Esta madrugada se me fue el sueño, y por mi mente pasó la siguiente escena:
A la salida de un pueblo, en el camino, Jesús se encuetra con Juan Manuel quien caminaba lentamente rezando su rosario después de haber asistido a la misa. Había comulgado la hostia consagrada, y le había rezado a la Santísima Virgen ya que se sentía atribulado por lo que estaba aprendiendo en el “foro cristiano”. Su rostro estaba demudado, no era el mismo Juan Manuel que caminaba airoso antes de “conocer” a los protestantes del foro. En verdad, no sabía qué hacer. Lo que más le perturbaba era la insistencia de un tal Ezequiel quien afirmaba ser estiércol. Esto nunca lo había oído Juan Manuel. Meditaba, “¿seré yo estiércol o no? Mi Santísima Iglesia me ha enseñado que soy ‘bueno’.No sé qué pensar. Casi me estoy volviendo loco”.
Juan Manuel estaba tan concentrado en la Santísima Virgen y en sus tradiciones que ni le hizo caso a Jesús. Jesús, con sus sandalias casi destrozadas, y sudoroso, miraba por todas partes. Cuando de repente, ante la mirada atónita de Juan Manuel, Jesús se sale del camino y se agacha precisamente donde había mojones de estiércol.
Juan Manuel se detiene a la vera del camino y observa, lleno de pánico, cómo Jesús, con una sonrisa esplendorosa, estira las dos manos y recoje un mojoncito de estiércol y lo mantiene en sus dos manos, que todavía muestran las cicatrices de los clavos. Ante el asombro de Juan Manuel escucha que Jesús le habla al estiércol. Juan Manuel no puede creer lo que ven sus ojos. Jesús sopla al mojón de estiércol y le dice, “Te amo, estiércol, y he pasado por aquí a propósito porque sabía que te iba a encontrar.” Ante los ojos aterrorizados de Juan Manuel, del mojón de estiércol surge lentamente una figura humana que va tomando el perfil de un hombre.
Hay un silencio sepulcral en la mente de Juan Manuel a pesar de que en el camino ángeles han venido a celebrar una vez más lo que Jesús siempre ha hecho. Los ángeles revolotean cantando hermosas canciones y bailando alegremente alrededor de Jesús y de Ezequiel Romero que ha sido transformado de mojón de estiércol en un hijo de Dios por la acción de Jesús.
Juan Manuel no quiere ni mirar de frente lo que ha sucedido. “Es imposible eso,” dice, “¿cómo se atreve Jesús a hacer tal locura? Ese Ezequiel Romero debería haber sido bautizado en la fe católica antes de ser transformado de estiércol a hijo de Dios. Esto nunca me lo han enseñado en mi capilla, ni en el seminario, ni ninguno de mis papas ha escrito una encíclica de esto. Jesús debe de estar loco.”
Juan Manuel se aleja de Jesús y de Ezequiel, se va corriendo asustado, desaparece y lo único que deja detrás es una polvareda. Jesús y Ezequiel comienzan a caminar muy juntitos, como enamorados: Jesús ha puesto su mano izquierda en el hombro izquierdo de Ezequiel y Ezequiel ha puesto su mano derecha en el hombro de Jesús. A cincuenta metros Jesús distingue otro mojoncito, sale del camino, se detiene, se agacha y . . . . . .