Hienas
De entre los animales que pueblan el mundo, si hubiese que escoger a alguno de ellos para salvarlo de un diluvio, creo que pocos optarían por las hienas. Son animales carnívoros, de pelaje áspero, nocturnos y carroñeros, de aspecto repulsivo y olor desagradable. Hasta tal punto, que si queremos caracterizar los malos instintos o la crueldad de alguien, podemos llegar a decir: “Eres una hiena".
La imagen de estos seres ha venido a mi mente leyendo una noticia referida a Argentina. En ese país de hablar suave y gentes instruidas se libra una batalla sin cuartel en favor del aborto; de la muerte. Los argumentos son ya conocidos. Nada nuevo. Porque la maldad no es nueva, sólo cambia de máscara, pero mantiene siempre ese rictus amargo, esa sed de sangre, ese tufo de tumba.
La historia de las mujeres es, a veces, la historia del desamparo, y de la debilidad, y de la injusticia. Ellas paren y ellas sufren. Muchas veces solas, cargando sobre sus espaldas el peso grave de la desigualdad y del abuso. No es fácil ser mujer y pobre. No es fácil ponerse en el lugar de quien, en situaciones difíciles, se siente amenazada por una maternidad no esperada, por una responsabilidad que va más allá de sus fuerzas, por un contratiempo del destino.
Pero sólo una mente retorcida, sólo una boca que se abre para mostrar una dentadura que se sacia triturando cadáveres, puede desear – no digo permitir, sino desear - que una mujer aborte. Todas las ayudas son pocas, para que nadie, ninguna madre, se haga daño a sí misma de ese modo. Toda solicitud es tacaña para evitar que una mujer consienta destrozar a su hijo.
En Argentina, en ese país de hablar suave y de gentes instruidas, un grupo de “feministas” – así se autotitulan – sintieron, según parece, si no mienten las noticias, enfriarse aún más la fría sangre de sus entrañas al saber que alguien, el Rector de la Universidad Católica, se había ofrecido a acoger a un niño salvado del sacrificio. Un niño concebido, por una violación, en el seno joven de una muchacha discapacitada. La Justicia - ¡cómo se profanan las palabras! – había dado el visto bueno a la eliminación del chiquillo, pero los médicos, ante lo avanzado del embarazo, se negaron a matar a quien ya tenía más de cinco meses de vida.
¿No podían soportar esas “feministas” que hubiese un cadáver menos, que se redujese la carroña disponible? Quizá por eso saltaron como fieras, dispuestas a “escrachar”, a romper, destruir y aplastar, nada menos que a la Iglesia y a la Universidad Católica por ese gesto “hipócrita” de querer salvar una vida.
¿Cómo puede la ceguera del odio hacer no ver lo que para todos es visible? ¿Cómo puede, incluso una bestia, anteponer la ideología de la muerte al grito del nacimiento de un niño?
Hay algo más, sospecho, que lucha por una supuesta defensa de la mujer en estas actitudes. Hay maldad. Hay odio. Leyendo la noticia imaginé una manada de hienas; las vi cobijarse, sedientas, bajo la sombra fétida de Satán, el padre de la mentira.
Guillermo Juan Morado.
Fuente: http://blogs.periodistadigital.com/predicareneldesierto.php/2006/08/12/hienas
PD: Sé que este mensaje debía haber ido en el epígrafe que abrí sobre la actitud de esas tipejas pero me pareció tan bueno el artículo (y con un título tan llamativo) que he preferido abrir tema nuevo
De entre los animales que pueblan el mundo, si hubiese que escoger a alguno de ellos para salvarlo de un diluvio, creo que pocos optarían por las hienas. Son animales carnívoros, de pelaje áspero, nocturnos y carroñeros, de aspecto repulsivo y olor desagradable. Hasta tal punto, que si queremos caracterizar los malos instintos o la crueldad de alguien, podemos llegar a decir: “Eres una hiena".
La imagen de estos seres ha venido a mi mente leyendo una noticia referida a Argentina. En ese país de hablar suave y gentes instruidas se libra una batalla sin cuartel en favor del aborto; de la muerte. Los argumentos son ya conocidos. Nada nuevo. Porque la maldad no es nueva, sólo cambia de máscara, pero mantiene siempre ese rictus amargo, esa sed de sangre, ese tufo de tumba.
La historia de las mujeres es, a veces, la historia del desamparo, y de la debilidad, y de la injusticia. Ellas paren y ellas sufren. Muchas veces solas, cargando sobre sus espaldas el peso grave de la desigualdad y del abuso. No es fácil ser mujer y pobre. No es fácil ponerse en el lugar de quien, en situaciones difíciles, se siente amenazada por una maternidad no esperada, por una responsabilidad que va más allá de sus fuerzas, por un contratiempo del destino.
Pero sólo una mente retorcida, sólo una boca que se abre para mostrar una dentadura que se sacia triturando cadáveres, puede desear – no digo permitir, sino desear - que una mujer aborte. Todas las ayudas son pocas, para que nadie, ninguna madre, se haga daño a sí misma de ese modo. Toda solicitud es tacaña para evitar que una mujer consienta destrozar a su hijo.
En Argentina, en ese país de hablar suave y de gentes instruidas, un grupo de “feministas” – así se autotitulan – sintieron, según parece, si no mienten las noticias, enfriarse aún más la fría sangre de sus entrañas al saber que alguien, el Rector de la Universidad Católica, se había ofrecido a acoger a un niño salvado del sacrificio. Un niño concebido, por una violación, en el seno joven de una muchacha discapacitada. La Justicia - ¡cómo se profanan las palabras! – había dado el visto bueno a la eliminación del chiquillo, pero los médicos, ante lo avanzado del embarazo, se negaron a matar a quien ya tenía más de cinco meses de vida.
¿No podían soportar esas “feministas” que hubiese un cadáver menos, que se redujese la carroña disponible? Quizá por eso saltaron como fieras, dispuestas a “escrachar”, a romper, destruir y aplastar, nada menos que a la Iglesia y a la Universidad Católica por ese gesto “hipócrita” de querer salvar una vida.
¿Cómo puede la ceguera del odio hacer no ver lo que para todos es visible? ¿Cómo puede, incluso una bestia, anteponer la ideología de la muerte al grito del nacimiento de un niño?
Hay algo más, sospecho, que lucha por una supuesta defensa de la mujer en estas actitudes. Hay maldad. Hay odio. Leyendo la noticia imaginé una manada de hienas; las vi cobijarse, sedientas, bajo la sombra fétida de Satán, el padre de la mentira.
Guillermo Juan Morado.
Fuente: http://blogs.periodistadigital.com/predicareneldesierto.php/2006/08/12/hienas
PD: Sé que este mensaje debía haber ido en el epígrafe que abrí sobre la actitud de esas tipejas pero me pareció tan bueno el artículo (y con un título tan llamativo) que he preferido abrir tema nuevo