Las víctimas del atentado del 11M fueron despedidas en un acto fúnebre presidido por la Reina española y representantes políticos el pasado 16 de marzo en Madrid. Un acto que -como bien dice nuestro columnista Manuel López- fue católico, naturalmente.
Que existan muertos de confesión católica, protestante, ortodoxa e islámica mezcla las sangres pero no los corazones. Los muertos son engullidos en ese extraño ecumenismo tan propio de la Iglesia católica española (léase Conferencia Episcopal) que bautiza y hace como suyo el dolor ajeno.
Extraño éste ecumenismo que, al menor descuido, etiqueta de sectas a las iglesias o denominaciones evangélicas o protestantes allí donde su crecimiento les molesta (léase Latinoamérica). En España, donde no existe ese crecimiento, basta con ignorarnos.
Dice el periodista gallego Manuel López, uniéndose a la pastora y teóloga Natalia Reverdin –afincada en Catalunya- que para el próximo miércoles 24 de marzo –en que se celebrará un nuevo acto religioso, presidido por el Rey de España- debería alzarse una voz protestante reivindicando un acto interreligioso.
La vida espiritual de las iglesias no va a ser mejor o peor por conseguir un papel digno en la sociedad: en Roma los cristianos crecían en número a la vez que eran asesinados en un espectáculo para las muchedumbres.
Sin embargo, creemos que una iglesia con vida espiritual debe entender que, si alguna opción tiene, debe plantear la defensa de un trato justo y equitativo para todos… incluidos los propios cristianos. Porque una iglesia a la que no le importa la dignidad de sus miembros tiene una profunda miopía espiritual.
El propio Jesús, al ser golpeado tras su respuesta ante el Sumo Sacerdote Anás, miró al violento alguacil y le dijo: “Si he hablado mal, testifica en qué está mal, y si bien ¿por qué me golpeas?” Miremos a los ojos de quienes nos agreden, y abramos nuestra boca en la legítima defensa de nuestras razones. Aunque nos acaben golpeando o crucificando. Más vale sufrir o morir con honra que vivir sin ella como si fuera más espiritual o cristiano callar ante las mentiras y los golpes.
ACPressInternaional
Que existan muertos de confesión católica, protestante, ortodoxa e islámica mezcla las sangres pero no los corazones. Los muertos son engullidos en ese extraño ecumenismo tan propio de la Iglesia católica española (léase Conferencia Episcopal) que bautiza y hace como suyo el dolor ajeno.
Extraño éste ecumenismo que, al menor descuido, etiqueta de sectas a las iglesias o denominaciones evangélicas o protestantes allí donde su crecimiento les molesta (léase Latinoamérica). En España, donde no existe ese crecimiento, basta con ignorarnos.
Dice el periodista gallego Manuel López, uniéndose a la pastora y teóloga Natalia Reverdin –afincada en Catalunya- que para el próximo miércoles 24 de marzo –en que se celebrará un nuevo acto religioso, presidido por el Rey de España- debería alzarse una voz protestante reivindicando un acto interreligioso.
La vida espiritual de las iglesias no va a ser mejor o peor por conseguir un papel digno en la sociedad: en Roma los cristianos crecían en número a la vez que eran asesinados en un espectáculo para las muchedumbres.
Sin embargo, creemos que una iglesia con vida espiritual debe entender que, si alguna opción tiene, debe plantear la defensa de un trato justo y equitativo para todos… incluidos los propios cristianos. Porque una iglesia a la que no le importa la dignidad de sus miembros tiene una profunda miopía espiritual.
El propio Jesús, al ser golpeado tras su respuesta ante el Sumo Sacerdote Anás, miró al violento alguacil y le dijo: “Si he hablado mal, testifica en qué está mal, y si bien ¿por qué me golpeas?” Miremos a los ojos de quienes nos agreden, y abramos nuestra boca en la legítima defensa de nuestras razones. Aunque nos acaben golpeando o crucificando. Más vale sufrir o morir con honra que vivir sin ella como si fuera más espiritual o cristiano callar ante las mentiras y los golpes.
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