Re: gambetta anunciaba atentados terrorista y gabrielin no nos explica esos atentados
Como esa noticia no se escuchó en ningún otro medio, tú crees que existe una posibilidad que el "agente de seguridad" solo se lo informó a un ASD para que SOLO los ASD se salvaran. Tal vez fue ordenado por el Presidente de EEUU y el papa pues ambos quieren asegurarse que los ASD estén vivos para poder perseguirlos...
En el mundo político y religioso se pueden dar las más grandes sorpresas, pero en muchos aspectos, la mano de Dios detiene y cambia los sucesos...
“[…] El teólogo Gianni Gennari, que fue profesor del seminario diocesano de Roma, donde estudiaban algunos seminaristas de Vittorio Véneto, hizo la siguiente declaración en torno a la muerte de Juan Pablo I: ‘No es cierto que no se le hubiera hecho la autopsia. Precisamente por ella se supo que había muerto por la ingestión de una dosis fortísima de un vasodilatador recetado por teléfono por su exmédico personal de Venecia. La noche de la muerte, entre el 28 y el 29 de septiembre de 1978, el papa estaba muy agitado tras la dura discusión mantenida aquella tarde con el secretario de Estado, el cardenal francés Villot, sobre los cambios radicales que iba a introducir en la Curia para rodearse de personas de su confianza. El papa, a las 10 y media de la noche, hizo abrir la farmacia vaticana, le dieron su medicina y se encerró en su habitación’.”
Luego comenta el doctor Cabrera: “los vasodilatadores producen hipotensión. ¿Cómo se le pudo dar un vasodilatador a un hipotenso como Luciani?”. Por su parte, Giovanni Rama, el especialista que prescribió a Luciani el Efortil, el Cortiplex y otros medicamentos para paliar los efectos de la tensión baja, afirma: “Es inconcebible pensar en una sobredosis accidental. Luciani era un hombre muy consciente, muy escrupuloso. Además era muy sensible con los fármacos. Sólo precisaba pequeñas dosis. De hecho, la dosis de Efortil que tomaba era la mínima. Normalmente la dosis consiste en 60 gotas al día, pero a Luciani le bastaba con 20 o 30 gotas. Los dos éramos muy prudentes con la prescripción y administración de medicamentos”. El doctor Rama dice que no tuvo ningún contacto con el Vaticano después de la muerte de Albino Luciani. Y subraya: “Me sorprendió mucho que no me pidieran que fuera a examinar el cuerpo sin vida del papa”. Por lo que se refiere a la farmacia vaticana, su director, el hermano Fabián, de la Orden de San Juan de Dios, le muestra a Cornwell el libro de medicina papal y le dice: “es curioso. Va directamente de Pablo VI a Juan Pablo II. Evidentemente, él no tenía ninguna cosa de aquí. Es extraño”. Es decir, “no consta que de la farmacia vaticana se llevara medicina alguna para Juan Pablo I” (3). Le llaman los abogados “duda razonable”.
El cardenal de origen argentino y apellido Pironio, mediante un informe de su autoría (14 de mayo de 1989, año en que renunció Marcinkus al IOR y se marchó a Estados Unidos de donde era oriundo) dirigido al autor antes citado, Camilo Bassoto, estableció (este último lo consigna en su libro), que “Juan Pablo I tenía un programa de cambios y había tomado decisiones importantes, incluso arriesgadas”, agregando: “todo eso se ha intentado ocultar”. Pero además, Germano Pattaro (sacerdote y teólogo veneciano, también amigo de Luciani, traído a Roma por él como su consejero), le comentó al mismo Bassoto: “A pocos días de su pontificado, Juan Pablo I sabía quién iba a ser su sucesor, y además, pronto; lo llamaba ‘el Extranjero’” (4). Es decir, Albino Luciani estaba consciente y lúcido acerca de que varios factores le indicaban que no solamente el relevante tema de las reformas pensadas y no comenzadas a ejecutar podían llevar su papado a la brevedad que le caracterizó, sino la amalgama de intereses que se entretejían sigilosamente, pero perceptiblemente para él, en torno a Karol Wojtyla, dado el conjunto de elementos geopolíticos y geoestratégicos proyectados al respecto, que inducían su tiempo histórico a la cortedad.
Entonces, en lo que no puede haber duda, sino que hay gran consenso, es en que Juan Pablo I pretendía ahondar en las reformas a la Iglesia iniciadas por Juan XXIII, y dentro de ellas estaba presente el saneamiento y clarificación de las cuentas del Vaticano, de sus instituciones financieras, lo que incluía acelerar la quiebra del Banco Ambrosiano como una de sus prioridades, lo que evidentemente quebraba una parte sustancial de la estructura de poder creada por la trípode de personajes mafiosos antes mencionada.
La otra parte de la confrontación interna incluía reformar la Curia Romana pero, además, la excomunión de más de 100 sacerdotes y funcionarios masones con apoyo en el listado dado a conocer en 1976 por la revista Borghese, que ofreció detalladamente los nombres de 130 clérigos ligados a logias masónicas y a otras sociedades secretas, en su mayoría a la Logia Masónica P2; y ante ello, el castigo lo establecía el Código Canónico en sus artículos 2335 y 2336, previendo justamente la excomunión, sin duda, un factor potencial de choque de enormes repercusiones, lo que motivó una acalorada discusión con el cardenal Villot la noche de su muerte, como ha quedado establecido por testimonios directos"
http://www.voltairenet.org/article179878.html