Jesús dice “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.

JuandelaCruz

Miembro senior
2 Febrero 2024
171
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Cuando Jesús estuvo en la tierra no fue adorado como Dios, sino considerado simplemente como el hijo de Dios en el sentido de que, en él, se impusieron las Verdades del Padre y muchos de Sus maravillosos y misteriosos poderes. Él jamás se proclamó como siendo Dios, ni tampoco permitió que ninguno de sus discípulos creyeran que él era Dios, sino únicamente que era Su amado hijo, enviado para proclamar a la humanidad Sus verdades y mostrarles el camino hacia el Amor del Padre.
De hecho él fue muy severo y tajante en reprender a quienes cayeron en el error de –en vista de las curaciones que obraba– considerarle como Dios. Fue categórico e inequívoco: “Yo sólo soy un hijo de Nuestro Padre”.
Él no era diferente de otros hombres, excepto que poseía hasta cierto punto ese Amor de Dios, lo cual le liberaba del pecado e impedía que los males que formaban parte de la naturaleza de los hombres se convirtieran en parte de su naturaleza. Era puro ciento por ciento.
Y así pues, ningún hombre que crea que él era Dios tiene conocimiento de la verdad, ni al adorarle obedece los mandamientos de Dios. Muy por el contrario, tales adoradores están blasfemando y haciendo un gran daño a la causa de Dios y a sus enseñanzas.
De hecho, muchos hombres se habrían convertido en verdaderos creyentes y adoradores del Padre y seguidores de sus enseñanzas, si este dogma ominoso y blasfemo no hubiera sido interpolado, incrustado vilmente en la Biblia. No fue con su autoridad, ni como consecuencia de sus enseñanzas, que se promulgó o se creyó en una doctrina tan nociva y dañina. Pues daño es cuanto NO es la verdad.
Él es sólo un hijo de su Padre, como lo eres tú –sí, hermano mío, tú– y aunque él siempre estuvo libre de pecado y error, en lo que respecta a la verdadera concepción de la auténtica relación de su Padre, nuestro único Padre, con la humanidad, tú también eres Su hijo; y si buscas fervientemente y oras al Padre con fe, podrás llegar a estar tan libre del pecado y del error como lo estaba él entonces y lo está ahora.
El Padre es Él Mismo, solo. Y no hay otro Dios además de Él, ni existe ningún otro Dios al que adorar. Jesús es Su maestro de la verdad, y es el Camino, la Verdad y la Vida porque en él están aquellos atributos de bondad y conocimiento que le capacitan para mostrar el Camino y conducir a los hombres a la Vida eterna en el Padre, y para enseñarles que Dios ha preparado un Reino en el que podrán vivir para siempre, si así en verdad lo desean.
Pero a pesar de sus enseñanzas, los hombres y aquellos que han asumido altos cargos en lo que se llama la Iglesia Cristiana, imponen doctrinas tan contrarias a la verdad que, en estos últimos tiempos muchos, en el ejercicio de una libertad ilustrada y de la razón, se han vuelto infieles y se han alejado de Dios y de Su Amor, y han pensado y enseñado que el hombre, él mismo, es suficiente y se basta para su propia salvación.
Ha llegado el momento en que a estos hombres se les enseñe a tener la certeza de que, si bien las enseñanzas de esas profesas autoridades acerca de las verdades de Dios son todas erróneas y erradas, ellos, esos mismos hombres, están igualmente en un error cuando se niegan a creer en Dios y en las enseñanzas de Jesús, el más puro Maestro que la humanidad haya jamás conocido.
Cuáles son sus enseñanzas... harto difícil es entenderlas a partir de los escritos del Nuevo Testamento, porque muchas de las cosas que allí figuran nunca las dijo, y muchas cosas que sí dijo no están escritas allí.
Atentos todos aquellos que oídos tengan, porque aquí iré exponiendo las verdades que Jesús enseñó cuando estuvo en la tierra, e incluso muchas que nunca reveló a sus discípulos ni inspiró a otros a escribir. Creed, o no creed, pues sois libres. Mirad al mensaje y atended a él únicamente, y así ved si retañe en vosotros la campana de la Verdad. Pues Dios puso en nuestras almas, inextinguible, lo que a Su Alma recuerda y con lo que ella resuena. O excusaros bajo dudas lanzadas sobre el mensajero. Es vuestra libre opción, oh, creyentes en Dios, oh creyentes de Dios.
Y ahora, empezando por lo más importante: Ningún hombre puede llegar al Amor del Padre a menos que nazca de nuevo. Ésta es la fundamental y Gran Verdad que los hombres deben asimilar y creer, porque sin este Nuevo Nacimiento los hombres no pueden participar de la Esencia Divina del Amor de Dios, la cual, cuando un hombre la posee, le hace uno con el Padre. Este Amor llega al hombre mediante la labor del Espíritu Santo, haciendo que este Amor fluya al interior del corazón y el alma y llenándole, de modo que todo pecado y error que tiende a hacerles infelices acabe siendo erradicado. Pues allá donde hay luz ya no cabe oscuridad.
No voy a explicar ahora cómo opera sobre los hombres esta labor del Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, pero a cambio de esta laguna que algún día rellenaré, os ofrezco una montaña: que si un hombre ora al Padre y cree, y pide fervientemente que le sea dado este Amor, lo recibirá; de seguro. Y que cuando llegue al seno de su alma, él se dará cuenta. Y no le cabrá duda alguna.
No dejemos que los hombres piensen que mediante cualquier esfuerzo propio pueden llegar a esta unión con el Padre, porque no pueden. No. Ningún río puede ascender más allá de su fuente; y ningún hombre que tenga sólo el amor natural y esté lleno de error puede, por sus propios poderes, hacer que ese amor natural participe de lo Divino, o que su naturaleza sea liberada de tal pecado y error.
El hombre es una mera criatura, y no puede crear nada superior a él mismo; de modo que el hombre no puede elevarse hasta la naturaleza de la Divinidad a menos que la Divinidad primero entre en ese hombre y le haga parte de Su Propia Divinidad.
Todos los hombres que no obtengan una parte de esta Esencia Divina –aunque sólo sea una gota, una minúscula gota– quedarán en su estado natural, y si bien podrán progresar hacia grados más elevados de bondad y libertad del pecado y de todo lo que tiende a hacerles infelices, sin embargo serán sólo hombres naturales así y todo; y no más que criaturas, pero no co-creadores aunados con Dios.
Sabed que Jesús vino al mundo para mostrar a los hombres el camino hacia este Amor Divino del Padre y enseñarles sus verdades espirituales, y su misión, en toda su perfección y plenitud, era esa, y de paso, vino a enseñarnos el camino hacia una mayor felicidad en la tierra –así como en el mundo espiritual, el llamado “más allá”– explicándonos la vía hacia la purificación del amor natural... incluso aunque descuidáramos buscar y obtener este Amor Divino y con ello volvernos uno con el Padre.
Hagamos posible que los hombres reflexionen y ponderen esta trascendental cuestión, y si lo hacen honestamente, descubrirán que la felicidad del hombre natural y la felicidad del hombre que ha obtenido los atributos de la Divinidad son profundamente diferentes, y que a lo largo de toda la eternidad ambas estancias, ambas condiciones, tendrán que estar separadas y sus vivencias ser bien distintas.
Las enseñanzas de Jesús no son muy difíciles de entender y seguir, y con tan sólo que los hombres las escucharan, las creyeran y las siguieran, encontrarían el Camino y obtendrían el perfecto estado de felicidad que el Padre ha preparado para Sus hijos. Ningún hombre puede obtener este estado de bienaventuranza Celestial a menos que primero obtenga este Amor Divino del Padre y con ello se vuelva uno con el Padre.
Se piensa y se enseña que la moralidad, la vida correcta y un gran amor natural asegurarán la felicidad futura del hombre, y hasta cierto punto esto es cierto, pero esta felicidad no es la felicidad mayor que Dios desea que Sus hijos tengan; y a fin de mostrar el camino a ésta vino Jesús a la tierra a enseñar. Y en algunos corazones y mentes sus verdades encontraron alojamiento, y fueron preservadas para salvar a la humanidad de la oscuridad espiritual total y de una recaída en la adoración de únicamente la forma y la ceremonia.
No dejéis que las enseñanzas de la Biblia y lo que los hombres escribieron, borraron, insertaron y profesaron ver escrito en ella os impidan recibir y comprender lo que Jesús mismo nos transmite hoy. Pues él jamás murió. Y como ser vivo es capaz de hablar, escribir y expresarse, lo creáis o no.
Cuando los hombres hayan escuchado sus mensajes creerán que hay un solo Dios, y que sólo uno ha de ser adorado.
Es palabra de Su hijo Jesús.
Ya lo dije yo, un humilde mensajero suyo: Jesús no murió ni quedó mudo. Escuchad pues, oh creyentes en su obra, y releed, pues aquí ha sido expuesto el Camino, la Verdad y la puerta a la Vida. Abridla con vuestro querer, y entraréis en su Reino.
Orad en sinceridad, hermanos míos, e indefectiblemente Dios os responderá, pues está a deseo de entrar en cada una de las almas de Sus muy amados hijos.