La crucifixión
Pbro. Roberto Visier
[email protected]
Decíamos la semana pasada que la crucifixión era el mayor suplicio inventado por la antigüedad para atormentar a un condenado. Detenernos a describir cuáles eran los sufrimientos de un crucificado no es un ejercicio de masoquismo. Al igual que la película de Mel Gibson sobre la Pasión, lo que pretendemos es comprender más profundamente lo que Jesús abrazó por nuestra salvación. El sentido de la muerte redentora de Cristo es pagar el precio de toda la maldad de todos los hombres de todos los tiempos. “El castigo que nos debía traer <?xml:namespace prefix = st1 ns = "urn:schemas-microsoft-com
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lace w:st="on">la paz</st1
lace></st1:City> cayó sobre él, y por sus heridas hemos sido curados” (Is. 53,5). “No hemos sido comprados con oro o plata, sino al precio de la Sangre de Cristo, el Cordero sin defecto ni mancha” (I Pe. 1,18-19). Éste es <st1:City w:st="on"><st1
lace w:st="on">el centro</st1
lace></st1:City> de la fe cristiana. Pasear la mirada por la Pasión de Cristo de un modo superficial y conformándonos con un sentimiento de compasión, sería olvidar la esencia más íntima de la fe cristiana. No hay mayor estímulo para tomar una opción clara y decidida por Jesús que la que movió a <st1:City w:st="on"><st1
lace w:st="on">San Pablo</st1
lace></st1:City> a escribir: “Vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí” (Gál. 2,20).
Los romanos aplicaron durante siglos este castigo, también usado por los egipcios y los persas. El Imperio Romano sólo lo aplicaba a los esclavos y criminales y nunca podía ser padecido por un ciudadano romano, fuese cual fuese el delito cometido. Consistía en clavar al reo a dos maderos en forma de cruz. Está fuera de toda veracidad histórica y totalmente alejado de la tradición cristiana el pretender, no se sabe con qué fundamento, que Jesús fue clavado en un solo palo vertical. No deja de ser un detalle de no demasiada importancia que parece fruto de una especie de espíritu de contradicción que pretende contradecir en todo a la Iglesia Católica, hasta en eso. La palabra cruz y el verbo crucificar aparece multitud de veces en la escritura; si no son dos palos cruzados ya no sería una cruz.
Parece ser que era costumbre azotar al reo antes, e incluso que fuera él mismo el que cargase con la cruz, o al menos con el palo transversal. El hecho de que la tradición represente a Jesús llevando la cruz con los dos palos puede ser porque no estaba prevista su crucifixión y en el lugar de la ejecución sólo había dos palos preparados, para los criminales que fueron ejecutados con él. También puede ser que los romanos quisieran cargar con mayor peso al que se proclamaba rey de los judíos.
Se han hecho estudios clínicos sobre el sufrimiento <st1:State w:st="on"><st1
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lace></st1:State> crucificado. Las causas <st1:State w:st="on"><st1
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lace></st1:State> sufrimiento eran múltiples y se hacían más insoportables por el hecho de que podían prolongarse durante muchas horas e incluso varios días. El primer tormento era el ser atravesado por los clavos. Estudios recientes y la observación científica de la Sábana Santa de Turín, de la que hablaremos próximamente, han determinado que los clavos no atravesarían la palma de la mano, pues el peso del cuerpo haría que se desgarrara, sino que penetraba, con un dolor espantoso, abriéndose paso entre los huecos de la muñeca y así quedaba sujetando firmemente el cuerpo. Una vez que la cruz era levantada, la tensión sobre los brazos y las piernas producía intensísimos calambres que agarrotaban los músculos, produciendo dolores insoportables. Otro defecto era la asfixia, pues el cuerpo suspendido en el aire produce una opresión en los pulmones que dificulta la respiración. El reo tenía que hacer grandes esfuerzos para, apoyándose en el clavo de los pies, incorporarse levemente para respirar mejor, pues el agobio de la asfixia es desesperante. La abundante pérdida de sangre, agravada por la flagelación, produce una sed enorme que puede ser también aumentada por el hecho de que el condenado sea atacado por una fiebre muy alta. Debido a que no eran afectados los órganos vitales, el tormento podía, <st1:City w:st="on">como</st1:City> hemos dicho, prolongarse hasta tres días, por lo que la tortura era aumentada por el Sol, si era tiempo de calor, o por el frío, dada la total desnudez <st1:State w:st="on"><st1
lace w:st="on">del</st1
lace></st1:State> condenado.
Se puede afirmar que el crucificado moría literalmente de dolor. Los músculos tetanizados eran un tormento tan terrible que podían producir un paro cardiaco. Es posible también que el reo, extenuado por el continuo esfuerzo de incorporarse para tomar aire, abandonase finalmente la lucha y se fuera asfixiando muy lentamente, produciéndose una insuficiencia respiratoria severa y mortal. El hecho de que Jesús sólo tardase tres horas en morir indica hasta qué punto fueron crueles la flagelación y todo el maltrato sufrido antes de ser crucificado. <st1
lace w:st="on">Para</st1
lace> no prolongar tanto la ejecución se solía quebrar las piernas de los ajusticiados, pues eso les producía una asfixia inmediata.
Finalmente, al hablar de la crucifixión de Jesucristo no se puede en ninguna manera olvidar el sufrimiento interior de su corazón. Recordemos que ya en el Huerto de los Olivos en la madrugada <st1:State w:st="on"><st1
lace w:st="on">del</st1
lace></st1:State> viernes manifestó a sus discípulos que se moría de tristeza (Mc. 14,34). También en ese momento sudó sangre, según el relato de Lucas, lo que los médicos explican hoy <st1:City w:st="on"><st1
lace w:st="on">como</st1
lace></st1:City> fruto de una tensión nerviosa desmesurada. El grito de “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” no expresa, según la teología católica, un estado de desesperación que contradeciría la entereza demostrada en otras palabras de Jesús en la Cruz, <st1:City w:st="on"><st1
lace w:st="on">como</st1
lace></st1:City>: “Padre, perdónalos”, o las últimas: “A tus manos encomiendo mi espíritu”. Se trata de un tormento interior sumamente misterioso, por el cual Jesús, sumido en una oscuridad interior infernal, experimenta todas las consecuencias <st1:State w:st="on">del</st1:State> pecado: amargura, remordimiento, alejamiento de Dios, <st1:City w:st="on"><st1
lace w:st="on">soledad</st1
lace></st1:City>, etc. Es todo el peso <st1:State w:st="on">del</st1:State> dolor y <st1:State w:st="on">del</st1:State> pecado de la humanidad en su cuerpo y en su <st1:City w:st="on"><st1
lace w:st="on">alma</st1
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lace w:st="on">http://www.el-carabobeno.com/p_pag_opn.asp?id=o100404-01</st1
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Pbro. Roberto Visier
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Decíamos la semana pasada que la crucifixión era el mayor suplicio inventado por la antigüedad para atormentar a un condenado. Detenernos a describir cuáles eran los sufrimientos de un crucificado no es un ejercicio de masoquismo. Al igual que la película de Mel Gibson sobre la Pasión, lo que pretendemos es comprender más profundamente lo que Jesús abrazó por nuestra salvación. El sentido de la muerte redentora de Cristo es pagar el precio de toda la maldad de todos los hombres de todos los tiempos. “El castigo que nos debía traer <?xml:namespace prefix = st1 ns = "urn:schemas-microsoft-com
Los romanos aplicaron durante siglos este castigo, también usado por los egipcios y los persas. El Imperio Romano sólo lo aplicaba a los esclavos y criminales y nunca podía ser padecido por un ciudadano romano, fuese cual fuese el delito cometido. Consistía en clavar al reo a dos maderos en forma de cruz. Está fuera de toda veracidad histórica y totalmente alejado de la tradición cristiana el pretender, no se sabe con qué fundamento, que Jesús fue clavado en un solo palo vertical. No deja de ser un detalle de no demasiada importancia que parece fruto de una especie de espíritu de contradicción que pretende contradecir en todo a la Iglesia Católica, hasta en eso. La palabra cruz y el verbo crucificar aparece multitud de veces en la escritura; si no son dos palos cruzados ya no sería una cruz.
Parece ser que era costumbre azotar al reo antes, e incluso que fuera él mismo el que cargase con la cruz, o al menos con el palo transversal. El hecho de que la tradición represente a Jesús llevando la cruz con los dos palos puede ser porque no estaba prevista su crucifixión y en el lugar de la ejecución sólo había dos palos preparados, para los criminales que fueron ejecutados con él. También puede ser que los romanos quisieran cargar con mayor peso al que se proclamaba rey de los judíos.
Se han hecho estudios clínicos sobre el sufrimiento <st1:State w:st="on"><st1
Se puede afirmar que el crucificado moría literalmente de dolor. Los músculos tetanizados eran un tormento tan terrible que podían producir un paro cardiaco. Es posible también que el reo, extenuado por el continuo esfuerzo de incorporarse para tomar aire, abandonase finalmente la lucha y se fuera asfixiando muy lentamente, produciéndose una insuficiencia respiratoria severa y mortal. El hecho de que Jesús sólo tardase tres horas en morir indica hasta qué punto fueron crueles la flagelación y todo el maltrato sufrido antes de ser crucificado. <st1
Finalmente, al hablar de la crucifixión de Jesucristo no se puede en ninguna manera olvidar el sufrimiento interior de su corazón. Recordemos que ya en el Huerto de los Olivos en la madrugada <st1:State w:st="on"><st1
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