Seguramente a medida que establezcamos el reino de Dios sobre la Tierra llegaremos a entender mucho mejor el comportamiento animal, sus estados mentales, e incluso a comunicarnos con ellos, quizá mediante interfases digitales-neurológicas. Todo esto desembocará en una coexistencia armoniosa.
Pero esto no implica que hablen milagrosamente.
Dios los creo con un diseño que corresponde a una forma de comunicación determinada.
El perrito mueve la cola, salta, ladra, gime, y tiene su propio repertorio de gestos corporales y sonidos.
Algún día podremos saber cómo mandarle mensajes a su cerebro y cómo interpretar los que se generan en el suyo.
Pero eso es algo que alcanzaremos mediante el estudio de la verdad de Dios revelada a través de la ciencia.