Habla... que no escucho.

Habla... que no escucho.

  • Que era para mí.

    Votos: 0 0,0%
  • Inteligentemente escrito

    Votos: 0 0,0%
  • Divinamente inspirado

    Votos: 0 0,0%
  • Una mezcla platónica con el cristianismo

    Votos: 0 0,0%
  • Miedo

    Votos: 0 0,0%
  • Otros:

    Votos: 1 100,0%

  • Votantes totales
    1
  • Encuesta cerrada .
6 Mayo 2000
1.884
0
Bajo poderoso espíritu de maldad que sólo habla en la ciénaga de la mentira y en la noche del odio. La verdadera desgracia del mundo y siempre al acecho. Viciado susurro de vergüenza que nos persigue y destruye, demoniza y esclaviza, que ofrece la tristeza en bandeja de plata al hombre que le bebe y le come. Es murmullo de sombra de muerte. Un extraño paradigma de guerra sin lanza y de aguijón sin picadura. La pena sin su gloria. Oído que no es capaz de oír: sólo comezón de ambición. ¿Recuerdas su voz? Es tan inmensa que es inevitable. Abarca tanto que no puede rodearse. Se abriga bajo el alto monte de la pasión y el deseo de un mejor mañana porque “ánimo compañero, seremos mejores y llegaremos más alto.”

“A toda costa: sobreviviremos.”

“Podemos vencer. Somos fuertes, grandes, y todos ellos nos respaldan. ¿No lo ves? ¡Qué necesidad de picor y hambre de fuego sufrimos aquí!... pero ellos nos apoyan y todo aquí nos respalda y anima. ¡Nuestros fieles aliados, mi amigo! Están ahí para ti. Míralos... ¡no, admíralos! Son fuertes sin igual. Poderosos más que la Misma Vida. Un mundo entero que te sigue y te ama. Un Sistema creado para ti. Pero tú enamórame de ti. Álzame por encima de todo Bien y Verdad. Tuyo es mi reposo y mía tu confianza. Sabes que te amo. ¡Tú me adoras! Mi mejor compañero y amigo, la presencia que tanto anhelo.”

Este, a quién acabas de escuchar, dice: “habla... que no escucho.”

Pero, ¿a quién y para qué hablarás Tú, oh Señor? Hablas, pero ni escuchamos ni queremos escuchar. Hablas, pero no hay oído que oiga, ni voz que responda, ni comprenda, ni entienda. Hazte grande Señor, pero sólo a costa de empequeñecer a este reducto de maldad. Rompe con tu Maza y quema con tu Fuego, santo Destructor. Siembra la Palabra de congojas para recoger la mies de la alegría, pero sobre todo, ignora sus gritos. No te fíes nunca de sus promesas. ¡Mata, Señor, para que matando, nos des el conocer esta tu Grande Vida!

Pero, ¡ay de aquellos que no estuvieren apercibidos! En Aquel Día buscarán y no hallarán. Llamarán y NO se les abrirá. Intentarán ver y no podrán, y oír, pero no oirán. Los tiempos se van a cumplir, y las cosas que fueron dejarán de ser. Todo es hecho nuevo. Ya viene como León en la noche y como Ladrón en la noche, y nadie estará apercibido excepto los que compraron aceite para ver y oír en la prueba de la larga y terrible noche. Este aceite es comprado a gran precio... el precio de las lágrimas de un amor que ha de palpitar en algún lugar de lo profundo del corazón.

Y si no te palpita, has perdido la Vida.

--Son of Epafrodite--