LA BENDITA ESPERANZA ADVENTISTA

24 Octubre 2001
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LA BENDITA ESPERANZA ADVENTISTA
E L REGRESO de Jesucristo en gloria y majestad a la tierra, ha sido la esperanza suprema de los cristianos a través de todos los tiempos. Aun los profetas del Antiguo Testamento contemplaron en visión gloriosa ese evento. Desde las épocas más remotas de la historia, los hombres han esperado el advenimiento del Mesías. La Escritura dice: "De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: "He aquí, vino el Señor con sus santas de cenas de millares, para hacer juicio contra todos" (Judas 14-15). Este hecho confirma que desde la era patriarcal, los creyentes en las promesas de Dios han aguardado con ansias la venida gloriosa del Mesías.
Cuando el Señor dijo: "Vendré otra vez", nos dio una promesa segura que fue más tarde con firmada por los ángeles, en ocasión de su ascensión. Fue en este momento histórico cuando esos santos seres afirmaron también: "Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo" (Hechos 1:11).
El Señor Jesús comprendió que se levantarían falsas enseñanzas e interpretaciones antojadizas en cuanto a este tema, y por ello previno a sus discípulos diciéndoles: "Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Ya os lo he dicho antes. Así que, si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis" (S. Mateo 24: 23-26).
La advertencia sobre posibles engaños y falsificaciones en cuanto a este glorioso evento fue muy oportuna, pues, conforme a la predicción de Cristo han surgido a lo largo de los años numerosos engañadores respecto a esta clara enseñanza bíblica; incluso hay quienes afirman que el Señor ya regresó a la tierra, pero que lo hizo en secreto, y que su venida fue invisible, silenciosa "como ladrón en la noche".
Ciertamente la Escritura dice que su venida será "como ladrón en la noche", pero ese mismo texto agrega: "En el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas" (2 S. Pedro 3:10). Estos hechos tremendos serán audibles y visibles, y no han ocurrido todavía.
La declaración de San Pedro en cuanto a que el regreso del Señor será "como ladrón en la noche", no significa que su venida seria invisible, porque los ladrones no son seres invisibles, pero se presentan cuando menos se los espera, cuando la gente está descuidada. Lo que el Señor nos enseña mediante esta ilustración es que él vendrá en forma sorpresiva, como lo hace un ladrón, cuando el mundo no lo aguarda. Y esto no por falta de advertencias de parte de Dios -por que las hay abundantísimas-, sino por negligencia humana.
La Santa Biblia es muy clara en cuanto a este tema y en forma inequívoca nos dice que Jesucristo regresará en forma personal, habiendo conservado la identidad que tuvo cuando vivió aquí en la tierra. Cuando el Salvador resucitó y se apareció a sus discípulos en el aposento alto, "mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo:
"¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; por que un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies" (S. Lucas 24: 36-40).
Notemos cómo el Señor les enfatizó el hecho de quién era él, diciéndoles: "Yo mismo soy". Es decir, el mismo Cristo de carne y hueso que estuvo con ellos, es el que resucitó y "este mismo Jesús" es el que regresará, según declararon literalmente los ángeles (véase Hechos 1:11). Por esta misma razón San Pablo escribe: "Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de ar cángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo" (1 Tesalonicenses 4:16).
El Señor Jesús fue claro cuando dijo, aludiendo a su regreso: "Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria" (S. Lucas 21: 27). El salmista se refirió al mismo acontecimiento en forma semejante:
"Vendrá nuestro Dios, y no callará; fuego consumirá delante de él, y tempestad poderosa le rodeará" (Salmo 50: 3). Esta profecía, pronunciada hace tanto tiempo, pronto habrá de cumplirse.
Se describe esta gloriosa escena de la siguiente manera: "Con cantos celestiales los santos ángeles, en inmensa e innumerable muchedumbre, le acompañan en el descenso. El firmamento parece lleno de formas radiantes, 'millones de millones, y millares de millares'. Ninguna pluma humana puede describir la escena, ni mente mortal alguna es capaz de concebir su esplendor. 'Su gloria cubre los cielos, y la tierra se llena de su alabanza. También su resplandor es como el fuego' (Habacuc 3: 3-4,) ... El Rey de reyes desciende en la nube, envuelto en llamas de fuego. El cielo se recoge como un libro que se enrolla, la tierra tiembla ante su presencia, y todo monte y toda isla se mueven de sus lugares". Estas palabras realmente son insuficientes para pintar la majestad y la gloria de ese supremo evento, con el que culminará la historia humana tal como la entendemos ahora.
Uno de los acontecimientos más importantes que ocurrirá cuando Jesucristo regrese a la tierra, será la resurrección de los muertos que hayan creído en él. San Pablo escribió al respecto: "Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero" (1 Tesalonicenses 4:16). "Entre las oscilaciones de la tierra, las llamaradas de los relámpagos y el fragor de los truenos, el Hijo de Dios llama a la vida a los santos dormidos. Dirige una mirada a las tumbas de los justos, y levantando luego las manos al cielo, exclama: '¡Despertaos, despertaos, despertaos, los que dormís en el polvo, y levantaos!' Por toda la superficie de la tierra, los muertos oirán esa voz; y los que la oigan vivirán".
¡Cuán glorioso será aquel día! Cuánto gozo sentirán los seres amados al volver a encontrarse para no separarse jamás! "Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho. Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación" (Isaías 25: 8-9).
Esta es la bendita esperanza adventista. Y todos los que a través de los siglos, han creído en la venida literal, personal y gloriosa de nuestro Señor Jesucristo por segunda vez a la tierra, no han estado siguiendo fábulas o doctrinas inventadas por los hombres, sino la palabra firme de Dios. Esta verdad constituye una de las doctrinas fundamentales de la Sagrada Escritura, ya que sólo en el Nuevo Testamento este evento se menciona más de 300 veces. Ningún creyente debe albergar la menor duda sobre este tema, pues, "el que ha de venir vendrá, y no tardará" (Hebreos10: 37).
¿Estamos listos para recibir a Jesús, el Rey de reyes y Señor de señores? Esto es lo que realmente interesa. Cristo advirtió: "Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre" (S. Lucas 21: 34-36).
¡Maravillosa esperanza adventista! ¿Creemos en Dios? Si creemos, debemos creer también en la palabra de Jesús cuando dijo: "Vendré otra vez", y en otro pasaje: "Ciertamente vengo en breve" (Apocalipsis 22: 20). Sea nuestra oración diaria: "Amén; sí, ven, Señor Jesús".
Colaboración de XAVIER SOTO VALLE