Juventud, divino tesoro
El Papa condena la "vida fácil" ante dos millones de jóvenes
El Papa Juan Pablo II condenó este domingo la vida fácil, la droga y el hedonismo que tientan a los jóvenes y afirmó que es "urgente" que cambien el rumbo, miren a Cristo y anuncien su mensaje al mundo. Su Santidad ha calificado a los jóvenes como "mi gozo y mi corona".
Agencia EFE
Ante más de dos millones de jóvenes, en la mayor concentración de muchachos en la historia de Occidente, Juan Pablo II hizo votos también para que broten las vocaciones sacerdotales entre ellos, a quienes llamó "mi gozo y mi corona", al considerar que la Iglesia tiene necesidad, según dijo, de alguien que celebre "con el corazón puro" la eucaristía.
Su Santidad hizo estas afirmaciones durante la misa, celebrada bajo un sol de justicia, en la explanada del campus universitario de Tor Vergata, a 12 kilómetros al sur de Roma, con la que concluyó la XV Jornada Mundial de la Juventud. Este encuentro vivió, en la noche del sábado, momentos inolvidables con un Papa "rejuvenecido", aclamado por dos millones de fervorosos muchachos dispuestos a llevar el Evangelio por el mundo.
Si en la noche del sábado el anciano Pontífice abogó por la pureza de los novios antes del matrimonio y les animó a que se comprometan a no usar en el nuevo siglo la violencia y la destrucción, a defender la vida y la paz a costa incluso de dar la propia, este domingo les pidió que acudan a Cristo, "el único que nos ama incluso cuando le decepcionamos".
El Obispo de Roma, que presentaba un buen aspecto físico, dijo con voz fuerte que si hoy estaban aquí es porque la juventud tiene necesidad de Dios. "¿A quien vamos a acudir?, ¿a quien vamos a confiar nuestra vida?", se preguntó el Papa, quien agregó que la respuesta es Cristo, "el único que tiene palabras que resisten el paso del tiempo y permanecen para la eternidad".
"De su testimonio tiene necesidad urgente nuestra sociedad, de Él necesitan más que nunca los jóvenes, tentados a menudo por los espejismos de una vida fácil y cómoda, por la droga y el hedonismo, que llevan después a la espiral de la desesperación, del sin sentido, de la violencia", subrayó con firmeza el Pontífice. Su Santidad agregó que para no caer en lo anterior es "urgente" cambiar de rumbo y dirigirse a Cristo, que es camino de la justicia, de la solidaridad, del compromiso por una sociedad y un futuro dignos del hombre.
Tras insistir en varios momentos en que la única salida es Cristo, el Papa se refirió a la escasez de sacerdotes e hizo votos para que broten entre los jóvenes las vocaciones, "ya que la Iglesia necesita de alguien que celebre en este milenio con el corazón puro la eucaristía y el mundo no puede verse privado de la dulce y liberadora presencia de Jesús".
Durante la multitudinaria eucaristía, el Papa conminó a los jóvenes a anunciar a Cristo en el nuevo milenio y, echando mano de una frase de santa Catalina de Siena, afirmó: "si sois lo que tenéis que ser, ¡prenderéis fuego al mundo entero!".
Durante la misa se bailaron danzas africanas y de otros continentes. A la misma asistieron 50 cardenales, 600 obispos y 5.000 sacerdotes, que repartieron la comunión, que obligó a utilizar 38 tabernáculos para custodiar las hostias. El fuerte calor reinante -37 grados- no impidió que los jóvenes cantaran y enarbolaran decenas de miles de banderas de sus países, al igual que hicieron en la vigilia del sábado que, según dijeron, jamás olvidarán, porque expresaron ante el Papa las cuestiones que les preocupan y éste les escuchó, les abrazó, les respetó, cantó, movió los brazos, hizo "la ola" como todos y reconoció que estar junto a tanto muchacho le había rejuvenecido.
Si él les pidió también que luchen contra el paro y el hambre, que defiendan la vida en cada momento de su desarrollo y que se esfuercen por hacer una tierra más habitable, los jóvenes le pidieron que prosiga su lucha para que sea abolida la pena de muerte. En una conmovedora intervención, una muchacha le dijo que los jóvenes están convencidos de que al mal no se le vence con la muerte y que cada hombre debe tener la posibilidad de la redención.
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Hoy en el diario español El Mundo.
El Papa «rejuvenece» ante dos millones de jóvenes
Habría que remontarse tal vez al primer viaje del Papa a su Polonia natal para evocar el clima de entusiasmo que ha acompañado este fin de semana al Pontífice. Dos millones de jóvenes se congregaron a las afueras de Roma para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud, uno de los actos centrales del Jubileo. Juan Pablo II, aclamado como una estrella del pop, pidió a los jóvenes un compromiso con los valores del cristianismo, incluyendo el rechazo al aborto y la asunción de la intransigente moral sexual de la Iglesia. «No os dejéis llevar por los espejismos de la vida cómoda y fácil, por la droga y el hedonismo, que llevan a la desesperación», dijo el Papa. Más de 5.000 sacerdotes, 600 obispos, 50 cardenales y el presidente italiano acudieron ayer a la misa que cerró los actos, que han supuesto un impresionante baño de multitudes para Juan Pablo II. Nunca se le había visto tan feliz y relajado como este fin de semana, en el que él mismo declaró que se sentía «rejuvenecido». Hasta el punto que el Pontífice se sumó a la ola y los cánticos de la enfervorizada muchedumbre. El acto de Roma pone de relieve, como resaltó ayer Massimo Cacciari, filósofo de izquierdas y ex alcalde de Venecia, que el Papa es quizás el único líder cuya voz es escuchada con respeto en todo el mundo. Desde luego, no hay precedentes de una capacidad de convocatoria similar, ya que la mayoría de los asistentes a Roma no eran italianos. Sin el altavoz de los medios de comunicación, por el simple método del boca a boca, la Iglesia ha logrado congregrar a dos millones de jóvenes, muchos procedentes de lugares remotos. Algo de lo que no es fácil encontrar precedentes en la historia reciente de Europa. Ello prueba de forma elocuente la fuerza social de una institución que, en los albores del siglo XXI, sigue más viva que nunca.
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Hoy en el diario español ABC
Juan Pablo II transmite a dos millones de jóvenes su «confianza en esta nueva humanidad»
ROMA. Juan Vicente Boo, corresponsal
Juan Pablo II confió ayer el Tercer Milenio cristiano a una nueva generación «seguro de que también vosotros, queridos amigos, estaréis a la altura de quienes os han precedido». Ante sus ojos estaban reunidos dos millones de jóvenes: exactamente uno por cada quinientos católicos en el planeta, una fuerza capaz de cambiar el mundo con el impulso de la paz, signo distintivo de lo que ya se está llamando, desde la cita de París, «generación Juan Pablo II».
La persona que ha reunido a más gente en la historia de la humanidad volvió a dejar boquiabiertos a creyentes y agnósticos no sólo por el nuevo «récord» europeo sino por la intensidad de la participación. Durante seis días, desde la ruidosa bienvenida del 15 de agosto, una corriente eléctrica ha circulado entre el Papa y estos jóvenes de 160 países, multiplicando recíprocamente su vitalidad.
Ayer, en la homilía de despedida, Juan Pablo II volvió a subir la exigencia añadiendo a los desafíos anteriores -dar la vida por la paz, vivir la pureza en el noviazgo y la fidelidad en el matrimonio- el de «introducir la Eucaristía en el centro de vuestra vida personal y comunitaria, aceptando la cruz y el servicio, sacrificándonos por los demás como hizo Jesucristo». Para que nunca falten ministros, dijo, «pido al Señor que florezca entre vosotros muchas vocaciones al sacerdocio. Y que la participación en la Eucaristía fructifique en un nuevo florecer de vocaciones a la vida religiosa».
LA LLAMADA DEL SEÑOR
Con la misma confianza con que reveló el pasado martes la historia íntima de su vocación al sacerdocio, Juan Pablo II añadió ayer que «si alguno de vosotros, queridos chicos y chicas, nota en su interior la llamada del Señor a amarle “con el corazón indiviso”, no os dejéis paralizar por la duda o el miedo. Pronunciad con valentía el propio “sí” sin reservas, confiando en Jesús, que es fiel a sus promesas». Era una llamada en toda regla, que probablemente seguirán millares de muchachos y muchachas como ha sucedido en los grandes encuentros anteriores.
En esta cita romana, el «Papa de las sorpresas» dio la de rejuvenecer quince o veinte años en su primer encuentro con los jóvenes. Conmovido y feliz por la llegada masiva, Juan Pablo II volvió a sonreír a pesar de la parálisis facial y a bromear todos los días en sus encuentros con grupos grandes o pequeños.
Durante la vela de oración del pasado sábado en la gran explanada de Tor Vergata, el Papa se sumó a la «ola» con los brazos en alto, y caminó incluso sin bastón en varias ocasiones. Su portavoz, Joaquín Navarro-Valls, manifestó ayer que el balance de esta Jornada Mundial de la Juventud es, sencillamente, «superpositivo».
Los dos millones de chicos y chicas que soportaron un sol de plomo el sábado y pasaron la noche al raso en Tor Vergata, participaron ayer intensamente en la misa y dieron su adiós al Santo Padre con canciones y lágrimas en los ojos. El Papa les había tratado como adultos desde el primer día, les pidió ayer entrega personal y les confesó que «contemplo con confianza esta nueva humanidad que se prepara también por medio de vosotros; contemplo esta Iglesia, rejuvenecida por el Espíritu de Cristo, que hoy se alegra de vuestros propósitos y de vuestro compromiso».
HOMENAJE A LOS ORGANIZADORES
En su despedida, Juan Pablo II rindió un merecidísimo homenaje a los organizadores de esta XV Jornada Mundial de la Juventud, desde el cardenal James Francis Stafford, presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, hasta los 25.000 voluntarios de camisa azul que han logrado esta semana el milagro de un funcionamiento casi perfecto, desde la continua «Fiesta del Perdón» en el Circo Máximo con dos mil sacerdotes administrando la penitencia hasta el reparto de un millón de comidas diarias en setecientos puntos prefijados.
El Presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, y el alcalde de Roma, Francesco Rutelli, eran ayer los hombres más felices del mundo. Ambos se habían volcado en los preparativos y entre ambos consiguieron que Italia superase el desafío sin precedentes de acoger a dos millones de personas. Gracias a su esfuerzo y al extraordinario civismo de los jóvenes, Roma «resistió» muy bien la mayor invasión de su historia.
Ayer, con cierta nostalgia, el alcalde comentó que «en estos dos últimos días los romanos me repiten que les da pena que se vayan. Les echan de menos en las plazas y en las calles». Habían sido, efectivamente, una inyección de juventud en una ciudad que Juan Pablo II ha sacado de su sopor y ha logrado adecentar como nunca en este Gran Jubileo del Año 2000.
Durante estos días de catequesis internacional en Roma, el cardenal Antonio María Rouco Varela comentó que a España, y a Madrid en concreto, le gustaría recoger el desafío de organizar la Jornada Mundial de la Juventud en 2004, cuando el turno corresponda de nuevo a Europa después de la cita del 2002 en Toronto, anunciada ayer por Juan Pablo II.
Al desafío logístico y organizativo se une también el artístico. El escenario de Tor Vergata, de 160 metros de largo, acogió un espectáculo de música y danza durante la vigilia nocturna a la altura de la noche de los Óscar. Perfecto fue el sonido, la música y la coordinación de luz, como también el espectáculo de fuegos artificiales al filo de la medianoche. Lo fundamental eran las palabras del Papa, las plegarias y los testimonios personales, pero la coreografía y la música añadieron emoción a una velada inolvidable.
DESALOJO CON ÉXITO
El último desafío fue el desalojo escalonado de la gran explanada de Tor Vegata, una operación para la que se preveían casi doce horas pero que se resolvió en la mitad. Los grupos se pusieron en marcha con civismo, sin empujar en ningún momento, por lo que la coordinación resultó innecesaria. Enormes ríos de gente se movían pacíficamente hacia las salidas, en un clima de gran tranquilidad.
Tan solo en la estación central de Roma-Termini fue preciso pedir a los jóvenes que esperasen fuera, en la plaza, hasta media hora antes de la salida de sus trenes. De ese modo se evitó el colapso de la estación y el gran éxodo concluyó con normalidad gracias a los 1.100 trenes suplementarios. El mismo clima de tranquilidad se vivió en el aeropuerto y en millares de puntos convenidos de antemano para la cita con los respectivos autobuses, el medio de transporte más popular de italianos, franceses y españoles.
La Jornada Mundial de la Juventud de Roma ha sido la primera en acoger delegaciones oficiales de Laos, Vietnam y de una veintena de nuevos países entre los que todavía no se cuenta China por la prohibición del gobierno de Pekín. Aún así, varias docenas de jóvenes chinos acudieron clandestinamente a Roma y fueron acogidos como unos auténticos héroes.
Pero la revelación de este año han sido los jóvenes rusos. Vinieron casi medio millar y, aparte de incorporar el ruso a los idiomas oficiales de la fiesta, despertaron una ola de simpatía. Julia, que es ortodoxa, y Albert, católico, viajaron desde Petropavlov, en el extremo oriental de Siberia, y celebraron su matrimonio en Roma.
MUSULMANES Y JUDÍOS
Julia no era la única ortodoxa ya que esta vez acudieron por centenares incluso en grupos organizados, y el coro del seminario ortodoxo de Bucarest cantó en la vigilia del sábado. El muro milenario del cisma de 1054 comienza a resquebrajarse. Vinieron también jóvenes musulmanes y judíos, atraídos por la personalidad del sucesor de Pedro, descubierta el pasado mes de marzo durante su visita a Tierra Santa.
Pero todo lo bueno tiene un final, y ayer el Papa y los jóvenes tuvieron que decirse adiós. En sus últimas palabras de despedida, Juan Pablo II dio un último encargo a los cien mil españoles venidos desde todas las diócesis de nuestro país: «al regresar a los lugares de origen, contad a vuestros coetáneos la experiencia vivida y dadles un abrazo de parte del Papa».
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Bendiciones