HASTA TERCERA Y CUARTA GENERACIÓN

11 Junio 2007
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HASTA TERCERA Y CUARTA GENERACIÓN

Mi abuela materna fue la única mujer entre 17 hijos, la niña de los ojos de su padre, sin embargo, la más odiada por su propia madre.

Se le declaró locura siendo muy joven. Desde mis 8 años me tocó lidiar con ella, había que llevarla al Hospital Mental de Bello.

Desde su infancia ella tenía que estar en pie a la una de la madrugada, debía moler el maíz trillado blanco, maíz trillado amarillo y el maíz entero con el que se preparaban las arepas de pelao y la mazamorra pilada.

Debía preparar desde el principio del día el desayuno, el almuerzo y la comida para los peones del trapiche donde trabajaba su papá y 15 de sus hermanos.

Llevaba estos alimentos en una gran canasta que colocaba sobre su cabeza utilizando como base un trapo enrollado en sí mismo; tenía que hacer tres viajes por día con esta pesada carga a través de un penoso camino de herradura, trochas, lomas, durante más de una hora y media.

¡Ay si de regreso llegaba con las manos vacías! Debía recoger suficiente leña hasta llenar la canasta sobre su cabeza.

¡Ay donde algún joven se le acercara a ayudarle o galantearla, si mi bisabuela se llegara a enterar aunque fuese un chisme o calumnia!

Con mucha frecuencia, igual mi abuela retornara a buen tiempo de su duro trajinar, su madre la esperaba con un zurriago, esos de tiras de cuero grueso con que se castiga al ganado, a cuyo rejo hacía varios nudos, lo dejaba con buena anticipación remojando en agua para que "pegara más duro", sin ni siquiera entrar y descargar la pesada leña y sin explicación alguna, ya tenía su paga por su trabajo: ¡señora cueriza!

El método de mi bisabuela para justificar estas pelas contra su hija consistía en escupir en le suelo y decía: "si no ha llegado cuando se seque esta escupa, ya vera".

Cierto día, llegó mi tatarabuelo materno a horas de almuerzo. Encontrándose en casa mi bisabuela, mi abuela y el menor de los hermanos de mi abuela, un mudito. No habiendo más carne, mi bisabuela tomó la del plato de mi abuela y se la sirvió al viejo. Desde entonces mi abuela se acostumbró a comerse primero la carne.

Ya, hacía la tarde, mi abuela terminó de preparar y empacar la comida para los trabajadores. El abuela se iba, pero no encontraban su sombrero por ningún lado en toda la casa, cansados de buscarlo vieron que el mudito se reía y señalaba la copa de uno de los árboles del solar, allí lo había montado el pequeño adolescente creyendo que los demás estarían felices y les parecería muy graciosa su broma.

El mudito bajó el sombrero. Los ojos de la bisabuela despedían llamas, sin embargo, esperó que se marchara su padre. Tenía listo el rejo mojado con nudos. le dio una golpiza brutal, no paró hasta que el niño se desmayó. Su hermana, mi abuela, lloraba sin poder hacer nada, mi bisabuela le echó agua en la cara al niño para despertarlo.

Le gritó a mi abuela: "¡levántelo! ¿Qué espera para irse al trapiche? ..... ¡Cuidadito con contarle a su papá!"

El joven permanecía en cama muy adolorido. El "pa", como le decían cariñosamente sus hijos a mi bisabuelo, mimaba a su muchacho. Al niño le rodaban las lágrimas. A los dos días el jovencito murió.

Este crimen quedó en la impunidad. Fue enterrado en el propio solar de la casa. Nadie podía mencionar nada.

A los pocos meses de muerto el niño, como de costumbre, todos los hombres de la casa salían a la madrugada para el trabajo, ese día mi bisabuelo se tardó buscando su machete, no lo encontró, se tuvo que ir sin esta herrramienta. Su esposa lo escondió. Ella y su amante urdieron un plan para asesinarlo a machetazos cuando este pasara desarmado por un lugar del camino esa mañana.

La "mita", como le decíamos a mi abuela, llevando el desayuno a cuestas, se encontró con un corrillo de campesinos. Al acercarse, vio a su "pa" sangrando y agonizante. Descargó la canasta, muy lentamente abrazaba a su amado padre, lloraba desgarradoramente. Se iba la única persona sobre la tierra que la amó de verdad, un padre bueno, tierno con todos sus hijos; un hombre noble, manso.

Muy poquísimos días de viudez tuvo la doña. Su amante y cómplice se instaló en la casa como su nuevo marido. Muchos años después, yo, su bisnieto, viaje en dos ocasiones a esta casa, allí pude conocer a uno de los hijos menores de esta unión adúltera de mi bisabuela.

Este tío abuelo vivía con su esposa e hijos en la casa que fuera la natal de mi abuela. A ninguno de los hijos de mi bisabuelo sanguíneo le quedó esta casa. La influencia de mi bisabuela era tan poderosa terrorífica que ninguno de los hermanos de mi abuela se atrevieron a protestar por algo jamás, todo se sufría en silencio: adoración de la figura materna por encima de Dios.

Un joven guitarrista se fijó en mi abuela, debían mantener en completo silencio aquella atracción. Tenían todo listo para partir a otro pueblo. Cuando se presentaron ante mi bisabuela solicitando su consentimiento, llovieron rayos y centellas, fue el fin del mundo, sin embargo, se atrevieron por esa fuerza interna de conformar su propio nido, soñando un futuro mejor.

Mi bisabuela le grito que si se iba con ese hombre la ruina y el dolor le caerían hasta el fin de su vida, que viviría arrastrada, que hiciera de cuenta que no era su madre, que nunca la volvería a ver por el resto de su vida, mi abuela los próximos treinta años que vivió su madre nunca pudo regresdar a verla, en su locura lloraba y cantaba una canción dedicada a las madres que hablaba de un clavelito rojo y un clavelito blanco.

Con el pecho totalmente oprimido, con la tristeza honda que la acompañaría hasta mi mismo, su nieto, se fugó con su novio para poder casarse en otra vereda donde el músico le tenía preparada una casa.

El esposo de mi abuela se enfermó de gravedad y murió dejándola con tres hijos, los cuales también murieron al poco tiempo: la niña murió vaciada en sangre por el ombligo. A otro niño, alguien lo mojó acalorado, luego de una fiebre intensa, falleció. Del otro niño desconozco la causa de su muerte.

mi abuela para poder subsistir, debió trabajar haciendo tameles, arepas, empanadas. Algunos hombres del pueblo al verla sola aprovecharon su situación, la visitaban a su casa para usarla como prostituta; de estos quehaceres le nació una niña; luego un niño, este último fue hecho en una correría de mi abuela a través de varios pueblos. De ambos hijos no se conocen sus padres.

Durante la violencia del 9 de abril de 1948, según cuenta mi abuela, se hacía "el cuello de franela", ella vio cuerpos mutilados corriendo por el río Cauca. A las mujeres embarazadas les sacaban el bebé abriéndoles el vientre. Amarraban personas de los árboles, los torturaban y finalmente los explotaban con dinamita.

Pocos años después del 9 de abril, nacio otra hija a mi abuela, tampoco se conoce el padre.

Mi abuela se iba todo el día dejando sus hijos con muy escasa comida, ellos se escapaban por encima del muro del solar de la casa para rebuscarse la alimentación como mejor pudieran, andaban descalzos, la hija mayor se inventaba unos zapatos con el capacho de la mazorca e iba a pilar maíz y trabajar todo el día en casa de su madrina de bautismo por un poco de comida; para calmar el hambre, a veces comían las hojas del ciruelo con sal (decían que eran venenosas para que no se las consumieran en el pueblo y poder comerciarlas a Medellín).

La mencionada madrina y su familia se trasladaron para Medellín, lleváronse con ellos a la joven como su sirvienta. Una vez en la ciudad, le tocaba cuidar una chorrera de muchachitos, además de trabajar esclavizada, era acosada sexualmente por el padrino, el esposo de esta señora.

Logró salirse de esta casa, continuando como sirvienta en casa de una señora de la ciudad de Bello.

Mientras tanto en la vereda, mi abuela estaba en peligro, uno de sus visitantes le iba a robar lo poco que conseguía con sus ventas. Ella forcejeó contra el tipo, resultando herida con un cuchillo entre el índice y el pulgar de su mano derecha.

Debido a este incidente, la hija de mi abuela viajo al pueblo, vendió la casa en $ 4.000.oo y traslado a su mamá con sus dos hermanos para Medellín. Con el dinero les pagaba el arriendo de una habitación.

Con sus ya cumplidos 18 años era una campesina extraordinariamente bella y natural, atrajo fuertemente al joven nieto de la dueña de la casa de Bello, quien se enamoró perdidamente de la muchacha.

Ambos comenzaron una relación a escondidas, el joven universitario no quería arriesgar su reputación ante una familia conservadora con muchos prejuicios sociales. Finalmente, a pesar de los muchos tapujos y escondrijos, la embarazó.

De este romance nací yo. Mi mamá, embarazada, debió irse a vivir con mi abuela. Una vez nací, me dejaba al cuidado de ella. Para este tiempo, mi mamá iniciaba una vida de prostitución muy reservada y refinada; sus clientes eran de buen nivel económico, negociantes, empresarios que tenían sus esposas e hijos. Luego empezó a viajar a otras ciudades y a otros países.

Las que iniciaron a mi madre en esta vida licenciosa fueron mi madrina de baustimo, una hermana de mi progenitor y una hija que naciera de la infidelidad del padrino acosador con una de sus cuñadas.

Desde muy pequeño sabía lo que mi mamá hacia, hubo muchas ocasiones de largas ausencias, muchos momentos de hambre y necesidad, aunque más afectiva que física.

Mi abuela y yo ibamos a las canecas de basura de una plaza de mercado a recoger lo mejorcito para hacer una sopa o comer alguna fruta.

Un 9 de abril personas malas y envidiosas, con la complicidad y la indolencia inicua de mi esposa, destruyeron nuestro matrimonio bendito por Dios.

Colombia, mi abuela, mi madre y yo, en el caso de mi fracasado casamiento, vivimos nuestro propio 9 de abril. ¿He de continuar la cadena de violencia? ¿De qué le ha servido a mi país tanta maldad? Hoy rompo cadenas, el amor verdadero no obliga ni mata aunque tenga toda la razón de su parte.

Dios ya le ha dado la orden a la vida, a la historia de cobrar y pagar con creces según nuestras obras. La venganza humana es perversa. Cedo a la Justicia del Juez Supremo y de su Hijo Jesucristo, no renuncio a la verdadera justicia a mi favor, no obstante, si mis enemigos supieran pronunciar la palabra "perdón" ante mí, como yo lo he hecho ante ellos, les perdonaría y olvidaría completamente sus ofensas tal como lo enseñó el Maestro de la Palestina en el sermón de la montaña.
 
Re: HASTA TERCERA Y CUARTA GENERACIÓN

Mira, yo sé y conosco cómo vienen estos espíritus generacionales y también sé cómo romperlos... si quieres contactactarme, lo puedes hacer en mi msn que es [email protected] y yo te puedo ayudar para la Gloria de mi Señor Jesucristo, mi nombre es Amalia R. Soto S.
:email::):chirol_lo