No hay duda que desde los concilios ecuménicos de Nicea (325 D.C.) y de Calcedonia (451 D.C.) la iglesia Católica determinó y estableció como doctrina que Jesús de Nazaret era Dios. En dichos concilios se decide que la doctrina crisitana ortodoxa es creer en un dios trino (Padre, Hijo y Espíritu Santo), en el cual las tres hipostasis deben ser reconocidas y adoradas como un solo dios. Todas iguales en poder y gloria. Igualmente, en Calcedonia se determina que Jesús de Nazaret era totalmente hombre y totalmente Dios.
Hoy día la gran mayoría del mundo cristiano acepta esas doctrinas sin cuestionamiento alguno. Es imporatnte señalar que en tiempos apostólicos el adorar a Jesús como a un dios no era la práctica aceptada. Puede verse que en el primer discurso de Pedro, Hechos 2:14-41, el jamás indica que Jesús fuese Dios encarnado, o Dios hecho hombre. De hecho, lo que Pedro sí deja claro es lo que fue la base de la herejía adopcionista. Que Jesús fue nada más que un hombre común que fue escogido por Dios por su rectitud y fidelidad, y que eventualmente fue exaltado, convirtiéndose en Señor y Cristo (Hechos 2:36). No en un dios.
Igualmente, en ninguna carta del apóstol Pablo Jesús es identificado como Dios. Muchos saltarán defendiedo que en la carta de Pablo a Tito, Jesús es llamado “Dios y salvador”. Eso no puede ser negado. Ahora bien, si vamos a ser fieles a las realidades históricas tenemos que destacar que esa carta es una de las llamadas “pseudo-paulinas” ya que por la fecha en que fue escrita, y por su estilo se ha podido determinar que no fue escrita por Pablo. Lo que eso evidencia es que en la iglesia cristiana de finales del primer siglo ya existía un sector de creyentes gentiles que estaban adorando a Jesús como a un dios. Eso no debe ser extraño, tomando en cuenta que la gran cantidad de creyentes gentiles/griegos que se unieron al cristianismo trajeron costumbres paganas que fueron eventualmente adoptadas por el cristianismo. Una de esas costumbres era la tradición de creer en hombres-dioses, como lo eran Prometeo y Aquiles en el mundo greco-romano. Hombres, hijos del dios Júpiter/Zeus que tenían características y poderes divinos. Esos mismos atributos fueron adjudicados a Jesús por esos creyentes. Jesús dejó de ser el mesías anunciado por los profetas, para convertirse en Dios mismo.
La realidad es que adorar a Jesús como a Dios mismo está en contra de las escrituras.
En Éxodo 20:4 el Dios de Israel ordena que no busquemos crear una imagen para identificarla como Dios. No se puede crear una semejanza de ninguna cosa o criatura en el cielo, en la tierra ni debajo de la tierra. Si Jesús es Dios, entonces Dios sí tiene una imagen y una semejanza, pues el fue un hombre, con figura , semejanza y rostro. Eso va en contra del mandamiento.
Aún más, Dios mismo fue enfático que cuando su gloria descendió sobre el monte Sinaí, nadie vio una imagen. Solamente oyeron una voz (Deuteronomio capítulo 4). En ese mismo capítulo Dios indica que no adoraras la figura de un hombre o una mujer indicando que es Dios (Deuteronomio 4:|15-). Todo lo anterior indica que nunca debemos visualizar a Dios como algo material y efímero como un hombre. Dios no es hombre (Números 23:19). Por tanto, Jesús no puede ser Dios.
Jesús mismo fue enfático al hacer una diferencia entre lo que era él, y quien era su Padre, el Creador.
En Marcos 10:18 Jesús hace claro que el no era tan bueno como lo es el Padre. De la misma forma, en Juan 14:18 indica el Maestro que el Padre es mayor que él. En Juan 20:17 Jesús afirma que nuestro Dios es su Dios.
Reconozco que en el credo de Nicea/Constantinopla usado por los Católicos y Ortodoxos Griegos se indica que Jesús es “Dios de Dios”. Eso es desafortunadamente un absurdo. Dios está por encima de todo lo que existe en poder y gloria. Dios no tiene un Dios a quien responder. Todo responde a Él. Jesús mismo dejó claro que él le servía a Dios, como lo debemos hacer nosotros. No expresó que él mismo era Dios.
Ya puedo oir los gritos de quienes afirmarán que en el evangelio de Juan se indica que Jesús era el Verbo de Dios, y que ese verbo, como dicen la mayoría de las traducciones cristianas, era Dios. La verdad es que esa es una interpretación, y no una traducción literal del texto griego. Lo expuesto allí en el griego original es: καὶ θεὸς ἦν ὁ λόγος. Transliterado es “Kai Theos ein ho Logos.” Esto es, en español: “Y el Verbo era divino.” También es aceptable traducirlo como: “Y el Verbo tenía atributos divinos.” Cuando el nombre “Theos” es usado en el griego koine sin una preposición, se trata de atributos de Dios, no es Dios mismo. Para que fuese “Dios” necesita la preposición “ho” u otra preposición semejante. En otras palabras, el autor del evangelio de Juan está expresando que Jesús tenía atributos divinos. Eso jamás es que era Dios mismo.
Otro argumento que se puede presentar Juan 12:49 es que Jesús expresó que antes que Abraham fuese, él ya era (Juan 8:58). La respuesta a dicho argumento es lo expuesto en Juan 12:49. Allí Jesús dijo que él no hablaba por cuenta propia, sino que sus exposiciones y discursos estaban compuestos por lo dicho por el Padre. El no hablaba por cuenta propia. Solamente reptía lo dicho por el Padre. Entonces, cuando Jesús hizo esa expresión, no hablaba de sí mismo. Más bien profetizaba las palabras del Eterno. Nuestro Dios es antes que todo lo que existe, incluyendo Abraham. Dios es antes que él. Jesús expresó palabras directas del Padre.
En fin, adorar a Jesús como a Dios es el error docetista que padece la iglesia desde hace siglos. Jesús es la imagen de Dios. Vemos en Jesús el amor, compasión y misericordia del Eterno. Vemos el amor del Padre por todos nosotros. El es la visión de la gloria eterna, reducida en un hombre que podemos escuchar, entender e imitar. El es el reflejo del Creador entre nosotros. No obstante él no es el Creador ni el Dios de Israel encarnado ni convertido en un mero ser humano. Nosotros no somos más que polvo y cenizas, Dios es mucho más. Jesús fue el mensajero, no es el mensaje mismo. Ese mensaje es quien es nuestro Padre eterno. A Él sea la gloria por los siglos de los siglos, Amén.
Hoy día la gran mayoría del mundo cristiano acepta esas doctrinas sin cuestionamiento alguno. Es imporatnte señalar que en tiempos apostólicos el adorar a Jesús como a un dios no era la práctica aceptada. Puede verse que en el primer discurso de Pedro, Hechos 2:14-41, el jamás indica que Jesús fuese Dios encarnado, o Dios hecho hombre. De hecho, lo que Pedro sí deja claro es lo que fue la base de la herejía adopcionista. Que Jesús fue nada más que un hombre común que fue escogido por Dios por su rectitud y fidelidad, y que eventualmente fue exaltado, convirtiéndose en Señor y Cristo (Hechos 2:36). No en un dios.
Igualmente, en ninguna carta del apóstol Pablo Jesús es identificado como Dios. Muchos saltarán defendiedo que en la carta de Pablo a Tito, Jesús es llamado “Dios y salvador”. Eso no puede ser negado. Ahora bien, si vamos a ser fieles a las realidades históricas tenemos que destacar que esa carta es una de las llamadas “pseudo-paulinas” ya que por la fecha en que fue escrita, y por su estilo se ha podido determinar que no fue escrita por Pablo. Lo que eso evidencia es que en la iglesia cristiana de finales del primer siglo ya existía un sector de creyentes gentiles que estaban adorando a Jesús como a un dios. Eso no debe ser extraño, tomando en cuenta que la gran cantidad de creyentes gentiles/griegos que se unieron al cristianismo trajeron costumbres paganas que fueron eventualmente adoptadas por el cristianismo. Una de esas costumbres era la tradición de creer en hombres-dioses, como lo eran Prometeo y Aquiles en el mundo greco-romano. Hombres, hijos del dios Júpiter/Zeus que tenían características y poderes divinos. Esos mismos atributos fueron adjudicados a Jesús por esos creyentes. Jesús dejó de ser el mesías anunciado por los profetas, para convertirse en Dios mismo.
La realidad es que adorar a Jesús como a Dios mismo está en contra de las escrituras.
En Éxodo 20:4 el Dios de Israel ordena que no busquemos crear una imagen para identificarla como Dios. No se puede crear una semejanza de ninguna cosa o criatura en el cielo, en la tierra ni debajo de la tierra. Si Jesús es Dios, entonces Dios sí tiene una imagen y una semejanza, pues el fue un hombre, con figura , semejanza y rostro. Eso va en contra del mandamiento.
Aún más, Dios mismo fue enfático que cuando su gloria descendió sobre el monte Sinaí, nadie vio una imagen. Solamente oyeron una voz (Deuteronomio capítulo 4). En ese mismo capítulo Dios indica que no adoraras la figura de un hombre o una mujer indicando que es Dios (Deuteronomio 4:|15-). Todo lo anterior indica que nunca debemos visualizar a Dios como algo material y efímero como un hombre. Dios no es hombre (Números 23:19). Por tanto, Jesús no puede ser Dios.
Jesús mismo fue enfático al hacer una diferencia entre lo que era él, y quien era su Padre, el Creador.
En Marcos 10:18 Jesús hace claro que el no era tan bueno como lo es el Padre. De la misma forma, en Juan 14:18 indica el Maestro que el Padre es mayor que él. En Juan 20:17 Jesús afirma que nuestro Dios es su Dios.
Reconozco que en el credo de Nicea/Constantinopla usado por los Católicos y Ortodoxos Griegos se indica que Jesús es “Dios de Dios”. Eso es desafortunadamente un absurdo. Dios está por encima de todo lo que existe en poder y gloria. Dios no tiene un Dios a quien responder. Todo responde a Él. Jesús mismo dejó claro que él le servía a Dios, como lo debemos hacer nosotros. No expresó que él mismo era Dios.
Ya puedo oir los gritos de quienes afirmarán que en el evangelio de Juan se indica que Jesús era el Verbo de Dios, y que ese verbo, como dicen la mayoría de las traducciones cristianas, era Dios. La verdad es que esa es una interpretación, y no una traducción literal del texto griego. Lo expuesto allí en el griego original es: καὶ θεὸς ἦν ὁ λόγος. Transliterado es “Kai Theos ein ho Logos.” Esto es, en español: “Y el Verbo era divino.” También es aceptable traducirlo como: “Y el Verbo tenía atributos divinos.” Cuando el nombre “Theos” es usado en el griego koine sin una preposición, se trata de atributos de Dios, no es Dios mismo. Para que fuese “Dios” necesita la preposición “ho” u otra preposición semejante. En otras palabras, el autor del evangelio de Juan está expresando que Jesús tenía atributos divinos. Eso jamás es que era Dios mismo.
Otro argumento que se puede presentar Juan 12:49 es que Jesús expresó que antes que Abraham fuese, él ya era (Juan 8:58). La respuesta a dicho argumento es lo expuesto en Juan 12:49. Allí Jesús dijo que él no hablaba por cuenta propia, sino que sus exposiciones y discursos estaban compuestos por lo dicho por el Padre. El no hablaba por cuenta propia. Solamente reptía lo dicho por el Padre. Entonces, cuando Jesús hizo esa expresión, no hablaba de sí mismo. Más bien profetizaba las palabras del Eterno. Nuestro Dios es antes que todo lo que existe, incluyendo Abraham. Dios es antes que él. Jesús expresó palabras directas del Padre.
En fin, adorar a Jesús como a Dios es el error docetista que padece la iglesia desde hace siglos. Jesús es la imagen de Dios. Vemos en Jesús el amor, compasión y misericordia del Eterno. Vemos el amor del Padre por todos nosotros. El es la visión de la gloria eterna, reducida en un hombre que podemos escuchar, entender e imitar. El es el reflejo del Creador entre nosotros. No obstante él no es el Creador ni el Dios de Israel encarnado ni convertido en un mero ser humano. Nosotros no somos más que polvo y cenizas, Dios es mucho más. Jesús fue el mensajero, no es el mensaje mismo. Ese mensaje es quien es nuestro Padre eterno. A Él sea la gloria por los siglos de los siglos, Amén.