JESÚS Y EL ESPÍRITU SANTO

4 Noviembre 2005
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El Nombre de Jesús

La Escritura declara que "seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es."
(1 Juan 3:2).
Y que "ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara."
(1 Corintios 13:12).

Sabemos que Jesús es Dios. (Juan 1:1). Para algunos es un dios principal entre muchos dioses (Juan 10:33-36), pero no Dios Eterno y Verdadero con El Padre. (Juan 17:3-5). Otros confiesan y predican que Jesús es Dios, pero que no siempre existió como Dios, sino que llegó a ser Dios después por medio de Su Padre y que El Espíritu Santo no se toma en cuenta como otra persona con ellos, sino que es El Padre o El Hijo según amerita manifestarse. (1 Corintios 8:6; 1 Juan 1:1-3; 2:22-26; 5:20; Apocalipsis 5:13). Declaran que Cristo es Dios por título honorífico, recibido porque fue engendrado y tuvo parte en la creación de las demás cosas, pero sin haber coexistido con Dios y como Dios desde la eternidad. (Proverbios 8:22-24; Salmos 2:7). Jesús nos dice: "Escudriñad las Escrituras…ellas son las que dan testimonio de mí." (Juan 5:39). "Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír." (Hebreos 5:11). Las evidencias bíblicas que se expondrán aquí nos ayudarán a discernir la Verdad sobre Jesús, y nos advertirán de los errores y doctrinas sin fundamento sobre Su Persona.


Confesando a Jesús bíblicamente

"Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo." (1 Juan 4:1-3). El pasaje declara una negación que el espíritu del anticristo hace sobre Cristo, y consiste en que "no confiesa" que haya venido en carne. En otras palabras, hace a un lado Su naturaleza y Su obra humana cuando lo presenta. Lo confiesa, pero no en carne.

Los que enseñan que el Señor Jesús es el Espíritu Santo, ignoran las palabras del mismo Salvador a sus discípulos cuando resucitara: "¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un ESPIRITU no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo." (Lucas 24:39.) Y luego les preguntó: "¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos." (Lucas 24:41-42). Esta es la verdadera naturaleza del Señor Jesucristo, ya resucitado. Para nosotros, él ha venido en carne, y no en otra forma, ni como El Espíritu Santo en el día de pentecostés, pues cuando Cristo se iba de este mundo al Padre, los ángeles dijeron: "Varones galileos, ¿Por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo. Tres veces se destaca que El Señor está en el cielo y no en la tierra siendo ahora El Espíritu Santo y que vendrá en carne y huesos, en las nubes, en el día final. Notemos que se usa el adverbio: "mismo" para enfatizar que es el Señor en esa naturaleza humana. Jesús nunca enseñó que Él es el Espíritu Santo y que vendría en el día de Pentecostés o que Su Padre vendría por Él. Habló de la venida de OTRO Consolador, como una Tercera Persona: "Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas? Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio." (Juan 16:5-8).

"Así que, arrepentíos, y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; pues que vendrán los tiempos del refrigerio de la presencia del Señor, y enviará a Jesucristo, que os fue antes anunciado. Al cual de cierto es menester que el cielo tenga hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde el siglo." (Hechos 3:19-21.) El Apóstol Pedro hace una diferencia entre Cristo y El Espíritu Santo, entre la obra y la ubicación de Uno con la del Otro. Después de que El Espíritu ya había venido sobre ellos en el día de Pentecostés y habiendo sido el primero en predicar en ese día al recibirlo, Pedro declara que El Padre "enviará" a Jesucristo; o sea que el Señor vendrá en el porvenir, y añade que "es menester que el cielo tenga", o sea lo reciba o esté retenido, hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas…Como esos tiempos de restauración están aún hoy afectados juntamente con la ley (Daniel 7:25), para el Apóstol, Jesús no había venido ya días atrás en el día de Pentecostés en otra naturaleza. Si así fuera, no diría entonces que Dios "enviará a Jesucristo." No podemos decir que Jesús ya ha venido en otra naturaleza y que es el Espíritu Santo aquí en la tierra con nosotros. Pedro declara que Cristo está en "el cielo", viniendo un día en un tiempo futuro, tal como los ángeles lo dijeron.

En ninguna parte del Antiguo Testamento se menciona o se predice, ni se confirma tampoco en el Nuevo Testamento como cumplido que El Espíritu Santo se haría carne, ni que podríamos palparlo o verlo como ocurrió con Jesús cuando apareció resucitado a sus discípulos. Más bien el Antiguo Testamento anuncia así la Verdadera naturaleza y Persona del Hijo: "Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él." (Daniel 7:13). "Y aconteció que mientras yo Daniel consideraba la visión y procuraba comprenderla, he aquí se puso delante de mí uno con apariencia de hombre. Y oí una voz de hombre entra las riberas del Ulai, que gritó: Gabriel, enseña a éste la visión." (Daniel 8:15-16). "Y he aquí una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos…Pero he aquí, uno con semejanza de hijo de hombre tocó mis labios…Y aquel que tenía semejanza de hombre me tocó otra vez, y me fortaleció, y me dijo: Muy amado, no temas; la paz sea contigo; esfuérzate y aliéntate…(Daniel 10:10; 16; 18-19). Y en el Nuevo Testamento está confirmado lo representado desde antaño: "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad." (Juan 1:14). Tanto el Antiguo, como en el Nuevo Testamento, presentan a Jesús en carne, o sea, con figura humana y no como el Espíritu Santo. Tampoco se predice en el Antiguo Testamento en ninguna parte, ni se figura, ni se insinúa siquiera que El Espíritu Santo es el Cristo. Siempre al hablarse del Espíritu, se presenta bíblicamente distinto del Hijo de Dios, con Su propia naturaleza espiritual y atributos. El Espíritu no puede palparse ni verse como el Profeta Daniel y los Apóstoles palparon y vieron al Cristo glorificado y aun pudieron conversar con Él. (Efesios 2:20).


El Espíritu Santo no es Cristo

Otro Apóstol que apoya este pensamiento bíblico de separar la persona de Jesús con la del Espíritu Santo, es Juan. En su evangelio, destaca primero el testimonio de Juan el Bautista, el segundo Elías, quien menciona la forma de "paloma" del Espíritu Santo con amor y verdad: "También dio Juan testimonio diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios." (Juan 1:32-34). Notemos como el Bautista hace diferencia entre el Espíritu Santo y el Mesías.

Entonces Juan escribe del Señor, cuando estaba con nosotros en este mundo: "En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado." (Juan 7:37-39). El Apóstol hace diferencia entre nuestro Señor y El Espíritu Santo en este pasaje, entre el que "no había venido" con el que "no había sido" glorificado. En ninguna parte Juan insinúa o expone que el Espíritu sea algo o alguna cosa sin personalidad propia en sus escritos, ni quiso decir que fuera Cristo mismo; no hay un solo versículo en el evangelio de Juan ni en sus cartas que oriente tal pensamiento. Más bien los separa a los Dos en tiempo y en obra, en naturaleza y en la forma de recibirlos, pero no dice que sea Un Alguien manifestado en otra forma. No hay ni un pasaje en todo lo que escribió Juan que presente así al Espíritu o al Salvador. Los que concluyen en esta falsa doctrina se basan en las cartas de Pedro y Pablo y en el énfasis de Juan en dos personas (Padre e Hijo solamente) lo cual explicaré con un Escrito está más adelante en breve, en el próximo documento.

Notemos que Jesús hace distinción entre Él y el Espíritu Santo también en este pasaje: "Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos." (Hechos 1:6-9). Notemos entonces cómo Pedro nuevamente presenta a Cristo y al Espíritu de la misma manera: "Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús" (Hechos 1:16). "Es necesario, pues, que estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección." (Hechos 1:21-22). El Apóstol reafirma que ya no estaba Jesús con ellos en la tierra, igual que lo hace en Hechos 3:19-21 como leímos anteriormente, cuando El Espíritu ya había venido y se había manifestado en Pentecostés.

Sin embargo, esto no significa que el Señor no estaría con nosotros "todos los días, hasta el fin del mundo" por medio del mismo Espíritu. (Mateo 18:20; 28:20). Probemos esto en la relación del Padre con el Hijo cuando estuvo con nosotros en la tierra. Jesús declaró: "Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada." (Juan 8:29). El hecho de que el Padre Celestial estuviera con el Hijo hecho carne en este mundo, no hace que sean la misma persona, simplemente no se separaban el Uno del Otro por medio del Espíritu. Por eso cuando Felipe le pidió al Señor que les mostrase al Padre, la respuesta Divina no hizo diferencia entre ellos: "¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras." (Juan 14:9-10). El texto no declara que Jesús sea el Padre en otra forma o naturaleza, o que el Padre ahora sea Cristo o el Padre sea el Espíritu; simplemente el Uno estaba unido perfectamente con el Otro, y de la misma manera tampoco el Espíritu Santo es el Padre o el Hijo. Juan no indica en ninguna parte este pensamiento.

Aquellos que hemos nacido de nuevo, como nuevas criaturas no podemos dar por sentado y concluido de dónde se origina El Espíritu Santo y hacia donde se dirige, pues el mismo Señor declara: "El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde vá; así es todo aquel que es nacido del Espíritu." (Juan 3:8). Nadie sabe el origen y la naturaleza del viento ni su trayectoria o destino; se oye, se siente cuando sopla, se ve el rastro de su obra y los efectos que deja al pasar, pero no lo podemos palpar ni ver, ni entender o explicar. Así es como Jesús compara al Espíritu Santo y así fue como se manifestó: "Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen." (Hechos 2:1-4). Por tanto, es un error concluir que sea el mismo Jesucristo, quien abiertamente se manifestó resucitado con nuestro cuerpo glorificado, y declaró que se iba, para que entonces viniera y se quedara con nosotros el otro Consolador. (Juan 14:15-17; 26; 15:26-27; 16:7-15). Este otro Consolador es llamado por el Señor: "El Espíritu Santo" (nunca dijo que es-'Mi Padre que está en los cielos'), le da el pronombre personal "él" no "eso", o "yo", sino que le llamó: El Espíritu de verdad, el mismo que Él recibió con nuestra humanidad, descendiendo del cielo, en forma corporal, como de paloma, cuando fue Ungido como Hijo Unigénito de Dios para nuestra salvación. (Mateo 3:16-17; Lucas 3:21-22). Decir que Jesús es el mismo Espíritu Santo en otra naturaleza, es el espíritu y la doctrina del anticristo.


Los apóstoles y el Espíritu Santo

Veamos esto en otro aspecto bíblico con el libro de Los Hechos de los Apóstoles. Allí Lucas especifica con detalle cuando es Jesús el que habla o aparece, y cuando es el Espíritu Santo. "Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad." (Hechos 18:9-10). Pablo también hizo diferencia entre el Señor Jesús y el Espíritu cuando se despedía de los hermanos de Mileto y Efeso: "Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones. Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios…Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre…En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir." (Hechos 20:22-24; 28; 35). Notemos claramente como Pablo separa lo que le decía el Espíritu a él, de lo que dijo Jesús. Es claro que para el Apóstol hay dos personas que hablan y no Una sola en distinta forma. Si Pablo tuviera el concepto de que tanto Cristo como el Espíritu son una misma Persona, no hablaría de esa manera, separando lo que dijo Uno de lo que decía el Otro. Hubiera dicho que era Jesús el que hablaba siempre en todas estas ocasiones, pero no lo hace ni en ese pasaje, ni en ninguna de sus cartas a la Iglesia. Es evidente que comprendía que hay Dos Personas distintas. De paso, en este pasaje habla de "la gracia de Dios", presentando a tres personas en su discurso.

Probémoslo en otros versículos que van en armonía con los vistos anteriormente: "A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma." (Hechos 23:11). Después de relatar cómo se le apareció Cristo en el camino a Damasco y su conversión, Pablo vuelve a recalcar: "Y me aconteció, vuelto a Jerusalén, que orando en el templo me sobrevino un éxtasis. Y le vi que me decía: Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí…Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles." (Hechos 22:17-18; 21). En ninguna parte leemos aquí tampoco que el Espíritu es Cristo, ni que aparezca el Espíritu presentándose como Jesús en primera persona, ni vemos a los Apóstoles y discípulos presentando y explicando al Espíritu Santo como si fuera Cristo directamente en sus palabras y obras. Jamás se orienta tal pensamiento. Siempre se habla de Jesús, o el Señor mismo habla de sí mismo destacando su naturaleza humana, sus méritos, sus palabras, su sangre derramada, y el poder del Espíritu sobre Él o la iglesia, sin atribuirse que sea Jesús mismo el Espíritu Santo.

De la misma manera leemos con Pablo el lenguaje bíblico de la Divinidad: "Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo. Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios que hace todas las cosas en todos, es el mismo." (1 Corintios 12:3-6).

Por eso Pablo dice que "el Espíritu mismo" (esta palabra: "mismo" (del Griego = αυτò) señala a otro individuo, no a Cristo mismo, sino el Espíritu por sí mismo), "intercede por nosotros con gemidos indecibles." (Romanos 8:26). De "αυτò" que es un adverbio, se derivan palabras como: automóvil, automático, autodidacta, etc, lo que siempre da a entender que se rige, se dirige, se guía o se orienta por sí solo; sin la intervención de algún otro o alguna otra cosa. Esto prueba nuevamente que el Espíritu Santo no es el Padre ni el Hijo, y que se identifica como Una Persona, lo cual es evidente por cuanto intercede "con gemidos", pero no como siendo El Padre que está en los cielos o Jesús gimiendo en otra naturaleza; de otra manera Pablo no hubiera colocado "αυτò" al referirse al Espíritu, sino que lo hubiera señalado como Cristo en el Espíritu o por Su Espíritu por decir un ejemplo, intercediendo. El contexto presenta directamente que aun el Espíritu Santo, aparte de Cristo, hace intercesión por nosotros.

Mateo también hace distinción entre el Uno y el Otro diciendo: "Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo." (Mateo 4:1.) Lucas que anduvo con Pablo también lo dice: "Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo." (Lucas 4:1-2). Pedro volvió a hacer esta distinción entre Cristo y El Espíritu, cuando le abría la puerta a los gentiles en la casa de Cornelio: "Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él." (Hechos 10:37-38.)
En todos estos pasajes se menciona a Cristo y al Espíritu individualmente, no siendo el mismo Jesús, sino que lo vemos "llevado" por Otro distinto a Él, pero no siendo El Padre tampoco, pues no está indicado de esa manera en el contexto de los evangelios, ni en los propios versículos, no podemos concluir así fuera de contexto, pues Cristo al referirse al Padre decía siempre: "Mi Padre que está en los cielos" o "vuestro Padre que está en los cielos" o "el Padre celestial" o "Padre nuestro que estás en los cielos". ( Juan 20:17).
Es evidente que los que concluyen que el Espíritu que guiaba a Cristo al desierto es el Padre, se basan en otros pasajes que no están aquí, los cuales también estudiaremos. Notemos sin embargo que en estos textos se menciona al diablo como otra persona, que tentaba al Señor en el desierto.


Angeles y hombres con el Espíritu Santo

También se hace diferencia en el libro de Los Hechos cuando los ángeles son los que hablan: "Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este perjuicio y pérdida. Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave. Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí Dios te ha concedido todos los que navegan contigo." (Hechos 27:21-24). En otro lugar dice: "Y he aquí se presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la cárcel; y tocando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se le cayeron de las manos. Le dijo el ángel: Cíñete, y átate las sandalias. Y lo hizo así. Y le dijo: Envuélvete en tu manto, y sígueme. Y saliendo, le seguía; pero no sabía que era verdad lo que hacía el ángel, sino que pensaba que veía una visión. Habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta del hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma; y salidos, pasaron una calle, y luego el ángel se apartó de él. Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado a su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba." (Hechos 12:7-11).

En Los Hechos se destaca la obra de todo el cielo en comunión con la humanidad. Se ve a Jesús, a los ángeles y al Espíritu Santo cooperando con nosotros los que hemos creído. En otras ocasiones se ven juicios ejecutados por un ángel, como ocurrió con la muerte de Herodes en Hechos 12:20-23: "Al momento, un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos." (verso 23). No ocurre así cuando el juicio es ejecutado por el Espíritu Santo, tal como pasó con Ananías y Safíra su mujer; a quienes discerniéndoles por medio de la comunión del Espíritu su engaño, Pedro habló diciendo: "Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios. Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron. Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron. Pasado un lapso como de tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo que había acontecido. Entonces Pedro le dijo: Dime, ¿vendiste en tanto la heredad? Y ella dijo: Sí, en tanto. Y Pedro le dijo: ¿Por qué conviniste en tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti. Al instante ella cayó a los pies de él y expiró; y cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido. Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas." (Hechos 5:3-11). Al decir Pedro que no se había mentido "a los hombres, sino a Dios" y que habían tentado "al Espíritu del Señor", entendemos en el contexto que ya hemos visto anteriormente, que El Espíritu Santo es Divino, y no es solamente un elemento o poder de la Divinidad, sino más bien Una Persona en la Divinidad. Jesús declaró a Satanás: "No tentarás al Señor tu Dios." (Mateo 4:7.) Y vemos como el Enemigo de las almas vuelve a intentar esto contra el Espíritu Santo por medio de los que cayeron.

El Espíritu habla y obra directamente

Pero ahora notemos la diferencia cuando en otras partes del mismo libro se vuelve a presentar esta comunicación estrecha y directa entre el Espíritu y la humanidad: "Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro." (Hechos 8:29). "Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado." (Hechos 10:19-20). Explicando Pedro después esta experiencia con los gentiles, dijo entonces a los líderes de la iglesia: "Y el Espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar." (Hechos 11:12). Notemos como nuevamente vuelve a hablarse del Espíritu como una única Persona: "Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias" (Hechos 15:28).
En todos estos pasajes se menciona a Una persona que habla o actúa directamente sin decirse o insinuarse que sea el Padre o Jesucristo, a quienes en el contexto aquí demostrado y probado bíblicamente, sí se identifican en el mismo libro como "el Señor" o "Dios" cuando aparecen, tal como se hace con los ángeles. "Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió." (Hechos 16:6-7). No debe asombrarnos leer que el Espíritu se comunicara con autoridad con los apóstoles, pues también es Él quien hizo hablar otros idiomas: "Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen." (Hechos 2:4.) Sabemos que es El Espíritu Santo quien dió el hablar otros idiomas; pero la primera véz que esto pasó no fue en el día de Pentecostés, sino en la Torre de Babel. Por eso también está escrito: "Y dijo Jehová: "He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de la tierra." (Génesis 11:6-9). De esto hablaré en otro documento que hablará del Nombre Yeshua = ישוע y del bautismo bíblico.

El Espíritu habla por medio de otros

En otras ocasiones el mensaje del Espíritu era dado por medio de profetas y maestros, pero nuevamente no se indica en ninguna parte que sea el propio Jesucristo: "En aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la cual sucedió en tiempo de Claudio." (Hechos 11:27-28). "Y hallados los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén…Y permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo, quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles." (Hechos 21:4; 10-11). El hecho de que Agabo "daba a entender por el Espíritu" y "dijo: Esto dice el Espíritu Santo", nos revela que el Espíritu sí nos puede hablar por medio de otra persona. Vemos que Agabo hablaba por medio del Espíritu, pero no que era el profeta directamente, y así tampoco quiere decir que Jesús sea el Espíritu hablando propiamente, sino que el Señor habla por medio del Espíritu, sin dejar Su lugar en el cielo donde está retenido y Su naturaleza humana que ha sido confesada por profetas, apóstoles y ángeles.

Por eso Pablo escribió: "Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre" (Gálatas 1:16). Estas palabras se explican luego con los siguientes versículos: "Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron. Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre." (Hechos 13:1-4).

Con ese mismo carácter y manifestación Divina, Pablo citó a un profeta del Antiguo Testamento: "Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo: Ve a este pueblo, y diles: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis; porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyeron pesadamente, y sus ojos han cerrado, para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan de corazón, y se conviertan, y yo los sane." (Hechos 24:25-27).

Por eso está escrito: "Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles." (1 Pedro 1:12). El Espíritu unido a Cristo es uno solo con Él, pues no testifica de sí mismo, sino de Aquel que vino a padecer por todos nosotros. De allí que Pedro usa y menciona a dos espíritus en este texto, pero presenta un mismo testimonio dado antes y hoy, por cual todo está unido; aún todos nosotros con Cristo, si confesamos que "fue manifestado en carne" y "justificado en el Espíritu". Solamente cuando el amor de Cristo ha subyugado el corazón humano es cuando éste puede llegar a entender mejor el misterio de la piedad, el cual la inspirada Palabra de Dios declara que no es pequeño, sino más bien grande. (1Timoteo 3:16).

"Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza; y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido. Pero el entendimiento de ellos se amobló; porque hasta hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y aun hasta hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor." (2 Corintios 3:12-18).

En su contexto bíblico, el Espíritu Santo no es Cristo, sino que nuestro Señor habla y ministra por medio de Él, y sabiendo que confesamos a un "Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2:5) y no a un "Jesucristo espíritu".

Que Dios les bendiga.