











Y no solo creyó — ¡actuó! Porque la fe sin obras está muerta (Santiago 2:26), pero la fe de Caleb estaba más viva que nunca.
“Mas a mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y ha seguido a mí cumplidamente, yo le meteré en la tierra donde fue, y su descendencia la poseerá.”
— Números 14:24
Dios no olvidó. No cambió de opinión. No canceló la promesa. ¡Él la selló con un juramento!
“Excepto Caleb hijo de Jefone; él la verá, ya él daré la tierra que holó, ya sus hijos, porque cumplidamente siguió a Jehová.”
— Deuteronomio 1:36




Porque así como Caleb, tú también puedes decir:
“Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes, para anunciar que Jehová es recto”.
— Salmos 92:14
¡Tu sazón no es señal de declive, sino de madurez para la cosecha!

Si te prometió una montaña, no te dará un valle. Si te dijo “heredarás”, no te dejará mendigando migajas. Si te llamó “más que vencedor”, no te dejará derrotado por la espera.
“Estoy seguro de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.”
— Filipenses 1:6
Dios no abandone lo que Él empezó. No cancela lo que Él prometió. No desecha a quien le fue fiel en el desierto.
“Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió”.
— Hebreos 10:23
¡Aférrate a esa fidelidad! ¡Declárala! ¡Actúa sobre ella!







Había un hermano en una iglesia pequeña en las montañas de Colombia, llamado Don Samuel . A los 78 años, le diagnosticaron una enfermedad degenerativa. Los médicos le dijeron: "Ya no caminará solo. Prepárese para silla de ruedas".
Pero Don Samuel, con su Biblia gastada en la mano, recordó a Caleb — y recordó la Palabra:
"El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano. Plantados en la casa de Jehová, en los atrios de nuestro Dios florecerán. Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes".
— Salmos 92:12-14
Una mañana, en la reunión de oración, se levantó con su bastón y dijo:
“Señor, Tú me diste fuerzas para criar 7 hijos, para sembrar café en laderas empinadas, para predicar Tu Palabra en aldeas sin caminos… ¡No voy a dejar que esta enfermedad me robe lo que me promete: servirte hasta el último aliento!”
Empezó terapia. Oraba mientras caminaba. Caía, se levantaba. Sus nietos lo ayudaron. La iglesia lo sostenía.
Tres años después…
¡Don Samuel subió solo, sin bastón, a predicar en una misión en la cima de una colina! Al terminar, levantó sus manos y gritó:
"¡Dios no me dio un valle! ¡Me dio este monte! ¡Y aquí estoy!"
La iglesia lloró. Los jóvenes aplaudieron. Los ancianos se levantaron. Porque vieron a Caleb… vivo, en carne y hueso.

Si aún estás esperando tu promesa… Si el mundo dice “ya es tarde”, pero Dios susurra “ahora es el momento”… Si los gigantes aún están en tu monte… ¡NO TE RINDAS!











