Cuando abro las Escrituras veo
sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo,
Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,
a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos,
a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto,
y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel. Mirad que no desechéis al que habla.
Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra,
mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos.
La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez,
y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. Y esta frase: Aún una vez,
indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles.
Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos
a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor.