LA CRUZ EN LA VIDA CRISTIANA NORMAL

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5 Septiembre 2001
3.029
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LA CRUZ EN LA VIDA CRISTIANA NORMAL

Watchman Nee

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LA SANGRE Y LA CRUZ

En el libro “La Vida Cristiana Normal” hemos notado que el Apóstol Pablo nos da su propia definición de la vida cristiana en la carta a los Galatas, cap. 2, verso 20: “... no ya yo, mas... Cristo...”. El apóstol no declara aquí algo especial o singular, un nivel mas elevado del Cristianismo. Creemos que esta presentando la norma de Dios para un cristiano, lo que puede resumirse en las palabras: Ya no vivo yo, mas Cristo vive Su vida en mi.
Dios lo aclara bien en Su Palabra, la que tiene una sola respuesta a toda necesidad humana: Su Hijo Jesucristo. Nos ayudara muchísimo y os librara de gran confusión el mantener constantemente delante de nosotros el hecho de que Dios contestara a todas nuestras preguntas de la misma manera, vale decir, revelandonos cada vez mejor a Su Hijo.
Lo primordial es que tenemos un conocimiento basico del hecho de la muerte del Señor Jesús como nuestro sustituto sobre la Cruz, y una clara comprensión de la eficacia de su Sangre en lo que hace relacion a nuestros pecados, porque sin estas premisas no podemos pretender iniciar nuestro camino. Solamente en la medida en que el Espiritu Santo me haga conocer a mi el valor que para Dios tiene la Sangre de Cristo, podre yo entrar en sus beneficios y descubrir cuan preciosa es, de veras, aquella Sangre para mi.
Ha y vida en la Sangre, y esa Sangre tiene que ser vertida por mi, por mis pecados. Es Dios quien pide que sea así. Es El quien pide que esa Sangre sea presentada a fin de satisfacer Su propia justicia, y El mismo quien dice: “Cuando vea la sangre pasare de vosotros”. La Sangre de Cristo da plena satisfacción a Dios. El Espiritu Santo me hace conocer ahora el valor que Dios le da a la Sangre de Cristo de la cual soy beneficiario, y así descubro cuan preciosa es la Sangre para mi.
Como es aquí donde a menudo hallamos dificultades, quiero decir al respecto algunas palabras a mis jóvenes hermanos en el Señor. Cuando incrédulos probablemente nunca habiamos ido inquietados por nuestra conciencia hasta el dia en que la Palabra de Dios empezo a despertarnos. Nuestra conciencia hasta entonces habia estado muerta. Y los que tienen conciencia muerta no son por cierto de utilidad alguna a Dios. Pero mas tarde, cuando creimos, nuestra conciencia al despertar pudo haberse tornado sumamente sensible, lo que tambien puede por su parte, constituir un grave problema para nosotros. Es cuando el sentido del pecado y de la culpa llega a ser tan terrible que puede hacernos perder de vista la verdadera eficacia de la Sangre. Cuando nos parece que nuestros pecados son tan reales –y quiza algun pecado especial nos llega a molestar en grado tal- que concluimos por ocuparnos mas de nuestros pecados que de la sangre de Cristo.
Ahora bien, la dificultad de todo ello reside en nuestro intento por palparlo: tratamos de conocer en forma subjetiva lo que la Sangre es para nosotros y de sentir su valor. Pero no podemos hacerlo; ella no obra en esa forma. La Sangre es en primera instancia, para ser apreciada de Dios. Después lo que resta a nosotros es aceptar la estima con que Dios la avalora. Al hacerlo así, hallaremos nuestra propia valoración de la Sangre. Si lo intentamos por via de nuestro sentimientos, no arribaremos a nada, quedaremos a oscuras. De modo que no es así, sino que se trata de fe en la Palabra de Dios. Tenemos que creer que la Sangre es preciosa para Dios, porque El lo dice: (1 P. 1:18, 19). Si Dios puede aceptar la Sangre como pago por nuestro pecados y como el precio de nuestra redención, luego podemos estar seguros de que la deuda ha sido saldada. Si Dios esta satisfecho con la Sangre, entonces la Sangre tiene que ser aceptable. Nuestra valoración depende de la suya – ni mas ni menos. No puede ser mayor, ni debe ser menor. Recordemos que El es santo y justo, y que un Dios santo y justo, tiene derecho de decir que la Sangre es aceptable a Sus ojos y que le ha satisfecho plenamente.
Pero ocurre en la practica que nosotros aceptamos muy fácilmente la acusación de Satanas. La razon de ello esta en que aun nos aferramos a la esperanza de tener alguna justicia propia en nosotros mismos. La base de esta esperanza esta errada. Satanas a logrado desviar nuestra vista. Con ello a ganado ventaja, haciendonos ineficaces. Pero si nosotros hemos aprendido a no poner confianza alguna en la carne, no nos sorprenderemos al pecar porque la naturaleza misma de la carne es hacer pecado. ¿Entiendes lo que quiero decir? Es a causa de no haber llegado a comprender nuestra verdadera naturaleza, y de ver cuan inútiles somos, que aun sustentamos cierta desconfianza en nosotros mismos, lo que da como resultado de que cuando Satanas viene y nos acusa sucumbimos.
Dios es harto poderoso para tratar con nuestros pecados; pero no puede hacerlo con un hombre que acepta lña acusación de Satanas porque el tal no esta confiando en la Sangre. La Sangre habla en su favor, pero el esta mas bien escuchando a Satanas. Cristo es nuestro abogado, pero nosotros, los acusados, tomamos parte por el acusador. No hemos llegado a admitir que merecemos unicamente la muerte; y que, como veremos en seguida, servimos solo para ser crucificados. No hemos llegado a reconocer que solo Dios puede contestar al acusador y que El lo ha hecho ya en la Sangre preciosa.

La Cruz de Cristo

Así vemos que, en forma objetiva, la Sangre trata con nuestros pecados. El Señor Jesús los ha cargado, llevándolos en la Cruz por nosotros, como Sustituto nuestro, habiendo logrado así, para nosotros, el perdon, la justificación y la reconciliación. Pero debemos avanzar un paso mas en el plan de Dios para entender como procede El con el principio del lpecado en nosotros. La Sangre puede lavar mis pecados, pero no puede lavar mi “viejo hombre” Se hace necesaria la Cruz para que yo sea crucificado.
Nosotros estamos siempre dispuestos a creer que efectivamente lo que hemos hecho es muy malo, pero que nosotros mismos no lo somos tanto. Dios, por su parte, se empeña en mostrarnos que nosotros mismos somos malos, radicalmente malos. La raiz del problema es el pecador mismo; por tanto, hay que proceder con el. La sangre procede con nuestros pecados, pero la Cruz debe tratar con el pecador. La sangre procura el perdon por lo que hemos hecho; La Cruz procura nuestra liberación de lo que somos.
En los primeros cuatro capitulos del libro de Romanos apenas ocurre la palabra “pecador”. Ello se debe a que allí no se tiene en vista al pecador mismo sino a los pecados cometidos. La palabra “pecador” recien se destaca en el capitulo 5, y es importante observar como se introduce allí al pecador. Notemos que en ese capitulo, un pecador es llamado así porque nace pecador, no porque haya cometido pecados. La distinción es importante. Aunque bien es cierto que cuando un predicador quiere convencer a un hombre cualesquiera de que es pecador, se sirve a menudo del verso favorito que se halla en romanos 3:23 donde dice que “todos pecaron” ; es cierto tambien que tal aplicación de ese versículo no esta estrictamente justificado por las Escrituras. Los que así lo usan caen en el peligro de argumentar al reves, porque la enseñanza del libro de Romanos no es de que somos pecadores porque pecamos, sino de que pecamos porque somos pecadores. Somos pecadores por constitución mas bien que por accion. Como se expresa en Romanos 9:19: “Por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores”.
¿Cómo fuimos constituidos pecadores? Por la desobediencia de Adan. No nos convertimos en pecadores por lo que hemos hecho, sino por causa de lo que Adan hizo y llego a ser. Yo hablo ingles, pero no por eso soy ingles. Yo de hecho soy chino.
Cierta vez pregunte a una clase de niños: “¿Qué es un pecador?, y su respuesta inmediata fue: ‘uno que peca’. Sí, es verdad el que peca es un pecador; pero el hecho de que peque no es la causa sino solo la evidencia de que ya es pecador. Uno que peca es pecador, pero si uno pudiera vivir sin pecar igualmente seria pecador, puesto que tiene en si mismo la naturaleza caida de Adan y necesita la redención. ¿Me entiendes? Hay pecadores malos y pecadores buenos, hay pecadores morales y hay pecadores corruptos, pero todos son igualmente pecadores. A veces pensamos que, con tal de no haber incurrido en ciertas cosas, todo esta bien; pero el problema reside mas hondo que en aquello que hacemos; radica en lo que somos. Lo que cuenta es lo que somos por nacimiento. Así, pues, yo soy pecador porque naci en Adan. No es asunto de mi conducta, sino de mi herencia, de mi origen. No soy pecador porque peco sino que peco porque desciendo de una mala estirpe. Peco porque soy pecador. Ademas, no puedo hacer nada para cambiar esto. Nada or mejorar mi comportamiento;no puedo dejar de ser Adan y, por lo tanto, pecador.
En la china hablé una vez en este tenor y observé: Todos hemos pecado en Adan. Como alguien dijo que no comprendia, trate de explicarlo de este modo: Todos los chinos remontan su ascendencia a Huang-ti. Hace mas de cuatro mil años él sostuvo una guerra con Si-iu. Su enemigo era muy poderoso; no obstante, Huang-ti lo vencio y lo mato. Después de esto Huang-ti fundo la nación china. Por tanto, hace cuatro mil años nuestra nación fue fundada por Huang-ti. Y bien, ¿qué habria sucedido si Huang-ti no hubiera matado a su enemigo, sino que él mismo hubiera perecido? ¿Dónde estaria usted ahora?
No habria nada de mi, el hombre contestó. Oh, no, Huang-ti puede morir su muerte y tu puedes vivir tu vida.
Imposible, grito él: Si Huang-ti hubiera muerto, entonces yo nunca podria haber vivido, porque mi vida procedio de él.
En Romanos 5:12-21 no solo se nos dice algo al respecto de adan, sino algo tambien tocante al Señor Jesús: “Así como por desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así tambien por la obediencia de uno los muchos fueron constituidos justos.” En este notable pasaje la gracia contrasta con el pecado y la obediencia de cristo se contrapone a la desobediencia de Adan. En Adan recibimos todo lo que es de Adan; En cristo recibimos todo lo que es de Cristo. Luego se nos ofrece una nueva posibilidad. En Adan todo se perdio. Por la desobediencia de un hombre fuimos todos constituidos pecadores. Por él entro el pecado y por el pecado la muerte; desde ese dia en adelante y a través de toda la raza, el pecado ha reinado para muerte. Pero ahora un rayo de luz se hace sobre la escena. Por medio de la obediencia de Otro, nosotros podemos ahora ser constituidos justos. Donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia, y así como el pecado reino para muerte, así tambien puede reinar la gracia por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo nuestro Señor (Ro.5:19-21). Nuestra desesperación esta en Adan; nuestra esperanza en Cristo.
Continua... “EN CRISTO”
 
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