ato, y lo dejo crecer”. Pero, ¿como puede crecer? Contestó: No se, pero si crece”. Entonces me mostró un árbol cargado de fruta sumamente pobre debajo del injerto y fruta rica, sabrosa, arriba del injerto. “Dejé los brotes viejos con su fruta inútil para mostrar la diferencia”, me dijo. “Con esto puede
comprender el valor del injerto. ¿Se da cuenta ahora por qué cultivo solamente árboles injertados?”
¿Cómo puede un árbol llevar fruto de otro? ¿Cómo puede un árbol viejo cargar fruto nuevo, y un árbol pobre cargar fruto bueno? Por el injerto. Entonces, si un hombre puede injertar una rama de un árbol en otro, ¿no podrá Dios injertar la vida de su Hijo en nosotros?
Una mujer, en la China, se quemó de gravedad un brazo y fue llevada al hospital. Fue hallado necesario injertar nueva piel sobre la superficie perjudicada, pero el médico procuró en vano injertar una porción de la de ella en el brazo; era demasiado pobre. Una enfermera extranjera ofreció una porción de su piel, y la operación resultó con buen éxito. La nueva piel se unió a la vieja, y la mujer salió del hospital con su brazo perfectamente curado; pero quedó una porción de piel blanca en su brazo amarillo como testimonio de lo que había pasado. Se pregunta cómo la piel de otra persona creció sobre el brazo de esa mujer. Yo no sé cómo creció, pero sé que así sucedió.
Si un cirujano terrestre puede injertar una porción de piel de un cuerpo humano en otro ¿no podrá el Cirujano Divino injertar la vida de su Hijo en mí? No sé cómo ocurre. “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Jn. 3:8). No sabemos cómo Dios ha obrado en nosotros, pero sí que lo ha hecho. Nada podemos hacer, y no necesitamos hacer nada, pues Dios ya lo ha hecho todo.
Dios lo ha hecho todo: hay una sola vida fructífera en el mundo, y ésa ha sido injertada Aunque reconocemos que esto no es siempre posible, la lección espiritual es bien cierta. en millones de otras vidas. A esto lo llamamos 'el nuevo nacimiento': es la recepción de una vida que no poseí antes. No es que mi vida haya sido cambiada en ninguna manera; es otra vida completamente nueva y completamente divina, que ha venido a ser mi vida.
EL 'CONTAR' DE FE
Dios ha eliminado la antigua citación por la Cruz de su Hijo, y mi bautismo es mi reconocimiento de aquel hecho.
La vida cristiana normal, inicial y progresivamente, es por fe en la Cruz de Cristo. Pero ¿Qué es la fe? La fe es mi aceptación del hecho de Dios. La fe siempre se relaciona a lo pasado; cualquier cosa que se relaciona con el futuro no es fe, es esperanza.
En Marcos 11:24, V.M. se explica la naturaleza de la fe así: “Todo cuanto pidiereis en la oración, creed que lo recibisteis ya; y lo tendréis”. Si creéis que ya recibisteis vuestros pedidos, entonces los tendréis. El creer que recibierais algo o que pudieras recibirlo o aun que lo recibiréis, no es fe. Esto es fe -creer lo que ya recibisteis. Así que sólo lo que se relaciona con el pasado es verdadera fe. Aquellos que dicen “Dios puede hacerlo” o “Dios lo hiciera” o “Dios debe hacerlo” o aun “Dios lo hará”, no ejercen necesariamente la fe. La fe siempre dice: “Dios lo ha hecho”.
Entonces ¿cuándo tengo fe acerca de mi crucifixión? No cuando digo que Dios puede crucificarme, o que me crucificará, sino cuando con gozo digo: “Alabado sea Dios, en Cristo estoy crucificado”. La tentación puede venir y Satanás puede tratar de probar que no estoy muerto pero, una vez que yo vea que estoy crucificado con Cristo, puedo reírme en la hora de la tentación. La dificultad con muchos es que, tan pronto aparece la tentación, empiezan a preguntar: “He muerto verdaderamente?”. Creen las mentiras de Satanás y niegan la verdad de Dios. Dios ha dicho que cuando Cristo murió, yo morí y pongo toda mi confianza en su Palabra. Está hecho, por consiguiente no hay nada que yo deba hacer sino meramente entender y contar con esto como un hecho eterno.
Tomado de “La vida cristiana normal de W. Nee
Jesus es el Señor
La iglesia en Armenia